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El segundo pan español con Indicación Geográfica Protegida (IGP) fue el Pan de Cruz, un pan de hogaza de harina candeal típico de la provincia de Ciudad Real. Su nombre proviene de la cruz que se le hace antes de hornearlo y que estaría relacionada con la Cruz de Calatrava, el emblema de la orden religiosa que se encargó de repoblar la región tras la Reconquista. Los más optimistas dicen que se produce desde el siglo XIII y que era este al que se refería Cervantes cuando referenció un pan de hogaza en su Don Quijote. Cierto o no, es la prueba de que Ciudad Real, literal, tiene mucha miga.
El mejor Pan de Cruz del año 2024 según Campo y Alma lo podemos comprar en el 'Sánchez Bakery Café' (Solete Repsol) de la plaza Mayor. Su nombre sajón y su estética neoyorkina podrían hacer creer que es un recién llegado, pero la saga de los Sánchez lleva haciendo pan en Tomelloso desde 1752. Es solo que, desde que el inquieto Jesús Sánchez se puso a los mandos de la empresa hará una década, han cambiado muchas cosas. Sus viajes a Lucerna (Suiza), a la sede del prestigioso club panadero internacional Richemont, inspiraron la mutación. Así ahora, además de panes centenarios, podemos encontrar otros más divertidos como el de tres quesos o de calabaza; otros de masa madre y fermentaciones muy lentas; cold brew, snacks salados…
Jesús hoy ha venido con la chaqueta que utiliza como técnico de “Los Espigas”, la Selección Española de Panadería Artesana. Además del buen número de premios que ha ganado su panadería, tiene otro buen palmarés con esta selección que, en 2023, se alzó con el Campeonato Internacional Bread In The City de Rimini (Italia), en el marco de la feria SIGEP. No me sabe dar una respuesta sobre cuál es el premio o el campeonato que más orgulloso le hace sentir, pero sí dice tener un proyecto que le hace especial ilusión: La Valiosa Social Bakery, un foodtrack que da empleo a personas con discapacidad intelectual de Tomelloso.
Hasta que Miquel Barceló lo superó en 2011, Antonio López García era el pintor español vivo más cotizado. Sus paisajes urbanos de Madrid son su obra más reconocible, pero sus raíces están en el Tomelloso de 1936.
No se ha prodigado mucho por su ciudad natal, aunque desde 2023 se puede ver, en pleno centro, su primer grupo escultórico: Carmen despierta y Carmen dormida, una pareja de bustos infantiles enfrentados, aparentemente inspirados en su nieta, cada uno con dos mil kilos de peso. Se ubican frente al Museo Antonio López Torres, su tío, también pintor, quien sí estuvo fuertemente arraigado a Tomelloso. Su interior recoge una obra deliciosa que, en cierta manera, explica la de su sobrino.
El continente del museo prácticamente justifica la visita, al menos para los amantes de la arquitectura. Se trata de un edificio construido ex profeso para su función en 1986 según el diseño del célebre arquitecto Fernando Higueras. Enamoran sus escalinatas, pero sobre todo su bóveda traslúcida de hormigón blanco, hecha con un característico encofrado que consigue una iluminación indirecta perfecta para exponer pintura. Puede que su estética moderna contraste con el costumbrismo de la obra de López Torres, pero dicen que ambas captan a la perfección la luz y la temperatura de La Mancha.
Unas enormes y solitarias chimeneas de ladrillo rojo conforman el elemento patrimonial más característico de Tomelloso, último vestigio de las más de 60 alcoholeras que abarrotaban el centro de la ciudad allá por la década de 1950. Las más reseñables oscilan entre los 30 y 40 metros, y presentan unas bicromías y patrones que evocan el arte mudéjar.
Además de servir de salida de humos en las antiguas alcoholeras, eran su elemento más visible, y por eso se convirtieron en una especie de escaparate de poderío. El ayuntamiento propone una ruta por una docena, entre las que destacan la de Pedro Domeq, de 1870 y 35 metros, y la de Fábregas, de 1964 y 40 metros, con las aristas en espiral.
En las antípodas de sus chimeneas, discretas y ocultas en el subsuelo, aguardan las cuevas de Tomelloso. Hay por lo menos 2.500 a una profundidad media de unos 12 metros. Comenzaron a construirse particularmente a partir de la década de 1820 para proteger al vino de las oscilaciones térmicas, aprovechando un suelo fácilmente maleable. La más fácil de visitar es la de la Cooperativa Virgen de las Viñas, aunque gracias a la Asociación Amigos de las Cuevas de Tomelloso podemos descubrir hasta quince cuevas privadas con visitas guiadas concertadas.
El tríptico patrimonial tomellosero lo cierran los bombos, unos simpáticos “champiñones” pétreos que pueblan los campos a las afueras de la ciudad, que servían para alojar a los pastores y labradores cuando tenían que pasar varios días en el campo. El último se construyó en 1970, pero no para los campesinos, sino para ser la joya de la corona del Museo del Carro y Aperos de Labranza. Y es que había que honrar la memoria de estas peculiares construcciones circulares, hechas con las lajas de piedra que se sacaban los arados del campo, y que se amontonaban sin argamasa ni andamiaje hasta conseguir levantar una falsa cúpula.
Casi toda la historia y el patrimonio de Tomelloso se puede contar desde la Cooperativa Virgen de las Viñas, que presume de ser la que más litros produce en Europa y la segunda del mundo, tan solo por detrás de un conglomerado californiano que ni siquiera se ubica en un único espacio. En su mejor año procesó 300 millones de kilos de uva, y entre otras cosas es capaz de embotellar 15.000 botellas a la hora. Puede que el tamaño no importe para conseguir un buen vino, aunque el músculo financiero del que disponen ayuda a tener a los mejores trabajando aquí. También a ofrecer una propuesta turístico-cultural muy interesante en esta bodega donde el vino y las artes plásticas se dan la mano.
El lagar fundacional de la cooperativa, de 1962, que ahora sirve como museo etnológico, es la primera parada de las visitas. Tiene una buena colección de aperos de labranza, carros o herramientas de destilación hecha a base de donaciones de los miembros de la cooperativa. Husmeando descubrimos que los éxitos de Tomelloso, en cierta manera, están relacionados con las desgracias de Francia y particularmente de la región francesa de Cognac, y es que la cultura vitivinícola hizo boom aquí como respuesta a la plaga de la filoxera que sufrió el país galo a partir de la década de 1860. Así fue como Tomelloso, paradojas, acabó por convertirse en un gran productor de coñac para la región de Cognac.
La plaga, que finalmente también llegó a España, prácticamente acabó con lo que se ha venido a llamar el “pie franco”, es decir, una cepa de vid cien por cien autóctona. Para superar la filoxera se hicieron injertos de variedades locales en “pies” –o sea, raíces– de cepas americanas que eran resistentes a la plaga. Ahora son muy pocas las viñas que conservan el pie franco, pero ahí están, y es con estas se hace el Lienzo Airén, uno de los vinos de la gama superior de la cooperativa. Sobre sus características o maridajes nos hablan en la segunda parte de la visita, la más sugerente, que se realiza a una decena de metros bajo tierra.
La antigua red de cuevas donde se envejecía el vino ahora es una especie de centro de interpretación sobre las variedades que se utilizan en la cooperativa, sobre sus aromas, características, posibles maridajes… con una propuesta muy visual y hasta interactiva, con juegos donde se nos reta a adivinar aromas. El broche final a la vista –tan especial que se puede realizar en una visita independiente– se hace en Museo de Arte Contemporáneo Infanta Elena, con una sorprendente colección de pintura contemporánea de gran formato que se nutre de las obras que participan en el certamen anual que organiza la cooperativa, y que de alguna manera recoge el testigo de la saga de los López.
Para acabar con el mito de que los manchegos solo producen cantidad y se olvidan de la cantidad, nos acercamos al restaurante 'La Antigua', donde una cocina mediterránea muy depurada les ha facilitado la tarea de convertirse en auténticos maestros del maridaje. Se ubica en una de las pocas casas típicamente castellanas que quedan en la ciudad, tan escasas que ahora muchos la toman por una importación cordobesa. Alrededor de su patio se puede comer en las viejas estancias de la casa, ideales para veladas íntimas, pero hoy nos sientan bajo su fantástico tragaluz.
Después de un aperitivo de panipuri con crema de coliflor, trufa y cecina, arrancamos con una ensalada de mango y perdiz escabechada con una vinagreta de frutos secos; la maridan con un Ulterior Naranja de bodegas Verum (Tomelloso), buscando aliarse con la acidez del escabeche. Seguimos con un salmón marinado con una reducción de pétalos de rosa, ajoblanco y aguacate, el plato más popular de su carta que sirven con el vino más popular de la ciudad: el clásico Tomillar chardonay del año de Virgen de las Viñas. Cerramos los entrantes con una alcachofa confitada sobre una crema de vegetales y un salteado de langostinos y shiietake, que sirven con un cava Olimpo (Manzanares), buscando sus notas de pastelería.
Seguimos con una corvina a la plancha con una vinagreta de piparras y un puré de zanahoria y naranjas, que maridan con un Sauvignon Blanc Gewürztraminer de bodegas Verum. Y aprovechando que estamos en zona de caza, cerramos con un lomo de ciervo de la zona de las Lagunas de Ruidera, servido con una reducción de Pedro ximénez y maridado con un El Último Lobo, un tempranillo “de paisaje” de la afamada familia Lucendo (Argamasilla-Valdepeñas). Con la torrija con crema de vainilla y helado de canela hacen la excepción y salen de La Mancha para maridarlo con un Sofía Noble de bodegas De Moya (Alicante) un vino de botrytis con 24 meses de barrica, dulce pero con acidez.
Cuesta creer que Ana, que diseña y borda todos los platos de principio a fin, sea una cocinera cien por cien autodidacta. “Me gusta lo clásico, pero intento llevarlo a un nivel superior”. Mujer de pocas palabras, prefiere que hable Luis, su marido, que sí pasó cinco años en una escuela de hostelería, pero que en su periplo por distintos restaurantes de España acabó decantándose por el mundo de los vinos. “Hoy te hemos presentado a los defensores de nuestro producto local, pero también traemos muchos vinos de fuera para dárselos a conocer a nuestros clientes”, dice en referencia a su búsqueda constante, casi obsesiva, del que dice es el último vicio que le queda.
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