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Noguera Ribagorzana es el exótico nombre del río que atraviesa la sierra del Montsec de norte a sur y hace de frontera natural entre Huesca y Lleida. Hoy ya no erosiona el cañón que esculpió durante millones de años. Desde 1960, el embalse de Canelles, el segundo de mayor capacidad en la cuenca del Ebro tras el de Mequinenza, hace que sus aguas sean perfectamente mansas. También hace que el puente y caminos históricos que unían ambas riberas estén sumergidos. Aunque hace unos años se replicaron unos metros más arriba para poder volver a disfrutar de esta pieza de la capilla sixtina de la geología que es la comarca del Pallars Jussà, tal como nos cuenta Marta Palau, técnica de turismo en el Epicentre, el centro de interpretación del Geoparque Orígens en que se integra el desfiladero.
A este camino de locos se puede llegar principalmente a través de dos accesos: el catalán, por el noreste, y el aragonés, por el suroeste. El primero es el más habitual, por ser el más antiguo y el más fácilmente accesible tanto en coche como a pie. Comienza en el párking de La Masieta (ojo: fuera de temporada solo está abierto los fines de semana; es de pago y conviene reservar), que se encuentra justo en la cola del pantano, a unos cuatro kilómetros del clímax del estrecho y a unos ocho kilómetros de la "salida" por el lado aragonés.
Una vez en La Masieta, damos la mano al río y echamos a andar por la ribera aguas abajo a lo largo de un sendero bastante sencillo. Al cabo de un par de kilómetros, comienzan las sensaciones fuertes con el puente colgante de Sant Jaume, que salva el barranco de un afluente del Noguera Ribagorzana para situarnos en pleno desfiladero. A partir de aquí el terreno empieza a complicarse algo más. Un kilómetro más allá por fin llegamos al vertiginoso tramo de sendero excavado en la roca, como si fuera una repisa rupestre. Se construyó en 1982 unos metros por encima de uno anterior que, cuando el nivel del agua está muy bajo, aún asoma.
Este espectacular sendero permite salvar lo que sería estrictamente el Congost de Mont-rebei: un tramo de aproximadamente un kilómetro con paredes verticales de hasta 500 metros de altura que, en determinados momentos, apenas las separan 30 metros de ancho. Para hacerlo más digerible, se han taladrado unos cables de acero a modo de pasamanos. En realidad no son necesarios porque el camino no tiene grandes inclinaciones y siempre es suficientemente amplio incluso para que se crucen un par de grupos, pero muchos seguramente agradecerán la sensación de seguridad que da agarrarse al cable, sobre todo cuando sopla un viento que catapulta el desfiladero.
Una vez termina el tramo de sendero excavado en roca, algunos deciden darse la vuelta hacia La Masieta. Hay que tener en cuenta que, si sigues hacia delante, vas a encontrar un camino bastante más exigente físicamente y con un piso a veces resbaladizo, que además incluye los tramos más vertiginosos de la ruta: la espectacular pareja de pasarelas de madera de Montfalcó, no aptas para personas con vértigo. Se incorporaron al desfiladero en 2013 con la idea de volver a unir las riberas y, sobre todo, permitir el acceso al pintoresco sendero catalán desde Aragón, pero este descabellado diseño ha terminado por robarle el protagonismo al sendero excavado en la roca.
Rosa Monclús, encargada del Centro de Visitantes del Montsec de l'Estall en Viacamp, nos explica la curiosa historia de las pasarelas. Originalmente, el proyecto del Camino Natural tan solo trataba de recuperar la histórica conexión entre las riberas. Una conexión interrumpida en 1960 con la culminación del pantano que dio al traste con las relaciones económicas y humanas entre los pueblos de ambas riberas, y que abocó a la despoblación de numerosas localidades.
Curiosamente su diseño debía ser mucho más sencillo, pero las exigencias de grupos ecologistas por proteger a determinadas especies autóctonas forzaron una solución retorcida que, sin quererlo, ha conseguido volver a insuflar algo de vida a este espacio: ha superado todas las expectativas en lo que a número de visitantes se refiere.
Pero vayamos por orden. Antes de alcanzarlas hay que conseguir saltar al otro lado de la ribera, al lado aragonés del desfiladero. Para eso también hay que pasar otro punto sobrecogedor: el puente colgante que salva los 35 metros que separan las paredes del pequeño Congost de Siegué. A su lado hay un embarcadero que permite multiplicar las posibilidades turísticas de este espacio natural, donde te puedes subir a una lancha a motor o lanzarte a remar en un kayak. Muchos también deciden darse la vuelta aquí hacia La Masieta, pero sería una pena no subir el medio kilómetro que separa el puente del inicio de la primera pasarela, aunque solo sea para echarle un vistazo de cerca.
Una vez hemos pasado las pasarelas y seguimos a Montfalcó, los más observadores quizá puedan advertir, entre el bosque, restos de terrazas de labor abandonadas que corroboran la historia que nos contaba Rosa Monclús sobre aquella economía extinta en la zona. De hecho, el Camino Natural concluye, después de una subida de un kilómetro, en el refugio de Montfalcó, que toma el nombre de un despoblado que ya apenas se percibe entre la maleza y el bosque.
El refugio, que más bien podría llamarse hostal rural, es un campamento base ideal para abordar la sierra del Montsec. Podemos empezar por la cercana ermita de Santa Quiteria, con unas de las mejores vistas que se puedan alcanzar del mar de interior que es el pantano de Canelles. Desde el refugio operan agencias que te llevan en coche hasta el embarcadero de Montfalcó para que puedas conocer el desfiladero en una lancha a motor o en kayak.
Por cosas como esta son muchos los que eligen comenzar la ruta desde el lado aragonés. La alternativa tiene escasos inconvenientes y varias ventajas. La principal pega es que, para llegar a Montfalcó, hay que conducir 15 kilómetros por una pista forestal que nace en la localidad de Viacamp y que actualmente solo tiene un tramo asfaltado de cinco kilómetros, aunque ya están avanzando trabajos para ampliar la zona asfaltada. Sin embargo, a diferencia del de La Masieta, el párking de Montfalcó es de acceso libre y siempre está abierto durante todos los días de la temporada. Además, al pasar por Viacamp, podemos visitar el Centro de Visitantes del Montsec de l'Estall junto a una paradigmática torre de vigilancia.
El Congost de Mont-rebei apenas es una pieza de un gran espacio de interés geológico al que llegan geólogos del mundo entero desde hace décadas. Cerca del desfiladero merece la pena hacer una parada en la localidad de Tremp. Visitar su Epicentre, el efectista centro de interpretación del Geoparque Orígens, es una forma muy atractiva de asomarse a esta región privilegiada. Se trata de un edificio luminoso de construcción moderna adosado a una torre de vigilancia medieval que hace un repaso por la historia natural y humana de esta región a través de multitud de mini documentales que se pueden ir reproduciendo a la carta.
Marta Palau nos explica que el Geoparque lleva este nombre porque la comarca del Pallars Jussà permite explicar muy bien los últimos 500 millones de años de la Tierra, la formación de los Pirineos y el origen de la vida: "Es como un libro abierto donde las piedras hablan". También que fue el lugar donde habitaron los últimos dinosaurios de Europa hace unos 60 millones de años, cuando la zona era un mar poco profundo repleto de islas y lagunas, como el Caribe, "por eso hemos tenido la suerte de conservar tantos registros fósiles", concluye Palau.
Desde el Epicentre, además, reparten juego por la comarca a través de empresas locales, por ejemplo, de turismo geológico, como Eureka SGN que, entre otras actividades, gestiona visitas guiadas a yacimientos de fósiles en colaboración con el Parc Cretaci, o sea, el museo de los dinosaurios de Isona.
También presumen de sus cielos oscuros, perfectos para observar estrellas, especialmente si se hace desde el cercano Parc Astronòmic del Montsec, abierto a visitantes. Y para que termines de disfrutar la comarca en todas sus facetas, te orientan para que no dejes de probar sus mejores productos locales de producción sostenible, como el cordero o los vinos de altura de la D.O. Costers del Segre.
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