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Desde la autopista A-1 llama la atención del viajero la silueta de esta villa de perfil monumental, muestra del pasado esplendoroso de una de las plazas más importantes de toda la corona de Castilla. En la comarca del Arlanza encontramos, sobre el cerro que domina el valle del río homónimo, la localidad de Lerma. Nuestra primera parada.
Este ducado fue antaño uno de los más poderosos del panorama político, cuando la corona se emplazaba en Valladolid. Como si formáramos parte de la corte, nos adentraremos en este entramado de calles elegantes, considerado como uno de los mejor conservados del Barroco español (siglo XVII), diseñado durante los últimos años de los Austrias por arquitectos herrerianos. Paseamos junto a monumentos como el palacio Ducal, hoy Parador Nacional, que preside de forma majestuosa la gran plaza Ducal. Seguimos por la Puerta de la Cárcel, la colegiata de San Pedro, atravesamos su puente medieval y nos asomamos al mirador de los Arcos.
Sin salir de la comarca del Arlanza nos acercamos a Santo Domingo de Silos. Esta es una parada obligada en cualquier ruta que se planifique por la provincia de Burgos. O por toda Castilla y León, en realidad. Buena parte de la culpa la tiene su monasterio.
Hablamos de una de las mayores joyas del Románico español, que se encuentra aquí protegida en este cenobio benedictino, el de Santo Domingo de Silos, construido en el siglo VII y excelentemente conservado hasta el día de hoy. Su mayor tesoro es su claustro románico, principal exponente de este conjunto arquitectónico y artístico, en cuyo interior se recuperaron las llamadas Glosas Silenses, uno de los primeros textos que se conservan en castellano. Hoy, sin embargo, se encuentran en Londres.
La abadía es solo la excusa para venir hasta aquí y su conjunto histórico el pretexto para olvidarse del reloj y recorrer cada rincón de este tranquilo núcleo rural, de apariencia y pasado medieval, donde sobresale su Plaza Mayor y la iglesia de San Pedro. El entorno natural que envuelve el pueblo invita también a explorar paisajes como el desfiladero de la Yecla y a redescubrir los vinos de la Ribera del Duero burgalesa.
Muy cerca de la frontera que separa Castilla y León con Cantabria, en la comarca de Páramos, seguimos el curso del río Ebro, que atraviesa este paisaje kárstico repleto de cuevas. La del Agua es una de las más espectaculares donde acuden los turistas y lugar en el que nace el arroyo que avanza por este pequeño pueblo, de apenas cincuenta habitantes, y se precipita en una gran cascada que recibe al viajero nada más llegar a Orbaneja del Castillo.
Su aislamiento geográfico propició la exquisita conservación de su arquitectura popular, dibujada por edificios de fachadas de piedra y estilo montañés que se reparten por sus calles estrechas y sinuosas. Si no es fin de semana, la visita se convierte en un paseo casi en solitario y en silencio, acompañado por el sonido del agua que varía a cada tramo. Además de la cueva, nos acercamos para descubrir su antiguo molino, hoy reconvertido en un hotel. Cuando asoma el calor, lo ideal es refrescarse en algunas de sus pozas, de aguas claras y limpias.
En la cara sur de la Cordillera Cantábrica se esconde un submundo de kilómetros y kilómetros de cavidades, galerías, valles ciegos, simas y dolinas que esculpen en la roca caliza este laberinto escondido bajo praderas verdes y bosques de hayas y encinas. Hemos llegado a la comarca de Las Merindades. Aquí, Frías aparece como uno de los pueblos más icónicos de Castilla y León, que atrae al visitante desde su poderoso castillo que corona la loma y este municipio de 267 habitantes.
Entre los siglos XII y XV se construyó esta fortaleza, de la cual apenas se conserva su torre del homenaje, que hace de símbolo inconfundible de Frías. Este baluarte ofrece, a su vez, unas vistas privilegiadas de la población y del valle de Tobalina para quien se anima a subir caminando hasta aquí. El resto del pueblo se aferra con dificultad a las laderas del peñasco de La Muela, como un entramado particular de calles retorcidas y casas colgantes. En el casco histórico de Frías encontramos un reducto apacible que conserva con orgullo su plaza con soportales y balcones coloridos y su puente medieval con una torre defensiva.
Esta localidad es conocida como la cuna de Castilla. ¿La razón? En el siglo X, el conde de Castilla, Fernán González, convirtió a Covarrubias en la capital del Infantazgo de Covarrubias y cabeza de uno de los más importantes señoríos monásticos. Recorremos las calles de este conjunto histórico-artístico, declarado así en 1965, de soportales y balconadas cubiertas como seña de identidad de la arquitectura popular de la Edad Media en Castilla.
Un paseo por Covarrubias supone un viaje en el tiempo y en historias de princesas y caballeros. Se cuenta que, en la torre de Doña Urraca, la reina fue encerrada como castigo por sus amores con un pastor. En la capilla de San Olav, de construcción moderna, yace el cuerpo de la princesa Cristina de Noruega, esposa del infante Felipe de Valladolid, hermano de Alfonso X El Sabio. La construcción de esta capilla, situada a las afueras de la ciudad y de estilo escandinavo, se llevó a cabo para tratar de cumplir el sueño de la princesa de erigir un templo en honor al patrón de Noruega. Fundado en 2011, fue el primero de este estilo en España.
La poderosa estatua del Cid Campeador da la bienvenida al viajero que llega a Caleruega. Hablamos de otra villa medieval construida en la cuenca del río Duero, en el siglo I, por la que pasó el héroe de Vivar en su destierro. Sin embargo, buena parte de la fama de Caleruega le viene por ser el lugar de nacimiento de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de los Dominicos.
Este acontecimiento cambiaría los designios de la villa, a la que dotó el santo de gran riqueza patrimonial, entre la que destaca el Conjunto Monumental de Santo Domingo. Este complejo arquitectónico está formado por una serie de edificios religiosos colindantes entre sí. Caleruega es un pueblo de poco más de cuatrocientos habitantes, vertebrado por el río Gromejón, donde llama la atención la iglesia románica de San Sebastián, construida en el siglo XII y el torreón de los Guzmanes.
Si salimos del casco antiguo, descubriremos el Monumento al Labrador, en homenaje a la tradición agrícola que aún se conserva en Caleruega. La Ruta de las Loberas nos lleva al oficio del pastoreo y a la caza de los lobos en la zona, para la que se erigían muros y construcciones circulares para guardar al ganado. A orillas del río Bañuelo descubriremos la bodega subterránea de Alfonso VIII, la más antigua de toda la Ribera del Duero, donde se guardaba en grandes tinajas de barro el vino preferido del rey.
Volvemos al norte y a la comarca de Las Merindades. Ahora entramos en Puentedey, otro de los pueblos que suelen formar parte de la Asociación de Pueblos Más Bonitos de España. Uno descubre por qué nada más encontrarse el puente sobre el río Nela. El esfuerzo del agua por consumir la roca ha ido creando con el paso de los años esta gigantesca pasarela natural de piedra, que protagoniza buena parte de las instantáneas de Puentedey.
Además de cruzar el puente, merece la pena caminar por las callejuelas de esta localidad de tan solo cincuenta habitantes, subir hasta la iglesia de San Pelayo, que preside Puentedey desde el peñasco, o visitar el palacio de Fernández de Brizuela, erigido en el siglo XVI.
Otra diminuta localidad, emplazada en la comarca de la Bureba, al noreste. Aunque la historia de Oña se remonta al Paleolítico, su periodo de mayor importancia llegó con el siglo VII, cuando se construyó su actual estructura como fortín estratégico donde se refugiaría la población cristiana en su camino hacia el norte ante el empuje musulmán.
Dos siglos más tarde, el primer conde independiente de Castilla, Fernán González, le concede sus primeros privilegios y su nieto, Sancho García, crea aquí el condado, donde funda en el año 1011 el monasterio de San Salvador. Esta abadía benedictina pronto se convierte en un importante foco religioso y cultural en todo el reino. Hoy es el principal monumento para visitar en este pueblo situado a los pies de los montes Obarenes y surcado por las aguas del río Oca, que vierte su cauce en el Ebro.
Después de visitar la iglesia abacial y el claustro de los caballeros, descubriremos el casco histórico de Oña, declarado Bien de Interés Cultural en 1999. Entre casas blasonadas encontramos la antigua judería, el hospital de beneficencia de Santa Catalina (siglo XV) o la iglesia de San Juan Bautista, situada en la Plaza del Ayuntamiento y construida entre el siglo XII y el XVI. Justo al lado se yergue la torre de San Juan, que alberga el Museo de la Resina.
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