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¿Un calificativo para Tarazona? ¡Monumental! Por su conjunto histórico plagado de arte y arquitectura. Hay una Casa Consistorial con una fachada desbordada de pinturas murales, la Mezquita de Tórtoles que evoca su pasado musulmán, las Casas Colgadas desafiando a la gravedad o una plaza de toros octogonal que también es patio de viviendas. Pero sobre todo destaca su Catedral de Santa María de la Huerta que resume el largo pasado turiasonense.
Aunque no todo es monumentalidad. También es un lugar divertido, especialmente si se visita a finales de agosto cuando se celebra el Cipotegato o cuando tiene lugar el festival de comedia que recuerda al hijo más ilustre de la localidad: Paco Martínez Soria. Y por supuesto, todo queda a la sombra del Moncayo, cuyo cono casi perfecto es visible durante todo el recorrido del Tarazonica, la vía verde del viejo ferrocarril que llegaba a Tudela, ya en tierras navarras.
También a resguardo del Moncayo queda la localidad de Trasmoz. Menos mal que la cima del Sistema Ibérico protege al pueblo, porque la Iglesia lo dejó desamparado hace mucho. En 1255 quedó excomulgado. Así sigue. Los motivos no están claros pero se funden intereses económicos del vecino Monasterio de Veruela con leyendas sobre brujería. Unas leyendas que inspiraron a Gustavo Adolfo Bécquer durante su estancia en la zona.
Así que si hubiera una lista de pueblos mágicos de Zaragoza, aparecería Trasmoz. Si bien sabemos que las brujas de antaño sabían más de empoderamiento que de magia. Eso queda claro en la Torre del Homenaje del Castillo del Trasmoz, ahora museo de brujería. Por cierto, cada año nombran a una bruja honorífica y la lista crece con mujeres empoderadas como la cantante Carmen París, la actriz Luisa Gavasa o la multimedallista Teresa Perales.
El topónimo no engaña. En Sos nació el Rey Católico, o sea, Fernando II de Aragón. Vino al mundo en el Palacio de Sada que se ubica en la parte alta de la localidad. Pero para ser uno de los pueblos más bonitos de Zaragoza no basta con un palacio y un hijo de renombre. En realidad todo el núcleo histórico es un conjunto de otra época que seduce a turistas y artistas, como por ejemplo a Luis García Berlanga que convirtió Sos en un plató para su mítica La Vaquilla.
En esa película aparecen todos los encantos de Sos del Rey Católico, desde las calles reviradas y empedradas de la vieja judería hasta la plaza Mayor dominada por la lonja, las casonas nobiliarias y el Ayuntamiento. Así como el rodaje también se aprovechó de la explanada que hay en el corazón del castillo medieval de la Peña Feliciana o de la monumentalidad románica de la iglesia de San Esteban.
Como buenos vecinos Sos del Rey Católico y Uncastillo mantienen al día su rivalidad. Pero para los viajeros ambos son maravillas de las Altas Cinco Villas. En el caso de Uncastillo invita a viajar al Medievo, a tiempos del arte románico. A este estilo pertenecen los cinco templos históricos: San Miguel, Santa María, San Juan, San Lorenzo y San Felices. Todas interesantes y cada uno distinto.
Pero hay más. En la parte alta se eleva el Castillo de la Peña Ayllón que dio origen a todo. También está el Palacio de Pedro IV y el de Martín el Humano, así como las callejas de la Judería que acogen una sinagoga. Aunque no todo es historia medieval en Uncastillo. Hay cosas más antiguas como el yacimiento romano de Los Bañales y otras más modernas como la programación cultural de la Lonja que incluye desde arte contemporáneo hasta el singular festival de cine mudo.
Todavía no se abandonan las Cinco Villas. Antes hay que ir a Luesia. Y no solo para descubrir su rico patrimonio. Sorprendentemente rico teniendo en cuenta que en una localidad de pocos habitantes se conserva una iglesia como de la San Esteban reconvertida en museo de arte religioso, otro templo románico como el de San Salvador, varias casas palaciegas del siglo XVI y un imponente castillo vertiginosamente alzado sobre una roca en lo más alto del caserío.
Pero si la historia y el arte de Luesia son atractivos, las razones definitivas para que integre la lista de pueblos más bonitos de Zaragoza es su entorno y los caminos que lo recorren. Algunos llevan hasta Puy Moné que es un fantástico mirador sobre el Paisaje Protegido de la Sierra de Santo Domingo y otros se acercan a paraíso acuático de las pozas del río Arba y el Pigalo.
Y del norte de la provincia al sur. Ahí espera Daroca. Mucho más acogedora de lo que indican los 4 kilómetros de robustas murallas que la rodean. Un recuerdo de cuando era belicosa frontera entre cristianos y musulmanes. Si bien ahora es más sencillo atravesar sus dos grandes portones, la Entrada Alta y la Baja que son la mejor carta de presentación de lo que aguarda intramuros. Más aún, la segunda por la vecindad a la Fuente de los 20 caños.
A partir de ahí, la calle Mayor articula un recorrido con casonas renacentistas como el Palacio de los Luna y calles transversales hacia los templos darocenses. Está el del San Miguel, el de San Juan de la Cuesta, el de Santo Domingo o el de Santa María, conocido por cobijar los Santos Corporales, una reliquia con fieles de aquí y de allá. Son muchos los que llegan para venerarlos. Aunque aquí va un consejo: hay que sacar tiempo para el museo más dulce que se pueda imaginar ubicado dentro de la pastelería Manuel Segura.
Precisamente en el Comarca Campo de Daroca está otro de los pueblos bonitos de Zaragoza que sin ser muy conocidos, no se olvidan una vez que se visitan. Se trata de Anento. Y no solo merece la pena acercarse a él por su belleza, también por descubrir su historia reciente, ya que fueron los vecinos los que se animaron a invertir en la restauración de sus casas y su pueblo para convertirlo en un destino turístico.
La base para lograrlo la tenían, ya que el trazado medieval del caserío supone un primer atractivo. Además poseen un valioso retablo gótico dentro de la iglesia románica de San Blas, al igual que un castillo en lo alto y el Torreón de San Cristóbal. Y para rematar la visita hay que darse un paseo hasta el Aguallueve, un paraje natural donde el agua ha esculpido durante milenios un romántico rincón de rocas, pequeñas grutas y mantos de musgo.
No obstante si hay un enclave donde el agua y su poder creativo son los protagonistas, ese sitio es el Monasterio de Piedra. Es un cenobio cisterciense originado en el siglo XII. Ya desacralizado, recibe visitantes todo el año. Algunos hasta se hospedan, mientras que el resto pasan la jornada visitando las dependencias históricas y un entorno, donde el río Piedra crea saltos de agua, cuevas, lagos y unas riberas desbordantes de vegetación.
Por suerte, cada vez son más los visitantes que acuden al Monasterio de Piedra y luego van al pueblo de Nuévalos. Merece la pena ver los restos de la antigua fortaleza en las alturas, la Casa del Obispo o la parroquial de San Julián. Y si alguien se queda con ganas de más, que se acerque hasta el pantano de la Tranquera donde no faltan entretenidas actividades acuáticas.
Ya los romanos apreciaron las bondades de este emplazamiento como cruce de caminos. Ellos fundaron aquí la ciudad de Bilbilis. Ahora ese yacimiento está a las afueras, pero fue el germen de un Calatayud que ya nunca dejó de estar habitado y donde cada cultura ha dejado su impronta, casi siempre en forma de monumentos de valor contrastado.
Está el Castillo de Ayyub que levantaron los musulmanes, que da nombre a la población y que hoy es una preciosa ruina de visita imperdible. También están las iglesias de San Juan el Real con pinturas de Goya o la Colegiata de Santa María con sus tesoros mudéjares. Pero además está la plaza del Mercado o de España, en cuyos soportales es obligado sentarse a tomar algo o entrar a ese viaje al pasado que supone la antigua botiga La Sobresaliente.
Aunque algo lejos de Calatayud, el pueblo de Tobed se ubica dentro de la misma comarca. Y al igual que la citada colegiata bilbilitana, también la iglesia tobedana de Santa María atesora arte mudéjar. De hecho, ambos monumentos se catalogan por la Unesco como Patrimonio Mundial. En el caso de Santa María de Tobed basta con plantarse ante su fachada con todo su derroche de geometrías, cerámicas y ladrillos para descubrir el porqué.
Cuesta alejarse de este templo a medio camino de una iglesia y una fortaleza, pero ya que se visita Tobed hay que pasearse por su enrevesado callejero hasta llegar al Espacio Mudéjar Mahoma Calahorri integrado en el Palacio de los Canónigos. Para después caminar por las orillas del río Grío plagadas de huertos y almendros. Y si se cruza a la otra orilla, no está de más emprender la subida al castillo para contemplar el conjunto desde las alturas.
El aragonés universal, del que han oído hablar en cualquier rincón del mundo, es Francisco de Goya. No es una frase hecha. Sus obras están en museos de Oslo, Montreal o Tokio. Pues bien, ese talento absoluto nació en 1746 en Fuendetodos. Por entonces era una pequeña población, como ahora. Si bien en la actualidad el núcleo se ha embellecido para rendir homenaje al pintor y ser uno de los pueblos más hermosos de Zaragoza.
Ahí no solo se visita la casa natal de Goya o el Museo de Grabado donde se contempla gran parte de la obra gráfica del sordo de Fuendetodos. También hay que acercarse a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción y recorrer las calles adornadas por murales, grafitis y cerámicas más contemporáneas. Para al fin llegar hasta las neveras, cuyas profundidades se han restaurado y dan idea del clima que impera en el crudo invierno.
Acabamos este itinerario por los pueblos más bonitos de Zaragoza en uno abandonado. Un pueblo sin vida pero con mucho que mostrar y contar a los vivos. Es el pueblo viejo de Belchite. Ahí se mantienen en pie parcialmente los arcos de entrada a la población, la torre del Reloj o la iglesia de San Martín de Tours. Todo ello con siglos de historia y visitable de forma guiada.
Sin embargo, todo es una enorme ruina. ¿Por qué? Por los daños que sufrió durante la Guerra Civil Española y el posterior abandono. Un lugar fantasmagórico, ideal para el rodaje de películas como el exitoso El laberinto del Fauno o La aventuras del barón Munchausen en la que intervenía una joven Uma Thurman. Pero sobre todo es un lugar fantástico para reflexionar sobre la belleza y la destrucción, más aún en estos tiempos en que vivimos.
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