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Cuenta la leyenda que San Mauro escapaba de la persecución mora en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) remontando un río en una barca de piedra cuando la providencia fue dejando a su paso piedras que impidieron que le diesen alcance. Esa vía de escape se conoce hoy como ‘Río das Pedras’ y se ha convertido en lugar de peregrinaje, pero no por motivos religiosos o místicos, sino mucho más terrenales. Llegan a él aquellos que, cada verano, buscan darse un chapuzón en sus piscinas naturales y, como recompensa, encuentran un paraje idílico entre saltos de agua, pozas y vegetación frondosa.
El premio bien vale el esfuerzo que supone llegar. Y es que los vehículos deben quedar en el lugar de Aldea Vella y, desde allí, toca adentrarse a pie, a través de una ruta de senderismo debidamente señalizada. Empieza por una pista de hormigón, pero pronto se convierte en un sendero de tierra y, por momentos, se estrecha, haciendo del recorrido parte de la experiencia de inmersión en la naturaleza, pero también que no sea apto para todos los públicos.
A medida que avanza el sendero, el sonido de las cascadas y del fluir del río acompañan al caminante mientras se empapa de la naturaleza más pura, puro verde Galicia entre plantaciones de pinos y eucaliptos, y se preparara para lo que está por llegar, un sinfín de pozas -que ni siquiera se han contabilizado- y que el río, los saltos de agua y las cascadas han esculpido a través de los años.
Desde el inicio de la ruta, en el aparcamiento de Aldea Vella, habrá pequeñas propinas antes de la bucólica meta. Además de pequeños molinos y los restos de una antigua calzada romana, por su hermosura destaca el puente de origen medieval de San Xoán de A Misarela, del siglo XV, en el que confluyen los ríos San Xoán y Barbanza para dar lugar al Río das Pedras.
A poca distancia del puente, visita obligada resulta el yacimiento arqueológico de San Xoán da Misarela, los restos del convento franciscano que, según la leyenda, fundó San Mauro cuando logró esquivar a los moros gracias a los cantos rodados, y que, según atestiguan vestigios históricos, data del siglo XIV y fue uno de los primeros cenáculos de los franciscanos en Galicia y Portugal.
El yacimiento arqueológico, por sí mismo, ya merece una visita, pero aún hay más: un petroglifo cruciforme y los restos de la mística barca de piedra con la que el Santo remontó el río, una de las piedras más singulares de la zona, de gran tamaño y forma singular recordando a un barco.
Remontando río arriba, se alcanzan los saltos y cascadas, que desembocan en las primeras piscinas naturales en las que darse el primer chapuzón y descansar al sol sobre grandes rocas. Es este el final del camino para los menos aventureros, pero aquellos que quieran completar la pericia, podrá ir ganando altura y descubrir las pozas más escondidas y salvajes. Pero, ojo, la dificultad va en aumento y, en algunos tramos, necesitará incluso usar las manos para subir.
La mayoría de estas pozas tan solo están bautizadas por los lugareños, que guardan para sí el secreto de las piscinas de mayor encanto y belleza, pero el boca a boca ha permitido ir descubriendo secretos como la conocida como ‘Las Tuberías’ en las que se logra un efecto spa, que simula a los chorros de los balnearios más sofisticados; o ‘Los Toboganes’, la preferida para quienes disfrutan deslizándose hasta el agua por toboganes naturales de piedra.
Famosa es la conocida como ‘O Demo’, de gran tamaño y profundidad que recuerda a la forma de un demonio y una de las más anheladas por la juventud local es ‘Pozo Negro’, de la que las leyendas dicen que brotaban monstruos porque no tiene fondo y que ahora es la más demandada para tirarse desde las alturas.
El recorrido puede hacerse por cuenta propia y hay quienes lo usan para hacer trail, trekking, carreras de montaña o barranquismo, pero, durante el verano, el ayuntamiento también organiza visitas guiadas. Por 15 euros, incluyen un traslado en autobús desde el centro de A Pobra al punto de partido, en Aldea Vella, y ofrecen una experiencia de tres horas y dos kilómetros. Es necesaria la inscripción previa y salen el 26 de julio y los días 9 y 23 de agosto. En 2024, por primera vez, se estrena un autobús lanzadera al Río das Pedras en agosto que busca evitar el colapso que cada verano invade la zona en los días centrales del verano y supone una opción a medio camino entre la visita por libre y la municipal.
Sara Sánchez, responsable de la oficina de turismo local, recomienda no seguir esta ruta a menores de 12 años e insiste en que tiene dificultad media-alta y, antes de emprenderla, conviene adoptar precauciones, como ir con calzado adecuado que sujete el pie -nada de chanclas para evitar resbalar en las piedras esculpidas por el agua-, tener la seguridad siempre muy presente y llevar todo lo que se precise, en especial, agua, pues no hay chiringuito.
Para llegar, se sigue la bautizada como Ruta Subida a la Curota por el Río das Pedras, un recorrido que continúa hasta uno de los miradores con vistas más espectaculares de la comarca del Barbanza, el mirador de A Curota, situado a una altitud de 512 metros y que alcanza una panorámica inolvidable sobre la ría de Arousa que, en los días claros, alcanza a ver las islas Ons, Cíes y Sálvora, todas las del Parque Nacional de las Islas Atlánticas.
Desde lo alto podrás vislumbrar todas las poblaciones de las dos orillas de la Ría de Arousa, convenientemente explicadas por un panel; observar los polígonos de bateas característicos de Galicia; y alcanzar con la mirada el Parque Natural de Corrubedo, todos los faros de la zona -Corrubedo, Sálvora, A Illa de Arousa…- e incluso hasta Fisterra.
Este mirador y las piscinas del Río das Pedras se convierten, cada verano, en lugar de esparcimiento de la población local y visita inexcusable de visitantes que escogen el Barbanza como su destino estival. Hay otros miradores, como A Pedra da Moura, al pie del mar; paseos marítimos y fluviales, pazos, iglesias, yacimientos arqueológicos, el Museo de Valle Inclán y playas paradisíacas, pero, tal y como recuerda Sara Sánchez, son estas pozas “lo que más nos diferencia; piscinas como las nuestras no las hay en ningún ayuntamiento”.
Aunque los más cinéfilos buscan simplemente conocer el río sobre el que, en sueños, vuela Ramón Sampedro en la película Mar Adentro, en Barbanza, la mayoría llegan anhelando contacto con la naturaleza y disfrutar de un espacio diferente que ofrece opción de un baño refrescante al tiempo que una ruta de senderismo, píldoras de leyendas e historia, arqueología y elementos etnográficos. “Reúne muchas características que lo hacen diferente y especial” y una palabra que lo engloba todo: “Espectacularidad”.
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