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Vic sorprende por sus contrastes: aquí conviven tradición y modernidad, la herencia del mundo rural con un enfoque más cosmopolita, o la tranquilidad propia de una ciudad pequeña y la animación festiva que le confieren sus múltiples ferias y mercados. Su patrimonio es uno de los principales reclamos, pero también su atractivo comercial con tiendas familiares y muy especializadas. Recorremos Vic para descubrir qué ver, qué hacer y qué comer en la capital de la comarca barcelonesa de Osona en 7 planes:
En su entramado urbano, de origen medieval y creado sobre una ciudad romana, destacan, en la parte baja del centro histórico y cerca del río, el Templo Romano, el monumento más antiguo de Vic: ¡fue construido en el siglo I! Lo curioso es que estuvo oculto durante siglos, ya que formaba parte del castillo medieval de los Montcada, erigido a finales del siglo XI, y se recuperó a partir de 1882, cuando se derribo el antiguo edificio que ocupaba la residencia del veguer, sede de la Curia Reial, granero de la ciudad y prisión.
La catedral de Vic, de estilo neoclásico, fue fundada en el siglo XI y también merece una visita. Allí podrás contemplar la cripta y el campanario románico de aquella época, y admirar el claustro gótico, del siglo XIV, o el retablo de alabastro de Pere Oller. De la época barroca sobresale la capilla dedicada al santo Bernat Calbó. Cuando recorras Vic a pie también descubrirás iglesias, conventos, puentes, casas señoriales o restos de castillos y murallas que te contarán una historia con más de dos mil años de antigüedad.
Un mercado popular ocupa la bella plaza Mayor de Vic todos los martes y sábados. ¿El plan? Pasear entre sus puestos para descubrir los productos de la comarca, charlar con los vendedores locales para conocer más acerca de sus cultivos y aprender a elegir las mejores trufas. El mercado es una muestra más del dinamismo comercial de Vic, que tradicionalmente ha sido reconocida como “ciudad de ferias”.
La Plaza Mayor, también llamada Plaza del Mercado por este motivo, es el epicentro de la vida en la ciudad y está rodeada por edificios de diferentes épocas y estilos, como el Casino. Al llegar a ella, puede que te sorprenda que el centro de la plaza no ha sido nunca empedrado ni asfaltado, lo que le ha permitido conservar su esencia a lo largo de los siglos y convertirse en una de las más singulares de Cataluña.
Entrar en ‘Casa Riera Ordeix’ es como hacer un viaje en el tiempo. Joaquín Comella Riera es la sexta generación de un negocio familiar que lleva 170 años elaborando el icónico salchichón de Vic de cerdo blanco de la zona, que cuenta con Indicación Geográfica Protegida (I.G.P.), tan conocido fuera de nuestras fronteras. La misma familia, en el mismo edificio -en la llamada antiguamente Plaza de los Cerdos, porque aquí se organizaba el mercado de animales- y el mismo producto: lo de ‘Casa Riera’ es un rara avis porque es la única -y última- que queda de las más de 30 fábricas que hubo en su día.
Hace más de 100 años ya exportaban a las principales colonias españolas -“antes los salchichones se iban secando en el camino”, nos cuentan-. En 1906 crearon el departamento de exportaciones y ahora, en pleno siglo XXI, ya venden hasta a Hong Kong y están en las mejores tiendas y galerías comerciales de las capitales europeas.
Las cuatro plantas del edificio, donde siguen curando los salchichones -unos 1.500 en cada una-, impresionan: suelos y secaderos siguen siendo de la misma madera que en 1852. Aquí están colgados entre tres y seis meses, secándose con la temperatura ambiente de Vic, que es uno de sus secretos. “Cuanto más lento es el proceso, mejor”, nos explica su director comercial. Cada pieza la cepillan una vez al mes, una por una. Al final del proceso, que personalizan en función de su cliente -cada uno quiere un tipo de curación-, envuelven cada uno en papel, lo que le da un aspecto muy cualitativo. Sus números también sorprenden: “hacemos unas 60.000 piezas al año, que es la producción de un día de una fábrica normal”.
Desde hace más de 100 años también utilizan la trufa de la comarca para elaborar una variedad trufada: “añadimos un 1 % de trufa, le quitamos la pimienta y, por supuesto, no lleva aroma”. Esta fábrica-museo es algo único, igual que lo es la tradición arraigada que perpetúa la existencia del salchichón de Vic sin aditivos y elaborado de manera artesanal.
A 14 kilómetros de Vic, en Manlleu, está ‘Thymus’, un restaurante de obligada visita para descubrir la zona desde un enfoque gastronómico. Es el proyecto más reciente del cocinero Jordi Coromina, propietario también de ‘L’Horta’ (Recomendado por Guía Repsol), en Tavertet, del que todo el mundo habla en la comarca como templo gastronómico que honra a las verduras.
En ‘Thymus’ despliega una cocina ágil y actual a través de un menú del día donde los vegetales son los reyes: col, alcachofa, apionabo o zanahoria blanca aquí no son meras guarniciones o acompañantes, sino que desempeñan un papel principal. Jordi, además, juega con los encurtidos y los fermentados, por eso en su menú probarás cosas como el chucrut de lombarda, el kimchi, el nukazuke o el jamón-koji, porque, aunque apuesta por lo vegetal, también incluye algo de proteína animal en sus platos.
En el vaso, su kombucha de limón, menta o tomillo, que elabora bajo su propia marca: Enso. “Usamos técnicas de fermentación que conservan y amplifican las propiedades de los alimentos. En el Cabrerès, al norte de Osona, cultivamos la mayor parte de las hierbas y hortalizas que utilizamos en nuestros productos. Nuestra visión se basa en el máximo respeto por las características físicas y organolépticas de cada producto y por eso no pasteurizamos ni filtramos nada para que estos se expresen libremente”. Jordi tiene claro su enfoque: la naturalidad y la proximidad desde la veneración hacia lo que nos da la tierra, eso es lo que muestra en ‘Thymus’.
Cuando visites Vic, es imprescindible que reserves unas horas para perderte sin prisas por sus callejuelas y entrar en todas las singulares tiendas que te llamen la atención: librerías, queserías, charcuterías o pastelerías. Nosotros hemos seleccionado varias, pero nuestro consejo es que te dejes llevar.
Charcutería ‘Can Vilada’
Es uno de los negocios familiares con más tradición del centro histórico de la localidad. Aquí podrás comprar embutido tradicional catalán, el cual elaboran de manera artesanal. David Riera, la quinta generación de una estirpe que comenzó en 1830 con ‘Can Vilada’, nos recomienda probar sus embutidos curados como salchichón, fuet, jamón de pato o cabeza de lomo, y embutidos cocidos como su botifarra d’ou, la rellena de setas y trufa, u oreja de cerdo.
Pastelería ‘Forn de Sant Miquel’
En la Plaza Mayor, bajo los soportales, encontramos esta emblemática y centenaria pastelería, que data de 1913, donde podemos comprar uno de los dulces más típicos de Vic: pa de pessic (pan de pellizco en castellano), un bizcocho esponjoso de textura suave que se vende de manera individual, como si fuera una magdalena. Es tal la fama de este goloso capricho que incluso el nombre figura en la fachada del obrador de ‘Forn de Sant Miquel’.
‘Antiga Vilanova’
Es otra de las tiendas históricas de Vic: se tiene constancia fehaciente de que existe desde 1842. “La fundó el tío de mi abuela y, ya en sus inicios, se vendían velas, vino y formas para las misas, frutos secos, harina o arroz”, nos cuenta Nuria Coll Santanach, la actual propietaria junto a su marido, Juan Ramón Ron Rouco. Este antiguo colmado, que vendía todo lo que el clero necesitaba, sigue manteniendo su esencia, aunque cuando hace unas décadas nacieron los supermercados, no les quedó más remedio que especializarse. “Empezamos a ofrecer producto más gourmet y seleccionado: conservas, embutidos de la zona como longaniza de montaña de Organyà, piñón del Montseny, chocolate…”. También tienen una gran variedad de productos italianos.
Quesería ‘La Caseïna’
Bruno Cabral es de origen brasileño, pero llegó a España por primera vez en 2004. De padre maestro y carpintero y madre arquitecta, lleva la cultura en los genes. Empezó fregando platos en un restaurante de Barcelona, pero pronto decidió estudiar cocina y empezó a trabajar hasta que el destino le llevó hasta Vila Viniteca: allí es donde se enamoró del queso. Muchos cursos y libros después, gracias a la recomendación de Eva Vila, abrió la primera tienda de quesos especializados de Brasil en Sao Paulo, pero a los cinco años decidió volver a Cataluña.
Fue en 2019 cuando creó ‘La Caseïna’ en Vic, una quesería con enfoque local. “Quería apoyar a esos productores que respetan las tradiciones y el medio ambiente”. Aquí encontrarás casi un centenar de quesos artesanos catalanes (un 90 % de su propuesta lo son), tanto de leche cruda como pasteurizada y también para vegetarianos. Para iniciarnos en la diversidad quesera de Cataluña, nos recomienda el queso azul Glauc, de una nanoquesería de La Garrotxa llamada ‘Xauxa’; El Prior de Lluçà (“más afrancesado, recubierto de ceniza de carbón vegetal”) y el ‘Tou del Lluçanès’, un queso en forma de torta para untar.
Bruno, que es jurado de los World Cheese Awards desde 2013 y de otros concursos tanto en Brasil como en Cataluña, también tiene en ‘La Caseïna’ algunos quesos seleccionados por él de otras zonas como Huesca, País Vasco, Comunidad Valenciana, Navarra, Galicia o Cantabria, y otros manjares como mermeladas, mieles, aceites de oliva, sidras, vinos, yogures, mantequilla o cervezas -otra de sus especialidades-, que llenan sus estanterías y neveras.
Divertido y desenfadado, ‘El Gravat’ es uno de esos bares de tapas creativas que sorprenden por su originalidad y calidad. Nada más entrar ya te sientes como en casa, porque todo el mundo que está sentado en sus mesas tiene la misma sensación… y se nota. Su cocina es moderna, pero con las raíces en la comarca: taco de pollo asado con trufa, pasta fresca con guisantes y trufa, serviola con mantequilla de trufa y rúcula y, de postre, pan con chocolate, aceite y sal son algunos de los platos que podrás probar y compartir.
Uno de los rincones más mágicos de Vic es este, el colofón a un plan perfecto para despedirnos de la ciudad catalana después de un intenso día. Su agradable y tranquila terraza es idónea para la hora del aperitivo y, el interior de la vermutería, para una cita poco antes de la medianoche. Su extensísima carta de vermús -tienen más de sesenta referencias- es muy apetecible, pero aún más sus recomendaciones, que te personalizan en función de tus gustos.
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