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Incluso los más urbanitas necesitan sus momentos de descanso. Hasta los más apasionados de las avenidas, los edificios con decenas de plantas, los semáforos y el metro necesitan en algún momento abandonar el asfalto y poner un poco de color verde al frenesí de la ciudad. En Madrid es fácil encontrar estos momentos de retiro. Y no, el famoso parque de El Retiro no es el único. La capital española está llena de rincones donde encontrar tranquilidad, un poco de naturaleza, unas buenas vistas o, incluso, hacer ejercicio.
De hecho Madrid cuenta con uno de los parques urbanos más grandes de Europa, con 1.722,6 hectáreas. La Casa de Campo (en el distrito de Monclóa-Aravaca) es incluso más grande que el Central Park de Nueva York o el Hyde Park en Londres. Nació como un jardín renacentista, siendo propiedad de la Casa Real y no abrió sus puertas al público hasta la Segunda República Española. Ahora está catalogado como parque histórico y puede convertirse en el lugar perfecto para todo tipo de perfiles u ocasiones. Su gigantesca superficie acoge no solo caminos y pequeñas colinas para que los más deportistas, maratonianos o no, puedan correr todos los kilómetros que aguanten sus piernas. Los más pequeños tienen allí el Parque de Atracciones de Madrid y el Zoológico.
Para los turistas o para un fin de semana romántico, con vistas a una de las capitales europeas con mejor clima, el teleférico recorre los 2,5 km que pasan sobre el Parque del Oeste, la Rosaleda, la estación de tren Príncipe Pío, las dos ermitas de San Antonio de la Florida, el templo egipcio de Debod e incluso el Palacio Real, la Almudena y el río Manzanares. Una panorámica espectacular de la ciudad.
Pero la Casa de Campo se convierte en el hábitat habitual de deportistas: un recinto municipal con gimnasio y con dos piscinas, una para el verano y otra cubierta para el invierno, pistas de tenis para alquilar... y sus vías. Sus más de 1.000 hectáreas están llenas de caminos asfaltados y de arena que se llenan de ciclistas y corredores, profesionales y aficionados. Sin embargo, también cuenta con espacios singulares como la Venta de Batán, que llegó a rivalizar con Las Ventas como escuela taurina, pero que acabó por cerrar sus puertas a principios del 2018.
Para otros, lo más singular de este espacio son sus miradores, que permiten observar las torres Kio, la catedral de La Almudena o el Palacio Real. Cualquier domingo soleado es bueno para salir de excursión con la familia, pararse a comer en una de sus áreas de picnic y subir luego uno de sus pequeños montículos para contemplar la ciudad. También para bajarse en la parada de metro Casa de Campo y tomar unas cañas delante del estanque artificial rebautizado como 'lago' antes de escoger restaurante en el Paseo de la Gastronomía.
Algunos parques de Madrid conectan y pueden llegar a confundirse. Cerca de la Casa de Campo, casi como si fueran los bronquios que conectan la capital con sus grandes pulmones, encontramos Madrid Río. Es difícil etiquetar de alguna manera un enclave donde se pueden encontrar desde parques infantiles a circuitos de deporte o zonas culturales, artísticas y hasta una playa en plena Meseta. El río Manzanares recorre 1.210.881 metros cuadrados de superficie que, en realidad, enlaza con otros parques como el Parque lineal Manzanares Sur o el de Arganzuela. Es un espacio moderno, bajo continua restauración pero también con historia.
En la parte más cercana al centro de Madrid, encontramos el puente más antiguo de la ciudad, el Puente de Segovia. Se construyó entre 1572 y 1574 sobre el camino que llevaba a Segovia y fue destruido durante la guerra civil para evitar la entrada de las tropas franquistas. Sin embargo, pasado el conflicto se volvió a reconstruir.
Y justamente casi debajo de uno de sus puentes más nuevos (el puente monumental de Arganzuela, del 2011) está una de sus zonas más emblemáticas: la Playa de Madrid. Bañarse en el Manzanares era una costumbre muy arraigada entre los madrileños, aunque no hubo una zona de baño habilitada como tal hasta 1931. Debajo del Puente del Rey se construyó un espacio especial para bañistas, la Piscina de la Isla, que fue vista como un enclave elitista y que acabó por dejar paso a La Playa de Madrid, la primera playa artificial de España, según presume el ayuntamiento. Esta tradición se mantuvo, aunque la playa cambió de enclave y ahora está en el parque de Arganzuela. No esperen una piscina como tal, pero sí un gran espacio de relax con tres recintos acuáticos con fuentes y chorros, para niños y también para los adultos que quieran huir del calor sin huir de la urbe.
Aunque son más de una decena los puentes y pasarelas, destacan también los dos puentes gemelos que llegan hasta el recinto cultural del Matadero. También fueron construidos en la primera década de este siglo y cuentan con un especial mural hecho con teselas de vidrio que dibujan en el techo distintas fotografías de vecinos de la zona. Estos dos puentes llevan hasta el antiguo matadero municipal de Madrid, ahora reconvertido en un espacio cultural que alberga una biblioteca, exposiciones e incluso la sede de la Compañía Nacional de Danza.
Si la Casa de Campo es interminable, Madrid Río está lleno de detalles por descubrir. Hemos esbozado los más visibles, pero hay muchas otras curiosidades, como que todas las áreas de juegos infantiles están fabricadas con materiales sostenibles y naturales o que las fuentes ornamentales que hay cerca de la Ermita de la Virgen del Puerto se inspiran en los antiguos lavaderos de principios del siglo XX que utilizaban el Manzanares como fuente de agua.
Otro de los pulmones al que se puede llegar resiguiendo Madrid Río es el Parque Lineal del Manzanares y, de hecho, acaba conectando Madrid con Getafe y Rivas. Está dividido en tres tramos, que empiezan justo donde acaba Madrid Río. En sí mismo podría considerarse un espacio artístico, un jardín con obras de arte realizadas por el grupo Ricardo Bofill que transportan a cualquier visitante a otro mundo, lejos de la ciudad.
Una de sus primeras paradas es la que queda justo en el Mirador de la Atalaya, al que se tiene que ascender por una preciosa escalinata que tiene como cima la escultura a la que algunos llaman Dama del Manzanares y otros Cabeza de Ariadna, una enorme testa femenina que mira hacia el centro de la capital, obra del escultor valenciano Manolo Valdés en 2003. Desde ese punto, el atardecer sobre la panorámica de Madrid es impresionante. A partir de aquí conectan la Plaza Verde con el Paseo de los Sentidos, dos espacios que continúan evadiendo al visitante del agobio urbano. La Plaza Verde recuerda un anfiteatro clásico, pero con las gradas de madera y césped,y elevada sobre el skyline capitalino. Todavía le sigue otro mirador más, la Montaña Forestal o Cerro Coyote, que lleva al Estanque, rodeado de hierba, bancos y palmeras. Y para terminar el tramo más artístico y urbano, el Paseo de los Sentidos, que se convierte en un lugar idílico para pasear o leer.
A partir de este punto abandonamos el arte urbano, el césped perfectamente cortado y los árboles colocados en fila, entramos en los dos tramos históricos. Allí, dirección al municipio de Getafe, se pueden encontrar trincheras de la Guerra Civil Española o restos de la Sexta Esclusa del Canal del Manzanares. Distinguir entre el segundo y el tercer tramo es más complicado, como también lo es llegar hasta el Jarama, donde se encuentra esta parte del parque. Ya no tiene nada que ver con lo visto al principio. La zona se vuelve más árida y las vistas convierten el paseo en una excursión en toda regla para ver fauna, flora e historia.
Hay más opciones y para todos los gustos. Uno de los miradores más desconocidos para el público, aunque más valiosos por sus vistas, es el que se encuentra en el Parque del Cerro del Tío Pío, en el barrio de Numancia (Puente de Vallecas). También toma el nombre de Parque de las Siete Tetas, por las siete colinas que lo conforman. Fue una antigua zona de asentamientos, que más adelante se acabó convirtiendo en parque. Su mirador es un sitio perfecto para tomar una caña en el pequeño chiringuito cuando atardece.
Alejados del distrito popular de Vallecas, en el Madrid más señorial nos encontramos el Jardín de Las Vistillas, en el barrio de La Latina. Desde este cerro las vistas permiten observar la zona más castiza, la Almudena o hacerse una idea de cuál es la verdadera extensión de la Casa de Campo. Este rincón puede parecer otro completamente distinto en función del día, la hora o la época del año en que se visite. Es el enclave donde encontrar paz y silencio en medio de un barrio tan movido como La Latina, aunque los fines de semana o fechas señaladas se convierte en escenario de conciertos para las fiestas.
Uno de los más singulares parques es el del Templo de Debod, en pleno bullicio cerca de Plaza de España. Son unos jardines de ocho hectáreas que se diseñaron en 1968 expresamente para la contemplación del regalo que el gobierno egipcio hizo a España. Este pedacito de Egipto fue descubierto en el río Asuán por un equipo de arqueólogos españoles. Los atardeceres desde este punto de la ciudad también son únicos, con vistas a la Casa de Campo y se han convertido en una de las fotos más habituales de los turistas en su paso por la capital.