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La frontera del Principado está a diez kilómetros de La Seu d’Ugell. Nada más cruzarla, uno tiene la sensación de que todo se estrecha: carreteras, calles, aceras... Es una percepción real. Entre dos grandes valles se desarrolla la vida y, a los lados, las montañas hacen las veces de frontera física. Es un territorio de sube y baja donde escasean las planicies. Apenas hay huecos para la industria, la agricultura o la ganadería a gran escala.
No cuesta mucho acostumbrarse a la sensación de espacios reducidos. Enseguida se asimila, en cuanto llegas a su capital, Andorra la Vella, y ves un autobús haciendo maniobras en una rotonda porque no le da para tomarla a la primera. La organización territorial del país se estructura en siete parroquias, que son las primeras y últimas instancias administrativas por debajo del gobierno andorrano. Tienen una función tanto eclesiástica como civil.
Esta estructura está muy presente en el ambiente, como si el país se hubiese anclando en el tiempo alrededor de un sistema feudal marcado por la familia, la iglesia y un peculiar entramado administrativo. Hasta hace poco más de un siglo fue un territorio aislado e incomunicado con España y Francia, lo que ha dejado una cierta impronta de lugar ajeno a influencias externas.
La arquitectura de piedra del Pirineo es la que manda, pero en el casco antiguo de Andorra la Vella llama la atención la presencia de casas pintadas y revocadas. Fue tendencia a finales del siglo XIX, cuando algunas familias se decantaron por una existencia más colorista y no tan sobria.
Es en esta zona donde se encuentra la Casa de la Vall, uno de los símbolos del Principado. Fue la casa solariega de la familia Busquets y se puede visitar. Se construyó sobre una roca con vistas al valle del río Valira y, recién iniciado el siglo XVIII, cambió de uso: la adquirió el parlamento andorrano y fue su sede principal hasta 2011. Durante la visita se conocen detalles como el coprincipado parlamentario que se originó a finales del siglo XIII tras una disputa de dos señores feudales. Un acuerdo firmado por el obispo de la Seo d’Urgell y por el conde de Foie -papel que en la actualidad ejerce el presidente de la República Francesa- resolvió el litigio y esa estructura de coprincipado continúa.
Del edificio original del siglo XVI se mantienen el suelo, la chimenea y algunas pinturas religiosas. En el recorrido se pasa por la sala de los pasos perdidos, donde esperaban los parlamentarios a ser llamados, y se conoce la historia del arca de los seis cerrojos que, tras la incorporación de Escaldes-Engordany como séptima parroquia en 1978, se transformó en el armario de las siete parroquias. Un bonito símbolo de igualdad. Todas tenían que estar representadas para abrirlo e iniciar la sesión.
Un trayecto de apenas 20 minutos y se llega al siguiente destino. Naturaleza y aventura esperan en la parroquia de Canillo, donde se inauguró en junio un puente tibetano de más de 600 metros de longitud. Es el segundo puente colgante más largo del mundo y cruza la vall del Riu. Su construcción responde a la idea de desestacionalizar el turismo y apostar por argumentos que vayan más allá de la nieve.
Para la gente que no está acostumbrada a adentrarse en la montaña o a hacer senderismo, supone un curioso acercamiento a la naturaleza. Visto desde una cierta distancia, impresiona su longitud. Alrededor de 200 personas lo pueden transitar al mismo tiempo, así que se trata de una estructura muy sólida para poder aguantar este peso.
Al inicio del recorrido se advierte a las personas con vértigo o miedo a las alturas del riesgo que asumen si deciden cruzarlo. “En estos meses que lleva funcionando no hemos tenido que rescatar a nadie, aunque ha habido gente que se ha vuelto nada más empezar a andar porque no se sentía segura”, comenta la guía, Sara Adrián.
El puente apenas se mueve. Tiene sólidos contrafuertes que lo anclan al suelo “y si hay vientos de más de 70 kilómetros por hora, lo evacuamos, pero de momento no se ha dado el caso”, prosigue. Santi Pérez e Isa López, vecinos de Barcelona, lo acaban de cruzar. “Los vimos por internet y nos hemos animado a conocerlo”. Isa cuenta que “al principio lo he pasado un poco mal; he ido todo el rato agarrada, con la vista al frente y sin mirar al precipicio, pero a la vuelta me he relajado y he estado más suelta disfrutando del paisaje, que es espectacular”.
Tras el tiempo de emociones al aire libre llega el de reponer fuerzas a la mesa. En Andorra las bordas cumplieron durante mucho tiempo una doble función: acoger al ganado y, en la parte superior, servir de despensa para conservar grano, fruta, tabaco o pieles de animales que tenían que secarse.
Hoy, la mayoría son restaurantes. En la ‘Borda Raubert’ (Carretera d’Arinsal, km.1,5. La Massana) ejerce Dolors Pal, quien llegó al Principado desde la Seu d’Urgell para aprender de manos de su suegra. Quesos artesanos y embutidos de elaboración propia son algunas de sus señas de identidad, pero para entender cómo es su cocina tradicional hay que probar el trinxat a la andorrana con guindilla.
En el Principado también cocina tradición Pep Ramos en ‘L’Era d’en Jaume’ (Avinguda de l’Angonella. Llorts), donde su receta señera es la de carrillera de ternera de Andorra con panceta y setas de Llorts.
La última sugerencia es el restaurante ‘Les Pardines 1819’ (Carretera dels Cortals Encamp, km 3. Encamp), situado en una borda de montaña. Jordi Puy y Oriol Rovira, propietario y chef, ofrecen una cocina de terruño en la que la mayoría de los productos son de la finca o de explotaciones cercanas: verdura y hortalizas, huevos, leche y derivados, aves de corral, cerdo, setas o trufa. Una cocina muy marcada por la temporalidad.
Cultura y patrimonio urbanístico se dan la mano en la visita a Ordino, la auténtica capital cultural de Andorra. Esta localidad alberga varios museos, como el postal, donde se explica la evolución histórica del correo en los pueblos del Principado.
Pero la visita que de ninguna forma hay que perderse es a la Casa Areny-Plandolit, un ejemplo único de casa señorial que ha llegado intacta a nuestros días. La familia debe su posición social a Guillem d’Areny-Plandolit, síndico general de los valles de Andorra y promotor de la nueva reforma de 1866. Una figura ilustre de la historia de Andorra. El paseo por la casa es un viaje en el tiempo a la Andorra de los siglos XIX y XX. Es enorme, un auténtico laberinto, donde se conservan múltiples objetos únicos y exclusivos de esta familia. Era la única con título nobiliario en una época en la que los lujos y las comodidades no existían en Andorra.
La casa está distribuida en tres pisos. La planta baja corresponde a la bodega de aceite y leña, y en el primer piso están el comedor, las habitaciones y la cocina. Lo que más llama la atención son los espacios habitables poco comunes para una sociedad rural como la andorrana. Están dedicados a la música, el baile, la fotografía, la medicina o los juguetes. Incluso hay una sala de armas, además de una capilla. Este muestrario habla de las profesiones y aficiones de algunos miembros de la familia Areny, de su estatus social y de la afición que tenían a deportes nobles como la caza, la esgrima o el boxeo.
Esta ruta es intensa y merece un final relajado. Es el que se puede disfrutar en Escaldes-Engordany, donde está ‘Caldea’, el spa termal más grande del sur de Europa. Su icónica torre de cristal es una de las construcciones más emblemáticas de Andorra. En su interior se explotan las aguas termales que surgen de la gran falla que hay en el subsuelo.
Concebido como un espejo, Caldea refleja el tiempo, el pueblo y las montañas, integrándose en el entorno. Hay espacios para la desconexión que se adaptan a todo tipo de públicos, lúdicos e intimistas. Incluso los niños tienen su propio spa exclusivo. El equipamiento más reciente es una laguna panorámica que sobresale de la terraza exterior. Tiene una altura de cinco metros sobre el río Valira y permite que los visitantes experimenten la sensación de ingravidez, como si estuvieran volando sobre el río. Además, ‘Caldea’ mira al futuro con la construcción de un hotel en su icónica torre de cristal.
Desde primera hora de la mañana hasta la medianoche. El horario es muy amplio en este spa termal, tanto como las posibilidades de disfrutar de todos sus rincones. Un relajante colofón para una ruta alternativa al turismo de nieve en Andorra.