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Solo en la pequeña isla de La Palma, alrededor de 12.000 personas viven de forma directa e indirecta del plátano, según datos de Asprocan, la Confederación Canaria de Empresarios. Es la segunda isla después de Tenerife con más hectáreas (2.754) dedicadas a esta fruta. Te darás cuenta de la importancia que tiene este cultivo para los palmeros desde el momento en el que aterrices en la isla. Las plataneras rodean el aeropuerto, se enclavan en las terrazas de las colinas, llegan hasta los mismos acantilados e incluso crecen en el interior de los barrancos. Para observarlo todo de un solo vistazo, lo mejor es subir a las alturas, hasta los miradores naturales que nos regala la propia isla.
El del Time, en Tijarafe, es uno de los más espectaculares. Desde su terraza se divisa muy bien el valle de Aridane –uno de los más fértiles– con Los Llanos y su gran avenida, el pequeño pueblo de Tazacorte, el Barranco de las Angustias –por donde desagua la Caldera de Taburiente– y parte de la costa. En días despejados se ve incluso la isla de El Hierro. Y todo rodeado de una alfombra verde de plataneras. También en la zona de Tazacorte está el Mirador de las Hoyas, otra parada imprescindible que nos lleva al km 7,8 de la carretera LP-213.
Cruzando el "túnel del tiempo", al otro lado de la isla, el Mirador de San Bartolo y el puente de los Tilos son otros referentes para observar a vista de pájaro el paisaje verde de la Isla Bonita. Para captar la mejor panorámica, asómate justo donde está la iglesia del municipio de San Andrés, en Los Sauces, y verás frente a ti el puente que se levanta sobre el Barranco del Agua, considerado el más largo de Europa de un solo arco. Subiendo por esa misma carretera, hacia la montaña, se llega al conocido mirador del Salto del Enamorado, otro balcón que nos regala hermosas vistas de los paisajes de la isla. Y este va con leyenda incluida...
Con la visión global de las plataneras aún en la retina, el siguiente paso para nuestro "romance platanero" es bajar de las alturas y pisar una de las fincas acompañados de uno de sus agricultores. Resulta de lo más curioso escuchar los detalles de cómo cultivan el plátano canario: descubrirás que las plataneras no son árboles, sino hierbas; que caminan en círculos, que tienen corbata e incluso que se les puede hacer una cesárea. En la isla todas las plataneras son propiedad privada: una de las más conocidas es la del diseñador Manolo Blahnik, padre del zapato moderno, cuya finca puede verse desde la carretera camino a Santa Cruz de la Palma.
Para poder visitar una finca privada (la de Blahnik seguramente sea casi imposible), se pueden gestionar los permisos a través de ASPROCAN. Otra opción es reservar la visita en una plantación abierta al turismo, como ocurre con la finca ecológica Platanológico, situada en los Llanos de Aridane, al sur de la isla. Además de hacer un paseo guiado por todo el terreno, ofrecen degustaciones en torno a la fruta rey: el plátano.
Si te pica la curiosidad por saber cómo se lleva a cabo el empaquetado de los plátanos, puedes visitar alguna de las cooperativas agrícolas donde hacen todo el proceso: desde la llegada de las piñas, al corte de las manos, su clasificación en tres categorías diferentes y su posterior envasado antes de partir hacia la península o países como Suiza o Marruecos, donde tienen gran demanda. Hay empaquetadores en seis zonas de la isla: Puntalla, Barlovento-Los Sauces, Las Breñas-Mazo, Fuencaliente, Valle de Aridane y Tijarafe-Puntagorda.
En el pueblo de Tazacorte, en pleno Barrio del Charco, se halla el único museo de toda Europa dedicado al plátano. Ocupa una antigua casa canaria de dos plantas llena de carteles explicativos y viejos utensilios relacionados con el cultivo y el transporte de esta fruta, como los cuños que se usaban en los almacenes para marcar los paquetes a exportar, las fumigadoras alemanas de los años 50 utilizadas para combatir las plagas o las básculas antiguas que pesaban la mercancía antes de embarcar. También exponen diferentes objetos artesanos hechos con fibras procedentes de las hojas de la platanera. Todo un arte.
Paseando por las salas del museo, descubrirás cosas como que el plátano es originario de Malasia, que Alejandro Magno lo probó por primera vez durante sus campañas militares a la India en el año 327 a. C. y que fueron los navegantes portugueses los que trajeron esta fruta a las Islas Canarias desde Nueva Guinea, allá por el año 1402.
También cuentan que el plátano es el cuarto cultivo más importante del mundo (después del arroz, el trigo y el maíz) y que sus beneficios para la salud son incontables: es un poderoso antioxidante, un gran aliado del estado de ánimo y un revitalizador cerebral, además de ayudar al crecimiento del cabello y a mantener una piel radiante, entre otras muchas virtudes. Hasta para la resaca es bueno.
Las explicaciones también profundizan en las diferentes fases del cultivo, las plagas que le amenazan y los tipos de plataneras que existen, como la Gran Enana, muy típica de la Palma, y que llega a medir casi el doble que una platanera normal, a pesar de que su nombre nos haga pensar en lo contrario. En definitiva, todo lo que siempre quisiste saber sobre el plátano de Canarias está en este museo. La visita es breve, no lleva más de una hora, y el precio de la entrada es de 2 euros. No olvides asomarte por su balcón, las vistas del entorno son otro aliciente para venir hasta aquí.
Sería un pecado mortal marcharte de la isla sin comerte un plátano. Indudablemente aquí, esta fruta, que cuenta con el reconomiento europeo de Indicación Geográfica Protegida, sabe mucho mejor. Puedes probar uno maduro recién cogido del árbol en algún mercado histórico como el de Santa Cruz (en las plantaciones es más difícil, ya que suelen cortarlos verdes para su exportación) o acudir a uno de los restaurantes donde esta fruta tiene siempre presencia en los recetarios. Y no solo en los postres.
Uno de ellos es 'Casa Osmunda' (Recomendado por Guía Repsol), en la Breña Alta. En esta casa típica canaria que antiguamente fue aljibe y parada de descanso de los comerciantes que se movían entre la localidad de Los Llanos y Santa Cruz de la Palma, preparan bombones de plátano y foie caramelizado, tartar de aguacate y gambas con crujiente de macho verde y un chutney de plátano para acompañar a su conejo hecho a baja temperatura.
Al otro lado de la isla, en Tazacorte, el chef José Alberto Díaz, que trabajó durante 11 años en el 'Rincón de Moraga', dirige desde diciembre el restaurante 'El Sitio' (1 Sol Guía Repsol), cuya carta incluye desde una crema de plátano canario con cilantro y cúrcuma a un contundente strudel relleno de plátano con un toque de chocolate, nata y cardamomo. También elabora bizcochos, helados y mermeladas caseras con los plátanos que le da la propia finca en la que se encuentra.
Para culminar la experiencia con el mundo del plátano, no hay mejor plan que dormir entre ellos. Alojamientos como la 'Hacienda de Abajo', en Tazacorte; o la finca 'Arminda', en Villa de Mazo son muy buenas opciones para que lo primero que veas por la mañana al levantarte sea una platanera. El primer alojamiento es una antigua finca latifundista del siglo XVI convertida en un hotel-museo.
En sus salas, habitaciones y pasillos se exponen 1.300 obras de arte, la mayoría del siglo XVII. Tapices flamencos, jarrones orientales, esculturas chinas del siglo VII, mesas de mármol de Carrara e incluso un antiguo secadero de cochinilla son algunas de sus piezas más notables. Sus 32 habitaciones están rodeadas de plataneras y otras especies que forman su jardín de rarezas botánicas, dominio de los papazules, como llaman allí a las lagartijas que campan a sus anchas. Dicen que aquí, en esta misma finca, se plantó la primera platanera de La Palma.
Volvemos a cruzar el "túnel del tiempo" para pernoctar en la 'Finca Arminda', a nueve kilómetros de Santa Cruz. Un pequeño hotel instalado en una antigua casa isleña del siglo XVIII con vistas al mar y a un jardín tropical. Sus cinco habitaciones con decoración de época se reparten en torno a un patio con piscina donde doña Arminda y su hija Carmen hacen de excelentes anfitrionas para que sus huéspedes se sientan como en casa. Y lo consiguen. Los desayunos en el porche con vistas al mar son inolvidables. Lo mismo que observar las estrellas cuando cae el sol. Los precios por noche son a partir de 85 euros con desayuno.