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Hay un lugar donde el desierto convive con la humedad del trópico. Donde las plantas mediterráneas se mezclan con las de Australia, Sudáfrica o Japón. Un espacio en el que es posible dar la vuelta al mundo en 80 árboles y sentir la frescura de los bosques más densos del planeta en pleno verano. Y donde las ardillas corretean por los gruesos troncos del flexible bambú negro.
Es el Jardín Botánico de La Concepción, en Málaga, que nació en el siglo XIX fruto del amor entre los marqueses de la Casa Loring: Amalia Heredia Livermore y Jorge Loring Oyarzábal. Fue durante su viaje de novios cuando se les ocurrió la creación de un jardín en el que acumular especies de todo el mundo. Hoy, hay unas 5.000 variedades y más de 50.000 ejemplares, que conforman un paseo en el que disfrutar del aire libre.
La primavera es uno de sus mejores momentos, especialmente por su cenador envuelto en colores violetas gracias a una vieja glicinia. "Pero se puede visitar todo el año: cada estación ofrece cosas diferentes", subraya Blanca Lasso de la Vega Westendorp, responsable de Investigación y Divulgación Botánica del recinto, hoy en manos del Ayuntamiento de Málaga.
A la vuelta de su luna de miel, sus creadores decidieron adquirir diversas fincas agrícolas para crear un jardín a las afueras de Málaga. Hoy el espacio está junto a la barriada de Ciudad Jardín, pero por aquel entonces la capital se encontraba lejos y separada por una tierra repleta de huertas a ambas márgenes del río Guadalmedina. Con su iniciativa, Jorge Loring y Amalia Heredia pusieron también de moda entre la burguesía local pasar los veranos en fincas de recreo, alejándose del calor en zonas arboladas y refrescantes. Hoy apenas quedan unas cuantas de aquellas en pie en Málaga: las de San José (muy cerca) y La Cónsula, en la barriada de Churriana. Eso sí, en el que nos adentramos es el único declarado Jardín Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural.
La leyenda dice que fueron ellos quienes trajeron las primeras especies de su proyecto, pero realmente las iban adquiriendo del catálogo de los viveros de la época, que traían muchas especies exóticas porque se tenía la creencia de que crecían mucho más rápido que las autóctonas. "Las traían las expediciones gubernamentales", subraya Lasso de la Vega. Luego las seleccionaba el jardinero francés Jacinto Chamoussen, sobre el que recae gran parte del éxito de la colección y la adaptación de las diferentes variedades.
Para los amantes de la botánica, el recinto es conmovedor. Hay tanta diversidad que es posible pasar días recorriendo todos sus recovecos observando cada detalle, cada hoja, tronco o flor. El clima de Málaga, de influencia tropical, facilita que numerosas especies se adapten bien a este territorio. Entre ellas hay algunas que llevan más de 250 millones de años en el planeta.
Un mapa a la entrada señala algunos de los muchos puntos de interés del espacio, una guía perfecta para hacerse una idea de lo mucho que hay para ver. Eso sí, también merece la pena dejarse llevar y caminar con calma para recorrer áreas que permiten viajar, en apenas unos pasos, miles de kilómetros. El paisaje cambia según la época del año. "En verano la sombra de los árboles da frescor. En otoño, la lluvia ofrece aires románticos. El invierno regala el placer de observar plantas que florecen en la época de frío… Todo momento es bueno para venir", dice la responsable de divulgación.
La primavera es una de las épocas en que más visitantes se acercan hasta el Jardín Botánico de La Concepción. La razón para acudir en la estación de las flores es, precisamente, una de ellas. Se expande sobre un espectacular cenador y se llama glicinia, una trepadora que viste de colores violáceos la estructura metálica. Fue plantada hace más de siglo y medio y procede de China. "Teníamos muchísimas ganas de verla y ha merecido mucho la pena acercarse", cuenta María Jesús López, que ha acudido junto a dos amigas a conocer "la famosa glicinia".
El lugar es el favorito también para quienes suben imágenes a las redes sociales –hay dos oportunidades al año para ver su floración: a mediados de marzo y a mediados de abril– y se ubica junto a la antigua mansión de los Loring. Ahí se reunía en diversas ocasiones el equipo de Gobierno de Antonio Cánovas del Castillo, al frente del Gobierno a finales del siglo XIX.
"Cuántas cosas se habrán decidido entre estas plantas", afirma uno de los guías del recinto, que ofrece visitas guiadas diarias y otras bajo reserva. También existen numerosas actividades para toda la familia en distintas épocas del año: juegos infantiles, teatro de marionetas, ghymkanas o siembra de semillas, entre otras.
Otro rincón placentero es el que ofrece, sobre una mesa y unas sillas la sombra de otra glicinia en flor junto a una antigua alberca rodeada de claveles. Merece la pena sentarse, relajarse con el sonido del agua y el ambiente creado por el trino de los pájaros. Jamás dirías que estás apenas a unos metros del asfalto de la autovía. A su lado, los invernaderos históricos, construidos en los años 70 del siglo XIX a base de hierro y cristal desarrollan plantas como la piña, la vainilla o el café. A su lado, a los pies de enormes árboles, centenares de clivias iluminan con sus flores naranjas la densidad vegetal.
El pasillo de hibiscos, que entre sus pies mezclan especies populares en Andalucía como los geranios con otras procedentes de China como la cotoneaster. Los acantos –y sus flores que se elevan con firmeza– también se desparraman sobre la senda, que se abre paso hacia una zona en la que se ha conservado un tramo del antiguo acueducto de San Telmo y una vieja era. Un olivo centenario, una colección de cítricos y otra de vides malagueñas completan el extremo norte del parque, que ofrece igualmente un repertorio de árboles para dar la vuelta al mundo gracias a sus 80 especies.
De vuelta al corazón del jardín, una serie de estrechos caminos de tierra se pierden entre estanques y cascadas, rodeados de altas coníferas, una araucaria que sube hasta el cielo y un precioso rincón plagado de monstera deliciosa, una planta de moda para el diseño y la decoración más conocida como costilla de adán. Ahí se esconde también un frondoso bosque de bambú negro, uno de los lugares más sorprendentes del jardín botánico y en los que apetece descansar y meditar.
También cerca de la antigua mansión de los Loring parten dos rutas que permiten la práctica del senderismo. Una, la forestal, sirve para adentrarse en los bosques clásicos de la zona, con pinares y pequeños arbustos similares al entorno del Parque Natural de Los Montes de Málaga, que despliega sus 5.000 hectáreas alrededor del Jardín Botánico.
La segunda, de los miradores, tiene 1,2 kilómetros de longitud y va descendiendo hacia el sur hasta llegar junto a uno de los espacios icónicos del recinto: un templete que ofrece una gran panorámica de Málaga. La imagen, hace no mucho, estaba dominada por huertas y edificios como la catedral o el castillo de Gibralfaro, con el Mediterráneo al fondo. Hoy, en cambio, hay más asfalto y hormigón.
Una colección de cactus y suculentas –ojo a sus flores y a sus espinas–, otra de palmeras y una más de bellas plumarias dan paso al denominado Jardín de los Sentidos, con numerosas plantas en flor y árboles frutales que suman un amplio abanico de colores, olores y texturas. Es uno de los lugares donde los niños corretean tocando y oliendo.
También se acercan a los estanques cercanos, que muestran una interesante variedad de plantas acuáticas y nenúfares, sobre las que descansan pequeñas ranas mientras las tortugas asoman sus cabezas unos centímetros por encima del agua, camufladas. Muy cerca, otro espacio acuático es la casa de la victoria cruziana, nenúfar gigante cuyas hojas pueden superar el metro de diámetro y que, en Europa, solo en Málaga puede ser visto fuera de un invernadero.
A su lado, el Museo Loringiano permite profundizar en la historia del sitio adentrándose en un templete de estilo dórico levantado en 1859. Antiguamente acogía algunas piezas de arqueología, hoy repartidas entre el Museo Arqueológico Nacional y el Museo Provincial de Málaga. Para acabar la excursión, un pequeño restaurante ofrece ensaladas, platos vegetarianos y bocadillos. Y para quienes la visita haya despertado ganas de rodearse de vegetación, una tienda vende semillas y pequeñas plantas perfectas para empezar. Nunca es tarde para enamorarse de la jardinería.