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Dicen de San Cristóbal de la Laguna que es la ciudad más bonita de toda la isla de Tenerife. Y motivos no le faltan... Esta ciudad colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, mantiene el trazado original de su casco antiguo desde el siglo XVI. Es una auténtica gozada descubrir este municipio colonial perdiéndose por sus calles empedradas, paseando entre casas señoriales –como la del Corregidor, la de Capitanes Generales o Casa Praza–; o palacios –como el de Salazar–; o simplemente descansando en una de sus placitas ajardinadas. Fíjate bien en cada edificio, en sus balcones, fachadas y hasta en la belleza de los pomos de las puertas.
Quien visita San Cristóbal de La Laguna, no puede irse sin conocer sus joyas monumentales, como la Catedral de San Cristóbal, con su llamativa fachada neoclásica; la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, con su torre de 28 metros; o la Plaza del Adelantado, con su fuente de mármol realizada en Francia y donde se han llevado a cabo los actos públicos más importantes de la historia de la ciudad.
Y aún hay más: porque la que fue primera capital de la isla, presume también de una gran riqueza paisajística, cultural y gastronómica que deja huella en quien la visita. Un consejo: echa el paraguas a la maleta, porque además de ser una de las ciudades más bellas de la isla, también es la más lluviosa.
Puede ser el punto de partida de tu viaje o el broche final para despedirte de San Cristóbal de La Laguna. El Mirador de Jardina es un balcón que se asoma sobre la ciudad con unas vistas sobrecogedoras. Sin duda la mejor forma de contemplar el privilegiado entorno natural en el que se encuentra, encajado en la Vega de la Laguna y rodeado de montañas, como la del Socorro en Güimar.
Para llegar no hay parada de guagua, hay que tomar la serpenteante carretera de Anaga, que conduce al principio del Parque Rural de Anaga. Presta mucha atención, el mirador aparece tras una curva cerrada y no siempre es fácil aparcar. Una vez allí, olvida las prisas, detén el reloj y prepara la cámara. Si no hay calima y los cielos están despejados, verás de forma nítida la silueta del majestuoso Teide, la montaña más grande de España con sus 3.715 metros.
A la izquierda, verás el mar y la costa de Santa Cruz. También pequeñas casas de colores que salpican las montañas y los campos de cultivo. Intenta ir al amanecer o cuando cae la tarde. La luz cambia por instantes y cada momento es mágico, incluso cuando hay nubes y los rayos del sol se cuelan iluminando parcialmente el paisaje, un juego de luces y sombras que se te quedarán grabados en la memoria.
Entrar en esta casa tradicional canaria del siglo XVIII, situada muy cerca de la Iglesia de la Concepción, es iniciar un viaje a otras épocas y lugares lejanos a través de valiosos objetos procedentes de Asia y las Américas. Una colección de más de 60.000 antigüedades entre las que vivía Don Cayetano Gómez y su familia y que, en 2019, su hija quiso compartir con el público convirtiendo la casa familiar en un museo. "La importancia de esta colección es que todo lo que ven llegó a Canarias. Todo lo que iba a Asia y a las Américas desde la Península pasaba por aquí. Cayetano nunca viajó para adquirir estos objetos ", cuenta Diego Álvarez, uno de los gerentes de la casa-museo, resaltando la importancia de la isla como punto estratégico en las rutas comerciales entre el viejo y el nuevo mundo.
Cayetano nació en La Palma, donde comenzó a coleccionar platos antiguos. De ahí pasó a interesarse por otros objetos como rosarios de finales del siglo XVIII, piezas de indumentaria canaria, porcelanas chinas, bargueños y escritorios castellanos, pinturas barrocas –entre las que destacan las del canario Cristóbal Hernández Quintana–, clavicordios, cuadros guatemaltecos, grabados como el de la Virgen de la Peña; o tallas, como la Virgen Naciente, la única que se trajo de fuera, concretamente de El Rastro de Madrid.
Entre las cosas que mayor curiosidad levanta entre los visitantes son las hormigas gigantes vestidas de Brasil del siglo XIX, un pequeño objeto que se usaba como souvenir. También es interesante la exposición temporal de abanicos donde se exhiben auténticas joyas: hay de boda, procedentes de Oriente, anacarados, etc, junto a unas indicaciones sobre el lenguaje del uso del abanico. Un guiño a don Cayetano y su mujer, porque fue, precisamente en una exposición de abanicos, donde ambos se enamoraron. Para terminar la visita, la acogedora cafetería del museo es un buen lugar para retomar fuerzas; al igual que su tienda, con artículos hechos por artesanos canarios.
En la calle San Agustín, este instituto público es otro de los edificios a los que merece la pena asomarse. Considerado el instituto más antiguo de las Islas Canarias (1846), en sus aulas se formaron alumnos ilustres como el novelista Benito Pérez Galdós, el pintor Óscar Domínguez, el filósofo y político Juan Negrín o el físico Blas Cabrera y Felipe, cuyo busto da la bienvenida a la entrada del edificio. A un paso, los restos quemados de la iglesia de San Agustín –se incendió en 1964– impresionan al visitante.
Es una maravilla entrar y pasear por los pasillos de este antiguo monasterio agustino, subir por sus antiquísimas escaleras de piedra, escuchar de fondo las voces juveniles de los estudiantes de Secundaria. Es impepinable visitar su claustro, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura renacentista en Canarias; y pararse a contemplar su jardín botánico, donde se exhiben especies vegetales de todo el mundo, como el lino de Nueva Zelanda, la palmera californiana, el clavel del aire, el bonetero del jardín, el cabrera pinto o los vejeques, que asoman sobre las tejas del edificio. El Instituto es, en palabras de Miguel Unamuno, "un rincón de singular sosiego, un remanso de quietud que solicita al estudio. El patio es un encanto...".
Este instituto fue origen y sede de la Universidad durante años, así como "la piedra angular sobre la que irradió la enseñanza en todo el archipielago durante cerca de tres cuartos de siglo", como cuenta Eliseo Izquierdo, escritor, periodista y antiguo alumno de este centro que fue el único instituto de Canarias hasta 1916. Sus salas de exposiciones invitan a pasar algo más de tiempo entre sus históricos muros, donde es posible ver muestras de aparatos científicos, antropología e Historia Natural. Este año además, por el centenario de la muerte de Benito Pérez Galdós, sus salas exhiben –hasta el 15 de agosto– más de 200 piezas relacionadas con la vida del escritor, desde pinturas, a manuscritos, fotografías, objetos personales y mobiliario. Un plan que no hay que dejar pasar.
Muy cerca de la plaza del Adelantado, hay una carnicería donde no solo se va a comprar, sino también a comer. Sus hamburguesas y sandwiches de pastrami son de esos bocados que enganchan y te hacen volver una y otra vez. Stefane, Bernard y Oliver son los tres hermanos que llevan el negocio y que dieron un giro radical a la carnicería tradicional que fundó su padre hace 26 años, y a quién todos conocían como El Holandés.
"Siempre quisimos que la gente que viniera a 'Baggerman' pudiera probar 'in situ' lo que ve en las neveras", cuenta Bernard, que además de carnicero, también trabajó durante años como cocinero en diferentes restaurantes canarios. De esta forma, aquí puedes pedir desde una croqueta casera a un steak tartar, un carpaccio, un chuletón de vaca polaca, una presa de angus, un pollo de corral relleno o una mortadela de cabra, que preparan ellos mismos.
Para las hamburguesas, ofrecen hasta 15 variedades de carne que acompañan con panes artesanos y ecológicos, con curri, pan negro, blanco... y salsas caseras. "La que más triunfa es la de ternera con parmesano", comenta este tinerfeño, que confiesa ser un amante de los quesos y la cerveza. De lo primero, proponen un queso de Granja Ara, en Santa Úrsula, madurado en una cueva vertical de 8 metros bajo tierra y cubierto de ceniza francesa. De lo segundo, sus estantes exhiben una selecta variedad cervezas holandesas, como la Grolsch, la favorita de su abuelo; o la ecológica Baggerman, que elaboran con Tierra de Perros utilizando aromáticas como salvia, hinojo y pimienta rosa. "Nos costó un año dar con la receta pero mereció la pena", asegura.
Bautizado como la leyenda argentina de Futre, este pequeño restaurante en el centro de San Cristóbal es toda una sorpresa. En su diminuta cocina vista, Patricio Pérez propone una carta sencilla y cuidada que presenta en una pizarra con productos de mercado. "Mi carta se rige por lo que me apetece cocinar", cuenta este argentino de Mendoza que llegó a Canarias hace 18 años, y hace ocho que abrió este local.
Entre sus clásicos, triunfa el tartar de atún con algas wakame, mango y aguacate; la lasaña de espinacas y setas –uno de sus primeros platos–; el bacalao confitado con puré de batata ecológica de Lanzarote, verduras de temporada y cebolla caramelizada; o el steak tartar con puré de batata. También preparan un queso de media flor de Gran Canaria al horno –un guiño a la receta argentina provoleta– servido con arándanos y pistacho. Nunca falta la ensalada de tomates ecológicos acompañada de bonito escabechado suave, crema de aguacate y rúcula ecológica. "Soy un fanático de los tomates", dice sonriente.
Una cocina de mundo. Eso es lo que propone el chef Elías Rodríguez en su restaurante 'El Bejeque' (Viana, 61). Y lo hace transportando al comensal a continentes como Asia o Latinoamérica con platos como los mejillones Bangkok; el uramaki de salmón con mayonesa picante ahumada e Ikura; el nigiri de ventresca de atún (o-toro) quemado a carbón, salsa teriyaki, kizami wasabi y flor de sal; o la costilla de vaca a baja temperatura, con puré de papa estilo Robuchon y salsa bulgogi.
La debilidad de Elías es Asia –sobre todo sus sushis– aunque no se cierra a cruzar otras fronteras. Sus recetas también viajan a la Península del Yucatán, México, con el cochinito canario pibil que sirven con un adobo de pasta de achiote, zumo de naranja agria y especias; a Italia con su delicado arroz Carnaroli con boletus y trufa salvajes; o a Perú, con su variedad de tiraditos, como el de atún con papada sopleteada y mayonesa de chile chipotle.
Apuestan por el producto canario y les gusta presumir de ello, bien sea un cangrejo real canario, que un pulpo de roca de la Punta del Hidalgo –lo hacen en tempura y es uno de sus hits–; o pescados blancos como el jurel y el medregal. El atún rojo que protagoniza sus elaboraciones también es canario, al igual que los quesos de la Finca de Uga –de Lanzarote– o las verduras ecológicas que cultivan en la fina 'Los Almendros', en altos de Arafo. En carnes, confían en los carniceros de 'Baggerman', de donde traen el lomo alto holandés o el de Wagyu, con 40 días de maduración. Un exótico viaje por los sabores del mundo con sello cien por cien canario. Otro plus: su terraza, es toda una sorpresa.
En esta tienda de la calle Juan de Vera, cada par de zapatos es único. No hay uno igual a otro. Lo que sí comparten es que todos son cien por cien sostenibles y artesanales. Divertidos, de formas diversas y colores alegres, este calzado se fabrica en un taller situado en Tacoronte con los diseños de Plácido Alonso, el artista y artífice de este negocio tinerfeño.
"Este año hemos innovado con la fibra de plátano en las punteras y lengüetas, lo que las hace más suaves", cuenta Chiara Torres, la dependienta de esta tienda, la única en toda la isla de Tenerife. Para ello, procesan la fibra para usarla como hilo para tejer tela en el telar. Por otro lado, las suelas están hechas con botellas de plástico recicladas, y las plantillas son de caucho –de neumático–. Otro plus: cada zapato se pinta a mano, uno por uno. Los hay de plataforma –muchos se han lucido en la pasarela Cibeles– , sandalias, zapatos bajos, etc. También carteras, bolsos, mochilas, riñoneras, cinturones y calzado para niños. Un regalo práctico, original y respetuoso con el medio ambiente.
Si eres un foodie lover, el mercado es una parada imprescindible de tu viaje. Aquí encontrarás tal variedad de productos canarios que no sabrás por dónde empezar. Nuestro consejo: déjate llevar por tus sentidos. Pasea entre puestos como el de la 'Carnicería Jhonny', donde el rey indiscutible es el cochino negro; detente a ver la exhibición de pescados secos y salazones de Jacqueline con sus tollos, sardinas, cabeza de cherne o samas, entre otras; déjate envolver por los aromas de las hierbas de 'La Recoba' que traen de Guimar y Candelaria; o por sus mojos, sus mieles de la Orotava, o sus tipos de gofio –de espelta, de maíz ecológico, de avena o multicereal;– y comienza a salivar con los quesos de la Chicha, un puesto siempre lleno.
Chicha tiene quesos de todas las islas: ahumados de La Palma y Lanzarote, de leche cruda de cabra de Fuerteventura. "Solo de Gran Canaria tengo más de 10 variedades", comenta Chicha, que además hace tablas de queso por encargo. Su almogrote –con o sin picante– de elaboración propia es una auténtica delicia. Para asar, propone un queso de la Palma de Punta Gorda, acompañado por mojo de Barlovento o mermelada de higo de la Palma.
Otros puestos que seguro te cautivan por su variedad y colorido son los de frutas y verduras, como el de Déniz, con Yolanda y Marisol; o el de Dory, donde atienden Tamara y su madre. En los puestos vemos una gran variedad de papas, desde la negra, cultivada de forma ecológica por Marisol en Icod; a las papas casino de color rosado –conocidas como las Michael Jackson–; las chinegua, las spunta, las King Edward o las autodate, la más básica para freir; o la "yema de huevo" –ideal para los potajes de calabaza–. Además de papas, ofrecen buenos plátanos de Canarias, y frutas tropicales como pitayas cultivada en Tenerife –conocida también como la fruta del dragón–, caquis, guayabas y parchitas (maracuyá).
Otro lugar donde comprar productos típicos de la tierra es esta pequeña tienda de la calle San Agustín donde ya que vas, puedes tomarte una copa de vino local con un picoteo enlatado, o una tapa de almogrote. Y si te gusta, te lo puedes llevar luego a casa. Su dueño, José, es el mejor cicerone para el cliente que entra algo despistado. Ofrecen vinos de toda Canarias –están incluidos en la Ruta del Vino de Tenerife–, cervezas artesanas, productos en lata de buena calidad, quesos y embutidos, preparados para hacer tú mismo el mojo, botellas de ron miel y hasta libros de recetas. Tienen también unas bonitas vajillas artesanas y souvenirs a buen precio.
Este encantador hotel se encuentra a pocos pasos de la plaza del Adelantado, en pleno corazón de San Cristóbal de la Laguna. Se trata de un antiguo edificio de 1776 convertido hoy en un hotel de 4 estrellas con 123 habitaciones. Primero fue centro clandestino de tertulias, luego escuela de magisterio y, antes de convertirse en un hotel de lujo, una importante fábrica de tabaco.
Basta dormir en una de las estancias de su zona noble para sentir un suspiro de esas antiguas vidas. Nueve de ellas se encuentran en la zona noble, que pertenece a la parte original de la antigua casa, más íntima y tranquila. Nueve joyas que conservan el artesanado de los techos de madera construidos a cuatro aguas hace más de tres siglos, con puertas y ventanas restauradas tal cual eran en su origen y suelos de madera de tea de pino canario.
No hay una estancia igual a otra, todas son diferentes, con sus muros de sillería y las pinturas hechas en los cabeceros por la artista local canaria Beatriz Cobos. Otro plus es su azotea, donde está la piscina y desde la que se pueden contemplar una bonitas vistas del skyline de San Cristóbal de la Laguna y el entorno natural que lo rodean.
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