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La localidad de Granollers se encuentra muy próxima a Barcelona. Aunque es muy rica en elementos arquitectónicos de diferentes épocas, sigue sin ser tan conocida como se merece. El núcleo de estas representaciones artísticas es su centro histórico, repleto de sorprendentes contrastes por la mezcla de construcciones históricas -sobre todo, medievales-, sus muestras de arquitectura modernista y edificios e infraestructuras actuales. De modo que, quien visite la ciudad, puede optar por llevar a cabo varias rutas: la medieval, la del modernismo o la de los bombardeos de la Guerra Civil.
Al tratarse de una ciudad relativamente pequeña, estos recorridos -todos ellos, interesantes- se pueden hacer paseando y en un solo día. El centro de Granollers es la popular plaza de La Porxada, el lugar en el que mejor se aprecia esta mezcla de elementos y estilos arquitectónicos. En ella encontramos el Ayuntamiento y la Casa Caplés, dos buenos ejemplos de edificios modernistas; un par de casas medievales restauradas y, por supuesto, La Porxada. Además, desde esta plaza se puede empezar igualmente la ruta de los bombardeos. Pero esto es solo un anticipo de todo lo que se puede ver en Granollers.
La iglesia de Sant Esteve es el máximo exponente de la ruta medieval en Granollers. La ciudad empezó a construirse en el siglo XI, cuando se formó una villa medieval para acoger un pequeño mercado alrededor de la iglesia. El templo está ubicado en la plaza que actualmente lleva su nombre. El campanario es el único elemento que se conserva de aquella época. Es robusto, está bien rehabilitado y la parte superior la corona una estructura metálica de la que cuelga una campana.
El edificio de culto actual fue reconstruido entre 1940 y 1942, después de que quedara destruido durante la Guerra Civil. Destaca por un enorme rosetón que preside la fachada, en la que también hay un par de ventanales de arco ojival -de inspiración gótica-. En la misma plaza de la iglesia está la Adoberia dels Ginebreda (Teneria), un centro de interpretación histórica en el que puedes conocer más detalles sobre la Granollers medieval, aunque los horarios para visitarlo se reducen al sábado por la tarde y el domingo por la mañana.
Andando, a dos minutos de la plaza de la Iglesia, está la plaza de La Porxada. En este recorrido nos internamos en el centro histórico de la ciudad, con calles estrechas -la mayoría, peatonales-; edificios bajos y muchos de ellos reformados, que contrastan con algunas edificaciones peor conservadas. El ambiente aquí es más animado y los comercios están abiertos el sábado por la tarde.
Y es en la plaza homónima donde se encuentra el edificio medieval más característico de Granollers: La Porxada. Se construyó en 1587 como lonja de grano, pero más adelante, en 1872, empezó a usarse como espacio para acoger el mercado municipal. Sufrió daños durante la Guerra Civil y fue rehabilitada en 1940. La Porxada es una cubierta de madera sostenida por tres hileras, de cinco columnas de piedra cada una, que componen dos naves. El techo , por su parte, está construido a dos aguas. Si estás un jueves en Granollers no te pierdas el mercado semanal, con más de 400 paradas de ropa, alimentación, complementos personales y menaje del hogar. Se celebra en allí mismo de 9:00 a 14:00 horas.
Combinación de estilos
Sin salir de la principal plaza de la localidad, en uno de los laterales de La Porxada, encontramos dos edificios medievales, ambos restaurados, que manifiestan el contraste de estilos que se puede apreciar en esta bonita plaza. Se trata de los inmuebles sitos en los números 28 y 30. Otro edificio datado del siglo XV que se puede observar en el centro histórico es el Casal dels Tagamanent, situado en el número 10 de la calle Sant Roc. Llama la atención entre las casas actuales, ya que conserva perfectamente su fachada principal, con un portal de entrada con un arco de medio punto, y las ventanas de estilo gótico.
Continuando por la parte histórica, es inevitable encontrarte en algunas calles con restos de la muralla medieval. Está integrada en el pasaje urbano y se extiende por varias zonas, como la calle de la Constancia, en la que forma parte la parte baja de las casas, o en el Portal de Corró i la Capella de Sant Antoni, una de las puertas medievales de Granollers. Cuando estaba completa, la muralla, de forma hexagonal, tenía un total de 816 metros de extensión.
Algo más alejada del centro histórico, a cinco minutos caminando, en la calle Corró (número 47), está la Sala Francesc Tarafa, un antiguo hospital construido en el siglo XIV. Tiene planta rectangular y su cubierta, con tres arcos, sostienen un envigado de madera de doble vertiente, con un ábside a poniente con bóveda apuntada. Este edificio, además, está integrado en la ruta modernista de la ciudad, ya que en 1926 el arquitecto Manuel J. Raspall reformó su sala gótica para convertirla en la biblioteca municipal. Fue entonces cuando introdujo decoraciones modernistas en el interior y en la fachada. Igualmente, reaprovechó dos ventanas góticas e hizo un rosetón de piedra.
Granollers está incluida en la Ruta del Modernismo de veraneo del Vallés Oriental. Uno de los máximos exponentes de este movimiento es Manuel J. Raspall, autor de varias edificaciones. El crecimiento económico de la localidad a mediados del siglo XIX favoreció que se construyeran numerosos edificios públicos, fábricas y domicilios de familias acomodadas de estilo modernista y novecentista. Un claro ejemplo lo podemos encontrar en la inevitable plaza de La Porxada: el Ayuntamiento de Granollers, de 1904.
Obra del arquitecto Simón Cordomí Carrera, muestra la corriente de inspiración gótica del modernismo. De hecho, el escultor Josep Maria Barnadas contribuyó a proporcionar este carácter medieval al edificio. Hay una balconada con tres columnas y una cubierta de piedra rematada en cerámica bicolor, verde y amarilla. En el extremo izquierdo del edificio hay un pináculo y, en el derecho, una torre con un reloj. Además, la fachada cuenta con algunas esculturas, motivos heráldicos y otros ornamentos de piedra en las puertas, ventanas y balcones.
Sin salir de la plaza, en el número 14, está la Casa Clapés, levantada también en 1904. Es un edificio modernista obra de Raspall, de planta baja y tres pisos. En la actualidad está muy bien rehabilitado, con su fachada simétrica, blanca y azul cielo, y con adornos geométricos de cerámica en un azul más oscuro. Los balcones, de hierro forjado, están trabajados según el estilo del modernismo. Entre el segundo y el tercer piso hay otros elementos ornamentales, como unos botones en relieve con reflejos metálicos.
Saliendo de la plaza por la calle Santa Esperanza, en el número 6 encontramos otra obra de Raspall, en este caso, de 1924. Es la fachada de la Casa Bossy, más austera que otras creaciones del arquitecto y en la que hay que resaltar la torre mirador. Desde esta misma vía se accede a la calle Anselm Clavé donde, en el número 29, está la Casa Torrabadella-Can Ramoneda, proyectada por el arquitecto Francesc Mariné.
Aunque en ella podemos ver elementos renacentistas, también destacan los modernistas, sobre todo, en la glorieta, como las vidrieras emplomadas y los azulejos de escamas de pez. Otros edificios modernistas en Granollers, algunos de ellos un poco alejados del casco antiguo, son el Hospital Asil de Granollers (Avenida Francesc Ribas, s/n), la Sala Francesc Tarafa (mencionada en la ruta medieval), la fachada Can Puntas (Espi i Grau, 10), la fachada Casa Blanxart (Joan Prim, 9-11), la fachada Casa Joan Sanpera (Corró, 321).
Para aquellos a los que les guste la historia más reciente, Granollers fue una de las ciudades afectadas por bombardeos durante la Guerra Civil Española. Fue atacada cruelmente en dos ocasiones y este hecho dejó una gran huella en la ciudad. De hecho, existe lo que se llama la ruta de los bombardeos, que rememora ese 31 de mayo de 1938 en el que cinco aviones italianos Savoia-S 79 al servicio de Franco atacaron la población del Vallés Oriental. Cuentan que no sonó ninguna señal de alarma y, a las 9:05 horas, cuando la gente iba a trabajar, a la escuela o a comprar, durante un minuto, dichos aviones lanzaron 60 bombas y 750 kilos de metralla.
El resultado de estos ataques fueron 224 muertos, 165 heridos y más de un centenar de edificios quedaron dañados. Como consecuencia de este dramático episodio y para recordar a todas las víctimas de este hecho histórico, en muchas calles de la ciudad se puede ver unas baldosas con una especie de flor roja y blanca, que identifican los puntos en los que cayeron las bombas. Cada una de esas ellas lleva inscrita la fatídica fecha: el 31 de mayo de 1938.
La mayor parte de esta zona está situada en el centro histórico, sobre todo en las calles que rodean la plaza de La Porxada. De hecho, el propio edificio sufrió los efectos del bombardeo, ya que el impacto de las bombas hizo que se desplomara una parte de la cubierta y de las rejas que la cerraban, lo que causó una gran mortalidad, en especial, entre mujeres y niños. El año 1940, La Porxada se reconstruyó para continuar acogiendo el mercado municipal.
Si quieres revivir este momento histórico, puedes seguir la ruta de los bombardeos. Para ello, existe un mapa en la web del Ayuntamiento de Granollers en el que están marcadas todas las baldosas, que ahora están integradas en el suelo urbano de Granollers y con una simbología muy importante para sus habitantes. También están marcados los refugios, que se construyeron tras el primer ataque, y que sirvieron para resguardarse mejor en el segundo ataque que sufrió la ciudad, los días 24, 25 y 26 de enero de 1939.
Granollers es conocida también por sus mercados y ferias. Según la época en la que visites la ciudad, podrás encontrar algún mercadillo en el que curiosear. Un buen ejemplo es el mercado de anticuarios que se organiza el segundo y el último sábado de cada mes en la plaza Plaça Josep Maluquer i Salvador, en el que todas las paradas son de feriantes. Allí se puede encontrar todo tipo de objetos antiguos: figuras, jarrones, estatuas, vajillas, menaje para la cocina, teléfonos… Objetos vintage para los más nostálgicos.
En esta plaza existe uno de los últimos hallazgos que se podría incluir en la ruta medieval de la ciudad: la Torre Redonda, de forma circular. Se cree que fue construida entre finales del siglo XIV y el primer tercio del XVI. En su interior se halló parte del muro norte de una torre medieval cuadrada. Fue derribada en 1859 para ampliar la entonces llamada plaza del Bestir (Ganado).
En caso de que quieras probar la comida de mercado típica de la zona, en Guía Repsol recomendamos algunos restaurantes. En concreto hemos seleccionado tres de ellos en los que degustar platos de temporada y de cocina catalana.
‘La Fonda Europa’
El jefe de cocina de ‘La Fonda Europa’ (Carrer d'Agustí Viñamata, 2; Recomendado por Guía Repsol) es Andreu Fernández y define su carta como “de mercado”. Es una fonda “de tradición catalana, con suquets y salsas”, explica su director de sala, Ezequiel Alonso. En definitiva, una cocina que mezcla mucho el mar y montaña.
Un ejemplo de esta combinación es uno de sus platos más característicos: la paella parellada mar y montaña sin hueso ni cáscara. Otra opción es la sepia con albóndigas y pies de cerdo. Este arroz y este plato de fondo casero son solo dos ejemplos de lo que puedes encontrar en la carta de este mítico restaurante, que está situado en un edificio de 1771 y que no desentona entre los edificios históricos que la circundan. El cap i pota de ternera, los canelones, los fideos a la cazuela y los platos del día son otras opciones para degustar una buena comida en este referente culinario de la comarca y del conjunto de Cataluña.
‘El Trabuc’
Otro de los restaurantes más destacados de la localidad es ‘El Trabuc’ (Camí de Can Bassa, 2; Recomendado por Guía Repsol). La jefa de cocina de este establecimiento, situado en una típica masía construida en 1920 y remodelada en 1989, es Alejandra Cruz. Su filosofía se basa en la cocina catalana y de mercado, con platos de temporada, especializados en carnes selectas y pescados de la costa. Entre sus platos más representativos están el arroz a la cazuela, el cap i pota con garbanzos, los pies de cerdo deshuesados con gambas, y las carnes y pescados cocinados a la brasa.
‘La Taberna d’en Grivé’
En el número 98 de la calle Josep María de Sagarra está la ‘Taberna d’en Grivé’ (Recomendado por Guía Repsol). Su jefa de cocina es Raquel Grivé Martín y el director de sala, su hermano David. Hace 40 años que este restaurante abrió sus puertas para ofrecer una cocina de mercado basada en la materia prima, por eso, según la época del año en la que vayas, podrás degustar platos basados en los alimentos de temporada, por ejemplo, huevos con trufa y angulas, setas de primavera, guisantes dulces…
Los más golosos no pueden irse de Granollers sin probar su postre típico: el rajol. Se creó en 1994 y, desde entonces, es tradición comerlo, sobre todo, durante la fiesta mayor de la ciudad a finales de agosto. Está elaborado con hojaldre, crema de cacao y relleno de trufa y praliné de avellana. Si tienes suerte, puede que en algunas pastelerías situadas en el centro encuentres rajol, más probable si es en fin de semana. Como no es seguro que lo consigas, puedes encargarlo en el ‘Forn Sant Jordi’(Plaça Catalunya, 7; tel: 93 870 16 06).
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