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Cada mañana a las diez, de miércoles a domingo, José Jansana abre su tienda. Es la única de alimentación que hay en Mura, un pueblo de poco más de 200 habitantes. Situado en la comarca del Bages, en la provincia de Barcelona y a 55 kilómetros de la capital, Mura ocupa un enclave idílico: un valle a 400 metros de altura en el corazón del parque natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac. Esta ubicación privilegiada es sin duda una de las razones por las que en 2024 la ONU Turismo eligió Mura como uno de los Best Tourist Village del mundo. “Esta distinción reconoce no sólo la gestión medioambiental, sino sobre todo la gestión de la viabilidad económica y social”, cuenta Laura Roda, regidora del ayuntamiento.
La idiosincrasia de Mura es particular. Hace unos 20 años vivió un boom de nuevos habitantes. Gente joven de ciudades como Sabadell, Terrassa o Barcelona que conocían el pueblo por ser enclave de segunda residencia y que vieron en este rincón del mundo la oportunidad de vivir de una forma más auténtica y conectada con el entorno. Ellos fueron los encargados de revitalizar el pueblo, creando una escuela rural con un proyecto pedagógico muy interesante que atrajo nuevas familias. Hoy la escuela sólo tiene tres alumnos en I3, pero como apunta su alcalde, Josep Canals, “entre tres y cuatro niños ya es el promedio por curso. En total la escuela tiene unos 30 niños y no está en peligro”.
Con distintas iniciativas de incentivación para recuperar viejos oficios -como la ganadería o la elaboración de queso artesanal-, así como otros trabajos directamente relacionados con el entorno natural -como la gestión forestal-, están consiguiendo que la población fija supere a la de segunda residencia y que la generación más joven no abandone el pueblo de forma masiva. Mientras, asisten al goteo de visitantes, en su mayoría provenientes de Barcelona o de las comarcas del Vallès, que dedican un día entero a maravillarse con su patrimonio histórico, cultural y paisajístico y lo gestionan con medidas de desestacionalización del turismo.
Las escasas calles empedradas y estrechas de Mura son testimonio viviente de su historia medieval; sin coches ni tránsito rodado, se palpa con especial intensidad una quietud difícilmente perceptible en el resto del mundo civilizado. Pasear por sus callejones entre arcadas y soportales y empinar sus cuestas por escaleras de piedra rotunda conecta al visitante con un estado que predispone a la ensoñación.
El centro de información de Mura es el lugar imprescindible para decidir en qué invertir las horas allí: ¿Senderismo fluvial? ¿Ruta de las más de mil fuentes? ¿Visita a las masías y molinos? Las opciones se multiplican, pero un sistema de señalización modélico de los diferentes itinerarios permiten descubrir por libre el patrimonio de Mura.
El Mirador del antiguo Ayuntamiento en el casco antiguo regala una preciosa panorámica desde la que maravillarse contemplando los ocres de las casas del pueblo y del parque. Junto a él se encuentra la Iglesia Parroquial del pueblo dedicada a San Martín. Con pasado prerrománico y románico -está documentada desde el año 1088-, esta iglesia es una rara avis de este estilo tan autóctono de los pueblos catalanes por su interior inusual.
Esta singularidad se debe a que en 1437 sufrió un terremoto y la reformaron profundamente suprimiendo los arcos de unión entre la nave central y la románica y construyendo en su lugar una única arcada inspirada en el gótico civil del Salón del Tinell del Palacio Real Mayor de Barcelona. Sobre la portalada de acceso, un bien conservado tímpano representa la adoración de los Reyes al niño Jesús en el regazo de una Virgen María central y mayestática.
Otro de los atractivos singulares de Mura son sus antiguas tinas de vino. Hoy en día, pese a estar dentro de la Denominación de Origen Pla de Bages, Mura ya no tiene un presente enológico desde que la filoxera acabó con sus viñas. En los otrora bancales de cepas, hoy colonizados por bosques de pinos, podemos encontrar sin embargo unas construcciones de piedra muy bien conservadas que servían para fermentar el mosto y hacer antes de moverlo a las diferentes masías que rodeaban el valle. Como fortalezas de piedra, el conjunto de las Tinas del Tosca o las dos edificaciones que forman las Tinas de Bleda permanecen hoy vacías, pero no es difícil imaginarlas en otra época como epicentro de una vendimia ajetreada y lucrativa. También quedan algunas en el centro del pueblo como testimonio silencioso de aquella actividad.
Saliendo de Mura por el extremo oriental y muy cerca de las últimas casas encontrarás la fuente de la Era. Es la más visitada de las múltiples fuentes que rodean la población, tanto naturales como de obra, y que dan cuenta del gran protagonismo que tiene el agua en este valle cruzado por el río Nespres. Un río que ha ido configurando con el paso de los siglos caprichosos paisajes salpicados de grietas, saltos de agua y riberas. La fuente está junto al parque infantil y ocupa un idílico espacio presidido por una mesa circular ideal para un picnic reponedor. Ese mismo camino conduce a la ermita de San Antonio, dedicada a San Antonio de Padua. Aunque ocupa el lugar de otra ermita, la actual data de 1716. De estilo románico, esta pequeña iglesia de una sola nave está coronada por un coqueto campanario que encaja a la perfección con el entorno circundante.
Otro de los vestigios medievales de Mura se encuentra más lejos, en el kilómetro 19,3 de la carretera que conecta Terrassa con Talamanca. Allí se puede apreciar lo que queda del castillo de Mura, del que se tiene constancia desde el año 1023. Hoy en día sólo queda un trozo de muralla y la base de la torre.
La imponente naturaleza del Parque Natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac tiene un atractivo incuestionable para todas aquellas personas amantes del senderismo. Las montañas del parque natural que rodean la población ofrecen mil y una opciones para adentrarse en excursiones gracias a una intrincada red de senderos que las atraviesan por los cuatro puntos cardinales.
“Mura tiene un patrimonio natural que no te lo acabas”, afirma Laia Miralta, una de esas barcelonesas que vino hace años a crear su proyecto de vida aquí y que ejerce de guía oficial de los itinerarios guiados de la población. “Al estar situado en un valle, todos los alrededores son colinas con una gran biodiversidad. A medida que uno sube, el paisaje va variando: desde grutas y cuevas a bosque mediterráneo de encinas, roble y pinos, y todo por unos caminos perfectamente señalizados”.
Existen múltiples rutas de diferentes niveles para que cada cual encuentre una a su medida. La ruta de las más de Mil Fuentes, por ejemplo, recorre algunas de las fuentes naturales del entorno de Mura. Otra opción muy interesante es la ruta de Grutas y Masías, que pasa por el Molí del Mig del siglo XI y que llega hasta la Casa Museu Puig de la Balma. Esta impresionante edificación es un caserío del siglo XII excavado en la piedra de la montaña. Hoy acoge un turismo rural, un restaurante y un pequeño museo de utensilios y enseres propios del pasado agrícola y artesanal de la localidad. Como nota curiosa, la película Pa Negre se rodó aquí. La ruta de la Ribera del Nespres te llevará hasta el Gorg del Pare (Gorja del Padre), un pequeño embalse natural de gran belleza con pequeñas cascadas y saltos de agua que en épocas de más caudal permite incluso el baño.
El abrumador paisaje que rodea Mura cuenta también otro singular atractivo. La cueva de Mura ofrece algunas sorpresas al visitante curioso: entre algunas estalactitas y estalagmitas se han originado unas singulares formaciones de aragonito únicas en Catalunya. Se trata de un mineral conocido por estar presente en el esqueleto de los corales y que cristaliza con aspecto nacarado y brillante. Pero no es el único elemento propio de esta cueva, ya que aquí también habitan un escarabajo y una araña endémicos de la zona y en invierno, este rinconcito es el elegido por los murciélagos de herradura para hibernar. Este es el principal motivo por el cual en esta época del año, la cueva permanece cerrada. A partir de abril se puede descubrir mediante visita guiada.
Puede que al pasear por el centro del pueblo hayas visto la tienda de Antonio, la carnicería con embutidos artesanos de la zona, donde uno se puede abastecer para un picnic improvisado en alguno de los parajes idílicos y frescos que rodean la población. Muy cerca, el Hostal de Mura y Les Olles dels Caus ofrecen cocina tradicional catalana y desayunos de cuchara.
Y si quieres disfrutar de una experiencia más gastronómica, en el restaurante familiar ‘Cal Carter’, también en el centro del pueblo, te espera la recompensa de platos como los garbanzos gratinados con alioli suave y kokotxa de bacalao, las alcachofas confitadas con tocino o el arroz meloso con presa ibérica y trufa de la tercera generación de la familia Perich, que fundó el restaurante en 1967.
Y todo ello con vistas a esas montañas que en una era remota decidieron crear con su formación geológica un pequeño valle de agua, bosque, piedra y quietud. Hoy los habitantes de dicho valle siguen trabajando para que esa calma no se vea amenazada por el turismo masivo. Y la ONU da fe de que lo han conseguido.
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