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La emperatriz se convirtió en una quasi madre de sus sobrinos cuando su hermana Paca de Alba murió en París, a los 35 años. Aunque Eugenia –con el corazón partío por José Silva, duque de Sesto– había querido casarse con el duque de Alba, quien finalmente eligió a Paca, la emperatriz adoraba a su hermana. La despechada Eugenia viajó a París más que enfadada y llorosa, donde conoció a Napoleón III. Su apasionante vida –un tobogán– terminaría por convertir a los hijos y nietos de su hermana en su auténtica familia.
Tras la muerte de su hermana y cuando los acontecimientos en París se lo permiten, Eugenia de Montijo regresa de vez en cuando a España para ver a su madre y a sus tres sobrinos, dos chicas y un chico, el futuro duque y abuelo de Cayetana de Alba. Las hijas de Paca y el duque de Alba viven tiempo con ella en Las Tullerías. Y la emperatriz pasea por los palacios de su cuñado, Liria en Madrid y Las Dueñas en Sevilla.
Liria fue bombardeado en la Guerra Civil y luego restaurado por el duque Jacobo, nieto de la emperatriz y padre de Cayetana, quien terminó las obras. Estas circunstancias hacen que las paredes y los patios que mejor evocan a la emperatriz sean los de Las Dueñas, que se mantienen muy similares a como los conoció.
Las Dueñas es una mezcla del carácter barroco de Cayetana de Alba y sus antepasados. En estilo mudejar, se mantiene como un cortijo en el corazón de Sevilla. Cuando los acontecimientos dejaron sin imperio a la emperatriz –pero con una buena fortuna– esta envió algunas de sus posesiones a la casa de su hermana. Paca y su madre también conservaron piezas de la Eugenia joven, como el traje de montar corto. Cuando el actual duque Carlos Fitz-James Stuart abrió las puertas al público hace un año, optó por dejar los variados recuerdos de su tatarabuela en donde los fueron colocando sus tías abuelas, su abuelo y su madre.
La duquesa Cayetana colocó las guarniciones de los caballos del emperador en el cuarto de la izquierda, a la entrada del patio principal de Liria. La bisnieta pensaba que su bisabuela debió de ser la Sissi de Europa, puesto que fue un personaje más interesante que la esposa del emperador Francisco José. Pero la Montijo no tuvo la suerte de que un director de cine, Ernst Marischka, la escogiera como el personaje romántico que fue Isabel de Baviera, la emperariz de Austria-Hungría. Y sin embargo, para los cronistas Eugenia fue tan bella o más que Sissi, a la que sacaba once años, aunque la sobrevivió en más de dos décadas al ser la primera asesinada. Para los historiadores es un personaje más polémico, influyente e interesante en su proyección política. Ambas perdieron a sus herederos.
En la parte de abajo, abierta al público, hay buenas pinturas de los Alba, además de los bustos del actual duque y su madre, la popular Cayetana de Alba. Unos pasos más allá pueden descubrirse varias piezas de la emperatriz y pasear por el jardín de los limoneros, con un cenador que Eugenia, condesa de Teba, frecuentaba siempre que visitaba Las Dueñas. La parte de arriba es vivienda privada de los Alba y solo se alquila el comedor principal para eventos.
La emperatriz española –nacida en Granada– influyó en la política algo que no le interesaba nada a Sissi, quien odiaba la corte de Viena. Eugenia fue regente tres veces oficialmente –extraoficialmente, se colaba demasiado a menudo en los consejos de ministros, era una absolutista convencida, defensora del Vaticano a ultranza y meticona en todos los asuntos de Estado de su marido–, pendiente siempre de afianzar los mínimos detalles que soldaran con acero la dinastía Bonaparte al trono de Francia. No lo logró y según los historiadores y los franceses, la caída del III Imperio no fue del todo ajena a su cabezonería y conservadurismo, pero también al derroche y tren de vida de "la española".
La historia de Eugenia de Montijo recoge buena parte del ideal romántico. El ascenso de una jovencita granadina, que llega a Francia despechada por el duque de Alba y el duque de Sesto, pero de la mano de Prósper Merimée y Stendhal. Se lo debe a la influencia de su madre, Manuela Kirpatrick, una auténtica dama de los salones al estilo de Madame de Staël, que se saltaba como le venía en gana la gazmoñería madrileña. Madre e hija adoraban la moda, pero los trapos entonces eran tejidos de sedas y muselinas muy ricos, y gastaron fortunas. Eugenia y su famoso modisto, Charles Frederic Worth, pusieron de moda el malva.
Ataviada con sus trajes espectaculares, la joven granadina rubia y de piel de nácar pasea por los salones franceses, donde Napoleón la atisba, para horror de sus primas. Eugenia resiste las propuestas extramaritales de Napoleón III, un ligón empedernido. Diálogo citado en varios libros sobre la emperatriz: Napoleón: "¿Por donde se va a su dormitorio". Eugenia: "Pasando por la capilla señor". Al fin, el emperador se rinde y la española derrota al elenco de jóvenes aristócratas francesas, candidatas a desposarse con Napoleón III, para espanto de la familia imperial.
Ante la antipatía de los apellidos del Gotha francés, llena sus salones con la diplomacia europea. Los embajadores como Metternich se arrojan a sus pies. Los franceses la aceptaron a regañadientes, pero el marido la deja hacer a cambio de mantener sus affaires. Pronto se convierte en icono de moda, una Jackie Kennedy o Grace Kelly española.
Además de las atenciones de tantos diplomáticos, Eugenia es retratada por Winterhalter, el pintor del momento que también retrató a Sissi. Fue una auténtica it Lady y Cayetana de Alba, consciente de ello, decora sus habitaciones privadas en Las Dueñas con su imagen, bajo la influencia de los colores de la Montijo.
La duquesa de Teba lo tuvo todo en la vida y también lo perdió todo. Al poco tiempo de morir su hermana, los desastres de México y la guerra en Europa acabaron con el III Imperio. Con Napoleón cautivo y enfermo, se refugiaron exiliados en Gran Bretaña, al cobijo de su amiga la Reina Victoria. Al poco, murió el emperador (mucho mayor que ella). Su hijo marchó a la guerra con los británicos en Zululandia y murió a lanzazos a manos de los zulúes. Tenía 24 años y con él moría el sueño de Eugenia de restablecer a los Bonaparte.
Entre sus debes, el intento de montar un imperio en México con Maximiliano de emperador, que costó la vida al propio Maximiliano –hermano del emperador Franciso José– y a miles de franceses, algo que la emperatriz nunca se perdonó. Entre sus haberes, el Canal de Suez. La relación con su pariente Ferdinand de Lesseps, el artífice de la ingeniería y apertura del canal, superó los peores momentos.
Su vida fue tan larga, que tuvo tiempo de enredar como casamentera entre la realeza europea, todos emparentados con la larga prole de los hijos de su amiga y mentora, la Reina Victoria. Varios de los descendientes de Victoria han pasado por Las Dueñas en el último siglo. Desde Carlos de Inglaterra a la hija pequeña de la Reina Victoria, la princesa Beatriz, madre de la Reina Victoria Eugenia, la esposa de Alfonso XIII y ahijada de la emperatriz. También lo visitaron otros hijos de Isabel II, además de figuras históricas como Grace Kelly o Jackie Kennedy y varios actores de renombre, dada la conexión de Cayetana y su primer marido, Luis, con el mundo del cine.
El azulejo mudéjar de la fuente del Patio de los Limones, que contemplaron tanto la emperatriz Montijo como el poeta Antonio Machado, quien nació en este Palacio, en el que su padre era administrador. "Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero...". Si los azulejos hablasen diría el proverbio.
Las mujeres que durante décadas rodearon a la duquesa Cayetana, como su secretaria personal Lola Morali –ahora secretaria del actual duque– conocían bien la pasión y la admiración que Cayetana Alba sentía por su ilustre antepasada. "El nombre de su única hija, Eugenia, es un homenaje a la emperatriz. La duquesa admiraba a su bisabuela y a la primera duquesa de Alba, la del retrato de Goya. Son dos personajes que la marcaron", explica Morali, mientras recorre las salas de Las Dueñas con una mirada de cariño. El comedor principal de la planta de arriba está presidido por las dos mujeres a caballo. La duquesa, aún niña, lleva el traje de montar de la emperatriz.
Tras el desastre del imperio en México, "la española" se hizo más impopular entre los franceses, aunque entre sus buenas obras se cuenta el apoyar y defender la obra del Canal. Eugenia contó siempre que ese fue el último buen recuerdo de su reinado. Inauguró el estrecho de Suez acompañada por otras figuras, como el emperador de Austria-Hungría Francisco José I, marido de Sissi –quien por rango debía ser el primero en la comitiva del Canal, pero cedió el puesto a Eugenia– y el principe Federico de Prusia. Recibió todo el cariño del gobierno y los ciudadanos egipcios y ofreció un menú que hizo historia.
Cada mes de abril, los Alba preparan su calesa y las mulas alazanas con que pasearán por el recinto de la Feria de Sevilla. Las alazanas son una raza de gran belleza, altas y elegantes, que encantaban a Cayetana y que se usan en Las Dueñas desde tiempos inmemoriales, incluidos los de hace menos de un siglo, con Eugenia de Montijo. Los animales llegan a Las Dueñas una semana antes de la apertura de La Feria, para que entrenen su paseo por la ciudad antes del inicio de la fiesta sevillana.