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Ucero es la puerta grande del Parque Natural Cañón del Río Lobos. Aquí está su centro de visitantes y desde aquí sale su paseo más delicioso y asequible, del de la ermita templaria de San Bartolomé, la imagen de esta reserva natural. El templo suele ser el punto final y de regreso para la mayoría de visitantes a pesar de que, tras este, comienza la parte más espectacular del cañón. Los que se asoman al más allá apenas suelen hacer un pequeño tramo de ida y vuelta, ya que resulta casi imposible trazar circuitos a pie. La historia cambia si nos atrevemos con la bici, que permite trazar una aventura de fin de semana para disfrutar de la garganta al completo.
El cañón del río Lobos es uno de los más largos de la Península debido a su curso retorcido. Suma 25 kilómetros entre Hontoria del Pinar y Ucero, pero entre ambas solo distan 100 metros de altitud. Así, el agua zigzaguea excavando el desfiladero con suavidad, meandro tras meandro. Un sendero de cuento recorre toda la garganta sin separarse del agua en ningún momento, por lo que es mayoritariamente llano. Su único inconveniente es que cruza el río en numerosas ocasiones por pasarelas de grandes bloques de piedra, que en caso de ir en bicicleta hay que pasar con ella a cuestas. Pero todo esfuerzo tiene su recompensa.
Un buen motivo para recorrerlo en bici lo encontramos por el norte, sobre la meseta. Casi en paralelo al cañón, discurre un tramo del Camino Natural Santander-Mediterráneo, que nos sirve de vía de servicio para diseñar circuitos de diversas distancias en combinación con la senda fluvial del río Lobos. Ambas vías confluyen en Hontoria del Pinar, en lo que sería el extremo occidental de cualquier circuito. Luego, cada cual puede elegir donde cerrar el círculo por oriente, ya sea en Ucero en su versión más modesta, alargándose un poco más hasta Calatañazor, o incluso alcanzando Soria capital, hasta donde llega el Camino Natural tras 66 km cómodamente ciclables.
Al contrario de lo que hace la mayoría, tiene mucho más encanto llegar a la ermita de San Bartolomé desde occidente, tras haber recorrido todo el cañón aguas abajo. Por eso es buena idea diseñar el circuito en sentido antihorario, de manera que lo primero que habría que hacer es tomar el Camino Natural Santander-Mediterráneo para alcanzar Hontoria el Pinar. Cuestión de gustos será dónde comenzar. Los menos ambiciosos podrían salir desde San Leonardo de Yagüe para hacer un circuito de unos 50 km; los más ambiciosos, desde Soria para hacer uno de casi 150 km; y entre medias, saliendo desde Cabrejas del Pinar, los ecuánimes podrían hacer una ruta de unos 100 km.
El Camino Natural Santander-Mediterráneo va camino de convertirse en una de las grandes rutas cicloturistas de España. Se trata de un proyecto que está acondicionando los antiguos trazados de una vía ferroviaria que, a comienzos del siglo XX, aspiró a conectar los puertos marítimos de Santander y Valencia, pero que finalmente solo operó entre Calatayud y Cidad Dosante entre 1930 y 1985. Para el caso que nos ocupa, ya tenemos habilitadas tres etapas: Hontoria del Pinar-San Leonardo de Yagüe, de 10 km; San Leonardo de Yagüe-Abejar, de 26 km; y Abejar-Soria, de 30 km. Las tres coinciden con el llamado Camino Carretero, una de los itinerarios del Camino de Santiago por la provincia de Soria.
La vieja vía discurre por la meseta, sin hitos grandilocuentes, pero con el atractivo de sus viejas estaciones abandonadas y unos paisajes infinitos que, a cierto director de cine de Hollywood, le parecieron ideales para recrear una Rusia interminable. Desde Soria, acompañados por la Sierra de Cabrejas por la izquierda, atravesaremos campos de cultivo, monte bajo y dehesas ganaderas hasta llegar a Abejar. Luego, en la segunda etapa el paisaje cambia radicalmente a la altura de la ermita de La Blanca, tras la cual nos sumergimos en un pinar infinito donde encontramos, en las proximidades de las ruinas de la estación del Pinar Grande, algunas piezas originales del trazado ferroviario.
Tras este pinar hipnótico, poco antes de llegar a San Leonardo de Yagüe, aparecen 150 metros de la vieja vía Santander-Mediterráneo. Se han conservado en recuerdo al rodaje de la película Doctor Zhivago, con la que el director David Lean consiguió 5 Oscar y otros 5 Globos de Oro. La mítica escena del encuentro entre el Dr. Zhivago y el tren blindado de Strélnikov se rodó aquí, en 1965, en estos bosques que trataban de evocar los montes Urales de Rusia. Se esperaba un frío invierno para rodar el paraje nevado, pero a Lean le sorprendió el invierno más cálido en décadas, y finalmente tuvo que rodar en verano utilizando bolas de poliespán como nieve.
Los que eran niños durante el rodaje, todavía recuerdan jugar con aquella nieve estival en el entorno de la estación de San Leonardo. Sobre esta, asoman por el horizonte las ruinas del castillo-palacio de Juan Manrique de Lara, una auténtica rareza considerada la primera fortaleza abaluartada del interior de la Península.
Capitán General de Artillería bajo el reinado de Felipe II, Juan Manrique de Lara fue brevemente virrey del reino de Nápoles, donde se familiarizó con el concepto de las fortalezas abaluartadas. A su regreso a España, en un alarde de poderío, decidió construir una fortaleza lejos de cualquier frente de guerra, que por fuera enseñaba los dientes con cañones, pero por dentro era dócil y ostentaba con mármoles, muebles de ébano y tapices.
Este tramo del Camino Natural Santander-Mediterráneo por ahora concluye en Hontoria del Pinar, a la espera de que se complete la etapa Cascajares de la Sierra-Hontoria del Pinar que unirá definitivamente el sector de la provincia de Burgos con el soriano. De hecho, Hontoria del Pinar, la cabecera del cañón del Lobos, ya pertenece a Burgos, y es que un 30% del territorio del Parque Natural Cañón del Río Lobos se encuentra en esta provincia. Antes de adentrarnos en el parque, podemos pasar la noche en la antigua estación ferroviaria de Hontoria del Pinar, reconvertida en el alojamiento "La Estación del Río Lobos", que cuenta con una casa rural de dos habitaciones y un albergue rural de 22 plazas dispuestas en literas.
Nada más pasar la estación, abandonamos la vieja vía y seguimos las señales de la senda del río del Cañón del Río Lobos, que nos llevará por la espina dorsal de esta reserva natural situada a medio camino entre la meseta del Alto Duero y las estribaciones del Sistema Ibérico. Se trata de un paisaje kárstico repleto de cuevas, simas, torcas, sumideros y surgencias, que provocan que en determinadas épocas del año haya tramos del cauce secos, aunque el agua siga corriendo oculta por un laberinto subterráneo. A cielo abierto, el río ha horadado un cañón en cuyas repisas anidan más de cien especies de ave, como el águila real o el buitre leonado. La sabina es el árbol más icónico el parque, aunque por la ribera vamos a disfrutar de los colores de los álamos, lirios, olmos de montaña, prunos o sauces.
La primera parte del recorrido se hace por un pinar muy tupido en el que hoy se percibe un fuerte olor a setas. Este crece a ambos lados del río, cuando el desfiladero todavía es incipiente y solo aparecen pequeñas paredes calizas. A unos 5 km de Hontoria es donde empieza la fiesta con la entrada a Zona de Reserva “El apretadero”, una zona de meandros y paredes verticales donde comienzan a aparecer los buitres, y en la que se encuentra la famosa surgencia de "Las raideras", la mayor de todo el cañón, que escupe todas las aguas de lluvia que han absorbido los sumideros del perímetro del parque.
A mitad del cañón, el paisaje se abre ligeramente y comienzan a aparecer los clásicos árboles de ribera que amarillean en otoño. Y junto a estos, el Puente de los Siete Ojos, por el que la carretera SO-934 cruza el cañón para conectar San Leonardo de Yagüe con Santa María de las Hoyas. Esta carretera nos brinda un acceso al cañón, y con él, la oportunidad de hacer un circuito más pequeño, de unos 27 km, que solo recorra una de las dos partes del cañón; la segunda, la que tenemos por delante, suele ser la más recomendada.
El Puente de los Siete Ojos parece inútil durante buena parte del año, ya que el río Lobos acostumbra a esconderse por su cauce subterráneo a su altura. Sin embargo, cuando hay crecidas, como es el caso de hoy, es aquí donde el cauce superficial alcanza su ancho máximo. Por eso, los siguientes 3 km son los más mansos del cañón, con carchas donde llegan a crecer nenúfares. Pero esta calma es solo el espejismo que nos introduce a la zona más espectacular y complicada de la senda del río, la Zona de Reserva “Castillo Billido”, donde tendremos que cargar brevemente con la bicicleta para salvar pequeñas fajas, escaleras y hasta un pequeño arco de roca.
Cinco meandros concatenados componen esta reserva donde podemos aprovechar los tramos no ciclables para levantar la vista al cielo: raro sería que no nos sobrevuelen siluetas de buitres leonados. La señal que indica que salimos de la reserva y el pequeño tramo abierto que le sigue entre árboles de ribera podría hacernos pensar que el pescado está vendido, pero todavía nos queda la hoz más cotizada de todo el cañón, donde se ubican las cuevas y ermita de San Bartolomé, perla monumental del parque natural.
Por fin un puente de madera, después de tantos pasos de piedra, aparece para cruzar hacia la ermita. El paso está justo frente a las cuevas de San Bartolomé, la mayor y la menor, desde las que se obtiene una de las imágenes más icónicas del templo, y en las que se pueden apreciar grabados rupestres de la Edad de Bronce: manifestaciones artísticas relacionadas con la pintura esquemática de la meseta.
La ermita, construida en el siglo XII probablemente por la Orden del Temple, es una miniatura deliciosa de fundamentos románicos y elementos de un gótico incipiente. Vale la pena reparar en las arquivoltas del pórtico, en las figurillas de los canecillos y sobre todo en los rosetones laterales con celosía de piedra, de influencia árabe, que inspiran al logo del parque y que hemos visto en los preciosos hitos metálicos de la senda del río. Y para poner el broche al cañón, habría que subir al Balconcillo del Río Lobos para admirar el meandro desde un espectacular arco de roca.
Para cerrar el círculo, hay que regresar hacia el Camino Natural Santander-Mediterráneo subiendo hacia la meseta, lo que nos brinda la oportunidad de visitar algunas de las simas por las que se cuela el agua que luego riega el cañón. En la versión más corta de la ruta, no hace falta ni siquiera llegar a Ucero: podemos tomar la SO-920 para subir a San Leonardo de Yagüe. Sería una lástima, sin embargo, perderse su castillo, que es uno de los más pintorescos de Soria, y desde el que se obtienen unas vistas exquisitas de la entrada sur del cañón. Se construyó entre los siglos XIII y XV, y aunque fundamentalmente está en ruinas, conserva sorprendentemente una gárgola y una ventana con arcos ojivales decorados en la cornisa de la Torre del Homenaje.
La subida al castillo es cruel por empinada, pero nos sitúa en un punto privilegiado. Tras la fortaleza, aparece un camino que nos cambia de valle y nos lleva hasta la carretera SO-P-5018. Esta remota vía es una delicia sin apenas tráfico que nos permite alargar la ruta y visitar pueblos tan encantadores como Calatañazor, o parajes como el Monumento Natural de la Fuentona de Muriel, también llamado el Ojo del Mar, un surgimiento de agua que constata que el sistema kárstico se expande hacia oriente. Una vez llegamos al pueblo abandonado de Cubillos, que merece un vistazo, habría que abandonar la carretera y tomar la pista forestal que conduce hasta Abioncillo de Calatañazor, y que luego continúa hasta la Casa del Parque de la Fuentona y Sabinar de Calatañazor.
Desde Calatañazor y la Fuentona, cerraríamos el círculo pedaleando hasta Cabrejas del Pinar, donde recuperaríamos el Camino Natural Santander-Mediterráneo, en una ruta que ronda los 100 km. Incluso aunque estés muy entrenado, es buena idea hacerla en un par de días, ya que el paso por el cañón es muy lento debido a las pasarelas y otros pasos incómodos. Los más ambiciosos pueden iniciar la aventura en Soria yendo y viniendo por el Camino Natural hasta Cabrejas, o bien utilizando las pistas forestales que van en paralelo a la N-122. Sea cual sea la elección, es buena idea elegir Ucero como punto de partida, para que, al regreso, cuando ya estemos cansados, solo quede pedalear cuesta abajo disfrutando de los mejores paisajes.
ATENCIÓN: El río Lobos presenta grandes oscilaciones de caudal, así que la senda del cañón puede tener tramos inundados tras días de mucha lluvia. Estos días también resulta engorroso pasar las numerosas pasarelas de piedras que cruzan el río. Os recomendamos llamar a la casa del parque antes de aventuraros a recorrerla.
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