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En el valle de Améscoa, a unos 60 kilómetros de Pamplona, este nacimiento es uno de los paisajes más cotizados del norte de Navarra. También un escenario perfecto para evocar a los personajes de la mitología de sus bosques, ayudados por la ambientación de las típicas nieblas y la espesura de la vegetación. El curso del Urederra solo suma 19 kilómetros hasta su desembocadura en el Ega, que a su vez es afluente del Ebro. Sin embargo, su tamaño no impide que sea ampliamente considerado el río más bello de Navarra. De hecho, le bastarían el par de kilómetros que os proponemos recorrer por su ribera para contar con esta distinción.
Lo más habitual es acceder desde el sur, dejando atrás los viñedos de la ribera navarra para adentrarnos en el ondulado norte. A medida que nos aproximamos a la bella Estella-Lizarra, a lo lejos veremos cómo emergen unos precipicios tras los cuales se esconde la Navarra más húmeda, verde y remota. Estos muros calizos vendrían a ser la presa que retiene las aguas del acuífero del macizo kárstico de Urbasa, que filtra y retiene las frecuentes lluvias, y cuyo “aliviadero” es el nacimiento de este río que tan bien conjuga brevedad y belleza.
Antes de lanzarse a trazar la ruta conviene tener en cuenta que el nacedero se encuentra en una reserva natural con un alto grado de protección, donde, entre otras medidas, se aplica un estricto control de acceso, por lo que suele ser imprescindible reservar una entrada con antelación a la visita. Hablamos de 120 hectáreas integradas en el Parque Natural de Urbasa-Andía en las que rige un régimen particular, especialmente desde 2019, cuando se detectó que el exceso de visitantes estaba estresando a la fauna, a la flora, al suelo y también a los habitantes de la pequeña localidad desde la que se accede al tramo más cotizado del curso del Urederra.
La ruta comienza en Baquedano, una encantadora localidad de poco más 120 habitantes que, tratando de no morir de éxito, se ha visto obligada a regular la cantidad de público que puede acceder al nacedero. Solo se permite la entrada de 500 personas al día a un sendero balizado del que no se puede salir.
Esta medida, necesariamente radical, suele parecer excesiva a los que llegan improvisadamente y se encuentran con el cartel de completo, pero los previsores agradecen el filtro, ya que les permite disfrutar uno de los parajes más espectaculares de toda la península sin tener que abrirse paso a codazos. Puedes reservar tu plaza en la página web del Valle de Améscoa en tres franjas horarias: con entrada antes de las 11:00 horas, con entrada entre las 11:00 y las 14:00 horas, y con entrada después de las 14:00 horas.
Nosotros arrancamos bien temprano apuntándonos al primer horario. Sabemos que el pronóstico promete rayos de sol a mediodía, con lo que podremos disfrutar de los colores saturados del nacedero. Pero antes de que llegue ese momento dulce, también tenemos ganas de conocer una estampa más íntima y misteriosa del bosque a través de las habituales nieblas de la mañana. A medio camino entre un momento y otro, esperamos presenciar ese instante mágico en que, a medida que la nubosidad se retire, comiencen a aparecer sobre nuestras cabezas los cortados del Balcón de Pilatos.
El trayecto de ida y vuelta desde Baquedano es de unos seis kilómetros, 150 metros de desnivel positivo acumulado y un terreno, por lo general, asequible a casi todos los públicos. Al salir del pueblo tomamos una pista forestal ancha y cómoda que va algo apartada del río. En la parte final, cuando nos ponemos en paralelo al Urederra, hay algunos tramos de sendero en los que se podría llegar a resbalar con las raíces o las piedras, pero en las partes más inclinadas se han instalados pasarelas o escaleras de madera para que la ruta sea lo más accesible posible.
El tramo del sendero, que apenas suma dos kilómetros, es el más impactante. Se adentra en un profundo bosque de hayas que siempre luce maravilloso, ya sea con el verde del verano o el rojo del invierno, y marcha en paralelo a una consecución de pozas de aguas azul turquesa, a través de las cuales relucen rocas calcáreas blancas y redondeadas que, siendo un poco generosos, casi recuerdan a Pamukkale, en Turquía.
El nacedero tiene un caudal medio de 4.500 litros por segundo, con picos de 50.000 litros por segundo, tras las lluvias o el deshielo, y de 300 al final del verano. Pero casi siempre ofrece un generoso espectáculo hídrico que, al presenciarlo, cuesta creer que estemos a solo 100 kilómetros de los parajes desérticos de las Bardenas Reales.
Cuando alcanzamos las últimas pozas de la senda, si levantamos la vista, entre las copas de los árboles emerge un imponente cortado calizo con una prominencia que ronda los 250 metros. Visto a través de las habituales nieblas de la zona, uno podría confundirlo con una enorme presa de hormigón que retiene al Urederra. Y no iría del todo desencaminado. Estos impresionantes precipicios son la salida natural del acuífero del macizo kárstico de Urbasa, un altiplano poroso que vendría a ser el embalse que retienen los muros calizos que vemos desde abajo.
La cascada que emerge del precipicio se ubica a unos 800 metros de altitud, sin embargo, las restricciones de movimiento por este paraje no nos dejan subir tan alto. Una valla nos corta el paso a unos más que suficientes 600 metros. La curiosidad pica y apetece poner la cruz en el mismo nacimiento, pero lo cierto es que tus ojos ya se han llevado lo mejor de este paraje. Por otro lado, siempre cabe la posibilidad de remontar el precipicio por otro camino, a pie o en coche, para asomarse desde las alturas y poner un broche de oro a la excursión.
El Balcón de Pilatos es el nombre que recibe la cornisa del altiplano de Urbasa antes de derrumbarse hacia la ribera navarra. Se trata de una meseta muy húmeda y elevada en la que conviven zonas de pastos con hayedos de cuento y simas que se adentran en las profundidades de la tierra. Podríamos subir hasta la cornisa valiéndonos de un tramo del Camino Natural Senda del Pastoreo. Tan solo suma cuatro kilómetros, pero exige salvar más de 300 metros de desnivel y pasar por algunos tramos complejos en los que hay que agarrarse con las manos. Por eso, quizá sea mejor volver al coche y conducir plácidamente hasta un par de cientos de metros del mirador y así tomar otra perspectiva del nacedero.
De regreso a Baquedano, vale la pena dar una vuelta por el pueblo para conocer la iglesia de San Juan Bautista o el lavadero, y para empezar a tomar contacto con las delicias locales que están por venir pasándose a conocer ‘Elkea’, un joven proyecto de productos ecológico dedicado a las legumbres, la fruta, la trufa o el cereal, que además fabrica su propia cerveza artesana.
Baquedano es uno de los ocho municipios del ayuntamiento de Améscoa Baja, un valle caracterizado por encantadoras casas de piedra, lavaderos, fuentes abundantes, queserías y casas rurales. En total apenas suman 1.400 habitantes, pero son suficientes para ofrecer una bonita experiencia gastronómica antes de volver a casa, con la que además contribuir a un desarrollo sostenible en la zona.
En la vecina localidad de Zudaire, por ejemplo, podemos comprar quesos elaborados con la leche de las ovejas de un joven ganadero local. Se trata de la ‘Quesería Surgaina’ (San Antón, 19), que produce quesos de leche cruda de oveja latxa a pequeña escala, algo que les permite tratar a cada cliente como si fuera un marqués y mostrarle sus pequeñas instalaciones para, además de ofrecerles un queso delicioso, mandarle a casa con lecciones sobre producción artesana.
Un poco más arriba, en Baríndano, podemos recuperar fuerzas a base de cocina tradicional en la célebre ‘Casa Faustina’ (Solete Guía Repsol), con unos salones ambientados en las fábulas y mitologías de los bosques navarros. Su seña de identidad es un menú degustación que, por aclamación popular, no cambia desde hace casi 40 años.
Ana, la cocinera, nos cuenta que si se le ocurre sacar las manitas o las alubias del menú, aunque sea el verano, la clientela se queja. Porque este es uno de esos lugares en los que la mayoría de los comensales ya han estado alguna vez y vienen buscando esos sabores de siempre… y esas cantidades navarras que pocos podrán conquistar. Su producto estrella es el gorrín de Tierra Estella, pero también ofrecen delicias de Urbasa como el queso de la quesería ‘Remiro’, en la vecina Eulate.