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Son cinco pueblos de la provincia de León que nos fascinan. Bonitos, sí, pero también diferentes y con historias o leyendas increíbles. Pequeños pero hermosos, Lois, Riaño, Castrillo de los Polvazares, Santa Colomba de Somoza y Peñalba de Santiago te entregan el sentimiento de descubrirlos.
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En León todavía se pueden hacer milagros, como conocer pueblos bonitos pero que sean más que el fondo de un selfie: curiosos y diferentes, alejados del turismo desaforado. Incluso en los meses de verano, este es un viejo reino donde turistear es un lujo, libre de las masificaciones de las costas españolas, si esquivas tres o cuatro poblaciones grandes. En estos territorios abundan pueblos y aldeas donde el sentimiento de aventura en las calles empedradas y medievales te asalta en cualquier rincón; donde destapar culturas de un territorio que encierra una historia tan poderosa, caballeresca y misteriosa que es un auténtico placer para los sentidos.
Aquí te hacemos nuestras recomendaciones, alejándonos de los listados en los que se trata como pueblo a lugares como Ponferrada (65.000 habitantes) o Astorga (11.000 habitantes), demasiados grandes para nosotros. Hoy militamos en la liga de pequeños, diferentes y hermosos.
Vamos de aventura, suponiendo que eres un viajero que desembarca por la península desde el Cantábrico, atravesando los Picos de Europa. La caída sobre el municipio de Crémenes, hasta llegar al pueblecito de Lois, un lugar a 1.200 metros de altura, instalado entre picos y estribaciones montañosas de cuento, donde la naturaleza se regodea con ostentación, es una pasada. Ese paisaje natural está atravesado por la cultura, porque aquí te vas a topar con La Catedral de la Montaña, de mármol rojo y veteado, conocida por desarrollar la Cátedra del Latín, con los métodos de la Universidad de Alcalá. Luego sus casas blasonadas, la Casa del Humo y el sonido del río Dueñas convierten este pueblito escondido en uno de los tesoros del Parque Regional Montaña de Riaño.
Una lección de historia y esperanza. De la tristeza, al renacer bajo la voluntad de los habitantes de unos pueblos que han convertido la memoria de sus casas sumergidas bajo el último pantano enorme de España, en un activo de futuro para las nuevas generaciones. El esfuerzo por conservar su valle, mantener vivas sus costumbres tan importantes, convierten la visita al pueblo de Riaño, el pantano y sus alrededores, repletos de multiaventuras, en una experiencia inolvidable. Y esta vez, esas dos palabras son una realidad, no un anuncio publicitario.
Es la primera parada obligada de la Maragatería, una comarca de León que se mete en las entrañas de quién la patea. Castrillo de los Polvazares es el modelo de la cultura maragata, tan mimado que parece de cuento y del que se pueden escribir todos los tópicos sin temor a equivocarse. A saber: en sus calles se ha parado el tiempo, en sus casas bien cuidadas queda a las claras que hubo maragatos ricos, influyentes y cultos. Y no solo el famoso diputado Cordero (era de Santiago Millas, otra cuna de arrieros de postín) que, según Richard Ford, "se presentó en las Cortes con su traje regional". Castrillo es lo que Santillana del Mar a Cantabria o Pedraza a Segovia, un pueblo para mirar, disfrutando de sus calles y casas teñidas con la tierra ocre y naranja, ese color que da el óxido de hierro y que cambia según la estación de año y el grado de humedad.
Pasear por su calle Real, respirar en la plaza donde se han rodado documentales históricos sobre la Maragatería, o la película La Esfinge Maragata de Concha Espina, sumerge al personal en las viejas leyendas medievales y en otras más recientes, como la apasionante historia de los maragatos, aquellos arrieros que bajaban el oro de los galeones españoles llegados de América -y el café, y la plata y las nuevas especies- desde los puertos de Galicia hasta el centro y el sur de la península. Esto pasaba hace tan solo siglo y medio. Una sugerencia, si vas en fin de semana de verano y Castrillo tiene turistas, acércate a Rabanal del Camino. Delicioso y poco explotado.
Es el pueblo más señorial de la comarca de la Maragateria. En cada esquina destila el poder económico de los maragatos, que se construyeron hermosas casas de piedra con buena sillería y, sobre todo, miradores acristalados que en nada envidian a los de las villas del Cantábrico para un lugar tan chico. Atravesado por el río Turienzo, la parada para tomar un café al otro lado del río y tirar de móvil para la foto al pie de algunas de las esquinas con el mirador pintado de azul, entre añil e índigo, es una delicia. La villa de Santa Colomba de Somoza está integrada desde hace poco tiempo en el Camino de Santiago, en la ruta del Camino Francés y los pueblos del Norte, lo que ha ayudado a reconstruir las casas con cuidado, como morada de peregrinos y turistas. Tiene verdaderos enamorados, que han llegado a escribir que es el Biarritz de la Maragatería.
En cualquier otra selección de pueblos bonitos de León, Peñalba de Santiago hubiera encabezado el ránking casi con toda seguridad. Pero esta belleza de lugar, situado en el corazón de la comarca del Bierzo, es bastante más conocido que los cuatro anteriores. Ostenta el título de uno de los Pueblos Más Bonitos de España. Sus casas y calles, apiñadas y compactas, de pizarra y con las clásicas solanas de madera -balcones voladizos- que ya adelantan lo que serán las tierras asturiana y cántabra, es un ejemplo de arquitectura del Bierzo.
Todas se sitúan alrededor de su iglesia mozárabe. Ahora, cuando las fotos con dron son tan habituales, los gorros negros y grises de su núcleo rural muestran lo importante que era vivir en vecindad en los pueblos de nieves rigurosas y climas fríos. Peñalba y sus alrededores merecen una visita con todos los honores, porque forma parte del increíble Valle del Silencio, donde el pueblo de Montes disputa los títulos de belleza a Peñalba.
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