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Es uno de los cascos históricos medievales mejor conservados de la provincia. Puedes comenzar el paseo en la Plaza del Portal, donde se encuentra el ayuntamiento, que ocupa un edificio de 1790 que hasta 1981 albergó el Hospital Municipal. Segunda parada: la Placeta de l´Esglesia Vella, donde se encontraba la Iglesia-Fortaleza de San Pedro (S.XVI). Tenía función defensiva porque en esta zona eran muy habituales los ataques piratas. Tercera parada: la sede de la Universidad de Alicante en la comarca de la Marina Alta, que ocupa dos casas señoriales (la Casa de los Andrés y la de Pere Bigot).
La Sala del Consell, de estilo renacentista, destaca por los arcos tallados en piedra de su fachada. Continuamos por el Espai Cultural Les Cases del Batlle, que alberga la biblioteca municipal y un espacio expositivo de arte contemporáneo. En este recorrido pasarás por la Calle Desamparats, que es donde antiguamente estaban las casas de las familias nobles del municipio. Muy cerca, la Casa Museo Abargues es una muestra del estilo palaciego de los siglos XVIII y XIX, que conserva intacta la decoración nobiliaria de aquella época. En la calle de la Puríssima verás el llamado Monumento al Riberer, un homenaje a los benisseros que anualmente iban a la Ribera del Júcar (Valencia) para trabajar en los campos de arroz y conseguir un salario extra, ya que los ingresos que obtenían por sus cultivos de secano eran muy austeros.
En este paseo también podremos contemplar la Casa de Juan Vives o el Casal dels Joves, que es fácilmente reconocible por sus bajos porticados, abiertos en forma de lonja, que en su día acogían mercados y en cuyos bajos estaban las prisiones. Terminamos nuestra ruta viendo el Convento de los Padres Franciscanos (que data de 1613), el Museo Etnográfico (merece una visita, ya que exhibe multitud de fotografías y utensilios que han donado los jubilados del Centro Social) y el Museo del Mueble, donde la empresa Muebles Martínez ha expuesto sus máquinas antiguas. Última parada: la joya monumental de Benissa, la Iglesia de la Purísima Xiqueta.
Denominada popularmente la Catedral de la Marina, esta imponente iglesia neogótica llama la atención por sus tres naves y la belleza de su cimborrio central y de su altar. Fueron multitud de particulares y los vecinos de Benissa, gracias a sus donaciones, los que hicieron posible que se construyera este edificio en 1902, que se inauguró en 1929. Está erigida en honor a la patrona de Benissa, la Purísima Xiqueta, que lo es desde 1864.
Aquí sí hay playa: aunque muchos piensen que esta zona costera pertenece a Calpe o a Moraira, Benissa tiene 4 kilómetros de litoral salpicados de recoletas calas de rocas con aguas transparentes y agradables chiringuitos, alejados del bullicio. ¿La razón? Tradicionalmente, los benisseros se han dedicado a la agricultura de secano pero apenas había pesca. Su relación con el mar se producía únicamente porque iban a su litoral a recoger esparto para hacer escobas, cuerdas, alpargatas y cestos. Y, una vez al año, para seguir con una tradición muy arraigada: La Mará, en la que saltaban las aguas y que consistía en darse 3 baños al día durante 3 días. Desde 1970, cuando comenzó el turismo en la zona, proliferaron las urbanizaciones y la línea costera empezó a revalorizarse.
Este sendero que recorre la costa benissera, llamado Paseo Ecológico de Benissa, comienza en la oficina de información turística, el Aula del Mar, ubicada entre la Cala Les Bassetes y la Cala de la Fustera. Puedes recorrer algunos tramos, que unen una playa con otra, o hacer todo el recorrido. Este proyecto de adecuación de la zona para crear el sendero y mejorar los accesos comenzó en 2006 para proteger y conservar los acantilados y recuperar los ecosistemas autóctonos, ya que existe una micro-reserva medioambiental con comunidades protegidas de Helianthemum caput-felis (llamada jarilla de cabeza de gato) y de otras plantas endémicas como Tymbra capitata (tomillo cabezudo) y Astragalus hispanicus.
Encajada entre dos acantilados, es la playa más amplia de arena del Paseo Ecológico de Benissa y por eso es perfecta para practicar deportes náuticos o pasar un día en familia, ya que es la cala más cómoda para los pequeños de la casa. ¿Nuestro plan favorito? Hacer paddle surf para ir de una cala a otra. Te sorprenderán sus praderas de Posidonia océanica, esas manchas oscuras que podrás contemplar desde el mar, buceando o haciendo esnórquel o bien desde tierra, en el mirador que verás en el mismo sendero.
Se trata de una planta marina con flores, frutos, hojas, semillas, raíces y tallos, exclusiva del Mediterráneo y que indica la buena calidad del agua del mar. Aquí también podrás hacer una parada técnica para tomar algo en sus chiringuitos ('Mandala Beach Bar' o 'Beach Club La Fustera'). Tiene un gran aparcamiento que facilita el acceso a la playa y también cuenta con un merendero.
Antes del atardecer, en las horas doradas, la luz en esta cala es mágica. Es pequeña y poco frecuentada, porque es de cantos rodados y grandes placas de roca (¡cuidado con los resbalones!), pero su acceso es muy sencillo, porque está unida por el sendero con la La Fustera. Eso sí: aquí son especialmente necesarios los escarpines o las cangrejeras. Un secreto: en temporada baja esta cala apenas recibe visitas, por lo que es un rincón privilegiado para llevarse un libro, un bocata y pasar allí el día.
Esta cala de cantos rodados es tan virgen y natural que lo único que apetece aquí es apagar el móvil y dejar que el sonido de las olas sea el único hilo musical. Para llegar a ella tendrás que adentrarte en una zona no urbanizada que cruza el barranco de la Llobella (que afortunadamente hace que esta zona continúe prácticamente intacta). Te impactará el gran paredón rocoso en tonos grises y ocres que la cobija.
Esta cala tiene un espigón que la protege del oleaje, por lo que también es idónea para ir con niños. Puedes elegir entre tomar el sol en la zona que está cementada o bien en su pequeña playa de arena.
Precisamente en la Cala Advocat está uno de nuestros lugares favoritos para desayunar frente al mar en esta zona. Aquí también podrás tomarte una cerveza, picar algo, comer o cenar, ya que tienen una amplia carta de opciones de cocina mediterránea, con seis arroces diferentes y platos como calamar de la bahía, tellinas o boquerones fritos. Completan su oferta con cócteles y música en directo (folk, flamenco, jazz o saxo) a diario. ¡Consulta su agenda de eventos!
Una de las mejores panorámicas hacia el Peñón de ifach la tendrás desde esta cala, que es de cantos rodados y está rodeada de abundante vegetación: es la última del Paseo Ecológico de Benissa, aunque no existe sendero que conecte la Cala Advocat, que es la anterior, por lo que hay que ir caminando por un tramo corto de carretera o bien acceder en coche al aparcamiento. En su origen era la desembocadura del "barranc dels Sesters" y un entrante natural la divide en dos, la Cala Baladrar y la Goleta.
Este bar de playa, situado en Cala Baladrar, no está en la arena ni en las rocas, sino un poco elevado, lo que hace que sus vistas sean de postal. Además, está rodeado de pinares mediterráneos y arbustos autóctonos. De lunes a sábado también ofrece conciertos de música en directo.
Uno de esos lugares que, si uno encuentra de manera fortuita, le dejan con la boca abierta. También llamado el Balcó dels Garcies, ofrece unas impresionantes vistas al majestuoso Peñón de Ifach y al pueblo de Calpe.
Reserva mesa en su salón rústico, rodeado de láminas del pintor ilicitano Joan Castejón, y disponte a probar lo mejor de la gastronomía alicantina. Nada más entrar te llamará la atención su vitrina, en la barra, con pilotes, albóndigas y cocas. Déjate recomendar, pero no te vayas sin probar alguno de sus arroces: sus especialidades son el Arroz de pulpo con coliflor y tomate seco, la Paella de Benissa (con albondiguitas y garbanzos) o el Arroz del Senyoret.
Pero antes, para abrir boca, pide sus coquetes: las típicas cocas variadas de la Marina (de mullaor, tomate con atún, guisantes o tomate con cebolla). El figatell con helado de mostaza y manzana verde o el tomate con salazones (mojama, anchoa o capellán) también merecen una mención aparte. La familia que ahora lo regenta, Ivars, tenía una fonda antes de la guerra: allí se alojaban viajeros (en la primera planta) con sus animales (planta baja). En los años 50, el padre de los actuales propietarios la reabrió, ya como casa de comidas.
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