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Manrique supo aprovechar las cuevas subterráneas de su isla.

Lanzarote a través de la obra del César Manrique

Las entrañas volcánicas de César Manrique

Actualizado: 18/09/2017

Fotografía: Hugo Palotto

Conocer Lanzarote exige adentrarse en la obra del artista César Manrique porque al hacerlo, el viajero descubre la idiosincrasia única y verdadera de la isla de los volcanes; y porque, además, su trabajo modificó el modo de hacer turismo en este lugar.
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Impresionado por la naturaleza de su tierra desde que era un niño, el arquitecto, pintor y escultor César Manrique vivió toda su vida adulta con el objetivo de mostrar "la belleza de Lanzarote al mundo" y lo consiguió impregnando toda la isla de ese amor a través de su trabajo. Tanto fue así que su influencia arquitectónica y artística cambió por completo la forma de visitar y percibir la ínsula canaria. Por todo ello, cuando se cumple el 25 aniversario de su muerte (25 de septiembre de 1992), la afirmación "Lanzarote es César Manrique", como aseguran los isleños, está más vigente que nunca.

Los Jameos del Agua es una de las obras más representativas del arquitecto.
Los Jameos del Agua es una de las obras más representativas del arquitecto.

Llegar a la isla, toda ella Reserva de la Biosfera desde 1993, es sentir que se está en "un sitio único", como tantas veces repitió el artista. Su paisaje volcánico mezclado con el blanco de las viviendas tradicionales es un espectáculo que transporta al visitante a un escenario singular, al que Manrique se empeñó en colocar "un paspartú o marco" que resaltara esas características extraordinarias. Sin embargo, hizo mucho más que eso. Se adentró en las entrañas de su tierra para hacerlas habitables y cuando emergía a la superficie lo hacía para jugar con los recursos naturales y el entorno adaptándose a él o adornándolo.

Embellecer su amada isla de Lanzarote era el objetivo de Manrique.
Embellecer su amada isla de Lanzarote era el objetivo de Manrique.

Desde sus casas hasta sus monumentos, pasando por su presencia en el Parque Nacional de Timanfaya o sus esculturas móviles, no dejó ni una sola región de norte a sur sin tocar. La ruta que realice el viajero para acercarse a él es indiferente, ya que cualquiera de los lugares del artista llevan su sello: el matrimonio perfecto entre arquitectura y naturaleza.

En la sede de la Fundación, el visitante puede conocer detalles de la vida del artista.
En la sede de la Fundación, el visitante puede conocer detalles de la vida del artista.

El nacimiento de Taro

Sin embargo, y por seguir un orden necesario, paremos primero en la casa que se construyó cuando regresó de Nueva York a finales de los años 60 y que hoy es sede de su Fundación, donde se expone una impresionante colección de arte contemporáneo.

La sede de la Fundación acoge una importante colección de arte contemporáneo.
La sede de la Fundación acoge una importante colección de arte contemporáneo.

Él mismo cuenta en el documental Taro. El eco de Manrique –que se puede ver bajo la sombra de un árbol en su segunda vivienda, la de Haría– que un día, caminando por el mar de lava de la zona de Tahíche, se encontró con una burbuja volcánica en el suelo con "unas dimensiones habitables" y decidió hacerse su casa allí, a la que llamó Taro, como las antiguas construcciones de piedra de Lanzarote.

Las ventanas de la casa de Tahíche se abren a un mar de lava.
Las ventanas de la casa de Tahíche se abren a un mar de lava.

Para entender perfectamente la filosofía del arquitecto de cómo el hombre debe adaptarse al entorno natural simplemente hay que recorrer esta residencia. Mientras caminas por las grutas volcánicas hechas pasillos entras de repente en un saloncito abierto al cielo tras perder su techo de lava (lo que se conoce como jameo) donde crece un árbol que se abre paso hacia la luz rodeado de sillones. O descubres en otra burbuja de piedras negras una piscina con su zona de barbacoa y descanso como si fuera lo más normal del mundo que Manrique hiciera realidad algo que únicamente pudo haber soñado. Y así es como uno entiende que el artista no solo admiró su isla sino que vivió en el corazón de la misma para sentir su palpitación a través de sus tripas volcánicas.

La naturaleza se abre paso por los huecos que dejó la roca volcánica en la que fue su primera casa.
La naturaleza se abre paso por los huecos que dejó la roca volcánica en la que fue su primera casa.

Y ese mismo espíritu lo trasladó a todo. Con la intención de convertir su "isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta", no paró hasta que a finales de los 60 recibió el apoyo del Cabildo para construir todos esos Centros de Arte, Cultura y Turismo que hoy atraen al visitante y que definen a la isla.

En los Jameos del Agua destaca un tubo volcánico con lago incluido.
En los Jameos del Agua destaca un tubo volcánico con lago incluido.

En los Jameos del Agua, un poco más al norte de Punta Mujeres, él vio las posibilidades de una cueva natural formada tras hundirse parte de su cascarón de lava. Allí mismo erigió un restaurante que se abre paso hasta un tubo volcánico que esconde un lago lleno de minúsculos y brillantes cangrejos ciegos, especie única de Lanzarote.

Y como si eso no fuera suficiente para impresionar al que camina entre estos pasillos de lava negra, una enorme piscina blanca sirve de antesala a un auditorio con aforo para 600 personas construido en una gruta que se inauguró en 1977 y que, actualmente, acoge grandes espectáculos culturales.

Detalle en el Auditorio de los Jameos del Agua.
Detalle en el Auditorio de los Jameos del Agua..

El calor humano

Cerca de los Jameos, en el valle de las 1.001 palmeras como se conoce la región de Haría, está la que fue la segunda vivienda del arquitecto. La describió como "todo lo contrario" a la de Tahíche: "Es una casa campesina, con un enorme calor humano que es lo que más tiene". La visita al que fue su último hogar permite pasear por su yo más personal a través de su ropa, sus recuerdos, sus fotografías, algunas de sus obras; o imaginárselo sentado en su salón y, al mismo tiempo, disfrutando en su estudio, en el que trabajó hasta el día de su muerte en un accidente de tráfico a los 73 años.

En el patio de su última vivienda, en Haría, se puede ver un documental sobre Manrique.
En el patio de su última vivienda, en Haría, se puede ver un documental sobre Manrique.

En el centro de la isla, en San Bartolomé, quedó plasmado su respeto por el pueblo llano y la dura lucha del agricultor en la Casa-Monumento del Campesino. La construcción alberga salas en las que a través de exposiciones y talleres, el viajero puede conocer y adentrarse en el mundo campestre. Todo edificado alrededor de una plaza en cuyo centro vuelve a abrirse un agujero negro para descender a una cueva subterránea que él aprovecha para integrar un restaurante.

El artista aprovecha de nuevo las formaciones volcánicas en la Casa-Museo del Campesino.
El artista aprovecha de nuevo las formaciones volcánicas en la Casa-Museo del Campesino.

En Lanzarote sería difícil escapar del arquitecto, aunque no se visitaran todos los lugares hasta ahora expuestos. Adentrarse en la ínsula es chocarse con su presencia. Construyó el Mirador del Río, tan mimetizado con el entorno que cuesta descubrirlo y desde donde se admira todo el archipiélago protegido de Chinijo; o el Centro de Interpretación de Timanfaya con su restaurante, donde se asan las carnes aprovechando el calor del magma; el Jardín de Cactus, otro ejemplo de su capacidad para aprovechar los recursos de la isla; o sus Juguetes del Viento, que salpican Lanzarote aquí o allá aprovechando ese sempiterno soplido que refresca el clima.

Sus esculturas son aunténticos Juguetes del Viento, como los denominó él mismo.
Sus esculturas son aunténticos Juguetes del Viento, como los denominó él mismo.

Dicen amigos del artista que él les enseñó a ver lo que no podían ver: que su isla es un tesoro en sí mismo. Hoy lo ven los conejeros, como coloquialmente se conoce a los lanzaroteños, y cualquiera que decida acercarse a esta isla marcada por la lava seca, el viento incansable, sus casitas blancas y, desde hace menos años, por la ya eterna obra de Manrique.

En la Casa-Museo del Campesino, el blanco y el verde son los colores característicos.
En la Casa-Museo del Campesino, el blanco y el verde son los colores característicos.

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