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Los despojos que la lluvia arrancó a las cumbres del Pirineo durante millones de años, poco a poco se fueron acumulando en sus faldas. Con el tiempo, el suero se esfumó y el cuajo comenzó una maduración larguísima hasta engendrar un queso emmental delicioso y delicado, repleto de oquedades y fácilmente moldeable. Hoy, las corrientes de agua que transitan este gigantesco acuífero de montaña lo han convertido en un hito internacional del barranquismo, con algunos de los cañones más bellos de Europa.
La Sierra de Guara es algo así como una hija díscola de los Pirineos: sangre de su sangre, pero radicalmente distinta. Desde el Tozal de Guara, la cumbre más alta de la sierra (2.077 m), se alcanza a ver el Monte Perdido, que solo dista 50 km. Pero parece que estuvieran a una eternidad a juzgar por sus climas y paisajes. En las faldas de esta sierra domina el olivar y el viñedo, y sus veranos rozan lo insoportable. Sin embargo, si bajamos al inframundo de los barrancos de Guara, el infierno se vuelve un paraíso para los días de calor.
El Salto de Bierge es uno de los rincones “para todos los públicos” más cotizados dentro de la Sierra de Guara: una cascada artificial del río Alcanadre formada por un azud ancestral que ha sido y sigue siendo clave en la economía de la comarca. Antaño servía para impulsar las piedras de un molino harinero, luego para hacer girar las turbinas de una pequeña central hidroeléctrica y, hoy en día, es un reclamo turístico para bañistas de aguas dulces.
Parece como si aquellos pioneros que lo diseñaron lo hubieran hecho en previsión de su uso final, y es que se sitúa justo después de un recodo en el que el cañón se ensancha y donde los sedimentos han formado una playa fluvial idílica, con un pequeño bosque de ribera para los que busquen sombra. Además, el azud retiene una gran balsa de agua casi perfecta, normalmente somera para tranquilidad de quienes van con niños, pero también con una poza profunda que permiten saltar al agua desde las rocas.
La zona de baño tiene tanto gancho que, antes de arriesgarse a que muriera de éxito, el ayuntamiento de Bierge comenzó a controlar el acceso a este recodo. Ahora tiene un aforo limitado a 250 personas al día, previo pago y reserva de una entrada de 3 € entre junio y septiembre. La medida no ha caído a gusto de todos, pero al menos permite disfrutar del paraje sin masificaciones y, de paso, disponer de recursos para tenerlo inmaculado. Por otro lado, el Alcanadre es generoso y ofrece alternativas.
Para muchos, el Salto de Bierge es un destino en sí mismo. Para otros tantos, solo el punto de partida desde el que asaltar otras zonas de baño un poco más salvajes. Aunque el curso del río Alcanadre, el más largo y caudaloso de la Sierra de Guara, suele ser inaccesible, en las proximidades de Bierge se hace un poco más dócil, ensanchando su cañón y permitiendo que este paraíso del barranquismo sea asequible a los que queremos movernos con libertad, sin complicarnos la vida con rápeles y neoprenos.
Durante los 4 km que separan la Fuente de Tamara y el Salto de Bierge, el río excava un cañón espectacular repleto de pozas y playas fluviales que podemos encadenar caminando y nadando directamente por el propio cauce del río. Tan solo hay una pequeña zona complicada, los Estrechos del Puntillo, que es necesario sortear por un sendero que discurre en paralelo –por la izquierda–, y que cualquiera que se mueva de vez en cuando por el monte podrá abordar sin dificultad.
El Alcanadre es tan acogedor que uno podría echar a andar por el agua directamente desde el mismo Salto de Bierge río arriba, pero ¿quién quiere nadar y caminar contra corriente? Uno de los placeres de esta propuesta es dejarse llevar por la corriente. Otro es ir abriendo boca por el Camino Natural del Somontano de Barbastro, que conduce hasta la Fuente de Tamara por la parte alta del cañón, por terreno seco y regalando unas vistas fabulosas del Barranco de la Peonera, que así es como llaman a este tramo del río.
La Fuente de Tamara es una surgencia de agua situada a unos 4,5 km del Salto de Bierge, accesible gracias a un sendero bien señalizado que apenas presenta un puñado de rampas cortas y empinadas. Es tan asequible que el Camino Natural tiene un tramo de 500 metros adaptado para personas con movilidad reducida, quienes pueden conducir hasta el punto kilométrico 1.5, dejar el coche en el aparcamiento e ir en silla de ruedas hasta el mirador de la Peña Falconera por un itinerario interpretado.
La Peña Falconera, o como algunos la han rebautizado, el Huevo de Morrano, es un mallo, o sea, una de las formaciones rocosas más características del valle del Ebro y del Prepirineo: promontorios verticales de arenisca, a menudo aislados, como agujas gruesas, que hacen que la Sierra de Guara también sea un destino cotizado para escaladores. La peña nos acompaña en el horizonte a lo largo de todo el Camino Natural hasta que una fuerte bajada nos sumerge en el Barranco de la Peonera.
Así se llega a la Fuente de la Tamara, un manantial que surge justo cuando terminan los Estrechos de Tamara, donde se conforma una espectacular zona de baño de color verde esmeralda, en la que también se combinan zonas profundísimas con playas fluviales someras. Para los grupos de barranquistas es el final de la parte más pintoresca y adrenalínica del Barranco de la Peonera. Para nosotros es el inicio de nuestra aventura acuática: de una “navegación” de 4 km de regreso hasta el Salto de Bierge.
Con permiso del cañón del río Vero, en la localidad de Alquézar, se podría decir que este tramo del Alcanadre es el gran hit veraniego de la Sierra de Guara. Hay decenas de empresas de aventura que ofrecen actividades por montones de barrancos en el parque natural. Todas coinciden en que el de la Peonera inferior es el más fácil y divertido. El caudal generoso del río es un factor fundamental. Otro nada desdeñable es la anchura del cañón, que permite que el sol de mediodía caliente con fuerza y podamos descenderlo sin escalofríos.
No podemos, sin embargo, desdeñar algunos peligros que tiene el barranco. Hay que tener en cuenta que el aspecto apacible de las fotografías responde al de un “monstruo invernando”, ya que después de jornadas de lluvia, su caudal puede convertir el paraíso en infierno. Por otro lado, es recomendable llevar calzado o sandalias deportivas: además de que tenemos que salvar los Estrechos del Puntillo por un sendero que tiene un descenso un poco resbaladizo, hay tramos someros por los que hay que caminar sobre cantos rodados. Tampoco debemos olvidar llevar agua. Una bolsa estanca para el móvil, la cámara de fotos o las llaves del coche es una excelente compañera que, además de proteger las pertenencias, sirve de flotador.
Con este puñado de precauciones, ahora solo toca avanzar encajonados entre paredes verticales de color rojizo, en las que afloran los estratos horizontales que corroboran la historia de la formación de la hija díscola de los Pirineos. En las zonas más estrechas y profundas habrá que nadar o dejarse llevar por la corriente, en las más anchas y someras habrá que caminar sobre los guijarros o nadar cual culebras. En cualquier caso, casi siempre hay alternativas en seco, bien trepando por las rocas en los estrechos, bien caminando por senderos paralelos a la orilla.
Después del aluvión de paisajes y sensaciones, el último kilómetro antes de llegar al Salto de Bierge puede que resulte un tanto tedioso, ya que el agua normalmente no alcanza ni el medio metro de profundidad. Muchos eligen subir un sendero que sale a la izquierda para retomar el Camino Natural hasta el parking, pero se enfrentan a una buena subida y se pierden un último chapuzón en el Salto de Bierge. Desgraciadamente no podremos quedarnos mucho tiempo en esta área recreativa salvo que subamos a abonar el precio de la entrada.
En Bierge se encuentra uno de los cuatro centros de interpretación del Parque Natural, donde vale la pena hacer una parada para conocer las peculiaridades de esta hija díscola de los Pirineos. Nacho, un técnico apasionado que trabaja en el centro, nos habla del quebrantahuesos, de simas interminables y hasta de pintores prehistóricos acróbatas. Y es que otro de los grandes atractivos del parque son las pinturas rupestres, algunas de las cuales se han descubierto en cuevas inaccesibles, donde hay vestigios de dispositivos de seguridad para que nuestros antepasados pudieran saltar entre las oquedades de los espectaculares acantilados de la Sierra de Guara. El Parque Cultural del Vero puede ser la siguiente parada para los interesados en las pinturas.
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