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“La niebla cubre tenaz la Sierra del Sueve, asciende por sus laderas, se interna en sus vaguadas y se aferra a sus cumbres, tapizando el terreno”. De esta manera hablan de su territorio en la oficina de turismo de Colunga. Entramos en un escenario natural situado en la costa oriental de Asturias donde irrumpen, al pie del Cantábrico, montañas de más de mil metros de altitud para coronar un ecosistema singular que parece muy cerca y muy lejos al mismo tiempo.
La Sierra del Sueve es un cordal de 12 kilómetros de longitud y 8.112 hectáreas de superficie repartidas por los concejos de Colunga, Caravia, Ribadesella, Parres y Piloña. Su silueta está dibujada por picos de caliza escondida por un manto boscoso pseudo salvaje, donde la humedad marina abastece la bruma, donde lluvia y el sol se alternan en apenas unos minutos y donde el viajero descubre una imagen que le traslada a las selvas polinésicas. Aquí, cada recodo en el camino puede mostrar un mirador a una playa idílica de arena dorada y agua cristalina, o puede sumergirnos en la espesura donde la luz apenas se cuela entre estos bosques milenarios de tejos, de hayas y de helechos tropicales testimonio de la gran jungla que cubría Europa en épocas remotas. Un par de asturcones aparecen en la senda, menos tímidos que los gamos, que huyen a nuestro paso. Seguimos en el Principado, y vamos a explorar la Sierra del Sueve.
La carretera N-632 discurre por un itinerario llano y litoral descubriendo, al norte, arenales como el de la Isla o la Espasa, situados entre las localidades de Colunga y Caravia. Al sur, justo al lado, se alzan las cumbres de la Sierra del Sueve, que reclaman al viajero con su halo místico y nebuloso. Tomamos el desvío para continuar por la retorcida AS-260 que deriva en la CL-2 rumbo al pueblo de Carrandi. En tan sólo unos minutos hemos salido de la arena de la playa para perdernos en la montaña y descubrir la llamada “capital del Sueve”. En ella, las casonas asturianas y los hórreos se apilan sobre la colina que domina los valles colindantes, donde asoma la iglesia parroquial de Santa Úrsula (s. XX) y donde parte nuestra ruta de senderismo para tratar de descifrar los paisajes del Sueve.
Hablamos de la PR. AS-70, que parte desde Carrandi hacia el Puertu del Sueve en un recorrido circular de 7 kilómetros y algo más de 3 horas de caminata por senderos empinados que requieren buena condición física y preparación para las cuatro estaciones en media hora. Por lo tanto, botas, chubasquero, gorra o sombrero y crema solar serán imprescindibles en esta actividad. No espere el senderista encontrarse ninguna tienda, comercio o restaurante en este itinerario que se pierde en la bruma y en uno de los parajes más salvajes de la costa occidental de Asturias.
Desde la plaza de la Iglesia, donde aparece el panel indicador de la senda, descendemos por una fuerte pendiente de hormigón para pasar por el bebederu el Toyu, caminar entre pomaradas y disfrutar de una panorámica de la serranía envuelta por la niebla que viene y va. No tardamos en llegar al caserío de El Prau Grande, situado junto al río Espasa, que desemboca en su homónimo arenal. Aquí se conserva uno de los pocos molinos de agua que quedan en Asturias, perfectamente restaurado, junto a uno de los caleros, o pozos donde antiguamente se quemaba la cal, que encontraremos en la senda. Una pradera de ribera se convierte en el lugar perfecto para tomar un respiro, disfrutar de la estampa, bucólica y mística a partes iguales, y mentalizarnos para el ascenso que está a punto de comenzar.
La senda avanza ahora por la ladera en un recorrido forestal hasta otro caserío, el de Brañalagata, donde podremos llenar la cantimplora en su fuente. Pronto el frío y rocío mañaneros desaparecen a medida que ascendemos la montaña y se va descubriendo el sol entre los riscos para iluminar el valle. En esta época, el bosque caducifolio muestra su esplendor, coloreado por robles, castaños, avellanos y fresnos, además de algunos acebos que se intercalan con las praderas. Es este el territorio del asturcón, raza autóctona de poni que campa a sus anchas como lo hacen las vacas, de las que se conservan cerca de 3.000 ejemplares que pasan el verano en los puertos, símbolo del estrecho vínculo de la naturaleza virgen del Sueve y sus pobladores.
Caminamos junto a la cabaña y el cierre de Cuetu el Toyu para continuar por los pastizales y caleros, la fuente de La Retuerta y empezar a vislumbrar la cima. La majada de Busfríu invita a tumbarse a descansar en la hierba tupida (cuando no ha llovido en las últimas 24 horas) y refrescarse en el pequeño manantial. A nuestra espalda, contemplamos el pico Cordobana y, de frente, la pequeña mole del El Sol de Miguel, justo al lado. Desde este lugar podremos tomar el desvío hacia uno de los mayores tesoros botánicos de Europa, además de uno de los entornos más indómitos del Sueve.
“En el Sueve hay una tejeda con ejemplares realmente impresionantes”. Así lo explican desde la oficina de turismo de Colunga. Hablamos de un bosque único y milenario donde se conservan más de 8.000 ejemplares de tejos para componer la mayor concentración de esta especie del continente. Está considerado el árbol más longevo de Europa, llegando a vivir entre 2.000 y 4.000 años, y fue venerado por los pueblos celtas, formando parte de algunos de sus rituales. Los druidas con sus ramas hacían bastones “mágicos” y con palillos de tejo predecían el futuro.
Los tejos del Sueve se intercalan entre la inmensidad forestal dominada por otras especies como espineras, acebos, hayas, y diferentes arbustos autóctonos. Se ha conservado durante miles de años debido a su emplazamiento, casi inaccesible para madereros o cualquier posibilidad de explotación. “Sin embargo, es cierto que la presencia del gamo, que devora los nuevos brotes y plantones, supone una amenaza para la expansión de este árbol”. Así lo explica Julio Fernández, gerente del Centro de Interpretación del Sueve. La Sierra alberga la única población de gamos de Asturias, resultado de una reintroducción realizada en los años 60, que permiten al viajero contemplarlos con facilidad en casi cualquier recorrido y que le regalan, en época de celo, el espectáculo sobrecogedor de la famosa “ronca”.
“Solemos ver los tejos de modo aislado, ejemplares plantados junto a iglesias o acompañando a otras especies dominantes en bosques cantábricos, pero los bosques de tejos son una auténtica rareza”, añaden desde la oficina de Turismo de Colunga. Debido a la dificultad de acceso a la tejeda, repartida por varios montes que se elevan a más de 800 metros sobre el nivel del mar y conectada por caminos sin señalizar que desaparecen en la niebla y el barro, lo ideal es explorar la zona con un guía especializado. Acudir en solitario, por lo tanto “puede ser peligroso”, apunta Julio Fernández. “La ruta hacia la tejeda requiere una buena condición física y conocimientos del monte”, añade el gerente del Centro de Interpretación Sierra del Sueve, situado en las antiguas escuelas de Gobiendes. Desde aquí, Julio y su equipo informan a los visitantes de los valores naturales de la Sierra y de otras opciones de recorrido para descubrirla. También ofrecen itinerarios guiados para adentrarse en la tejeda y hacerlo con seguridad, excursiones para contemplar el espectáculo de la “ronca” del gamo y diferentes jornadas ecológicas por la comarca.
Si nos planteáramos encontrar los más de 8.000 ejemplares catalogados, ya harían falta muchos días y muchas sendas por caminar ya que se reparten por un terreno de casi 20 km cuadrados. En 2008 la Consejería de Medio Ambiente del Principado de Asturias declaró la Tejeda como espacio protegido y Bien de Interés comunitario para salvaguardar una de las masas forestales más antiguas del continente.
Volvemos a la ruta PR. AS-70, que continúa hacia uno de los mejores miradores del reino de la niebla, el del cerro Sol de Miguel. Contemplamos a 444 metros de altitud, la panorámica sobre la rasa costera salpicada por el Cantábrico, donde se reparten pueblos marineros, playas con dunas y fuerte oleaje, praderas y campos de cultivo además de brañas de montaña, cumbre y valles ciegos en el interior.
La senda nos guía de vuelta y en descenso acusado hasta el arroyo de la Riega el Fornu y la fuente de Caspiulabarra. Atravesamos un bosquete de acebos para llegar a la cabaña de La Cueva, continuar hacia el albergue de montaña de Mata de Leno y finalmente hasta el caserío de La Braña. Lo bueno de este tramo es que es casi todo en descenso, para deleite del senderista, que se adentra entre las masas de castaños hasta encontrar de nuevo el río Espasa y cruzarlo por un puente de madera que comunica con el paraje del Prau del Ríu. El último tramo de la senda PR. AS-70 es en fuerte subida por el monte de roble, castaño y eucalipto hasta alcanzar el tramo de hormigón que nos trae de vuelta a la civilización y al pueblo de Carrandi.
Las nieblas del Sueve parecen proteger este entorno del paso del tiempo donde los usos rurales se remontan a la prehistoria. Entre la boira aparecen aves rapaces como buitres o alimoches que anidan y sobrevuelan sobre cumbres escarpadas como Les Corripies (1.114 m), Miruenu (1.137 m) o el Picu Pienzu (1.161 m). El techo de la Sierra del Sueve se emplaza a tan solo 4 kilómetros en línea recta desde el mar Cantábrico, lo que lo convierte en una espectacular atalaya de la costa oriental de Asturias y buena parte de su interior donde distinguimos los Picos de Europa, la zona de Ponga y Redes hasta la sierra del Aramo, donde se divisa la cima del mítico Angliru. Otra opción de balcón más accesible es del clásico mirador del Fitu, al que se llegar cómodamente en coche o moto y disfrutar de esta panorámica en 360 grados del entorno que rodea la Sierra del Sueve.
Además de la tejeda, existen otros tesoros botánicos en este territorio como el fayeu de la Biescona, situado a tan sólo 200 metros de altitud, el hayedo que crece a menor altitud de Europa, lo que le confiere características particulares como su otoño tardío, ideal para visitar cuando el resto de los hayedos ya han perdido su esplendor. El otro santuario natural del lugar es el manantial de Obaya. “Las condiciones de humedad y calidez de este rincón han permitido que hayan pervivido hasta nuestros días helechos macaronésicos de otras épocas”, como explican desde la oficina de Turismo de Colunga. “Debido a su fragilidad y por estar vinculados a hábitats escasos, la mayoría están protegidos”, añaden sobre esto entorno tropical accesible por una senda de 3 kilómetros (ida y vuelta) que parte desde la localidad de Gobiendes.