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La primera de las propuestas para sacarle el máximo partido a esta comarca de la provincia aragonesa nos lleva a Arcos de las Salinas. Este pueblo de apenas un centenar de habitantes, perdido entre las montañas y a unos metros del Observatorio de Javalambre, organizó la noche del viernes 27 de julio, coincidiendo con un eclipse lunar, la primera Star Party.
A 1.700 metros sobre el nivel del mar, expertos y locos por la astronomía de todo el mundo prepararon a los asistentes para contemplar el eclipse lunar más largo de lo que va de siglo. Allí explicaron qué hay en las zonas oscuras de la luna y cómo interpretarlas. Mientras caía la noche, y como si de un cine de verano se tratara, se proyectó Arco de Choque, un cortometraje rodado en parte en el Observatorio de Javalambre.
Pero la cita con las estrellas en Gúdar no terminó este fin de semana. Tenéis todo el verano por delante, porque hasta bien entrado septiembre, hosteleros, comerciantes y ayuntamientos de la zona han organizado un amplio calendario de actividades relacionadas con el cielo. La oferta incluye talleres y sesiones de observación para aprender a interpretar el universo, conocer otras galaxias situadas a millones de años luz de la Tierra, entender cómo surge todo o aprender a identificar los planetas que estudiamos en el colegio.
Y es que los habitantes de Gúdar han encontrado una respuesta a la despoblación mirando al cielo. "Aquí tocamos las estrellas", reza un spot publicitario de la comarca. Pero como suele decirse, la solución no les ha caído del cielo, ni mucho menos. Están trabajando duro para explotar este activo turístico de una forma sostenible, comprometiéndose a cuidar que no exista ni un solo punto de contaminación lumínica.
Los consistorios de la zona se han puesto de acuerdo para crear 24 puntos de observación, uno en cada municipio, con mesas de interpretación y planisferios para observar el firmamento en cada momento del año. No están dentro de los cascos urbanos, pero se puede llegar a ellos en poco tiempo y sin apenas dificultad. Y desde allí, se ven perfectamente las estrellas sin telescopios. Desde cualquiera de ellos, identificar la Vía Láctea, nuestra galaxia, es algo más que asequible. Cuando el tiempo lo permite y en determinados puntos, incluso podemos reconocer otras muy lejanas, como la Galaxia M-31, algo de lo que pueden presumir muy pocos lugares del mundo.
Partimos de Madrid a media tarde. Nos dirigimos a Teruel por la A-2, que dejamos en Alcolea del Pinar y desde allí, nos desviamos por la N-211 en busca de la autovía Mudéjar que tomamos en Monreal del Campo y que volveremos a abandonar pasado Teruel. A partir de entonces nos esperan unas carreteras sinuosas (A-232, A-1701, TE-V-8111...) rodeadas de pinares, que parecen llevarnos a ninguna parte.
Por fin alcanzamos nuestro destino. "Mamá, ¡mira cuántas estrellas, pero si son redondas!", dice la pequeña Sofía. Acabamos de llegar al hotel algo más tarde de lo previsto. Mientras acomodamos las maletas en la habitación, ella no puede resistir la tentación de salir corriendo a la terraza. Está maravillada porque ante sus ojos hay miles de puntos brillantes que hasta entonces nunca había visto. "¡Las estrellas no tienen picos!", advierte entusiasmada. Resulta que no eran como las dibujabas.
Ante nosotros, uno de los firmamentos más limpios del mundo. Una alternativa para alojarse en la zona es la masía 'Mas De Cebrián', una casa de campo familiar reconvertida en hotel rural por sus dos propietarios, Salvador y Jesús Arenere. Lo tienen todo preparado para que los clientes disfruten de ese cielo tan especial. Facilitan a los clientes telescopios, planisferios y otras herramientas para poder "tocar" las estrellas. La tranquilidad y las vistas que ofrece su terraza en una noche de verano son impagables.
Fue, además, el primer establecimiento turístico de Aragón –solo hay 12 en toda España– en obtener la certificación de la Fundación Starlight, por su enclave especial y la baja contaminación lumínica, una condición indispensable para contemplar e interpretar el universo. Ese es el objetivo del viaje. A eso hemos venido, atraídos por una sesión de observación celeste nocturna en otro municipio, Fuentes de Rubielos, donde han preparado todo para enseñarnos a identificar las constelaciones, averiguar cómo se mueven los astros y darnos muchas otras lecciones de astronomía. Pero eso será mañana.
Con los primeros rayos de sol salimos del hotel con la idea de aprovechar el día. Ya que durante las horas solares no es posible ver las estrellas, cogemos los bártulos y nos dirigimos a callejear por varios pueblos de la zona, de los que nos han hablado maravillas. De hecho, a muchos turistas les ocurre lo contrario que a nosotros: llegan a Gúdar atraídos por su naturaleza y su patrimonio artístico, y, de repente, descubren que aquí se puede aprender mucho de las estrellas.
Por el camino, y sin bajar en ningún momento de los 1.300 metros, se cruzan varios rebaños de vacas y corderos que pacen a sus anchas y con cuya leche se hacen unos quesos maravillosos en la zona. El pueblo más próximo es Puertomingalvo, una pequeña localidad amurallada, en los confines de Aragón, lindando ya con la Comunidad Valenciana. Llama la atención que los nombres de las calles no son de personalidades, sino de vecinas –todas mujeres– que en algún momento vivieron allí: Callizo de la tía Sixta o de la Tía Rogelia son algunos ejemplos.
Fue un matrimonio de alfareros, Miguel y Tina, los que, aprovechándose de la prodigiosa memoria de una señora mayor del pueblo, decidieron recuperar los nombres originales de tan ilustres vecinas. Verónica, la guía santanderina que nos acompaña, confiesa que aquí encontró su lugar hace unos años. "Las gentes de estos pueblos estamos acostumbradas a ser pocos, a tener que desplazarnos a la ciudad en muchas ocasiones e incluso a que los hijos, al hacerse mayores, no quieran seguir aquí". La escuela se mantiene gracias a la elevada tasa de nacimiento de varias familias marroquíes, rumanas y una argentina. Antes de continuar la ruta, damos buena cuenta, en el único restaurante del pueblo, de unas serranillas, setas que el propio propietario recolecta en los pinares de la zona.
Otro pueblo que merece una visita es Mosqueruela. 'La Posada' es un restaurante que Mari Cruz Altaba y su marido rehabilitaron para convertirlo en un rincón acogedor con un menú de kilómetro cero, donde la estrella es la carne de las mismas vacas y corderos que vimos en la mañana. Bien comidos, recorremos la localidad en busca de bellos rincones. Milagros, la encargada de la oficina de Turismo, insiste en llevarnos a la calle de Ricos Hombres, donde si te detienes a observar las obras de artesanía que llevan los aleros de las casas entiendes el porqué del nombre que le dieron.
Por la misma carretera llegamos a dos pueblos hermanos: Rubielos de Mora y Mora de Rubielos, a cual más medieval y más auténtico. Merece la pena pasear por sus calles empedradas y detenerse frente a sus casas solariegas, auténticos palacios. Ambos acumulan varios premios de arquitectura por la excelente conservación de sus cascos urbanos y están dentro de la red de Los pueblos más bonitos de España.
En Rubielos se grabó hace un par de años el conocido anuncio de una marca de bombones en Navidad. Allí la gente te abre sus casas, porque presumen de ellas. Si pasáis por allí, fijaros en los capiteles, porque os dirán a qué gremio se dedicó la familia que habitaba la vivienda.
Es hora de comer. Os recomendamos 'La Trufa Negra', en la carretera que va de Mora a Rubielos. Un establecimiento que, además de restaurante, es un hotel de cuatro estrellas con spa abierto día y noche y sesión de observación de estrellas desde la piscina. Pero si algo define al hotel –comenzando por el propio nombre del establecimiento– es la trufa, la joya de la gastronomía de la zona, cuyo precio por kilo puede superar en temporada los mil euros.
Su joven gerente, Sandra Pérez, se formó en Reino Unido y hoy está al frente del negocio familiar, que ya ha pasado por tres generaciones. Confiesa que en su hotel se alojó hace unos meses el hijo de Donald Trump. "Fue toda una experiencia. Lo mantuvimos en secreto todo el equipo del hotel hasta que lo publicó en sus redes sociales", cuenta. Pérez no duda en ir a congresos de cualquier parte de España y del mundo para seguir aprendiendo de turismo de estrellas y de la trufa. Aunque de esto ya sabe mucho, porque su abuelo se dedicaba a la truficultura y siempre lo ha visto en casa.
Antes de comer, la gerente presume de la trufa más grande encontrada hasta el momento por la familia, de más de 400 gramos, que conservan en una urna de cristal como si de un diamante se tratara. Después, sirve un menú con la trufa como protagonista, que acompaña a unos huevos estrellados, una corvina salvaje y un solomillo de ternera. Ella conoce este producto como ya lo hacía su abuelo, que se dedicaba a cultivarlo, y así se lo explica a sus clientes. "Hay mucho fraude y desconocimiento en torno a este producto, ya que muchos de los menús que anuncian como trufados en realidad solo usan un aceite aromatizado, pero este hongo realmente está ausente", apunta.
Cae la tarde. En el castillo de Mora espera Javier Cenarro, el zaragozano que actualmente dirige el Centro de Estudios de Física del Cosmos de Aragón (CEFCA). Asiste a un congreso mundial de turismo rural, pero su centro de trabajo –y su vida– no está en Mora, sino en Arcos de las Salinas, a casi una hora de allí.
No estaba previsto en nuestra agenda, pero Javier encuentra un hueco para enseñarnos el Observatorio de Javalambre, un lugar al que es preciso llegar con autorización. Necesitamos un todoterreno para subir al Pico del Buitre, a 1.957 metros sobre el nivel del mar. Son las ocho y la jornada de trabajo aquí está a punto de comenzar. Para llegar al Observatorio –cuyo acceso está restringido a unas pocas visitas al año– es preciso subir por una pista sin asfaltar. Cenarro cuenta cómo hace poco vinieron por aquí Fernando Escartín y otros responsables de la Vuelta ciclista a España para estudiar la viabilidad de establecer en este punto un final de etapa. "Cuando vieron que había pendientes de más del 20 %, se frotaban las manos", reconoce entre risas.
El centro dispone de dos telescopios, casi únicos en el mundo, para hacer grandes cartografiados del Universo. La misión de Javier y su equipo es viajar por el espacio para hallar nuevos datos y elaborar un mapa único del cosmos. "Al igual que cuando se descubrió que había nuevos continentes hubo que crear nuevos mapas, con el Universo pasa algo similar; continuamente se están descubriendo nuevas galaxias".
Son máquinas tan delicadas y el trabajo debe ser tan minucioso que aquí no puede entrar todo el mundo. De ahí que se haya construido Galáctica, el Centro de Difusión y Práctica de la Astronomía, a unos centenares de metros de altura más abajo, que sí permite a los visitantes iniciarse en el conocimiento del cosmos e incluso participar en proyectos astronómicos. Científicos de Japón, Estados Unidos y Australia han desarrollado sus investigaciones aquí, pero también turistas que, atraídos por el patrimonio natural y cultural de la zona, descubren que en Gúdar se puede aprender mucho de astronomía.
Llega el esperado momento: la cúpula se abre siempre antes de que anochezca para "ventilar" todo el sistema de lentes y espejos de más de dos metros de diámetro que forman el telescopio mayor. No hay palabras... La plataforma empieza a girar y ya no sabemos si nos movemos nosotros o es el cielo el que da vueltas sobre nuestras cabezas. Ante aquellos monstruos de la ingeniería y la inmensidad del espacio, no podemos evitar preguntarnos quiénes somos, de dónde venimos y qué hacemos aquí...
Nos podríamos quedar horas contemplando el universo a 2.000 metros, pero tenemos que bajar a la tierra si queremos llegar a tiempo a nuestra cita con la observación nocturna que habíamos prometido a Sofía. Volvemos a Fuentes de Rubielos, donde un grupo de aficionados, guiados por el conocimiento de varios matemáticos, físicos y expertos en astronomía, están ya listos para observar las estrellas.
Desde lo alto de un cerro cercano, y a pesar de algunas nubes, pudimos contemplar perfectamente Júpiter y Saturno, identificable por sus característicos anillos. Haciendo un recorrido por el cielo, y ayudados del planisferio, están los elementos captados con el telescopio espacial Hubble, a lo que hay que sumar el encanto de la noche y la compañía. Uno de los astronómos presentes, Víctor López ('Teruel Celeste'), expica a los asistentes por qué algún día la vida desaparecerá de la Tierra, lo que los astrofísicos llaman la 'muerte fría', que consistirá en que, poco a poco, las estrellas más próximas a nosotros se irán apagando.
La pionera en abrir la veda en el astroturismo de la zona fue Maribel Aguilar. Esta emprendedora tomó como modelo la isla canaria de La Palma, donde se formó y que cuenta con unas características especiales por su cielo, para montar su empresa 'Tierras y Cielos privilegiados'. "Yo siempre tengo un plan B. Si sale una noche nublada, organizo una actividad con el programa Stellarium, una especie de planetario en 3D, con el que se puede ver esa misma noche si no hubiera nubes". Maribel es crítica con el boom del astroturismo en lugares donde apenas pueden verse estrellas. "Hoy en día hasta en las grandes ciudades hay turismo astronómico, donde incluso te organizan veladas de cena que cuestan más de cien euros por persona, aunque no ves casi nada en el cielo".
Nada que ver con el firmamento de Teruel. Y es que, como dice Maribel, cuando tienes un cielo estrellado sobre ti "no puedes evitar emocionarte". Si a eso le sumas estar en un ambiente relajado, con los grillos cantando y el olor a espliego y tomillo embriagándote, el momento se hace inolvidable.
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