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No es la primera vez que se escucha a algún visitante comentar un "¡qué callado os lo teníais!". Es que Galicia sorprende y más con un verano como este. Al buen comer, a ese dormir con colcha en pleno agosto, a ese aire limpio de mar, se suman kilómetros y kilómetros de una costa tan verde como abrupta que, llena de entrantes y salientes, da para grandes arenales y pequeños tesoros escondidos.
Te descubrimos algunos de esos rincones, esas calas y playas al final de un camino de tierra, bordeadas de rocas y verde, que no tienen socorrista ni chiringuito y, en grandiosas ocasiones, ni siquiera cobertura. Naturaleza en estado puro, de poco a nada explotada, que inevitablemente te lleva a comparar la belleza desparramada ante tus ojos con el mejor de los catálogos de viajes de playas bien lejanas. Claro que, cuando en plena carretera que se abre camino entre un muro de helechos gigantes y flores te topas con una señoriña –toda aquella señora habitante de pueblo gallego que se pasea con pañuelo en la cabeza, medias negras y puede que un bastón- o con un paisano en moto con una caña de pescar al hombro caes en la cuenta de que no, esto no es el Caribe. Bienvenido al secreto mejor guardado por los gallegos: la propia Galicia.
La costa norte de Galicia le para los pies al mar con abruptos acantilados que caen en picado y acaban en ocasiones en playas de arena fina. Es esta una zona preferente para practicar el surf, aunque también nos encontramos con pequeñas calas escondidas y más protegidas del oleaje.
O PICÓN (Loiba). Pequeña y solitaria, está situada en la parroquia de Loiba. Debido al fuerte oleaje, a la resaca y al viento, puede considerarse un arenal virgen a lo largo de todo el año. Recomendada para los amantes del surf.
PLAYA DO CASTRO (Ortigueira). Aquí la vegetación más baja acaba abruptamente en profundos acantilados y las grandes rocas salpican la arena y se adentran en el mar. Impresionante.
CAMPELO (Valdoviño). Tranquila y ventosa, ideal para el surf y para observar las olas y los escarpados acantilados que la rodean.
CALA HAWAI (Pontedeume). Pequeña, tranquila y rebautizada así por los lugareños. Imagina la causa. Bordeada por castaños y verde, en esta cala solitaria de arena blanca y fina también tiene buenos fondos para el buceo.
CANABAL (Oleiros). Muy cerquita de A Coruña, pasando el turístico pueblo costero de Mera, se encuentra esta pequeña cala protegida por un escarpado acantilado forrado de verde. Suele ser tranquila, aunque el espectáculo que ofrece –una vista preferente de la hilera ordenada y superpuesta de los sucesivos cabos de la costa, salpicados de oleaje, con la Torre de Hércules coronando el último- ha aumentado recientemente su popularidad.
La Costa da Morte, ese lugar que ostentó el maravilloso título de Fin del Mundo, se sitúa en la esquina izquierda de Galicia –y de España-, bañado por el reconstituyente fresco del océano Atlántico. Hogar de pescadores y percebeiros, los acantilados que salpican su costa siguen siendo bruscos, aunque ya no tan verticales como en el norte: el verde, los maizales y la roca se van fundiendo hasta llegar al mar creando playas salvajes, aisladas y por lo general ventosas (buenas para el surf, ojo con el baño), con espectaculares puestas de sol. En esta zona, que algunos han comparado con la costa escocesa, el sonido del batir del mar forma parte del paisaje.
LEIRA (Carballo). Pequeña playa virgen, de arena blanca y fina, expuesta a mar abierto y flanqueada por rocas y un manto de verde y flores de colores. Se encuentra a continuación de Caion, pueblo de pescadores y surferos donde se puede cerrar un día de playa con una cerveza con vistas a una de las mejores puestas de sol. Si te animas, vete a la animada terraza del Asteria, en el paseo. Verás verde, acantilados y la espuma de las olas, rodeado del sonido y el inconfundible olor del mar.
PLAYA DEL ROSTRO (Finisterre). Salvaje y bello, este arenal compite con la más conocida playa de Nemiña por el título de la playa del fin del mundo. Encontrarás viento, olas y unas espectaculares dunas salpicadas de vegetación.
PLAYA DE LOURIDO (Punta Lourido, cerca de Muxía). Situada en un entorno virgen, el terreno verde baja más suave a este precioso arenal en forma de ensenada, de arena blanca y bellas vistas sobre Muxía y el Cabo Vilán.
PEDROSA (Area Longa, Balea y Reira). Ristra de playas salvajes que salpican una carretera de tierra, al borde del mar, después de Camariñas y el Cabo Vilán. Son aisladas y ventosas y resulta increíblemente fácil no cruzarte con casi nadie incluso en pleno verano.
Abandonamos el abrupto norte para perdernos por los recovecos, generalmente más suaves y tranquilos, de las rías del sur. A pesar de ser más turísticas -están bendecidas con un clima ligeramente más benévolo que al norte-, también cuentan con tesoros salvajes y poco visitados situados en zonas protegidas que te harán pensar en el Caribe.
RÍA DE ALDÁN. Esta ría tranquila de vegetación exuberante está repleta de pequeñas calas escondidas entre árboles y rocas. Destacamos las calas de Pipín, Cova da Balea y Sartaxens: se llega a pie y están rodeadas de bosque, cuyos árboles hacen sombra en la arena. La cala de Castiñeiras, además, cuenta con un agradable chiringuito en un lateral si quieres algo más de civilización.
AREOSO (ría de Arosa). Es un pequeño islote de 9 hectáreas de arena fina que se asemeja a una duna salpicada de verde que emerge del mar. Es un espacio protegido al que solo podrás llegar en barco privado. Un pequeño paraíso.
PLAYA DE TULLA (cerca de Bueu). Arena blanca, rodeada de bosques y campos de maíz. Tiene zona de fondeo de embarcaciones y oleaje moderado.
CABO HOME (Cangas). En este precioso espacio protegido, destacan la playa de Melide, buena para practicar el surf, y la de Barra, uno de los arenales nudistas más bellos y conocidos de Galicia.
PLAYA DE ANCORADOURO (Cabo de Udra - Bueu). Espacio protegido, tiene un pequeño aparcamiento cerca. Pequeña y tranquila, está salpicada de verde y rocas.
PLAYA DE TEMPERÁNS (entre Cangas y Cabo Home). Situada en el espacio protegido de Costa da Vela. El bosque acaba abruptamente al borde de este pequeño arenal, al que se accede a pie o en barco. En uno de los laterales tiene una antigua fábrica de salazón, ahora en ruinas, y una casa de piedra disponible para alquilar por días/temporadas. Para pensárselo.