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Sin disimulos. Que un festivo caiga en mitad de la semana es una faena. No da para puente y solo algún privilegiado se marca un acueducto. No te rindas. Un miércoles de fiesta puede ser un gran día, con permiso de Serrat. Tan grande como para realizar una hazaña: arrastrar a pasar la jornada con vosotros a quienes hace unos días eran tus maravillosos hijos y hoy se han convertido en unos adolescentes monstruosos. A tan solo unos 80-90 km de Madrid, en el Valle del Lozoya, sobran lugares para hacer lo imposible realidad, convivir una jornada con los chicos sin tensiones. Incluso entre risas y complicidades.
El primer cebo para enganchar a esos perezosos que ya no quieren ir a ningún sitio con sus "viejos" es insistir en que el viaje no dura más de una hora. Por la A-1 hay un desvío para Rascafría y Lozoya, los dos pueblos clave del Valle que lleva el nombre del río. Mostrarles la primera parte del valle, nada más doblar la gran curva tras el desvío, puede ayudar a sacarles de la modorra. Desde el primer pueblo, El Cuadrón, las cunetas y los prados te atrapan con amarillos, naranjas, ocres y marrones. Una exhibición de lo que la naturaleza es capaz pese al seco otoño. Los tonos de los fresnos compiten con los chopos, los robles, los abedules y alguna haya. Los árboles presumen de sus colores con más ganas que los chicos de sus últimas deportivas.
El envoltorio es importante, pero no suficiente. Déjales que protesten un poco en el coche, porque en breve se van a dar de bruces con el Pico de Peñalara –el rey de la Sierra del Guadarrama– reflejado en el espejo del pantano del río Lozoya. Una imagen que quita el hipo antes de avistar el campanario y los tejados rojos del pueblo que toma el nombre del río. La iglesia y las casas se miran en el agua con un poco más de modestia que Peñalara. En breve, sobre ese embalse –el Embalse de Pinilla– podrán andar subidos en una tabla –sup– en piraguas.
Bea –la mayor, 22– sale del agua por la orilla de la vieja carretera, que en su día atravesó el embalse y ahora lleva más de medio siglo sepultada. "El silencio, la paz... ni siquiera cuando ellas se reían han logrado romper el momento. Y las vistas". Las tres conocían el valle. O bien han venido más de una vez a hospedarse en una casa rural o tienen casita en un pueblo. Son amigas y este fin de semana de final de septiembre –no sin cierto sacrificio por abandonar la noche madrileña– se han apuntado con los padres de Bea, Pilar y Javier, y José Manuel y Lourdes, los "viejos" de Enrique, un primo vasco que estrena universidad en Madrid.
"Es una pasada. Nunca pude imaginar que desde el centro del pantano pudiera haber tales vistas. Y eso que aún no ha nevado sobre Peñalara. Es un planazo", reconoce con entusiasmo Lily, una especie de walkirya de 18 años recién cumplidos que se ha hecho sobre una tabla de sup el pantano, acompañada de su amiga Cata y su prima Bea.
Mientras las chicas devuelven las tablas, por detrás avanzan las piraguas que se han llevado al centro del pantano Enrique, Javier y Benjamín –entre los 18 y 19– que han remado como locos para echar a los padres de la tabla o mojar a las amigas. Es más fácil tirar al agua a los mayores. Los cuatro –entre los 50 y los 60 tacos– han hecho lo que han podido en el sup, y ahora luchan por quitarse los chalecos salvavidas, muertos aún de la risa. "Hemos ido sin monitor –aclara Javier, un progenitor que luce como un viejoven feliz– porque aquí no hay olas. Yo hice sup –esto de aguantar de pie sobre la tabla– el año pasado en la Tina Menor, con "SupDreamers" en Cantabria. Me enseñaron unos profesionales y fue fantástico, pero era la desembocadura del Nansa y las corriente y olas pequeñas movían algo más la tabla. Aquí es como para todos los públicos, hasta los 80. ¡Hemos conseguido soportar las embestidas de las canoas y reírnos con estos monstruos! Veremos qué hacemos con ellos esta tarde".
Fueron las palabras de Javier quienes hicieron brotar la idea de cómo hacer posible un día con adolescentes. Su plan para la tarde también es imbatible. "No hay que darles tregua para que sesteen o se pongan a buscar Pokémons. He llamado a Oteruelo, a "Caballos del Valle", para que nos organicen una ruta al trote esta tarde".
Una hora al trote suave es suficiente para rematarlos tras el sup. Los mayores ya están agotados, pero se han ocupado de tomar grandes vasos de agua con azúcar para supuestas agujetas en los brazos y lo que venga tras subir a los caballos. "Una hora a caballo puede dar para mucho. Desde Oteruelo por Alameda y la senda que lleva hasta el inicio del pantano en Pinilla, es un camino fácil para divertirse todos. Hay una ruta maravillosa, la de subida hasta la Ermita de Santa Ana, en las faldas de La Morcuera. Podría contarte paseos infinitos, pero no me bastan las palabras, hay que verlo. Aquí lo podéis hacer sin esfuerzo, lo tenéis ante vuestros ojos". Quien habla es Juan José Bartolomé, el encargado de "Caballos del Valle", en Oteruelo, el penúltimo pueblo antes de llegar a Rascafría y uno de esos lugares donde puedes ir a montar a "Roncaldo", "Copito" o "Camaron" con la seguridad de que lo vas a hacer sobre unos animales bien cuidados, mimados.
Los paseos a caballo, segundo cebo para mantener a los adolescentes en marcha; no necesitan que seas un jinete experimentado ni que hayas pasado ninguna tarde en el hipódromo. Al igual que el sup o el kayak en el pantano, pueden ser diseñados a la medida de padres que hace años que no pisan un gimnasio y que lo más que andan es un kilómetro para ir desde el metro al estadio de fútbol. Cabalgar hasta la Ermita de Santa Ana –cercana a los bajos del Puerto de la Morcuera– o bordeando el pantano es una pasada y al alcance de casi todo el mundo.
Lástima que ya no sea tiempo de disfrutar de la oferta estrella de los Caballos del Valle, la "Lunada Nocturna" , los paseos a caballo de noche con la luna llena. En principio, se dejan de practicar a partir de octubre por el frío –la rasca de Rascafría– pero dado el otoño tan templado que nos invade y si sois capaces de formar un grupito aceptable, es posible que hasta podáis convencer a Juanjo de que os organice una lunada nocturna en la próxima luna llena. Aunque tengáis que ir forrados con los monos de esquiar.
Si andar sobre las aguas del pantano o pasear por la noche a caballo con la luna llena no resultan ofertas suficientes para sacar de la modorra a vuestros adolescentes y lograr que os acompañen ¡un solo día! como en los viejos tiempos, tranquilos. Tenemos más para no sentiros derrotados. Os queda Rascafría, el pueblo más grande del Valle del Lozoya, donde por la noche pueden encontrar un poco de marcha de fin de semana. No os paséis, no son las discotecas de Ibiza, pero pueden salir a tomar un copa hasta entrada la madrugada. Eso sí, hay que rascarse el bolsillo y pagar un hotelito o una casa rural por una noche, pero todo sea por armonía familiar y el plan del día siguiente.
Las afueras de Rascafría, el último pueblo del Valle del Lozoya antes de empezar la subida hacía el Puerto de Los Cotos y pasar a Segovia o a Madrid –por el puerto de Navacerrada–, ofrecen un espectáculo a la mirada. Resulta increíble pensar que una hora antes estabas en la capital y ahora tienes a tus pies las faldas del Pico de Peñalara y el río que da nombre al valle. Los monjes cartujos, más sabios si cabe cuanto más antigua y modesta era su orden eligieron "Rasca" para levantar la Cartuja de "El Paular", allá por el año 1390. Es un lugar privilegiado. El magnífico Monasterio de El Paular, con el barroco restaurado hace pocos años y la colección de Carducho de monjes cartujos, es una visita para compartir con los chicos, tras marcaros una ruta a golpe de pedal por los puentes medievales del Lozoya. Si partís del Puente del Perdón –frente al Monasterio y al que fue 'Hotel de Santa María de El Paular'– tendréis oportunidad de asombraros ante el que en su día fuera uno de los mejores paradores de España, hotel preferido de reyes, escritores y cineastas como Buñuel, que comparte tabique con el monasterio, pero permanece cerrado desde el 2014, tras una triste subasta de sus tesoros y la desidia del las autoridades, tras la marcha de la cadena Sheraton.
Frente a la vieja puerta que durante siglos dio paso a la posada, al Monasterio y al hotel y que hoy tiene un cartel de cerrado, está el Puente del Perdón, desde donde cualquiera de los miembros de Montnature os puede llevar en bicicleta, a recorrer los puentes medievales del Rio Lozoya, un lujo más que recomendable en palabras de Nuria Hijano, una de esas emprendedoras, locas de la naturaleza, enganchada a la Sierra del Guadarrama. Si habláis con ella o con su gente, os pueden organizar una ruta a vuestra medida, que además de recorrer los puentes desde el Perdón, pasando por el de La Angostura hasta llegar al de Los Hoyones –siempre en la subida hacía Cotos– o viceversa, bajando por Oteruelo, Alameda de Valle, Pinilla.
Como a Nuria y a su equipo les sobran ganas, se ponen las pilas a tope también en otoño para afrontar el invierno en el Valle. Los caminos con nieve desde Rascafría a los altos de los puertos que un día recorrió lo más granado de la Institución Libre de Enseñanza. Si este 12 de octubre no habéis logrado convencer a la muchachada, recordar que a finales de noviembre o en la primera semana de diciembre quizá podáis contar con nieve para calzaros las raquetas y seguir las huellas que los animales han dejado sobre los campos blancos.
"Las raquetas son fáciles, se pueden hacer por casi todo el mundo, padres e hijos. Y la ruta tiene una dificultad media" explica Hijano, a quien es recomendable consultar para patear la sierra de Guadarrama por el lado del Reventón, la Bola –entre Valdesquí y Navacerrada– o las laderas de Peñalara que bajan hasta las espaldas del Paular. Es imposible que esos bosques de pino de Valsaín os defrauden. Hasta el chaval más escéptico es capaz de emocionarse ante una amanita tan roja y blanca como las de los enanitos de Blancanieves o un arroyo donde se podía lavar el pelo una dama del bosque. No olvidéis que hasta el adolescente más pasota encierra aún al niño que crees haber perdido. Más si el relato parte de otro.
Vanesa, de 'Meridiano Ride', explica que durante octubre –y si eres valiente, durante noviembre– se puede practicar el sup o el kayak en el pantano del Lozoya, pero ya con monitor, mientras que en los meses de verano se puede hacer sin monitor. Puedes contactarles todo el año y disfrutar de otros planes apropiados para los chicos, como "la marcha nórdica", donde enseñan la técnica de andar con los bastones, cada día más extendida. En 'Caballos del Valle' también tienen ofertas individualizadas para toda la familia. Incluso con las primeras nevadas.
En cuanto a Nuria Hijano, 'Montnature', la pasión que pone en lo que hace y su amor por la Sierra del Guadarrama, no solo el patrimonio natural sino también el artístico, la convierten en una fuente incesante de información para conjugar deporte y cultura, ya sea una mañana, un día o una semana de vacaciones.
'Pinos Aguas' (Camino de Cotos, a cuatro kilometros de Rascafría) en pleno pinar; 'Los Calizos' (a un kilómetro de Rascafría) comida y alojamiento en emplazamiento magnífico; 'El Corralón' (en Pinilla del Valle) con magníficas vistas al pantano y las excavaciones preshistóricas de Pinilla, que dan para un capítulo aparte.
En la tienda de chocolate 'San Lázaro', situada en Rascafría, al pie del ambulatorio y camino de El Paular, encontrarás chocolates de vanguardia y clásicos. Desde los condimentados con especies exóticas a los de leche y almendras. Ideal para regalito.
La Panadería de 'El Molino de El Cubo', en el centro del pueblo, tiene un buen surtido de panes y bollería de la zona, incluida la torta de chicharrones.
En la calle Rosario 6, arranca desde la plaza, encuentras una tienda con regalos y productos delicatessen aceptable.
La carne del Valle del Lozoya es conocida por su calidad. Hay dos carnicerías excelentes en Rascafría, 'Casa Granero' y 'Mirasierra', con carne denominación de origen de la Sierra del Guadarrama. Es un lujo para llevarte y cubrir la semana.
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