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Si el genio le concediera tres deseos al ciclista, quizá este no tendría suficiente imaginación para pedirle una ruta tan perfecta: sin apenas desniveles, fresca, con poco tráfico, repleta de pozas y de merenderos donde parar. Hablamos de la que une Cañamares y el área recreativa de Los Lagunillos a través, primero, de una carretera, y luego, de un camino rural asfaltado. Es especialmente recomendable para la bicicleta porque así uno puede parar donde le venga en gana, aunque también se puede recorrer en coche.
La ruta discurre en paralelo al río Escabas, una joya de la Serranía de Cuenca que nace en la cañada del Mostajo -en el corazón del Parque Natural-, a 1.500 metros de altitud, y desemboca 60 km más tarde en el río Guadiela, poco antes de que este contribuya a formar el Mar de Castilla. Su curso vive a la sombra de otros con más nombre como el Cuervo o el Júcar, pero, en realidad, todos envidian la pureza de las aguas del Escabas. En su tramo central, entre Cañamares y Los Lagunillos, nos ofrece una excursión espectacular que atraviesa túneles de roca, pasa junto a vías ferratas y se adentra en el Parque Natural de la Serranía de Cuenca.
La playa de Cañamares es una zona de baño habilitada con escalerillas y sombrillas que forma una represa al final del cañón del Escabas. Nuestra ruta comienza justo aquí, donde arranca la carretera CUV-9031 hacia las profundidades de la serranía. Podemos inaugurar el día con un chapuzón en la playa, aunque hay pozas mucho más bucólicas un puñado de metros río arriba, avanzando por la carretera; tampoco hace falta precipitarse porque las opciones son infinitas a lo largo de la ruta.
No hay que esperar demasiado para que la carretera nos deje con la boca abierta en la Puerta del Infierno: tres túneles consecutivos excavados en roca viva, de un color ocre que combina deliciosamente con el entorno. En esta zona de grandes paredes verticales de roca caliza, es costumbre bautizar con nombres diabólicos a sus puntos más escabrosos. El origen concreto de esta puerta parece que se ha perdido en la memoria de una población menguante, pero al menos da para muchos juegos de palabras, especialmente cuando lo que sigue tiene el sobrenombre de la Selva Negra Conquense.
La Puerta del Infierno marca el punto a partir del cual el barranco del Escabas, durante un breve tramo, pasa a ser impracticable para la escala humana. Por eso la carretera se ha de apartar un poco del curso del río, traicionándolo con el arroyo del Peral. Pica la curiosidad por saber qué será de nuestro Escabas, pero tampoco es que el Peral te deje indiferente: al poco nos regala la peculiar Piedra del Castillo, una antigua atalaya natural que defendía al vecino pueblo de Fuertescusa. Hoy la escala una espectacular vía ferrata con grapas para remontar tramos verticales y una pasarela de madera suspendida fabulosa.
Fuertescusa es un buen punto de partida desde el que lanzarse a conocer la Serranía de Cuenca. También el punto a partir del cual comienza la única gran dificultad de la ruta: un kilómetro y medio de subida moderada tras la que comienza la fiesta del agua. Es el precio que hay que pagar para poder regresar al barranco del Escabas que, una vez superada esta pequeña cota, reaparece sugerente a mano derecha, formando una consecución de remansos y pozas que esperan con los brazos abiertos para refrigerar el esfuerzo de la subida.
El asfalto vuelve a darse la mano con el Escabas después de tres kilómetros de una bajada deliciosa entre pinares y panorámicas, justo en un recodo del río donde se forma una de las zonas de baño más idílicas del cañón (en Google Maps: 40.443942, -2.145860). Los que vayan con bicicleta de montaña, sin embargo, quizá prefieran probar una alternativa. Justo donde se corona la subida por carretera aparece una pista forestal, a mano derecha, que conduce al Mirador del Cucurucho, con vistas al tramo del cañón del Escabas que nos había negado la carretera. En esa misma pista encontramos un desvío que baja directamente al río y luego, por la margen izquierda, enlaza con el mencionado recodo, pasando previamente por otras zonas de baño.
El momento dulce de la ruta quizá sea el que se traza entre el recodo de Escabas y el desvío al pueblo de Poyatos, al menos si lo que buscamos son pozas límpidas y profundas de muy fácil acceso. Más arriba también son fabulosas, aunque los accesos suelen complicarse un poco. Aquí basta aparcar las bicis en casi cualquier lugar de la cuneta y, a tres metros de la carretera, encontramos rocas desde las que saltar. A veces, incluso, hay hasta pequeños arenales donde tomar el sol. Además, entre el poco tráfico y el estruendo de las caídas del agua, uno se olvida que está junto a una carretera.
Poyatos, más o menos a mitad de camino, es otro de los balcones de privilegio a la serranía. En nuestro caso, marca el punto en el que hay que desviarse de la CUV-9031 para seguir rectos por un carreterín asfaltado que continúa en paralelo al Escabas. Al poco comienzan a aparecer campamentos de verano, merenderos, fuentes… y, finalmente, cuando el pinar se cierra, un enorme cartel que nos da la bienvenida al Parque Natural de la Serranía de Cuenca.
En el albergue Tejadillos encontramos un cruce donde no hay opción mala. Si se toma el primer camino asfaltado que sale hacia la izquierda, tras cambiar de valle, la carretera nos llevaría al Monumento Natural de Nacimiento del Río Cuervo. Si continuamos por la CUV-9031 (por la derecha), pondríamos rumbo hacia lugares tan célebres como Ciudad Encantada o los Callejones de las Majadas. Pero si nos mantenemos fieles al Escabas, llegamos al destino final: el Área Recreativa de Los Lagunillos.
En este último tramo la carretera se retuerce y se inclina un poco para adentrarse en uno de los tramos más encantadores de la ruta: una especie de escalera de pequeños saltos de agua que forman una consecución de pozas íntimas y encantadoras. No son tan fáciles de acceder como las que quedan junto a la carretera antes de Poyatos, pero ese es precisamente su gran encanto. La mayoría de las pozas suelen ser más accesibles desde la orilla opuesta a la de nuestra ruta, pero tanto en el albergue Tejadillos como en Los Lagunillos hay puentes para cruzar al otro lado.
El Área Recreativa de Los Lagunillos marca el final del camino rural asfaltado. También de cualquier camino que vaya parejo al Escabas, porque, a partir de aquí, se hace terriblemente impenetrable. Más allá solo se puede seguir por un camino de tierra que mira a la hoz del Escabas desde las alturas, después de haber salvado pendientes despiadadas. Las vistas del camino son fabulosas, pero el precio es alto, así que lo más razonable es plantear el regreso… o rematar la aventura haciendo noche en Los Lagunillos para volver al día siguiente.
En esta área no hay un refugio como tal, pero sí dos construcciones con techo que pueden servirnos para pernoctar. Una es una especie de barbacódromo, o sea, un cenador hexagonal con una chimenea con bancos por cada lado del poliedro. La otra es otra especie de cenador menor, pero bastante más protegido, que sirve casi como si fuera un refugio al uso. En torno a estas construcciones existe un pequeño itinerario con paneles que nos hablan de especies locales y de geología, y donde nos hacen saber que, allá por el siglo XIV, los reyes venían aquí a cazar osos.
Hace mucho que se extinguieron los plantígrados de la zona, pero no muy lejos de aquí, y precisamente junto al nacimiento del Escabas, existe una especie de laboratorio para conservación de especies donde viven osos pardos en semilibertad. Se trata del parque cinegético experimental de El Hosquillo que, de camino a la Ciudad Encantada, quizá pueda ser el objetivo para mañana.