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Las guías de viaje cuentan que Fuerteventura es la isla de los amantes del surf y del deporte, pero no dicen que también es el paraíso de quienes buscan la mayor aspiración de nuestros días: desconectar. Esta isla, sin embargo, no te regala silencio absoluto, te ofrece una paz siempre mecida por el rumor del viento, que a veces acaricia y otras sacude. Puedes disfrutar de esa melodía en sus más de 150 kilómetros de playas de arena blanca bañadas por aguas turquesas o mientras recorres, a pie o en bici, alguno de sus muchos senderos. Además, se puede aprender historia, local y universal, siguiendo los pasos que dio Miguel de Unamuno durante su destierro en la isla o visitando Betancuria, la primera capital de Canarias.
Por supuesto, todo ello sin pasar hambre. La gastronomía es otro de los puntos fuertes de la isla. Es pecado irse sin probar el guiso de cabra o sin degustar los quesos majoreros, que llevan años en el top ten de quesos de nuestro país. Fuerteventura ofrece una combinación perfecta para cualquier momento del año.
Ubicada en Puerto del Rosario, la capital de la isla, se encuentra la casa donde vivió Miguel de Unamuno durante el destierro al que fue condenado por el régimen del general Primo de Rivera. Esta vivienda, de arquitectura típica canaria, tiene como objetivo difundir la obra que Unamuno alumbró en Fuerteventura y mostrar la huella indeleble que la isla dejó en el escritor, filósofo y profesor, pese a que su estancia en ella se limitó a cuatro meses.
Al poco de llegar a Fuerteventura germinó en Unamuno su amor y su preocupación por la isla y sus gentes: “El paisaje es triste y desolado, pero tiene hermosura. Estas colinas peladas parecen jorobas de camellos y en ellas se recorta el contorno de estos. Es una tierra acamellada”, escribió. Tras ser indultado por el régimen, abandonó con pesar la tierra majorera: “Dejé esa roca llorando”, confesó poco después.
Corralejo, al norte de Fuerteventura, alberga las mayores dunas de Canarias. Puedes llegar a ellas dando un paseo por la costa desde el pueblo o directamente en coche: la carretera FV-1 conecta Puerto del Rosario con Corralejo. Sea como sea, merece la pena dedicar tiempo, sin prisas, a pasear por este parque natural único y darte un baño en las aguas más azules que habrás visto.
Eso sí, los escarpines no están de más, porque en la orilla suelen concentrarse algunas algas que enseguida desaparecen. Este paraje se encuentra justo frente a Lanzarote y, a entre las dos islas, está la Isla de Lobos, a la que se accede en barco -contratando una excursión en el puerto- y en la que se puede pasar el día.
Lobos tiene uno de los enclaves más instagrameables de toda Canarias: un embarcadero que aparece en más de 60.000 publicaciones en la red social. No es casualidad que todo aquel que pisa el enclave quiera llevarse esta estampa para el recuerdo, pero esta pequeña isla, a la que no han llegado los coches y que solo cuenta con un bar, tiene mucho más que ofrecernos. Recorrer toda la superficie, siguiendo los senderos habilitados para ello, te permite admirar el contraste de las distintas tonalidades de ocres y negros que colorean sus escasos seis kilómetros cuadrados. También descubrir que aquí nació la escritora Josefina Pla -hay una placa que conmemora la efeméride-.
Desde hace unos años el aforo está limitado y hay que reservar la excursión en el muelle de Corralejo -al lado de la cofradía encuentras varios puestos de venta de billetes-. Además, el área marítima entre Lobos y Corralejo es considerada una reserva submarina, lo que la convierte en un lugar idílico para sumergirnos y practicar el buceo.
En Fuerteventura hay playas para todos los gustos: mayoritariamente de arena blanca, una de arena negra -Ajuy, protagonista también de este reportaje- y otra, la más peculiar, cubierta de lo que a simple vista parecen piedrecitas blancas, pero que en realidad es algo más curioso: esqueletos de unas algas llamadas rodolitos que guardan un gran parecido con las palomitas de maíz -conocidas en buena parte de Canarias como cotufas-.
Ubicada en el norte de la isla, la Playa de las Cotufas -también conocida como Playa de las Palomitas o popcorn beach- ofrece un espectáculo digno de admirar y fotografiar. Eso sí, resiste la tentación de llevarte un puñado de estos rodolitos, no solo porque está terminantemente prohibido, sino también por el riesgo de desaparición de estos insólitos paisajes.
Si hay un lugar imprescindible en Fuerteventura para los amantes de lo salvaje y lo misterioso es, sin duda, Cofete. En el extremo sur de la isla se encuentra esta playa única en toda la geografía canaria a la que se llega a través de una carretera pedregosa.
El trayecto no entraña peligro, pero es necesario tener paciencia: las condiciones de la vía y las curvas hacen que el viaje se prolongue durante unos tres cuartos de hora. Sin embargo, cada uno de esos 45 minutos merece la pena: son el preludio necesario para entender que lo inexplorado todavía existe, a veces más cerca de lo que creemos. Porque eso es Cofete.
Solo una edificación rompe el paisaje virgen del entorno. Antes de acceder a la playa se encuentra la ‘Villa Winter’, una residencia que perteneció al ingeniero alemán Gustav Winter y sobre la que corren incontables teorías y leyendas.
“Fuerteventura es un lagarto desde el aire, pero en tierra es una playa, y es muchas playas”, dice el escritor y periodista canario Juan Cruz. Las playas más espectaculares de la isla probablemente se encuentren en la Península de Jandía, aunque el extremo meridional de la isla es más que eso.
Se trata de un espacio con personalidad propia -no en vano fue una isla en sí misma, ahora unida al resto del territorio insular por un istmo de apenas unos kilómetros de ancho- que conviene visitar renunciando a la prisa para captar toda su belleza y desentrañar su misterio.
En los alrededor de 200 kilómetros cuadrados que ocupa la Península de Jandía hay espacio para un parque natural, caseríos de pescadores cuya fisonomía se mantiene casi inalterada pese al paso del tiempo -el Puertito de la Cruz-, un faro que guiaba a las embarcaciones que se dirigían a África, vistas inigualables y, por supuesto, playas inmensas, en especial Cofete con sus 14 kilómetros de longitud. Nada como recorrer Jandía para olvidar los agobios y recordar lo que es verdaderamente importante.
El pequeño pueblo de pescadores de Ajuy es frecuentado más por lugareños que por turistas. Sin embargo, las espectaculares cuevas volcánicas que llevan el mismo nombre, la lengua de arena negra que conforma su playa, el pescado fresco que ofrecen como menú los restaurantes de la zona y los mágicos atardeceres bien merecen una visita.
Este pueblo marinero, ubicado en la costa oeste de Fuerteventura, es el sitio perfecto para darte un remojón justo antes de almorzar un buen arroz, una ropa vieja, un cherne o un sargo, lo que se haya pescado ese día. Se trata de uno de los enclaves más auténticos de toda la isla adonde no ha llegado la masificación turística y que cuenta con una oferta gastronómica de lo más interesante. Además, las extensas playas que rodean el pueblo, todas de arena blanca y agua cristalina, son un remanso de paz donde saborear el final del día.
Ubicada en un valle interior de la isla, es la localidad menos poblada de toda Canarias. Sin embargo, Betancuria no ha tenido dificultades para atraer cada año a miles de turistas ni para colarse en la lista de los pueblos más bonitos de España. Sus calles adoquinadas, sus paredes de cal y sus balcones de madera te invitan a viajar en el tiempo y en la historia de la isla y de Canarias, pues Betancuria fue la primera capital del archipiélago.
Los aborígenes de Fuerteventura -los majos o mahos- consideraban Tindaya su montaña sagrada, y lo cierto es que este pico, de aproximadamente 400 metros de altitud, alberga diferentes elementos que lo dotan de un innegable carácter mágico y espiritual. En ella se han encontrado más de 300 grabados con formas de pie -podomorfos- cuyo significado no ha terminado de esclarecerse y que le confieren un alto valor histórico y arqueológico. Te invitamos a recorrer los senderos que rodean la montaña y a contemplar el enigmático paisaje en el que se ubica, comprenderás por qué Tindaya ejercía ese poderoso influjo sobre los antiguos pobladores de la isla.
Al sur de la isla, muy cerca de la carretera que lleva a Cofete, se encuentra Morro Jable, un referente turístico de la isla y de Canarias. Reconocido su atractivo, las enormes playas que alberga esta zona permiten disfrutar de una zona turística y al mismo tiempo desconectar. Si no quieres renunciar a nada, Morro Jable es tu destino. Restaurantes, locales de ocio y kilométricas llanuras de arena blanca bañadas por agua cristalina. Este lugar es un sueño.