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"A ver cómo lo explico", nos dice Ricardo Vilariño, mientras mira de reojo sus grandes manos. "Yo no me veía cosiendo una capa de piel de conejo… Y ya ves. Haces cosas que nunca pensaste que harías". Ricardo ahora mismo no es Ricardo, al menos no exactamente. Viste túnica, sandalias y despotrica guasón contra los romanos mientras sostiene el estandarte de los Mercenarios Galaicos.
Sus compañeros de armas, los valerosos castrexos Alfonso y Jorge, nos dejan catar la famosa espada celta de antenas, que pesa lo suyo, un puñal del tamaño de nuestro antebrazo y, ya de lejos, el casco montefortino. Todo es de metal, lo más cercano posible en diseño y materiales al original, y todo ha sido forjado por ellos mismos. Como la capa de conejo o el cuerno de vaca que cuelga de uno de los cintos de cuero que, por su puesto, es de vaca gallega de verdad.
Arde Lucus, que se celebra del 30 de junio al 2 de julio en la gallega ciudad de Lugo, es una celebración relativamente joven, que recuerda la vida y desencuentros de los romanos en Lugo y sus moradores celtas originales, los castrexos. Nació en 2002 como una iniciativa de los hosteleros ante el fin de curso universitario y, de repente, en 2007, prendió entre la gente y se desató la locura en una ciudad que alberga, entre otros tesoros arqueológicos descubiertos y por descubrir, la única muralla romana del mundo que se conserva entera, declarada Patrimonio de la Humanidad. "A raíz de los restos arqueológicos que encontraron en la zona de A Tinería, el arqueólogo nos invitó a hacer algo", nos cuenta Eduardo Fernández, uno de los fundadores de la Cohors III, la primera asociación de recreación histórica vinculada al Arde Lucus formada en 2007, y que muchos señalan como responsable del vuelco que ha pegado la fiesta en la ciudad.
Las asociaciones comenzaron a crecer como setas –actualmente, hay casi una veintena, involucrando a en torno a un millar de ciudadanos–, representando a los diferentes estamentos de la sociedad de la época, tanto civiles como militares. El Senado, una asociación de mujeres transgresoras de la época (Asamblearias Lucus Augusti), otra de las sacerdotisas (Vestales Lucus Augusti), varias de castrexos (los Mercenarios, Trebas Galaicas o Tir Na N’OG, entre otras), la Guardia Pretoriana… Y se traen invitados. En los tres desfiles oficiales de la fiesta participan 45 asociaciones, las locales y las que vienen desde otras partes de España, como Cartagena, y otros países como Italia o Rumanía.
La Cohors, como la conoce la gente, tomó su nombre de una cohorte parte de la Séptima Legión romana que pasó por Lugo durante sus andanzas por España. Las salidas de los legionarios, sus formaciones militares y de combate son una de las mayores atracciones para los visitantes, como lo es su campamento, situado en la plaza del Ayuntamiento, una fortificación en madera ante la que se forman inmensas colas para visitar. Este año, que celebran su X Aniversario, se van a traer una representación de las piezas que han ido construyendo a lo largo de los años, entre ellas una torre de asalto de 6,5 metros y tres pisos que ya descansa tranquilamente a las puertas de este centro de mando militar.
Los legionarios, que entrenan cada semana durante todo el año, llevan encima unos 30 kilos de peso en un uniforme que es réplica exacta del original, peso incluido. Túnica, pañuelo, armadura, que puede ser la lorica segmentata o una cota de malla de metal, las cintas con la gladis (la espada), el escudo, el pilum (la lanza) y el casco. En los pies, las caligae (sandalias romanas). Madera, cuero y metal que brilla bajo el sol de justicia que azota Lugo. Es bastante real, la verdad, como lo es su actitud. Porque los legionarios, cuando están en faena, son serios de carallo.
"Durante el Arde Lucus procuramos representar y darle vidilla a la parte teatral y procuramos llamarnos por nuestro nombre romano", nos cuenta Miguel Alvelo, médico en el siglo XXI y presidente de los legionarios unos cuantos siglos para atrás. Los tres legionarios presentes se cuadran ante su general. "Cada uno llevamos una pieza signaculum que equivale a las placas militares y cada uno lleva su nombre grabado. Somos muy frikis", nos resume, "pero nos lo pasamos bárbaro".
Lugo sigue ardiendo –literal– y bajo el sol abrasador trabajan sin descanso una veintena de hombres montando su campamento. Son la Guardia Pretoriana, la guardia personal del César y de los Senadores y la única que en Roma tenía poder para portar armas dentro de la ciudad. Hacían las veces de policía, bomberos y Guardia Civil. Están delimitando con planchas de madera su recinto, que se convertirá en una domus (casa) romana, con su pórtico y su patio, y este año incorpora un despacho de César, tamaño natural. Por el suelo, se acumulan tableros, 78 cerrarán el perímetro y 26 el pórtico; columnas, 32 para el patio, 12 para el pórtico de la entrada y 14 en la parte exterior, y planchas de tejas de PVC. Llevan tres días trabajando y todavía les queda por delante.
"Esta es de las pocas asociaciones que no deriva de otra. Surgió tomando café un grupo de amigos que siempre nos había gustado vestirnos. Nos dijimos, podemos hacer el grupo de guardia pretoriana que no estaba representado y así participar un poco más. Empezamos a investigar", resume Iago Díaz, presidente de esta guardia de 57 miembros con sus consecuentes cargos militares (centurión, optios, xiglifer, tropa, cornifer…), que se distingue por su uniforme negro, sus capas con pieles sobre los hombros y su espada con su nombre –romano, por supuesto– grabado en el filo. Son tres nombres y, el de en medio, representa a la familia a la que perteneces.
Lo cierto es que la ciudad parece haber inyectado una mezcla de orgullo, realismo y rigor histórico en unos habitantes embarcados en una sana y festiva competición del 'quien da más'. Las búsquedas en Google y Youtube de la zona deben ser interesantes. Porque, ¿quién quiere ser el tuerto en un concurso de agudeza visual? Los lucenses consultan a historiadores, buscan, entrenan y realizan maniobras militares reales. Usan nombres de la época. Tienen dos monedas oficiales, una romana y otra castrexa. Encargan trajes por los que pueden llegar a pagar 300 euros –son tres días y no se repite modelo–. Van a la peluquería.
"Frente a la gente que no forma parte de una asociación, intentamos resaltar con el vestuario. Hay gente que lo compra en los chinos y luego lo customiza o que va a tiendas de más calidad. Tengo oído que la gente compra trajes de ceremonia (de fiesta)", nos cuenta Verónica Vázquez, hermana, sobrina y esposa de guardias pretorianos y madre de dos revoltosos futuros militares, que ya portan orgullosos un uniforme parecido al de papá. Nos recibe en su casa, en su pequeño santuario, su taller de costura, que en cierto momento fue cuarto de juegos de los niños y ahora está tomado por telas, pasamanerías, elaborados vestidos, túnicas y máquinas de coser.
Verónica, amante de la costura, empezó a hacer vestidos a su pandilla y ahora recibe encargos –siempre de familia y conocidos– a partir del mes de diciembre, aunque reconoce que las últimas semanas son una locura. "Este año hice túnicas para los seis nuevos miembros de la asociación (la Guardia Pretoriana). Para los niños e hijos de los chicos, habré hecho cinco o seis túnicas. Otras cinco o seis túnicas para mujeres. A lo mejor unos 20 trajes en total, fundas para los escudos, fundas para las lanzas…", recuenta, pero con una sonrisa, mientras persigue a los dos pequeñajos por el salón. En el porche, Marcos, pone orden entre sus chicos y acaba encontrando sus pequeños escudos y espadas mientras se va colocando sin ayuda todo su pesado, autoelaborado e históricamente riguroso uniforme militar.
Al poco cruza la puerta un caracterizado Bernard, tío de Verónica, –¿qué hace un puñetero romano con lanza y todo en un salón?– y se mezcla con su romana hija Paula, que está terminando los exámenes, y con Manuel Veiga y Encarnación Calaza, los abuelos por parte paterna. Él viste elegantísimo de Senador y ella, preciosa de dama romana. Tienen una peña gastronómica que se reconvierte en esta época. "Aprovechamos para caracterizarnos", nos cuentan.
Porque no son solo las asociaciones. Es el conjunto de la ciudad. Es habitual quedar con pandillas –todos caracterizados, por supuesto– los diferentes días, ver los desfiles y asistir a alguna de las 300 actividades que organiza la ciudad, circo romano, carreras de cuadrigas, asedios a castros y luchas encarnizadas incluidas. Los niños, obviamente, aman el Arde Lucus. El Ayuntamiento reparte telas a los colegios y todos ellos, todos, participan en el desfile del domingo, romanos o castrexos, con el uniforme designado para la ocasión. "Nuestro cole es romano. Este año empezamos con tiempo, estuvimos hablando con gente especializada en la época romana y les metimos unas modificaciones en los trajes que ya tenemos. También estamos dando unas clases de tambores para los niños", dice Jesús Deiros, del AMPA del cole María Auxiliadora.
"Se vive muy intensamente. Creo que porque no había nada que fuera de Lugo para el mundo. Está San Froilán (la fiesta patronal de la ciudad), pero es de una generación más antigua. Nos faltaba decir somos de Lugo y esta es nuestra historia", concluye Verónica.
Y ya vamos terminando, que Lugo tiene que arder. Una última cosa, por si te decides a vivir tres días a lo romano o castrexo, y no te has enterado de todo lo anterior. En Arde Lucus, no lo olvides, la gente no se disfraza. Elimínalo del diccionario. Quien avisa no es traidor.
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