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Una llanura infinita entre montañas, lagos glaciares y cañones fluviales, dehesas que conducen a pinares que se reparten por los valles dominados por el río Duero y sus coletazos. Aquí hay muchos pueblos, pero muy pocas personas (14 habitantes por km2) y una carretera capaz de desmontar clichés de la España vacía para conducirnos hacia este vórtice de postales fronterizas. La Meseta Ibérica.
"La Reserva de la Biosfera Transfronteriza de la Meseta Ibérica es uno de los enclaves con mayor biodiversidad de toda Europa", en palabras del Hernani Dinis Venancio Dias, presidente de la ZASNET, Asociación Europea de Cooperación Territorial, que desarrolla este proyecto. La UNESCO concedió este galardón en 2015 a esta área hispano portuguesa que encuadra 87 municipios, 12 en el territorio luso de Braganza y el resto entre Salamanca (27) y Zamora (48). Y un sentimiento común: "el equilibrio entre patrimonio ambiental, aprovechamiento de oportunidades económicas y valores socioculturales, orientado a combatir las alteraciones climáticas". En otras palabras, proteger una naturaleza desbordante y dinamizar una de las zonas más olvidadas de la península.
Porque este es un ecosistema mixto de "montañas, valles, altiplanos, matas, ríos, lagos y lagunas". Así describe el también presidente de la Cámara Municipal de Braganza la riqueza ecológica de esta reserva, repartida en cinco parques naturales y diversos espacios de la Red Natura 2000, donde Zamora se lleva la mejor tajada de este territorio mestizo.
"Esto es muy diferente del resto de la provincia", comenta Pedro Gómez, propietario de la empresa Naturaliste que propone recorridos por la Sierra de la Culebra para avistar a la estrella del lugar, el lobo ibérico. En esta serranía se localiza la mayor densidad de población de este carnívoro de toda Europa. "Es una zona muy diversa donde no ha llegado aún la modernidad porque no está muy comunicada. Eso la hace más auténtica".
En paralelo a la frontera, marcamos en el mapa de Zamora un recorrido por la carretera que atraviesa esta reserva solitaria y silenciosa. Los amantes de la contemplación o del hygge se deleitarán con eso de estar "en medio de la nada". Los más peliculeros, pondrán música country y llenarán el Instagram con este roadtrip por el altiplano. Arizona puede esperar.
La N-122 parte desde Zamora hacia el oeste y la frontera con Portugal. El embalse de Ricobayo hace de puerta de entrada a la reserva cuando la niebla se adueña de parte de la comarca (194.000 ha) de Aliste hasta Fonfría. Un recorrido fantasma entre campos de secano y dehesas o una transición entre lo mediterráneo y lo atlántico. Alcañices es la capital de esta comarca de pueblos austeros, organizados en mancomunidades, y sede del tratado que en 1297 definió la frontera entre Portugal y la Corona de Castilla. La más antigua de Europa.
El Recinto Murado de Alcañices tiene el cubo del Reloj como símbolo y la sobriedad de la piedra y el tejado bajo como emblema de la arquitectura popular alistana. Está declarado Bien de Interés Cultural.
Ya rumbo norte, la ZA-912 avanza a la espera de divisar el contorno de la sierra de la Culebra en la lejanía. El pueblo de San Vitero aparece entre una campiña ondulada donde pasta el ganado y toma la carretera a su antojo. La variedad es la famosa ternera de Aliste y un buen lugar para probarla es 'Casa Fidel' (Llamas,S/N), en San Vitero.
El bosque de roble se abre al poco de dejar el pueblo y la carretera traza una línea recta en esta sabana que parece interminable: El Campo de Aliste. Es esta una llanura (6.000 ha) sin apenas árboles que envuelve al viajero en un mar de hierba en 180 grados. Es obligatorio detener el coche y caminar por la hierba alta de tonos ocres en cualquier dirección, para escuchar el silencio donde siempre lo hay y observar el paso de aves esteparias. El aguilucho cenizo y el sifón abundan, además de otras especies de rapaces, en esta Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Importancia Comunitaria. Aquí "se forman lagunas temporales mediterráneas debido al mal drenaje del terreno", como explica el guía Pedro Gómez, que hacen de oasis de biodiversidad en este paraje desolado.
Postes de luz, que acompañan al asfalto como una señal que se difumina en el horizonte y apuntan a la Sierra de la Culebra. En tiempos del covid, que nos digan mejor escenario para competir con cualquiera de la ruta 66 norteamericana.
Dejamos la meseta hacia la cara más montañosa de la provincia de Zamora y de la Reserva Transfronteriza. Desde Mahide, se despliega la Sierra de la Culebra, Reserva Regional de Caza que se extiende desde Puebla de Sanabria hasta Tábara. Para tomarle el pulso a esta pequeña cordillera, lo mejor es acercarse al mirador de Peña Ventaneira para asomarse a este cúmulo de montes sembrados de pinos que se apilan en las laderas y dejan paso al matorral, el brezo y la jara en las cotas más elevadas.
Al oeste, el parque natural Montesinho y Braganza; al norte la comarca de Sanabria, de picos elevados e ilustre lago glaciar, de pueblos icónicos como Puebla de Sanabria o Rihonor, que está dividido entre España y Portugal, pero unido por ambas identidades. El nordeste nos indica la senda (ZA-912) hacia la comarca de La Carballeda y Villardeciervos, atravesando la Culebra (65.891 ha), una tierra de lobos que van a la caza del ciervo, el corzo y el jabalí.
Villardeciervos es el punto de encuentro de las empresas que se dedican a la observación del lobo ibérico y punto final de nuestro recorrido transfronterizo. Este pueblo de apenas 500 habitantes muestra con orgullo la piedra rojiza como mejor aliada de una arquitectura sobria y elegante, de casonas con varias plantas y galerías voladas. Le ha valido a su casco histórico el sello de Bien de Interés Cultural.
Al lado de la villa, el río Valdalla se concentra en el embalse de Valparaíso creando la playa de los Molinos. En verano este arenal se llena de vida y de bañistas, pero en invierno se convierte en uno de esos lugares desiertos donde es fácil perder el tiempo. Los rayos de la puesta de sol colándose entre los robles que acompañan el contorno del pantano junto con los juncales, las montañas reflejadas en el agua, el frío y la soledad, por supuesto. Un atardecer en la playa para terminar un roadtrip.
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