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Quien piense en el Sella pensará en una piragua, en un remo y en una travesía apacible por el río. Nadie se imagina colgado a 300 metros de altura sobre su cauce. Para descubrir la cara más salvaje y extrema de este río de Asturias, hay que tomar la carretera N-625 y viajar al interior, más allá de Cangas de Onís y rumbo a Riaño, para adentrarse en las fauces del desfiladero de los Beyos.
Aquí arriba, casco y arnés son imprescindibles como lo es la “línea de vida” que nos aferra al hierro y a esta pared vertical desde donde se precipita una ruidosa catarata. Bajo nuestros pies, una garganta profunda, y frente a nosotros, un cúmulo de montañas escarpadas y bosques multicolor, los del Parque Natural de Ponga. Vías ferrata, puentes tibetanos, tirolinas, puénting o slackline. ¿Suiza? Aquí no hace falta ser escalador. Tampoco montañero. Lo único que se necesita es atreverse a desafiar la gravedad y rendirse a la adrenalina. La aventura apunta a Puente Vidosa.
En el límite suroriental del Principado de Asturias con la provincia de León, los montes del valle de Sajambre anticipan la llegada a este estrecho cañón esculpido por el Sella cerca de su nacimiento, en los altos del Pontón. Sobre un lecho abrupto, atrapado entre dos laderas enfrentadas, avanza este río de montaña por el desfiladero de los Beyos, una garganta angosta de 12 kilómetros de longitud que dibuja un recorrido paisajístico entre los concejos de Oseja de Sajambre, en León, y Amieva y Ponga, en Asturias.
Los bloques de caliza desnuda se alternan con el manto del roble y del haya mientras, desde los riscos, se desprenden cascadas caudalosas en esta época. Para el científico y explorador francés Paul Labrouche, esto era la “imagen de la entalladura fantástica en que los ingenieros de Castilla lograron hacer pasar una carretera”.
Por ella avanzamos mirando hacia este cañón que el propio Labrouche comparaba con otros gigantes de Europa y de África. “El desfiladero del Sella es el más escarpado e importante de los desfiladeros célebres”. Estas palabras, las de uno de los pioneros de la montaña asturiana, se pueden leer en la placa que aparece en el primer rastro de civilización real de nuestro periplo en varios kilómetros a la redonda. Otra indica que ya hemos llegado a nuestro destino: Puente Vidosa.
Una casa de piedra asomada al precipicio del Sella, junto a una cascada, la de Aguasaliu, de 80 metros de caída desde una pared vertical, donde se aferra un bosque de ribera conectado por puentes colgantes, cables para tirolinas y escalones de acero que invitan a trepar por las laderas. Unos montañeros experimentados entran y otros salen del complejo, donde tampoco faltan familias, parejas y niños atraídos por la adrenalina que irradia el lugar. Parecía osado hablar de “aventura” una vez más en Asturias, antes de llegar aquí.
Puente Vidosa es, además de un hotel y apartamentos rurales, un centro de actividades en la naturaleza (Multiaventura Vidosa) que desde hace seis años se ha convertido en el punto de referencia para amantes de los deportes de montaña en la puerta de entrada del Parque Natural de Ponga (20.533 hectáreas).
“Mis abuelos tenían aquí una parada de postas para diligencias donde llegaban los viajeros”, explica Gabriel Iglesias, propietario del complejo, situado junto a la carretera N-625. Desde siempre se ha mantenido como un oasis de civilización en mitad de la montaña sureste de Asturias, en la travesía desde el mar Cantábrico hacia la Meseta. “Primero había una pensión que reformó mi padre y luego, en el año 2000, hice el hotel y el aparta-hotel”, añade Iglesias asomado al precipicio del Sella, junto al puente colgante de madera. El complejo, además del circuito de aventura, cuenta con 19 habitaciones y una zona de piscina y sauna. “Esto está un poco lejos de todo”, comenta Iglesias, “nuestro objetivo era hacer que la gente no tuviera necesidad de coger el coche para salir de aquí”. La oferta de ocio outdoor sería clave para conseguirlo.
“Hicimos el primer circuito de tirolinas de Asturias”, cuenta el propietario. En el Principado no existía este concepto y su promotor lo implantó en medio de este desfiladero después de un viaje de descubrimiento a la República Dominicana, donde cruzar la ladera colgado de un cable estaba muy extendido. “Pensamos en hacer una tirolina, pero nos vinimos arriba”, añade. Puente Vidosa es el único centro de Asturias que cuenta con un parque de aventura con estas características.
De K1 a K7. El parque de aventura dispone de siete vías ferrata para experimentar todos los niveles de esta modalidad de escalada. Desde el de iniciación hasta el extremo. El último se encuentra “entre los más técnicos de toda España”. Lo dejaremos para los escaladores más experimentados.
Las vías ferrata cuentan con agarres naturales y artificiales sobre la roca, como escaleras y cables de acero para poder ascender por la montaña con total seguridad sujetos al arnés. “Desde que entras en el circuito llevas un cable de vida y hasta que no llegas hasta el punto de partida no te lo quitas”, explica Gabriel Iglesias. Esta es una regla obligatoria en el parque independientemente de la actividad.
La red de circuitos de Puente Vidosa está dispuesta para explorar el entorno que envuelve al hotel conectando diferentes actividades en la montaña. Las vías ferrata dan acceso a los puentes colgantes, construidos con tablas, troncos, redes o cables para pasar de una ladera a otra. Son una opción ideal para las familias con niños que quieran darse un paseo de vértigo que alcanza su punto más extremo en el puente de las nubes, una pasarela de más de 100 metros de longitud y más de 300 de altura sobre el cañón del Sella. El puente más bajo, junto al alojamiento es el lugar donde el visitante puede lanzarse al vacío o practicar puénting (precio 40 euros) para llegar alcanzar el clímax de la adrenalina, si no lo había alcanzado ya.
“También contamos con ocho tirolinas”, explica Iglesias mientras señala a lo alto de la montaña. Desde 80 metros de longitud hasta 500, la más larga, que libra una altura de casi 300 metros sobre el río Sella. “Por una de ellas desciende una bicicleta”, añade el propietario del complejo en referencia al paso del 'Bike Vidosa', para cerrar el circuito. El centro dispone, a su vez, de un rocódromo sobre una de las laderas que lo protegen, con cinco rutas distintas, donde los escaladores más expertos y los que quieran iniciarse encuentren su lugar. Las tarifas varían. De los 8 euros que cuesta hacer la vía ferrata por libre a los 80 euros en combinación con el circuito de puentes tibetanos y tirolinas con el apoyo de un guía y con todo el equipo.
¿Lo último? “Una slackline”, responde Iglesias. “A final de año tenemos pensado abrir una cinta para hacer equilibrio sobre el vacío de pared a pared”. Con sujeción, claro. Otro ingrediente más para esta receta extrema que estamos a punto de probar.
“Las actividades aquí no distinguen de edad”, comenta Roberto Sordo, uno de los guías del centro. “Hace poco subí con una pareja de casi 80 años”, añade el experto en montaña mientras nos enfundamos el equipo para ascender por las vías ferrata hasta el puente tibetano. “Habían visto todos los documentales de 'Al filo de lo Imposible' pero nunca habían probado nada de esto”, cuenta Sordo en referencia a la actividad de la vía ferrata.
Ascendemos por la ladera en un paseo tranquilo buscando la sombra del bosque en uno de esos días soleados en la montaña asturiana. Roberto Sordo y Gabriel Iglesias explican las reglas clave de las vías ferrata y sus diferentes niveles en este parque. Esta actividad permite escalar una pared vertical sin necesidad de contar con la técnica ni el equipo de un escalador. Para ello nos equiparemos con un casco para protegernos de cualquier golpe contra la roca y de un arnés con dos presillas de cable unidas en la base para asegurarnos a la línea de vida. Esto, en el argot del montañero se entiende como el sistema de cuerdas y disipadores a los que nos conectamos con los mosquetones para trepar sin miedo a caernos. El vértigo siempre estará ahí, pero aquí se aprende a lidiar con él, especialmente si se hace esta actividad con guía, que nos proporciona todo el equipo. Ropa y calzado cómodos también son fundamentales como lo es elegirlos en base a la climatología. Unos guantes finos, de tipo bricolaje, son aconsejables puesto que el hierro de las escaleras con el calor puede quemar y con el frío, también.
Una vez en las alturas, el recorrido se convierte en un juego en el que el montañero, para conquistar la ladera, sube por escaleras, camina por cables y va cambiando de agarre para asomarse al vacío y contemplar su hazaña. “Lo importante es escoger bien el nivel de la vía”, comenta Iglesias, “que no sea demasiado fácil para aburrirse ni demasiado difícil para pasar miedo”.
En lo alto de la montaña, el escalador se toma un respiro y disfruta de las vistas, antes de cruzar por el puente de las nubes, junto a la cascada de Aguasaliu. Ahí abajo, muy abajo, se divisa el hotel, el puente y el enorme cañón tallado por el Sella. La tirolina es la alternativa rápida al paso por los puentes tibetanos, que permite deslizarse de un lado al otro del valle en apenas unos segundos.
Un guía en la base y otro al final garantizan la seguridad del visitante, que “vuela” sobre el desfiladero de los Beyos colgado de los distintos cables que conectan el circuito. El mayor, de 500 metros de longitud. De vuelta a tierra firme, caminamos por la antigua senda que recorre el bosque por el que subían los pastores con su ganado hasta lo alto del valle. Ya en la base de la cascada, junto al hotel, se encuentra la última tirolina, la 'Bike Vidosa' y el emplazamiento donde se situará el slackline. ¿El puénting? quizá mejor para el próximo día.
'VIDOSA MULTIAVENTURA' - Vidosa, Ponga, Asturias. Tel. 985 94 47 35.