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“¿Que quién es la xana? Pues como una sirena de río”, ataja un paisano. La xana es uno de los personajes más populares del folclore asturiano. Una especie de ninfa que vive en zonas de aguas muy puras, bellísima, vestida con una túnica blanca y de pelo largo y rubio, que se peina usando el río como espejo. Algo así como la diosa Artemisa: protectora de la naturaleza, del terreno virgen, de los animales salvajes… y de las brujas. Y es que la xana, como las sirenas, también tiene un lado misterioso que simboliza los peligros del agua y de lo desconocido, y de las tentaciones aparentemente hermosas.
La leyenda dice que la buena gente del valle de Monesteriu d'Ermu no se atrevía a subir hasta la laguna de la Vega del Palo, porque allí se celebraban aquelarres, danzas y orgías entre brujas y diablos presididas por machos cabríos. La laguna, hoy ya casi seca, está justo por encima del hayedo. Puede que el origen del mito esté en el miedo que les daba a los vecinos a cruzar este bosque fantasmagórico con “barbas” colgando de las ramas, indicando la pureza del aire. Cuentan que cuando se adentraban apenas a recoger leña, volvían con rasguños en las piernas, que eran mordeduras de bruja que debían curarse con hojas de laurel bendecido.
Estamos en Cangas del Narcea, el concejo de mayor superficie de Asturias, donde encontramos la mayor densidad de población de osos pardos en la Península. El buque insignia de Cangas es el bosque de Muniellos, uno de los robledales mayores y mejor conservados de Europa, con ejemplares antiquísimos de hasta seis metros de diámetro. El problema es que esta reserva natural integral asturiana solo acepta 20 visitantes diarios. Su carácter exclusivo tiene mucho tirón y hace que siempre esté en el foco de los medios, pero también eclipsa al resto de la masa forestal de la región, espectacular y sin restricciones, pero que queda olvidada.
El Fayeu de Monesteriu d'Ermu (en castellano, Hayedo de Monasterio de Hermo) se encuentra a unos 30 km de Cangas y a unos 20 km de Muniellos, situado en el extremo sur del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Sin embargo, en cierta manera está en su epicentro, ya que aquí se encuentra el nacimiento del Narcea. Las hayas se extienden en paralelo a los primeros kilómetros del río, a lo largo de una franja de 1,5 km de ancho por 10 km de largo. Es complicado hacer ránquines con precisión, pero sus 1.500 hectáreas lo convierten en el mayor hayedo de Asturias y uno de los más grandes de España.
El hayedo toma el nombre de la parroquia de Monesteriu d'Ermu, una aldea de unos 25 habitantes situada al fondo del valle al que se llega por una carretera que no tiene salida. Su iglesia de Santa María es austera, pero con alguna sorpresa. Es un templo renacentista popular del siglo XVI, aunque bordeando el ábside aparece un pequeño y evocador ajimez que nos transporta un par de siglos más atrás, y recuerda a ejemplos de arte mozárabe que hemos visto por la zona. Y es que el templo sienta sus raíces al menos en el siglo IX, pudiendo haber sido fundado en el VIII por obispos que huían del control musulmán. Dentro hay una pinturas murales interesantes.
En Monesteriu d’Ermu no hay bar, tan solo un alojamiento rural. Sí hay un par de buenos restaurantes de camino, en Gedrez-Xedré, aunque conviene asegurarse de que estén abiertos. Aquí arriba, por no haber, no hay ni rutas señalizadas. Es como si los vecinos hubieran confabulado para mantener a salvo su enorme hayedo secreto. O quizá es la xana, que quita las indicaciones y echa hojarasca por el camino para que nos perdamos y no la descubramos. Por eso se hace casi obligatorio venir con alguna ruta descargada en el móvil, o buscar información en alguna de las casas del parque natural.
La más cercana a Monesteriu d’Ermu en línea recta sería el centro de interpretación 'Casa Florencio' en Degaña, en una casona tradicional, pero por estos lares la línea recta no sirve de mucho. Más accesible y mucho más completo es el Centro de Interpretación de Muniellos, en el entorno de Moal y Oballo (ojo, no es el centro de recepción para visitar el robledal), situado en una peculiar construcción sobre pilotes en la que casi casi hueles y escuchas al gran robledal. Por último, la Casa del Parque se ubica a las afueras de Cangas de Narcea, ocupando unas antiguas caballerizas del Monasterio de San Juan Bautista de Corias, hoy reconvertido en el Parador de Corias.
Los senderos que cruzan el bosque están ahí. Los hemos visto y pateado. De hecho, todavía sobreviven antiguas pistas mineras. Pero no aparecen en ningún mapa, y aunque cueste creerlo, en el mayor hayedo de Asturias y en pleno parque natural, no hay nada señalizado in situ, ni siquiera con los típicos hitos de piedras apiladas. La hojarasca del suelo, para colmo, hace que a veces no esté claro por dónde continúan. Por eso es tan útil el GPS. Pero para los que tengan buena orientación quizá puedan aventurarse por su parte más accesible, la oriental.
Las brañas son una seña de identidad de las montañas asturianas, cántabras y leonesas. El término hace referencia tanto a los pastos de alta montaña, como a los poblados en los que se instalaban los vaqueiros de alzada durante los veranos. Para descubrir esta parte más accesible del hayedo, son una referencia clave que sí aparecen en los mapas: las brañas de Monesteriu d’Ermu, un poco más arriba del pueblo donde termina la carretera, y las brañas de la Revechada, hayedo arriba por encima del pueblo.
Existe un sendero precioso que comunica ambas brañas, y otro igual de hermoso que desciende desde la Revechada hasta la carretera, un poco más arriba del pueblo. Así, podemos hacer un circuito de unos 8 km que se cierra caminando un pedazo por la carretera, que no tiene apenas tráfico y nos permite mirar el hayedo con cierta distancia. Lo más sencillo sería conducir hasta el final de la carretera, a unos 5 km valle arriba desde el pueblo, pasando por las instalaciones abandonadas de una antigua mina de carbón, para dejar el coche en una explanada junto a un escorial y a una vieja bocamina.
El Grupo Minero Coto Narcea proveyó de lignitos y antracitas a buena parte de las centrales térmicas de la región. Nos lo cuentan unos lugareños aficionados a la geología, que explican que la bocamina era la entrada al tercer piso de una explotación de cinco niveles a lo largo de varios kilómetros de extensión. Tienen por afición ir a mirar helechos fósiles del carbonífero en las viejas escombreras, y lamentan que se estén desmantelando y naturalizando sin llevarse antes los fósiles. Nos hablan de que, por las pistas mineras todavía podríamos ver restos de alguna otra bocamina, pero la hipnosis del color rojo lo impide.
Una vez en la explanada hay que caminar un poco más río arriba hasta las brañas de Monesteriu d’Ermu, y una vez allí, cruzar el río mientras giramos 180 grados para tomar una vieja pista minera que se adentra en el bosque. La pista, que luego se convierte en sendero, atraviesa el hayedo más o menos en paralelo a la carretera, pero apartándose poco a poco de ella. Por delante quedan casi 4 km de buceo por el bosque, hasta llegar a las brañas de la Revechada, justo en un claro donde las vistas se abren y aparecen cumbres y laderas cubiertas por mantos ocres, con una vista especialmente bonita del Picu Caniellas (1.924 m) al otro lado del valle.
Desde las brañas de la Revechada, esta ruta propuesta más accesible giraría 90 grados a la derecha para descender hasta la carretera en 1,5 km, de nuevo a través del frondoso hayedo. Luego solo quedaría regresar por la carretera hasta el coche. Sin embargo, hay alternativas para rutas más largas y agrestes. Desde la Revechada, por ejemplo, se podría ascender por el hayedo hasta el pico Mediodía, y desde allí incluso asomarnos al valle de Degaña desde el pico de Valdecampo. Otras opciones, saliendo desde la misma parroquia de Monesteriu d’Ermu serían la de asaltar los picos Bachongo o Rubio, o recorrer el hayedo en paralelo a la carretera hasta Xedré pasando por una braña abandonada que algunos llamaban Folgueiravitsa o Fulgueraibicha.