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"Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín; bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín". Este poema, convertido recurrentemente en canción escolar, fue compuesto por José de Espronceda, pluma autorizada del Romanticismo español. Este poeta nació en Almendralejo de forma casual, ya que su familia se desplazaba hacia la capital de la provincia, Badajoz. Pero el azar no iba a impedir a este municipio de 35.000 habitantes, ubicado a hora y media de Sevilla, honrar al escritor y alardear de que fue en el palacio de Monsalud (actual sede del Ayuntamiento) donde respiró por primera vez. Igual sucedió con Carolina Coronado, con quien Espronceda llegó incluso a cartearse.
Actualmente, Almendralejo rinde devoción a sus poetas más ilustres con eventos, imágenes y dos de los emblemas más importantes de la ciudad: el teatro Carolina Coronado y la plaza de Espronceda, un bonito punto de encuentro en el que, además del citado teatro, convergen el Círculo Mercantil y El Obrero Extremeño, dos insignes edificios de la localidad. El primero es un club social privado construido en 1924, que albergó en sus plantas superiores un importante hotel de la época, el ‘Hotel España’, uno de los más prestigiosos de la ruta Madrid-Sevilla, razón por la que se hospedaron en él numerosas personalidades relevantes en la primera mitad del siglo XX.
En el segundo edificio se ubica la sede de la sociedad El Obrero Extremeño, fundada en el año 1895 por un grupo de artesanos para cubrir finalidades recreativas y culturales de la época y, además, tener la garantía de un fondo económico al que recurrir para socorrerse mutuamente en caso de necesidad. Esta construcción, catalogada como Bien de Interés Cultural, data de 1930.
Además de por tales edificios, la plaza de Espronceda está presidida por dos bustos de los poetas románticos elaborados por Pedro Navia, un ceramista y escultor almendralejense que pertenece al grupo de escultores sevillanos por su residencia en Sevilla. De facto, sus obras más conocidas son las cerámicas de la Plaza de España hispalense. La azulejería de la plaza de Espronceda también fue creada por Navia y poco tiene que envidiarle a la sevillana.
Y, obviamente, el lugar en el que Espronceda nació el 25 de marzo de 1808 no iba a estar exento de una oda al Romanticismo. El Palacio de Monsalud fue edificado a mediados del siglo XVIII, en 1752. El edificio se construye en torno a un patio central, decorado con hierro forjado y azulejería talaverana y sevillana. En las plantas superiores hay pinturas de los poetas románticos, así como los mismos moldes de la plaza. Llama la atención un disco de 74 centímetros de diámetro conocido como el Disco de Teodosio.
En realidad es una réplica, pues el original se conserva en la Real Academia de la Historia, en Madrid. Este objeto ceremonial tardoimperial romano fue descubierto en las proximidades de Almendralejo en 1847 por unos jornaleros. De hecho, un corte diagonal hecho con una cizalla delata que intentaron repartirse el tesoro. Sin embargo, gracias a la intervención del II Marqués de Monsalud, no fue malvendido ni fundido (es de plata, con una ley de 0.976). Este disco del siglo IV era en realidad una credencial pública y un regalo personal del Emperador hacia el Vicarius en el momento en que tomaba posesión del cargo.
Si la fachada del Teatro Carolina Coronado ya agrada a la vista, su interior deslumbra. Inaugurado en 1916, cinco años después del fallecimiento de la poetisa, se trata de un teatro a la italiana debido a sus grandes dimensiones. Albergaba a 1.700 personas en su interior, dotado con proscenios (palcos al lado del escenario), platea, patio de butacas, doble anfiteatro y ‘gallinero’, que actualmente no se encuentra a la vista. Así mismo, algunas obras originales del célebre pintor extremeño Adelardo Covarsí adornan el vestíbulo, la sala escénica, el salón noble y otros espacios. Fueron realizadas al óleo sobre lienzos posteriormente adosados a los muros y al techo.
Pero en toda buena historia que se precie hay un conflicto, y aquí sucedió en los años 70. Este maravilloso teatro se malogró con una reforma que lo convirtió en un cine, bajando y forrando el techo (y ocultando así las pinturas) para mejorar la acústica, cambiando los asientos por unos de polipiel, eliminando los palcos y colocando una pantalla en la boca del escenario. Lo único que se respetó fue la fachada.
Por suerte, en 2004 se restableció esta joya oculta tras capas de modernidad, eco de la obsesión de la época por el progreso y la ruptura con el pasado. Además de recuperar el escenario y la balaustrada, se colocaron luces y las columnas de hierro fundido se pintaron imitando al mármol. Volvieron los asientos elegantes y resucitaron las pinturas de Covarsí. Aunque está tapada la orchestra y el ‘gallinero’ no se encuentra disponible debido a su inclinación, vuelve a ser un teatro con aforo para algo más de 600 personas. Además de acudir a sus eventos, se puede visitar gratuitamente previa cita con la oficina de turismo de la localidad en el teléfono 924 666 967 o a través del email.
El edificio cuenta también con el llamado Salón de los espejos, situado en la segunda planta. Este salón noble está destinado hoy en día a actos pequeños, como presentaciones de libros, conferencias y hasta bodas o catas de vino. En su momento se utilizó para los descansos del público asistente a las actuaciones. Da a la plaza de Espronceda a través de unas preciosas vidrieras emplomadas y rematadas en hierro. También está decorado en el techo, esquinas y paredes con las pinturas de Covarsí.
Todavía no hemos acabado con las perlas almendralejenses. De hecho, queda una de las más imponentes, el sepulcro prehistórico de Huerta Montero. Estamos ante una de las sepulturas más singulares de Extremadura y, a pesar de su antigüedad (4.650 años, siglo III a.C.) se halla en muy buen estado de conservación. Pertenece a la Edad del Cobre o Calcolítico, al igual que Stonehenge (en Wiltshire, Inglaterra) o la pirámide de Djoser, en Egipto.
Este impresionante hallazgo tuvo lugar hace relativamente poco tiempo y casi podría ser un cuento típico extremeño, pero con final feliz. En 1989, un agricultor le estaba vendiendo un arado a otro, este quiso probarlo y ¡serendipia! La máquina tropezó con una enorme piedra, algo poco común en esa zona baldía. Llamaron a la asociación arqueológica y ahí fue cuando se descubrió que se trataba de una cámara funeraria. Se construyó con la idea de que allí morarán para siempre los antepasados y para que se ofrendara la luz del Sol nuevo cada 21 de diciembre a los difuntos, que eran los mediadores con los dioses (por aquel entonces, el Sol y la Tierra). Con lo cual, se intuye que realizaban algún tipo de rito para tener suerte en la cosecha, abriendo las dos puertas del corredor y dejando pasar la luz natural (esto sólo sucede durante el solsticio de invierno) hacia el santuario.
En la excavación se averiguó que en la cámara hubo dos ocupaciones con una diferencia de 430 años. Descubrieron restos de 109 personas, cuyos huesos aparecen muy deteriorados y revueltos debido al hundimiento de la falsa bóveda, pero se detectó que todos estaban enterrados en posición fetal para que volviesen a la madre tierra, al origen. De hecho, el sepulcro tiene forma de útero, tal y como apunta la gran divulgadora Isabel García, responsable de la oficina de turismo de esta localidad. También surgieron numerosos ajuares funerarios: cuchillos, puntas de flecha, vasos con perforaciones, collares, peinas incluso un silbato tallado y hecho en hueso de buitre.
La tumba cuenta con tres partes principales: una rampa de acceso de unos siete metros y con escalones irregulares, un corredor con techo adintelado y una cámara circular de 4,60 metros de diámetro. Recuerda mucho al túmulo de Newgrange, a 40 kilómetros de Dublín (Irlanda), un enterramiento colectivo con corredor y cámara, orientado al sol de invierno y con falsa bóveda realizada por aproximación de hileras.
En el año 2011 fue cuando realmente se puso en valor esta joya histórica gracias a un proyecto de recuperación de yacimientos en torno a la Vía de la Plata. Se empezó a conmemorar la fiesta del Solsticio de Invierno y el primer año acudieron poco más de 50 personas. En las últimas ediciones, el número se ha multiplicado por cien, asistiendo autobuses de todas partes de España, deseosos de presenciar cómo la luz ilumina místicamente el sepulcro. Además, hay actividades complementarias como brindis con cava al sol, desayuno de migas con chocolate, visita guiada, música en directo, observación del amanecer, etcétera.
Sin embargo, aunque el sol no pose sus rayos durante el resto del año en estas piedras, el sepulcro se puede conocer también bajo cita previa y hasta en cuatro idiomas: castellano, inglés, francés y portugués. Es este uno de los espacios más visitados de la ciudad, con una media de 20.000 turistas anuales. También en el solsticio de verano se festeja en Huerta Montero, a pesar de que el astro rey no penetre debido a su orientación noreste.
Ubicada en una de las tierras más fértiles de Extremadura y atravesada por la Ruta de la Plata, Almendralejo es uno de los pilares económicos de la comunidad gracias a su economía tradicional basada en el cultivo de la uva y la aceituna. Es imposible concebir esta localidad sin su estrecha relación con el mundo del vino. Sus bodegas, muchas de las cuales pueden también visitarse, son todo un símbolo de identidad. Tanto es así que hasta la plaza de toros alberga en su interior 29 conos con 750.000 litros de vino, siendo el único coso del mundo con esta peculiaridad.
En 1942 un bodeguero de la localidad la compró y la transformó en una bodega para aprovechar las condiciones de temperatura y humedad. Los conos están situados bajo las ventanas del graderío, permitiendo el llenado desde el exterior mediante una manguera, mientras que el vino se extrae a través de grifos instalados en cada uno de ellos.
Si después de este intenso paseo por la capital de tierra de Barros el estómago empieza a rugir, podemos silenciarlo con unas clásicas migas extremeñas en el bar ‘El Abuelo’. Si también queremos almorzar, son muy recomendables los guisos y pescados frescos de ‘Nandos’ o la cocina tradicional de ‘Castúo’ (Recomendado Guía Repsol), además de su sugerente bodega.
Para los más atrevidos, también hay opciones desde que el joven chef Pedro Collado creó ‘Malasuegra’, su primer proyecto personal, en el que combina sabores tradicionales con técnicas modernas e ingredientes atrevidos. Un poco más alejado del bullicio, en la carretera nacional 630, se levanta la bodega 'Martínez Paiva', que dispone de un espléndido restaurante en el que degustar un menú ejecutivo de calidad o platos de su carta. Todos ellos, por supuesto, acompañados con un buen vino de Almendralejo.
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