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Con la influencia de los vientos alisios y ubicada en el norte de la isla, Las Palmas de Gran Canaria aunque es más fresca y húmeda que el sur, cuenta con un clima primaveral durante todo el año, pero especialmente atractivo para quien huya de las altas temperaturas del verano. La ciudad, con casi 400.000 habitantes, ofrece al visitante todo tipo de planes, desde un paseo por su barrio histórico colonial, hasta playas tranquilas para pasar la tarde o algunas más salvajes para surfear, disfrutar de las vistas de sus miradores en la parte alta o dar un paseo por su litoral sin renunciar al ocio o la cultura palmense.
Perderse por las calles de Vegueta es retroceder cinco siglos en el tiempo, pese a los restaurantes y bares que animan algunas de sus calles y plazas, algunas construcciones transportan al viajero a otro siglo, aquel en el que fue fundada por Juan Rejón en el año 1478. Una tarde tranquila, con temperaturas agradables, atravesamos vías estrechas y algún callejón, hasta llegar a la Plaza de San Antonio Abad. “Aquí es donde comienza la capital, Las Palmas de Gran Canaria, y es por lo que hay tres palmeras también”, asegura María antes de adentrarse en la explicación sobre el nombre de la ciudad, que nunca fue corto y siempre tuvo que ver con las palmas. Y, ojo, que a los palmenses les gusta que se diga entero para que no haya confusión con otras Palmas, Palma o con la isla entera.
En esta plaza, continúa la guía canaria, “estaba la primera catedral que tuvo Las Palmas de Gran Canaria construida por los conquistadores, aunque desapareció y sobre ella se hizo este templo, el de San Antonio Abad”. Junto a la iglesia se encuentra un lugar de “vista obligatoria dentro de la isla”: la Casa de Colón. “Las fachadas son una maravilla, pero los patios también”, explica María Lezcano mientras atraviesa la puerta de entrada que da paso a un patio interior en el que están instalados dos guacamayos que acompañan durante toda la visita con sus garridos.
En su primera expedición en 1492, Cristóbal Colón se vio obligado a detenerse en Gran Canaria para reparar un timón (o eso cuentan). Aprovechando esta visita, mucho tiempo después, en el siglo XX, la que fuera la antigua casa del gobernador y algunas aledañas fueron usadas para desarrollar este museo que sirviera como referente cultural en la isla. En sus salas, no solo se recuerdan los viajes de Colón a la isla, sino también la relación de Canarias con América. “El canario siempre ha estado muy vinculado al continente americano, de hecho, muchos de nuestros abuelos se fueron a Venezuela o Cuba”, explica la guía, después de aclarar que esa migración no solo se produjo con la colonización del continente americano, después de las expediciones de Colón, cuando muchos canarios partieron hacia Sudamérica. Y añade, además: “De Gran Canaria sale la primera platanera que va al Caribe”.
El museo merece una visita exhaustiva para empaparse a través de sus colecciones de esa conexión que pervive hasta el día de hoy. A la salida, hay que fijarse en una de las casas que integran el conjunto de la Casa Colón porque en su fachada encontraremos un recordatorio del edificio en el que nació el tenor Alfredo Kraus.
El estilo colonial de Vegueta desliza al viajero por sus calles estrechas, por las fachadas de sus edificios con unos balcones de madera que requieren de una mirada pausada para empaparse de su belleza. “Se solían hacer con madera de pino canario porque es muy resistente, como el habitante, resiste incluso el fuego”, dice María mostrando ese encanto del barrio y antes de llegar a una de las joyas del casco histórico: la Catedral de Santa Ana, ubicada en la plaza homónima.
En la plaza hay dos edificios históricos, la casa regental, del siglo XVI, y el palacio episcopal, con su balconada canaria. Y marcando el alma del lugar, se encuentra la Catedral de Santa Ana, considerada en todo el archipiélago uno de los tesoros del gótico canario. Aunque como bien explica María, iniciada en siglo XVI y a penas terminada en el siglo XIX, la construcción religiosa aglutina una buena mezcla de estilos, que terminan por hacerla única.
Antes de abandonar la plaza, es interesante buscar la placa en la que se recuerda el ataque que sufrió la ciudad el 26 de junio de 1599 por el almirante holandés Pieter van der Does. Cuando finalizó la ocupación, el 8 de julio, el holandés “nos robó la campana de la catedral, pero en 1999 Holanda nos regala una copia de la misma”, que se puede ver en el interior de la catedral en la parte trasera, según explica la guía turística. Y por último, es tradición hacerse una foto con los perros de Santa Ana, las esculturas realizadas por el artista francés Alfred Jacquemar, y que parecen custodiar la joya arquitectónica eclesiástica.
Si el casco antiguo sumerge al visitante en historias de conquistadores y corsarios, el barrio de Triana le conduce a una época de colores y azulejos que caracterizan el modernismo canario. Uno de sus mayores exponentes es el Gabinete Literario, ubicado en la Plaza de Cairasco, con su propio programa cultural y un restaurante en la primera planta muy conocido entre los palmenses, es un edificio que remonta al esplendor del modernismo de finales del siglo XIX.
Otros detalles quedan asociados a este plaza. Para los cinéfilos, la isla ha sido escenario de varias películas, pero este lugar concretamente contó con la presencia de Brad Pitt y Marion Cotillard durante el rodaje de Aliados; y con Jennifer López, que usó el Gabinete Literario para algunas escenas de su película The Mother, en la que también aparece el casco histórico de la ciudad.
El Gabinete Literario, primer teatro de Las Palmas de Gran Canaria, se quedó pequeño para las necesidades de la ciudad y en diciembre de 1890 se inauguró el que vendría a sustituirlo, el Teatro Tirso de Molina, en una plaza cercana la de Stagno. Como anécdota, cuenta María, que Benito Pérez Galdós criticó el lugar que se había escogido para la construcción del teatro demasiado cerca del mar. Con el tiempo, ironías de la historia, el edificio terminó adoptando el nombre del escritor canario y es así como se lo conoce hoy. Sobre Pérez Galdós y su prima Sisita, María Lezcano revela cómo este primer amor marcó la vida de su paisano.
En el barrio modernista es obligado atravesar la calle Mayor de Triana, un paseo peatonal que es la arteria comercial de la ciudad y una mezcla de estilos arquitectónicos entre los que destaca el de finales del XIX y principios del XX en algunos edificios representativos como la Casa Lleó, de 1905. Las fachadas acompañan en un trayecto bien interesante, porque si uno se da tiempo para dejar de mirar las construcciones también puede disfrutar del ritmo de la ciudad, de la vida de los palmenses. ¡Y Triana es pura vida! Movimiento arriba y abajo, pero también gente que se para a saborear la tarde –“aquí tienes que probar el helado de Guirlache”, insta María- o a charlar con los conocidos. Y aquí también puedes sumarte a los paisanos y aprovechar para perderte y probar sus ‘enyesques’ (tapas).
Antes de llegar al Parque de San Telmo, se identifica con más claridad lo que se vislumbraba desde lejos: ‘La espiral de Viento’, obra del escultor palmero Martín Chirino. Relata como curiosidad la guía turística, que el regalo de Las Palmas de Gran Canaria para la boda real de Felipe y Letizia fue una escultura, ‘La lady’, del artista canario.
Ya en San Telmo, primer puerto de la ciudad, una ermita chiquitita del s.XVIII hace las delicias de este lugar donde abundan el verdor de los árboles. Este parque es, además, perfecto para cerrar la ruta por el modernismo de la capital visitando su quiosco, de 1923, que hoy es una cafetería al aire libre.
A finales de 1997, se inauguró en el paseo de Las Canteras el Auditorio Alfredo Kraus y Palacio de Congresos de Canarias. Dos en uno. La tarde que lo visitamos, el viento sopla y el mar parece rendir pleitesía a este edificio que lo encara de frente recordando cómo fue concebido por el arquitecto catalán Óscar Tusquets.
Con capacidad para unas 4.000 personas, por este auditorio pasan las orquestas más prestigiosas del mundo, con el Festival de Música de Canarias o el Festival de Jazz y Guitarra, pero también ha sido visitado por importantes actores -aquí también se celebra el Festival Internacional de Cine de Las Palmas- que han dejado las huellas de sus manos a la entrada, como Susan Sarandon, Gérard Depardieu o Concha Velasco, entre otros.
Las esculturas del edificio forman parte de ese homenaje al mar, del escultor Juan Bordes, que se inspiró en la fauna marina de Las Canteras. Mientras el viento de la tarde susurra con energía a las paredes de este lugar, María Lezcano recuerda que desafortunadamente Alfredo Kraus “no pudo disfrutar de este lugar como se habría merecido, porque murió poco tiempo después de su inauguración”.
“Al habitante de Las Palmas le gusta mucho la playa de Las Canteras”, asegura María y no le sorprende porque para ella es “una de las mejores playas urbanas de Europa”. El ambiente de este arenal de más de tres kilómetros de longitud le da la razón. La rutina playera alterna con la viveza de las terrazas, bares y restaurantes que la envuelven y, pese a ser un día laboral, la atmósfera que se respira es el de las eternas vacaciones.
“Al fondo se ve un arrecife, que es la barrera de las canteras”, afirma María del arenal más largo de la capital. Esa protección natural hace de la playa prácticamente una piscina por sus aguas plácidas. Otra historia, es la parte en la que acaba la barrera, donde el mar entra libre y salvaje, un paraíso para los surfistas.
Y la guía canaria tiene, por supuesto, una anécdota para los turistas más curiosos. En las navidades de 1954 “se rodaron en la Playa de Las Canteras algunas escenas de la película antigua de Moby Dick con Gregory Peck”. El actor se alojó en el Hotel de Santa Catalina, otro de los iconos de la ciudad y un excelente lugar para descansar en Las Palmas de Gran Canaria.
El sur de la ciudad cuenta, además, con la Playa de La Laja, de arena negra con un magnífico paseo marítimo y la favorita de los amantes del surf. Y al lado del muelle deportivo -donde está el restaurante ‘Embarcadero’, por cierto- se encuentra la Playa de las Alcaravaneras, de un kilómetro de longitud, esta sí, de arena blanca y perfecta para los deportes de vela. Las Palmas de Gran Canaria tiene un espacio para cada enamorado particular del mar.
Desde la Playa de las Canteras se puede enlazar caminando por un sendero con el barrio de La Isleta. “Se trata de un lugar muy especial. Sus gentes llegaron del puerto y se instalaron aquí, viven y cocinan de un forma diferente… Es una zona que se está revalorizando en los últimos años”, subraya la guía que conoce y pasea por estos caminos con cierta regularidad.
Antes de hablar de la ruta que propone María y que nos llevará a uno de los miradores más espectaculares de la ciudad, hay que mencionar otro, el de Miravista en la Ciudad Alta, que permite tener una visión casi completa de la urbe y su Puerto de La Luz, el motor de la economía de la isla durante muchos años. Antes o después, merece una visita y un millón de fotos.
Volviendo a La Isleta, aunque no se trata tanto del barrio como de llegar por el sendero costero que sala de Las Canteras, tras una camina de unos 25 minutos, hasta El Confital, un lugar donde las puestas de sol cobran otro sentido en un mirador conocido como Las Coloradas. Un punto final espectacular.
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