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En mitad de la inmensidad del bosque de encina, de enebro y de sabina irrumpe un cúmulo de columnas de caliza dorada con forma de pináculos, de cilindros verticales y retorcidos que recuerdan a un grupo de gigantescos monjes petrificados entre los meandros del embalse de La Tajera. Pero, antes de todo, ¿cómo llegar hasta aquí?
Desde Madrid, conduciremos por la autopista A-2 dejando atrás la ciudad de Guadalajara hasta tomar la salida 107 hacia la comarca de La Alcarria. Aquí se ubica una de las paradas gastronómicas más populares de la zona entre viajeros, moteros y camioneros conocida como el 'Área 107'. Este restaurante de carretera venera la gastronomía castellana y estéticamente parece sacado de una película de los hermanos Cohen, en mitad de estos páramos estilo western. ¿Ruta 66? Mejor continuamos ahora rumbo sureste por la carretera GU-922 a través de la llanura dividida en parcelas donde aparecen encinas solitarias en la pradera para protagonizar este paisaje castellano por antonomasia donde el trajín de Madrid parece muy lejano. Pronto atravesamos la vega del arroyo del Chorrón entre chopos y alisos hasta llegar al pueblo de El Sotillo protegido entre colinas.
Si pensábamos que el tiempo iba despacio al conducir por los campos de Guadalajara, aquí directamente se ha detenido. Históricamente, El Sotillo perteneció a la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza hasta que en el siglo XV empezó a formar parte del Condado de Cifuentes y el Ducado del Infantado en el siglo XVI. Las desamortizaciones del siglo XIX otorgarían la independencia (municipal) a esta localidad a las puertas del valle del Tajuña, que conserva monumentos como la iglesia parroquial del siglo XVII y la ermita de nuestra señora de Aranz (s. XIII). Este es el punto de partida de nuestra ruta de senderismo.
Seguimos el camino que parte desde El Sotillo siguiendo el cauce del Arroyo del Chorrón, bien señalizado por una larga chopera que guía al caminante por esta ruta sencilla, ideal para hacer en familia y en cualquier época del año. Su nombre: SPG-53, de una hora y media de duración que nos presenta el barranco del Reato. La senda ahora se bifurca en un camino pedregoso que sigue el riachuelo por una pradera entre las paredes del barranco y otro que se adentra en el bosque y asciende por la colina.
Elegiremos este desvío para tomar conciencia de este entorno natural de Castilla-La Mancha dominado por el quejigar y el encinar entre laderas y escarpes rocosos ocupados por distintos tipos de sabinas. Hablamos de uno de los mejores exponentes del bosque mediterráneo que, sin embargo, pierde protagonismo ante el despliegue geológico de los Frailes del Reato que distinguimos en la lejanía como se distinguen los meandros del embalse de La Tajera.
Este entorno acuático de 409 hectáreas forma parte de la cuenca del río Tajuña y se proyectó a mediados del siglo pasado para abastecer los pueblos del sureste de la Comunidad de Madrid anegando así las vegas de Torrecuadrada de los Valles (Torremocha del Campo), el Val de San García (Cifuentes) y El Sotillo. Precisamente la capacidad cambiante de este pantano es la que determina la posibilidad realizar esta ruta, que desaparece y aparece y que nos lleva a los pies de los Frailes del Reato. Cuando es temporada de sequías, cada vez más abundantes, podremos recorrerla en su totalidad y en temporada lluvias y de mayor afluencia hidráulica tendremos que conformarnos por contemplar esta formación geológica desde el mirador del embalse de La Tajera.
En esta ocasión tenemos suerte, pero no demasiada, pues podemos caminar por la vega del arroyo del Chorrón y por una pradera arbolada hasta encontrarnos con las aguas del pantano que dificultan el paso y anegan este camino camuflado en la ciénaga donde irrumpen los pináculos de caliza del Reato. Una tras otro van apareciendo entre el quejigar estas torres alineadas de decenas de metros de altura que protagonizan un paisaje dramático, casi fantasmagórico, entre las cicatrices hídricas sobre el suelo y la soledad y silencio del monte. Si le sumamos la neblina, el cielo nublado y el rocío invernal del día de hoy tendremos el escenario completo. En los días soleados y calurosos será fácil imaginarse aquí el “tren de la mina”, la música del banjo, un disparo de un revolver o el galope de un caballo.
Hasta once frailes agrupados se cuentan asomados a uno de los meandros de La Tajera y el río Tajuña, con buena capacidad ahora, lo que imposibilita la ruta a pie por su valle y obliga a atravesar el bosque. Si las condiciones lo permiten, el senderista puede optar por caminar por el lado derecho del cauce, entre el agua y la ladera en cuesta hasta llegar a las paredes del barranco del Reato. En este punto, la ruta desaparece y obliga a ascender por la colina para los más experimentados y aventureros.
Se puede así completar un recorrido circular subiendo hacia el mirador del embalse de La Tajera y seguir en dirección a Las Inviernas. Desde este pueblo podremos volver por el GR hacia El Sotillo, pero hablamos de un itinerario solo apto para caminantes con habilidades de orientación y con GPS operativo. La inmensa mayoría optará por retomar el camino de vuelta por el valle del Chorrón y completar así una senda tranquila, ideal para hacer con niños y llegar al punto de partida en menos de una hora.
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