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Alejadas de grandes núcleos urbanos, alejadas de cualquier rastro de polución, estas playas aún permanecen intactas y todavía hoy reciben la visita de cetáceos, delfines y hasta calamares gigantes. Los días soleados sus aguas adquieren un color afrodisíaco, que vira del azul turquesa al verde esmeralda, dependiendo de la profundidad.
Son kilométricas. Son Parque Natural. Son Reserva Natural del Surf. Son las playas de Merón y Oyambre. Tienen arena dorada, finísima y de agradable textura. Están coronadas por los Picos de Europa, que se alzan como colosos, con el característico Naranjo de Bulnes como jefe y señor. Por la presión de los ecologistas y por un milagro de Dios, se han librado hasta la fecha del ansia de los especuladores. De momento, todavía hoy, aparecen intactas, sin edificaciones ni amenazas a la vista. Solo algunas pequeñas casas salpican el entorno, como pidiendo permiso y sin molestar.
Dividas por el bello Cabo de Oyambre, ofrecen dos orientaciones: la playa de Merón mira al Oeste y la playa de Oyambre al Este. Este dato no es baladí porque nos permite escoger una u otra en función de los vientos predominantes. Si atiza el gallego –como se conoce aquí al viento Oeste– siempre encontraremos refugio en Oyambre y si por el contrario pega el francés –viento del Este– lo mejor será desplegar nuestro campamento playero en la playa de Merón.
Esta misma orientación influye en las vistas. Mientras que la playa de Merón nos permite observar toda la costa hasta perderse en Asturias, la playa de Oyambre nos ofrece unas envidiables vistas del pueblo de Trasvía, la Universidad Pontificia de Comillas, y kilómetros de acantilados hasta que nuestra mirada se topa con Punta Blanca, en Suances. Disfrutar del atardecer desde Merón es un experiencia estética y mística, mientras que ver amanecer desde Oyambre garantiza optimismo y felicidad para todo el día.
La playa de Merón más que una playa es un playón: con 3,5 kilómetros de longitud, invita a dar grandes paseos por la orilla. La zona cercana a San Vicente de la Barquera es el tramo más popular y masificado. Mientras que en su la zona oriental encontraremos amplios espacios de arena blanca casi desiertos aunque sea en pleno agosto. También nos alejaremos de los comercios playeros y comprar una botella de agua puede ser una misión imposible. Por eso conviene ir pertrechados para todo el día, tortilla de patata incluida.
La playa de Oyambre tiene una longitud de 1,8 kilómetros, que se extienden desde la ría de La Rabia hasta el Cabo de Oyambre. Aquí aterrizó en 1929 el Pájaro Amarillo, el segundo avión que completó un vuelo transoceánico. Alzó su vuelo en Maine (EE UU) con el objetivo de alcanzar París. Un gasto extra de combustible debido a la presencia de un polizón provocó que este arenal se convirtiera en improvisada pista de aterrizaje. En su extremo occidental, Oyambre esconde una playa nudista, poco frecuentada y espectacular, con lastras blancas en el fondo que tiñen sus aguas de un maravilloso color turquesa.
La playa de la Fuente o 'La Nuclear' ocupa una coqueta ensenada, situada en los acantilados de Santillán en San Vicente de la Barquera, estuvo a punto de convertirse en una central nuclear a finales de la década de los setenta del siglo pasado. La acción popular evitó que estos acantilados vírgenes alojaran una central nuclear refrigerada por el mar Cantábrico. Hoy esta playita guarda una cicatriz en forma de herradura, fruto de las exploraciones previas para construir la central. Reconforta darse un paseo por esta costa virgen para comprobar que no ocurrió. Es una playa íntima, recogida y coqueta, con muy poca afluencia de publico, incluso en agosto –excepto los fines de semana–. Hay que ir cuando la marea comienza a bajar para poder disfrutarla en todo su esplendor. No cuenta con ningún tipo de servicio: ni chiringuito, ni socorristas, así que es mejor llevar nuestro propio avituallamiento y ser muy prudentes a la hora de bañarse en sus aguas abiertas hacia el mar cantábrico.
Berellín es una de las joyas de Cantabria. Única e irrepetible, el mar se funde con los prados verdes en la pleamar. Es recomendable consultar el horario de las mareas: en marea alta, apenas nos queda un pequeño tramo de arena para dejar la toalla y el aforo se reduce notablemente. Sin embargo, cuando la marea comienza a bajar, la playa se extiende hacia el mar y entre los diversos vericuetos que forman sus rocas kársticas, siempre tendremos un buen sitio para disfrutar de esta maravilla de la naturaleza. Es tan pintoresca que tiene un puente natural de roca por el que se cuelan las olas los días que bate la mar.
La playa de El Sable resulta tan espectacular como recóndita. Se trata de un arenal de unos 400 metros, situado en la ría de Tina Menor. Aquí desemboca el río Nansa, a quién Gerardo Diego dedico unos versos: "Y cuando en la Tina vuelcas tu viril sed de venganza, tu querella el mar asume, río mártir, río Nansa". Rodeada por bosques de pinos y eucaliptos, tiene varias cuevas para explorar y se transforma de manera radical con la marea baja o la pleamar. La densa vegetación, sus espectaculares acantilados y los islotes que pueblan la desembocadura del río Nansa nos dan la sensación de que podríamos estar en Canadá o Tailandia. Una playa virgen, casi desierta incluso en el apogeo del mes de agosto. Sus aguas tranquilas, en las que no impacta directamente el oleaje al tratarse de una playa de ría, son perfectas para disfrutar con niños.
Este pueblo es como la aldea de Asterix y Obelix. Tiene su propio universo, una vida desconectada del resto de la costa, un ambiente de familia y felicidad en el que parece que el tiempo se detiene y nadie necesita salir de esta pequeña Arcadia costera. La playa tiene una longitud de 600 metros y una configuración natural muy original: cuenta con un islote –El Castril– enfrente de la misma, que es un tómbolo y en marea baja aparece unido por una lengua de arena que divide la playa en dos. También conocida como playa de Pechón, es un fantástico lugar para disfruta del atardecer. El parking está encima de la playa y para acceder a la misma hay que bajar una cuesta corta pero de fuerte pendiente. En marea baja se une con la vecina playita de Aramal, recogida en una pequeña bahía.
La Franca es la primera playa que nos encontramos en la costa asturiana oriental. Cuenta con una longitud de 260 metros, que en marea baja se amplía al comunicarse con las playas vecinas El Oso y Mendía. Destaca frente a ella la Isla del Castrón de Santiuste, un lugar privilegiado para la pesca y el buceo. Esta playa ofrece también el atractivo de contar en sus inmediaciones con la Cueva de Mazaculos, refugio del hombre prehistórico que dejó su huella en forma de trazos rojos en zig zag. Los indianos construyeron un balneario aquí en el siglo XIX, que hoy es un hotel de cuatro estrellas. La Franca es una playa muy popular y frecuentada por familias en verano. Sus aguas son bastante tranquilas para tratarse del mar cantábrico.
Encajonado entre la Sierra del Cuera y el mar Cantábrico, Buelna es un precioso y pequeño pueblo asturiano que cuenta con dos hitos de la naturaleza. Aparcamos el coche al borde de la Nacional 634 y nos dirigimos caminando hacia el mar. Nos adentramos por un sendero plagado de vegetación, tan densa, que por momentos ni deja pasar los rayos del sol.
En 10 minutos aparecemos en el Monumento Natural del Cobijeru. Nunca has visto nada igual. Se trata de una playa interior, desde la que no se divisa el mar. Es mejor ir coincidiendo con la pleamar para disfrutarla en todo su esplendor. Tiene un espectacular puente de roca, un antiguo molino de mareas, bufones que rugen a golpes de mar… ¿Qué más se puede desear? Pues ya puestos, pediremos una cueva para explorar. Hay que ir con linterna y calzado cómodo. Si seguimos la cueva hasta el final nos asomaremos al mar. Toda una experiencia. Muy cerca del Cobijeru se encuentra la playa de Buelna. Al contemplar sus pequeñas rocas de formación inverosímil pensamos que estamos en otro planeta. Entre todas, destaca el pináculo calcáreo denominado El Picón.
La primera vez que accedes a la Playa de Andrín solo puedes exclamar un ¡guau! Se accede andando desde un aparcamiento situado en un alto y la vista casi cenital es espectacular. Cuenta con un chiringuito sobre la playa perfecto para disfrutar de la bonita panorámica. El oleaje es fuerte y es una playa con mucha afluencia surfera, sobre todo en la modalidad de Bodyboard por la radicalidad de sus olas cuando el mar está embravecido. Tanto es así, que aquí se celebran periódicamente importantes campeonatos de esta modalidad de surfing, que consiste en ir tumbado o de rodillas sobre una pequeña tabla. También fue localización de la película El orfanato (2007) de Juan Antonio Bayona.
La playa Ballota se encuentra al lado de Andrín, ambas playas parecen gemelas. Similares dimensiones, misma orientación y con el islote de Castro Ballota dominando el panorama. Ha sido escenario de películas como El detective y la muerte (1994) de Gonzalo Suárez y Estirpe de tritones (2008) de Julio Suárez. Para ampliar más su atractivo natural cuenta con bufón en su parte occidental, que los días de fuerte marejada impulsa agua de mar hasta 40 metros de altura. Imprescindibles las vistas de esta playa desde el Mirador de La Boriza.
También merece la pena visitar San Antolín, la playa más grande del municipio con 1,2 kilómetros de longitud. Ofrece muy buenas condiciones para el surf. También es perfecta para darse un buen paseo y más si nos animamos a coger el camino que parte de su parte occidental hacia Gulpiyuri, una alucinante playa interior de gran belleza. El mar se cuela por una grieta de los acantilados y aparece en medio de un verde prado. Mágico.
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