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Picaña de ternera recién salida de la brasa, lista para degustar.

Semana Santa en Nava del Rey: qué ver y dónde comer

La Semana Santa y las brasas, como Dios manda

Actualizado: 14/04/2025

Fotografía: J. Hernández

La localidad vallisoletana de Nava del Rey se prepara para la Semana Santa, con masivas manifestaciones del patrimonio artístico y religioso local, en un lugar de enorme riqueza cultural y donde brotan proyectos modernos como el restaurante ‘Caín’, con ingredientes tradicionales y de proximidad bajo un sello rebelde.

El pedigrí histórico de los pueblos castellanos puede medirse con apenas unas referencias: la cantidad de blasones en las paredes de las viejas casonas con soportales centenarios, el grado de riqueza de las iglesias y su arte sacro o el número de bodegas repartidas por el lugar. Nava del Rey (Valladolid, 1.925 habitantes) aglutina con creces todos esos factores, cuya combinación actual convierte al municipio en un destino esencial para disfrutar del legado de esos siglos de bonanza tanto en lo cultural como en lo gastronómico.

A solo un paseo del centro, el mirador del pico Zarcero ofrece una de las vistas más panorámicas del entorno.
A solo un paseo del centro, el mirador del pico Zarcero ofrece una de las vistas más panorámicas del entorno.

Este poderío artístico se aprecia en la Semana Santa, de gran arraigo local, donde miles de personas acuden a las procesiones en las que se exhiben las tallas custodiadas durante el resto del año en la iglesia de los Santos Juanes, del siglo XVI y con una sacristía del XVIII construida bajo las órdenes de Alberto de Churriguera, uno de los nombres clave del Barroco castellano.

Sobre los balcones de la iglesia, que se alquilaban para poder disfrutar de los espectáculos taurinos, cuelgan las insignias de las cofradías, que anunciían la cercanía en el calendario de la Semana Santa.
Sobre los balcones de la iglesia cuelgan las insignias de las cofradías, que anuncian la Semana Santa.

Además del factor religioso, Nava del Rey destaca por su valor patrimonial y paisajístico para invertir una jornada completa en todos los sentidos. Para alegría del estómago, allí se encuentra el restaurante ‘Caín’ (Camino del Río, 13) , que en apenas un año ha revolucionado la cocina de la comarca tirando de lo de siempre con un brillo moderno: los productos provienen de Castilla y León, con alta calidad y máxima cercanía, y se trabajan con recetas convencionales a las que maquillan con un poco de rock and roll. Comienza la visita.

Iglesias, devoción y un órgano de 1718

La Semana Santa de Nava del Rey se convierte en el principal motivo para justificar el viaje. La iglesia del pueblo, visible en la meseta castellana desde muchos kilómetros a la redonda, demanda unas horas para contemplar por dentro la evidencia de siglos de poderío. El imponente edificio se encuentra en el centro de la localidad y mira en ángulo al ayuntamiento, con fachadas coincidentes: ambas son obra de Churriguera merced a los buenos fondos que había entonces gracias a la enorme producción de vino y los negocios castellanos.

La sacristía, del siglo XVIII, fue construida bajo las órdenes de Alberto de Churriguera
La luz entra de un modo especial en la sacristía, construida en XVIII bajo las órdenes de Alberto de Churriguera.

Antaño había hasta 47 sacerdotes en el templo, cuyas enormes dimensiones revelan este empaque. Un enorme retablo corona la parte principal del inmueble, vigilando al altar y protegido por naves laterales donde se agolpa la imaginería católica que se exhibe a los navarreses en riguroso y solemne desfile por las calles. Entre ellos destacan el Cristo articulado del Santo Sepulcro, que cuenta con una movilidad que permite mostrar cómo se le lava con vino, romero y tomillo para luego crucificarlo y posteriormente hacerle un descendimiento.

La Plaza Mayor del pueblo albergaba en el siglo pasado un recinto para los festejos taurinos, situada frente a la iglesia y el Ayuntamiento.
La Plaza Mayor del pueblo albergaba en el siglo pasado un recinto para los festejos taurinos. En la foto: José Manuel Rodríguez, de Turismo de Nava.

Por la iglesia se encuentran las representaciones de San Vicente Ferrer, la Virgen de la Alegría, el Cristo atado a una columna o La Borriquilla, favorita de los niños. La tradición recoge que en Semana Santa también desfila un carruaje de 1895, tirado por cuatro mulas, donde se sientan las autoridades locales: el cura, la alcaldesa y un heredero de la familia nobiliaria que donó el vehículo hace más de un siglo. Los ritos católicos pueden disfrutarse más allá de la Pascua en procesiones como las del 30 de noviembre y el 8 de diciembre, donde se saca a la Virgen de los Pegotes, patrona del municipio, en la oscuridad invernal: los “pegotes” son las antorchas que rodean a la escultura en su solemne y ardiente recorrido por la localidad.

El coloso musical de Nava sigue vivo más de tres siglos después.
El coloso musical de Nava sigue vivo más de tres siglos después.

Dentro del templo resiste el monumental órgano barroco, de 1718 y perfectamente operativo actualmente, tanto que el Ayuntamiento organiza recitales y conciertos para mostrar este gran instrumento musical. Lo último, “Bandas sonoras por un tubo”, el pasado verano, con dos organistas tocando a cuatro manos las melodías más reconocibles del cine. José Manuel Rodríguez, el responsable de la oficina de Turismo de Nava del Rey, se encarga personalmente de dirigir estas visitas si se le avisa con margen para grupos y explicar con máximo detalle y rigor las claves religiosas del pueblo, incluyendo una visita a la iglesia de la Vera Cruz, desde donde salen las procesiones.

Del monte a los toneles

Una vez concluido lo religioso, toca lo callejero. Los respiraderos de las casas reflejan que allí hubo, o hay, bodegas: hasta 421 en los buenos tiempos. El paseo entre ahora floridos almendros lleva a lo alto, cual Gólgota vallisoletano, donde se alza la ermita de la Concepción, del año 1550, donde descansa la patrona hasta que la noche de las antorchas. El conocido como pico Zarcero, a 788 metros de altura contra los 724 del centro del pueblo, ofrece un paseo agradable con un pinar, ideal para subir con unos bocadillos y algo fresquito de beber, desde contemplar la llanura hasta las abruptas montañas de Segovia o los alrededores mesetarios de Valladolid.

Los visitantes son bien recibidos para contemplar el trabajo a mano.
Los visitantes son bien recibidos para contemplar el trabajo a mano.

Abajo, detalles llamativos como murales del artista Manuel Sierra o un bien conservado pozo de nieve, muy eficaz cuando no existían las máquinas de hielo: en esos siete metros de profundidad y unos cinco de ancho se almacenaba nieve traída de Cantabria para refrigerar alimentos o elaborar primigenios helados. Una cofradía sacaba fondos de la compraventa de nieve para, con ese dinero, enterrar dignamente en la iglesia a los pobres de solemnidad. Todo se conecta.

La última tonelería de Castilla y León sigue activa en Nava del Rey, enfocada al mercado estadounidense.
La última tonelería de Castilla y León.

La ruta lleva a una de las empresas en extinción: las fábricas de toneles. La última de Castilla y León resiste en Nava del Rey produciendo las barricas donde proteger el vino de Ribera, el de Rioja o enviar a Estados Unidos para custodiar brandy o whisky. Los visitantes son bien recibidos para contemplar el trabajo a mano con martillos, llamas o láseres indispensables para beberse un buen vino en cualquier casa o bar.

La rebeldía del restaurante ‘Caín’

A Anaí Meléndez, de 36 años, no le daba la gana ver a su pueblo decaer también en lo culinario. Tampoco compra que Castilla y León, riquísima en materias primas para los fogones, tenga que subyugarse ante otros productores con más orgullo pero no siempre tanta calidad. Por eso hace ocho meses creó ‘Caín’ (Recomendado Guía Repsol), un restaurante autoproclamado como “Las brasas, como Dios manda”, para romper tópicos: primero, el ya desmontado de que en el kilómetro 0 no hay recursos para una buena cocina. El segundo, crucial, el supuesto cainismo de los pueblos: pese a su carácter innovador, joven y revolucionario, todos la han apoyado a que el negocio prospere y no conoce siquiera las clásicas pérdidas de comenzar un restaurante. Todo rueda, como el gato que recibe al comensal en el terreno del ‘Caín’, con una huerta de donde se nutren las cocinas interiores.

Vista general de la estancia. De fondo, una recreacción del sol.
Vista general de la estancia. De fondo, una recreacción del sol.

La web del restaurante describe de dónde viene lo ofrecido en la carta: la ternera es de Manolín, de Tábara (Zamora); la miel, de Tiedra (Valladolid); el vino, de los alrededores, como las lentejas de La Mari o las verduras; Nava proporciona los postres del horno de Pili o la carne de un carnicero local. Todo queda en familia. Incluso los platos los fabrica un artesano de la zona. “La gente se ha volcado y mi filosofía es que no quiero comer carne de macrogranjas, tengo amigos ganaderos que lo están pasando mal”, argumenta la chef, nieta de pastor.

Coliflor a la brasa con besamel de cinco especias, sal negra y caldo de champiñón.
Coliflor a la brasa con besamel de cinco especias, sal negra y caldo de champiñón

“Es distinto y mi pueblo se merece un sitio guay y elegante, este restaurante es una herramienta para repoblar y dar visibilidad”, presume, en un local efectivamente guay y elegante donde disfrutar de un poco de todo: desde unas sabrosísimas lentejas con perdiz en escabeche casero a unos puerros con toque de brasa y queso de Zamora; de segundo, tiernísima picaña de ternera o espárragos trigueros con salsa holandesa y cecina. Sí, los vegetarianos también pueden disfrutar. La bodega acompaña para paladear las delicias de la casa. La brasa, tan bien desahogada que no deja olor alguno, invita a poner sobre ella chuletones o corderos, productos estrella para ‘Caín’. El único cainismo, vista la carta y que se puede comer estupendamente con postre y vino por unos 35 euros por persona, sería no volver.

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