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Todos veían en Peñíscola una fortaleza irreductible junto al mar, su tierra fértil llena de alquerías o cultivos, tanto agua dulce como salinas, y su estratégico puerto comercial, del que salían vino o aceite de oliva y al que llegaban productos manufacturados como telas o cerámica. Fueron los griegos quienes la llamaron por primera vez “península” (Chersonesos) y los romanos quienes tradujeron al latín ese nombre a pene + iscola (“casi isla”), de donde procede su topónimo actual.
Peñíscola también fue musulmana, bajo el nombre de Banáskula o Baniskula, desde 718 hasta 1233, cuando Jaime I conquistó pacíficamente la ciudad. En 1251, Peñíscola pasa a ser cristiana. Fue entre 1294 y 1307 cuando fue construido el actual castillo templario (llamado del Papa Luna porque de 1411 a 1423 fue refugio del Papa Benedicto XIII) sobre los restos de la alcazaba árabe, uno de sus emblemas y lugares imprescindibles a visitar. En esta guía de planes te contamos qué ver, qué hacer y qué comer en Peñíscola, uno de los pueblos más bonitos de España.
El castillo templario de Peñíscola, del siglo XIV, domina el Mediterráneo desde los 64 metros de su peñón. La ciudad antigua está coronada por esta fortaleza románica, llamada el Castillo del Papa Luna porque aquí vivió el Papa Benedicto XIII, que lo convirtió en su palacio papal y biblioteca pontificia, que fue una de las mejores del mundo en la época.
Entrar en las murallas de este castillo, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en 1931, es hacer un viaje al pasado. Las torres y muros de piedra labrada de la imponente pero sobria fortificación funcionan hoy como privilegiados miradores, desde los que podemos contemplar una postal de pintorescas e irregulares azoteas. Una vez arriba no sabrás dónde mirar, pero la vista se dirigirá sola hacia el infinito Mediterráneo.
A nivel arquitectónico, conviene admirar la solución abovedada del Cuerpo de Guardia y la austeridad de la proporcionada de la Basílica de los Templarios. Para conocer más en profundidad el patrimonio cultural marinero de Peñíscola, puedes visitar el Museu de la Mar, que se emplaza sobre el Baluarte del Príncipe.
Dentro de la fortaleza del Castillo de Peñíscola se encuentra también el faro, que data de 1892 y cuya señal luminosa alcanza una distancia de 35 millas (65 kilómetros). Un secreto: callejea más allá del faro, porque sus diferentes niveles esconden rincones muy fotogénicos y bonitas terrazas.
Un verde oasis bañado por el Mediterráneo que flanquea la enorme roca en la que se asienta la ciudadela. Puedes descubrir el Parque de Artillería recorriendo las estructuras militares (rampas, túneles, fosos y polvorín) del nuevo sistema defensivo abaluartado, construido en el siglo XVI bajo el reinado de Carlos I y Felipe II. Sus artífices fueron Vespasiano Gonzaga, virrey de Valencia, y Bautista Antonelli, ingeniero militar.
La Playa Norte, con vistas al castillo, es la más larga (5 kilómetros) y una de las más turísticas de Peñíscola. La Playa Sur, con forma de concha y que dibuja una preciosa bahía, está al otro lado de la península que forma la fortaleza, justo después del puerto pesquero. Después, se suceden recoletas calas: la Playa de las Viudas, Racó Calent, Racó del Bessó, Cala del Moro, Playa Santa Lucía o Cala Ordí.
Pero las calas más vírgenes están al sur de Peñíscola, también en la comarca del Bajo Maestrazgo, en el Parque Natural y Reserva Marina de la Sierra de Irta, donde la montaña se funde con el mar. El resultado son decenas de playas de gran valor ecológico y paisajístico, donde la flora y la fauna autóctonas campan a sus anchas, para deleite de los que visitamos este paraíso. Es un espacio protegido, por lo que el respeto y el cuidado del entorno son fundamentales.
Los históricos rincones de Peñíscola han sido escenario de producciones cinematográficas desde 1913, cuando fue la localización elegida para rodar la película de cine mudo Ana Cadova, dirigida por Fructuós Gelabert. Pero su internacionalización como plató llegó en 1961 con El Cid, protagonizada por los mediáticos Charlton Heston y Sophia Loren.
El director Luis García Berlanga, muy querido en Peñíscola, también filmó aquí más de una veintena de producciones, como sus icónicos largometrajes Calabuch o París Tombuctú. Y en la historia más reciente de la Peñíscola de cine, Juego de Tronos también eligió la ciudad castellonense para rodar su sexta temporada o, en clave nacional, la serie El Chiringuito de Pepe.
Para descubrir cada rincón cinematográfico de Peñíscola puedes hacer la ruta temática que visita todos los escenarios naturales de la población: el Paseo de Ronda, la Plaza de Santa María, el Parque de Artillería, el Portal Fosc o la Plaza de Armas.
Alrededor de las cuatro de la tarde, los barcos de pesca llegan al puerto de Peñíscola, después de todo el día faenando, cargados de langostinos, sepias, pulpos o salmonetes. El bullicio marinero se apodera del ambiente y los pescadores van descargando cajas en las que los peces aún aletean.
En la subasta, comerciantes o restaurantes pujan por el género fresquísimo que venderán en sus pescaderías o servirán en sus mesas. No está permitido el acceso a los turistas, por lo que, para contemplar el ritual, es recomendable elegir mesa en la terraza del restaurante ‘Puerto Mar’ para tomar un café justo frente a la zona donde llegan las embarcaciones.
Si buscas auténtica cocina de pescadores, es por aquí. El ‘Bar Muralla’ (Olvido, 15)es un negocio familiar que comenzó hace más de tres décadas el padre de Michín, que era pescador. Ahora lo son él y su cuñado, que salen diariamente a faenar para servir tapas marineras y pescado fresco de lonja, como el pulpo encebollado o con all i pebre y el calamar a la plancha. Los atardeceres en su terraza, justo en la muralla y con vistas a toda la bahía, son mágicos.
Un paseo por sus callejuelas medievales con casas encaladas es suficiente para corroborar por qué Peñíscola fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1972. En el laberíntico recorrido, marca como paradas imprescindibles el bufador, una gran brecha entre las rocas por la que respira el Mediterráneo en los días de temporal y que emite un característico sonido; la Casa de las Petxines (conchas), la Iglesia Parroquial o la Casa del Agua: uno de los nacimientos de agua dulce que hay dentro de la ciudadela y que la hicieron inexpugnable durante siglos, ya que quienes vivían intramuros gozaban de agua potable por los nacimientos naturales de agua.
Uno de los lugares imprescindibles de Peñíscola: esta galería de arte, emplazada en una casa antigua con mucho encanto, está a punto de cumplir cuatro décadas. El pintor valenciano Alfonso Manuel y la miniaturista Vicenta Estornell exponen y venden cerámica creativa, acuarelas, dibujos, retablos o alfarería popular.
Merece una visita para descubrir cada rincón de la casa, restaurada respetando la estructura típica, mientras te maravillas con los óleos de Alfonso Manuel, los retablos de Joaquín Ricart, la alfarería de Tito (Úbeda, Jaén) y las miniaturas de la propia Vicenta Estornell.
Un inesperado espacio cultural en el que Víctor Blasco, un joven zaragozano, ha creado una comunidad de personas con inquietudes. ‘La Templanza’ (Don Ismael, 11), más que una librería, es un lugar de encuentro en el que se recupera y defiende el placer de la lectura, de la música o de la tertulia. Empezó justo hace una década vendiendo, en una tienda de decoración, todos los libros, cómics y vinilos que tenía en casa.
Cumplió así su sueño de tener una librería pero además, con enfoque social: “como abrimos en plena crisis, ofrecíamos a la gente que nos dejara sus libros en depósito al 50% y cuando necesitaban dinero, les dábamos el saldo que tenían en libros”. ‘La Templanza’ ha cambiado de local varias veces: ahora habita una recoleta esquina, muy cerca del castillo. Durante todo el año encontrarás libros a 3 euros y en invierno, conciertos cada fin de semana con músicos de todo el mundo. También puedes hacerte socio por 24 euros al año.
En esta tienda familiar tan peculiar, especializada en tomates, tienen más de diez variedades que cultivan ellos mismos en Alcanar (Tarragona): corazón de buey, rosa de Barbastro, liguria, serengue o negro morisco. Su filosofía es “del campo a la mesa”, ya que no almacenan los tomates ni los refrigeran artificialmente. Todos son residuo cero: son polinizados con abejorros, no calefactan la planta, no utilizan pesticidas y los cosechan a mano.
Tere París y José Feliu llevan 25 años dedicados a este manjar carmesí, que les ha hecho viajar por el mundo para traer semillas de diferentes variedades. Todo comenzó en Francia, con el corazón de buey, y ahora tienen 14 diferentes, que comienzan a sembrar en enero y, si el clima acompaña, alargan la campaña hasta diciembre para tener producto durante todo el año. El pequeño local de La Casa de los Tomates (Saiz de Carlos, 14) está en el casco antiguo, junto a la Ermita de Santa Anna, pero también envían tomates a toda España. No te vayas sin un bote de su mermelada de tomate.
La filosofía de este espacio gastronómico en forma de tienda y gastrobar de exquisiteces es clara: la mayoría de lo que venden es de cercanía (como máximo, de 50 kilómetros a la redonda). En 2014, David Sanjuan, ingeniero agrónomo con familia de carniceros e interesado por la alimentación gourmet de calidad, creó 'Cinquanta' (Jaume I, 36) para dar a conocer el territorio que rodea Peñíscola desde un prisma gastronómico.
“Es un enclave estratégico y una zona con mucho potencial, porque en 50 kilómetros englobamos zonas tan distintas como el Delta del Ebro (de donde traemos la anguila, el pato o el arroz), la Matarraña turolense (tenemos su jamón D.O. Teruel, olivas o frutos secos) y comarcas castellonenses como la parte montañosa de Els Ports (jamón, cecina, trufa negra o queso artesano de Catí) o el Bajo Maestrazgo (aceite de oliva de la variedad farga, de olivos milenarios).
A 'Cinquanta' se puede ir a beber vinos mediterráneos de la Plana Alta y Alcalatén (Useres, Vilafamés y Benlloch) y a probar productos locales como las anchoas artesanas o los boquerones de Vinaròs, los embutidos trufados y los quesos artesanos valencianos, el membrillo de la Cartuja de Altura o el chocolate de Tortosa, pero también platos como las croquetas morellanas de alcachofa D.O. Benicarló.
Termina el festín con una tisana del Papa Luna: una deliciosa y aromática infusión de hierbas medicinales (semillas de coriandro, anís, hinojo, alcaravea o comino) que se preparó en 1418 para que el pontífice se recuperara de las graves secuelas de un envenenamiento y que ahora se comercializa, basada en la receta farmacéutica medieval, gracias al libro “Tisana del Papa Luna. Polvos medicinales para el pontífice Benedicto XIII”.
Uno de los favoritos de los veraneantes: el Salabre Bar es una de las referencias en la vida nocturna de Peñíscola. Este bar de copas y coctelería está ubicado en un rincón con mucho encanto, en la bajada al bufador y a los pies de la muralla, rodeado de más terrazas donde siempre hay buen ambiente. Aquí podrás probar el agua de Valencia o pedir cualquier cóctel (mojito, caipirinha o piña colada).
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