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Bosques autóctonos de castaños, rebollos y abedules que en otoño se tiñen de incalculables tonos de amarillos y marrones. Robles, hayas, fresnos, olivos, naranjos o acebos que introducen notas verdes y frondosidad. Así, a todo color, se vive esta estación en la sierra de O Courel, uno de los tesoros naturales de Galicia, que bien merece una escapada.
“Aquí se siente bien lo poco que es un hombre”, cantó el gran poeta y embajador de O Courel Uxío Novoneyra. Y es que una visita a esta zona de la Galicia interior reconforta y desconecta a partes iguales. Lo hace durante todo el año, teñida de blanco en invierno y de verde en verano, pero en otoño se disfruta incluso más, alentada por la variada paleta de colores y el sabor de las castañas que todo lo cubren.
Para conocerla, y recorrerla, lo mejor es hacerse con un coche preparado para asfaltos complejos y meter en la maleta calzado de montaña, pues nos esperan kilómetros por carreteras serpenteantes y rutas por terrenos irregulares. Y, antes de adentrarnos en sus 21.020 hectáreas, no olvidemos la ropa de abrigo, que las mañanas y los anocheceres llegan frescos y el orballo rápidamente lo cubre todo.
Las posibilidades para recorrerla son interminables, pero os proponemos empezar por O Cebreiro, puerta de entrada a Galicia para muchos peregrinos que escogen el Camino Francés a Santiago y de acceso a O Courel, para quienes quieran comenzar con una inmersión en la historia y el patrimonio de la tierra.
En O Cebreiro reciben al visitante las tradicionales pallozas, viviendas de origen prerromano, posiblemente celta, adaptadas a las condiciones climatológicas adversas. Se pueden coger fuerzas para el viaje degustando el queso de O Cebreiro, de peculiar sabor y forma de hongo o gorro de cocinero. Elaborado con leche entera pasteurizada y cuajo de origen animal, es un queso fresco de pasta blanca, blanda y granulosa, sin aditivos ni conservantes.
Ya reanimados, ponemos rumbo a la sierra gallega geológicamente más completa, con cumbres que superan los 1.500 metros de altitud, y en la que no falta una fauna abundante de más de 170 especies de vertebrados. Tierra de lobos, zorros, jabalíes e incluso osos cavernarios que la UNESCO reconoció como Geoparque Mundial ‘Montañas do Courel’.
Toda esta sierra supone un pulmón verde atravesado por el río Lor y en 2015 fue declarada Reserva Natural Fluvial. Para disfrutarla en toda su inmensidad, con su mezcla de valles profundos y cerrados rodeados por empinadas laderas, castillos, castros y cascadas. Hay 25 miradores, cinco museos y centros de interpretación, además de 189 kilómetros de senderos.
Como parada imprescindible, el Mirador Mostaz, desde el que se puede contemplar el valle del río Lor, las montañas y, en medio, los restos de la Mina da Toca, una explotación a cielo abierto creada por los romanos para la extracción de oro que ha llegado a nuestros días en un estado de conservación perfecto.
Esparcidas por todo el paisaje de O Courel se conservan muchas infraestructuras creadas por los romanos para la obtención del mineral. Este mismo mirador se encuentra encima de la mina de Torubio, muy similar a la de Toca, aunque no tan bien conservada. En esta se mantienen todas las estructuras empleadas por los romanos, desde canales de distribución/explotación a la galería de minado o los canales de drenaje.
No muy lejos, sin desviarse del camino, están los restos del Castelo do Carbedo. Situado en una pequeña cumbre, su estratégica posición domina parte de la cuenca del río Lor, sobre una roca de 20 metros que sirve de defensa natural. Sus referencias más antiguas lo sitúan en una carta de donación a la Orden de los Caballeros de Santiago en el año 1181. Se conservan restos de muros, parte del torreón circular y un aljibe que se pueden visitar.
Una de las mejores formas de conocer todos estos enclaves es a través de las innumerables rutas de senderismo habilitadas por toda la sierra. Destacamos por su belleza y riqueza paisajística la del Río Pequeno, la de Baldomir al Castro da Torre, la de Seoane a Folgoso, la de la Mina da Toca, la fluvial de Samos a Pontenova o la del Monte Cido.
Además de empaparse de naturaleza, también se enriquecen con iniciativas culturales y sociales. Como ejemplo, dos de ellas, la del Río Pequeno y la del Castro de Sobredo, permiten conocer el proyecto de miel artesanal de montaña O Galeirón, de cosecha propia y limitada, que impulsan desde 2019 Blanca y Diego desde la aldea de Mercurín. Este año ha tenido una cosecha récord de más de 4.000 kilos.
Beben de la tradición familiar de ambos y ahora cuentan ya con 30 puntos de venta repartidos por Galicia, pero lo que de verdad disfrutan es recibir en su obrador y en las colmenas que tienen repartidas por el monte de Mercurín. En su albariza más antigua, que conserva la estructura tradicional, han puesto en marcha un Museo. Por delante pasa la Ruta del Castro de Sobredo y disfrutan cuando los caminantes se detienen a conocer su trabajo. Muchos conciertan ya citas previamente a través de su web o su Instagram y otros se paran de camino.
Iniciativas como la suya contribuyen a dinamizar O Courel y esa es la esencia de su filosofía -“es importante mantener estas cosas vivas, tradicionales”-. Además, ayudan a preservar la tradición de la apicultura en la zona, una sierra que supone un paraíso para las abejas y que cuenta con tesoros como la aldea de Seceda. Es uno de los puntos de Galicia con mayor concentración de albarizas, declarada Bien de Interés Cultural, y es eje de las Rutas del Oso y la Miel de O Courel.
Un plato imperdonable en toda visita a esta sierra es el queso de O Cebreiro con miel y, si la visita es en otoño, cualquiera a base de castañas. Para disfrutarlos, las casas de comidas salpican las aldeas, como 'Anduriña', en Seoane (Folgoso de Courel). Al frente está Rosario de la Fuente desde el año 2000 y ha apostado por desestacionalizar este producto tan de la zona. “Las tenemos en verano e invierno porque hay gente que viene a propósito solo para tomarlas”, explica.
La materia prima kilómetro cero no requiere mucha floritura para ganarse a los paladares más exigentes. Empieza con una empanada de temporada con acelgas y chorizo y continúa con carne con salsa de castaña y castaña cocida. Nada más es necesario, recetas como las de sus antepasados que se coronan con doble opción de postre en otoño, flan o tarta de castañas, y que, bajo demanda, incluyen platos con jabalí o pan de castañas.
En los últimos años han empezado a surgir proyectos gastronómicos que merecen, por sí mismos, una visita. 'O Pontón' es todo un clásico que atrae a clientela de todo el mundo, como bien exhibe su libro de visitas. Su mobiliario de madera de castaño trabajada artesanalmente atrapa nada más entrar y la comida conquista con un menú cerrado en el que, en otoño, no puede faltar la tarta de castaña.
Llevarse el sabor del Courel a casa es posible con mieles como la de O Galeirón o con Delicias do Souto, una marca de dulces que nació en 2006 en el pueblo de Seoane buscando “poner en valor la castaña” y, al mismo tiempo, mantener vivos los soutos característicos de la zona. Chiña Arza elabora de forma artesanal tortas y galletas sin conservante, colorante o aditivo artificial, y todas aptas para celíacos. “La torta es de castaña cocida, sin harina ninguna”, insiste su creadora, que empezó a elaborarla para la Fiesta de la Castaña y acabó exportándola.
Las galletas, bautizadas Morriñas, llevan el sabor del Courel a tiendas gourmet de toda España y dedican parte de su beneficios a repoblar y cuidar los soutos gallegos. La tarta se distribuye “más localmente”, en especial, “a personas que vienen a pasar el fin de semana y quieren llevarse algo de aquí a casa”; y en los Paradores de la Ribeira Sacra. Proyectos como este contribuyen a preservar los soutos, uno de los hábitats más característicos del Courel, que no solo aumentan el cromatismo del otoño y la frondosidad a su paisaje, sino que conservan y mejoran el suelo y la biodiversidad, teniendo un incalculable valor como cortafuegos.
Impresionante resulta el que se conserva en la Fundación Uxío Novoneyra en el entorno de la casa natal del poeta en el lugar de Parada. El museólogo actual, Ander Hidalgo, recibe a los visitantes en una edificación que tiene valor por sí sola como “ejemplo de una explotación ganadera y labrega tradicional, preindustrial de la montaña de Lugo” pues “pocas hay como esta que se conserven” y gana interés por su vínculo con uno de los poetas más conocidos de Galicia, cuya obra está “íntimamente relacionada con O Courel”.
No muy lejos de esta casa tan cargada de significado encontramos uno de esos cobijos que ayudan a convertir en redonda una escapada, el alojamiento rural A Carbiña. Las aldeas de esta sierra están salpicadas con propuestas de rasgos similares, siempre con la filosofía de potenciar el contacto con la naturaleza y garantizar el descanso y la desconexión de quién llega a O Courel, buscando esa energía reconstituyente de dormir en silencio, sin contaminación lumínica y respirando el aire más puro que se pueda imaginar.
En 'A Carbiña' hay cinco apartamentos turísticos independientes y una sala de uso común, la apuesta personal de Manuel Arza Peral, su “proyecto de vida” para la jubilación. Nacido en Parada, pasó la mayor parte de su vida adulta como enfermero en Barcelona y, en la jubilación, ha regresado a la rutina que tuvo hasta los 11 años.
“Me crié entre vacas, cabras y ovejas”, rememora Manuel y, con los años “ver que moría O Courel me daba rabia”, de modo que quiso poner su grano de arena para que el visitante acuda a su adorada tierra de infancia, “dinamizar la zona, dar vida a mi casa”. Y cooperar en esa íntima relación entre el medio natural y el ser humano que supone toda visita a esta reserva verde de Galicia.
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