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Se acabaron las carreras, las idas y las venidas. En estas islas españolas la prisa no es bienvenida. Aterriza en ellas, tómate tu tiempo para descargar todo el estrés y gradualmente, vete mimetizando con el entorno.
Da rienda suelta al bello arte de no hacer nada, pasando las horas muertas en calas solo para ti, como en Formentera, revolcándote por la fina arena hasta que caiga el sol; remojándote en aguas cristalinas como las de estas cinco calas ibicencas, y desparramándote en playas escondidas de Tenerife, como la playa Benijo, en Anaga.
Pierde la mirada en el horizonte, en un mar de nubes que te esperan al subir al Macizo de Anaga, al norte de Tenerife. Recorre sus senderos, disfruta de la estampa de esas chimeneas volcánicas llamadas roques y sus acantilados, y remata el plan comiendo carne de canguro en el restaurante 'Historias para no dormir'. Disfruta de la sensación de tocar el cielo con tus manos en el Bosque de los Tilos, en La Palma. Y en general, absorbe la energía de la naturaleza en estado primitivo en todos estos parajes de aspecto mitológico y mágico como el Parque Nacional de Garajonay y, en general, la isla de la Gomera en su totalidad.
Olvídate del resto del mundo y zambúllete en estos pequeños universos isleños, antaño encerrados en sí mismos, que han sido desde laboratorios de arte y de ideas como el Lanzarote de César Manrique, a refugios de la fama con sedes míticas como el Hotel 'Pikes', en Sant Antoni de Portmani, Ibiza.
Por no hablar de la función de las islas como lugares de inspiración (Saramago recorría Lanzarote como si fuera un cuerpo), o de bohemia para personalidades y artistas del Reino Unido, fuertemente vinculados a la historia de Tenerife, y en la que han dejado su rastro british, sobre todo, en el Puerto de la Cruz.
También estas islas jugaron su papel de espacios para el destierro. Si no, que se lo pregunten al primer nudista de Fuerteventura, Miguel de Unamuno, o por qué no, a los primeros moradores que hace unos 2.600 años habitaban las casas cuevas que hoy salpican las montañas de Artenara, en Gran Canaria.
Duerme a pierna suelta, sin despertador que valga, a sabiendas de que no hay compromisos ni horarios ni nada que te moleste. Sobre todo, hazlo en camas como las del Hotel 'Hacienda del Buen Suceso', en las que al despertar sigas durmiendo el sueño canario rodeado de plataneras. O déjate querer en alguno de estos hoteles irresistibles de Palma de Mallorca, donde al abrir los ojos dirás aquello de: "La playa puede esperar". Y si la dulce espera se desarrolla en coquetos hoteles art deco ibicencos, rodeados de detalles que nos narran historias de las celebrities que también allí se hospedaron, con un grato servicio, ya no nos faltará nada.
Sáltate todos los regímenes porque sería un pecado pasar por la isla de Tenerife y no acercarte a playa San Juan, donde tiene su base de operaciones el pastelero revelación de Madrid Fusión 2018, Alexis García, en '100% pan y pastelería' que combina como pocos fruta y chocolate.
Olvídate del coche y recorre el territorio a pie llenándote la mirada lentamente con pintorescos balcones y escalinatas como las de Santa Cruz de la Palma. A lo sumo, desplázate en bici para transitar La Graciosa, por carreteras de tierra que conectan playas y atardeceres, o en moto por Menorca para disfrutar de todos los contrastes en un solo día mientras aspiramos el salitre Mediterráneo.
Y bueno, se acepta coche si el objetivo es llegar a lugares concretos para hacer turismo 'gastro' por la isla de Fuerteventura o deambular sin más propósito que echar una ojeada (y comprar alguna cosita) en el Mercadillo hippie de las Dalias, en Ibiza.
Sal de este aislamiento curativo solo para comer aprovechando que estás allí para descubrir por qué este año restaurantes como 'San Sebastián 57' o 'La Gaia' en Ibiza, con su cocina japo-peruana-mediterránea, han sido merecedores de Soles Repsol. Y no dudes en darte un merecido homenaje probando las mil y una caras de la langosta en Sa Llagosta, en pleno puerto de Fornells en Menorca.
Siéntete un isleño más cantando y bailando en las romerías de Tenerife, comiendo en sus guachinches, bebiendo ron de Arehucas producido al norte de la isla de Gran Canaria, dándote un baño de multitudes y caballos dando saltos en la festividad de los jaleos de Menorca. Y si te cansas del gofio canario y las papas arrugás, súbete al carro de restaurantes como 'Qué Leche', en Las Palmas de Gran Canaria, que apuestan por ofrecer otros conceptos en la isla.
Brinda por todo lo bueno que te depara la vida, y hazlo con caldos locales, vinos de las islas que te romperán los esquemas. Para empaparlos, nada mejor que producto nativo de lo mejorcito, empezando por sus quesos, como el de cabra Montesdeoca, originario de La Palma, el Flor de Guía de Gran Canaria, de ovejas autóctonas canarias y galardonado como el mejor del archipiélago en 2017, o el de Maó y no te olvides de acercarte al mercado local más próximo, como el Mercat de Peix de Menorca, y charlar con los payeses menorquines sobre sobrasadas gigantes, panes artesanos, quesos, frutas y verduras cultivadas a la manera de siempre.
Mueve el cuerpo, estírate, corre, salta, practica actividades deportivas que no has probado nunca, en lugares como Playa Blanca, en Fuerteventura… Atrévete con el surf en auténticos paraísos como La Caleta, en Lanzarote.
Porque, igual, al final, resulta que te conviertes en uno de esos que llaman ‘hijos adoptivos’ de las islas. No serás el primero que deja aquí su corazoncito hasta el verano que viene.
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