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El sendero que bordea el Cabo de Las Huertas en Alicante recorre siete kilómetros de costa que se pueden recorrer de sur a norte desde la playa de la Albufereta a la playa de San Juan. Un ruta que la puedes hacer de chapuzón en chapuzón o, si sólo quieres caminar, mejor hacerla al caer la tarde para dar esquinazo al calor.
Comenzamos en la popular playa de la Albufereta, a la que se puede llegar en transporte público con tranvía o bus a la parada de La Isleta o La Illeta, o en coche y aparcar relativamente cerca. Es una de esas playas amplias de arena fina, sombrillas y vistas a los rascacielos. Puedes ver incluso el castillo de Santa Bárbara, icono de la ciudad. 400 metros de playa de arena y aguas mansas con un bonito skyline de fondo.
La playa fue puerto romano y cerca están las ruinas de la antigua ciudad de Lucentum, uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la Comunidad Valenciana, una de sus pocas urbes romanas conocidas en profundidad. El sendero se inicia en la pasarela de madera que está situada en el lado norte de la playa. Gorro, agua e iniciamos la ruta.
Nada más pasar la pasarela, se hallan los viveros excavados hace siglos por los pobladores romanos para ser utilizadas como zonas para mantener vivos los peces pescados en el mar. Hoy parecen balsas a la orilla de la playa, pero está documentado que en la época eran un símbolo de riqueza de las familias de Lucentum, que celebraban cenas junto al mar agasajando con pescado fresco a sus invitados. A lo largo de todo el camino se pueden observar los puntos donde los romanos extraían la calcarenita, una roca fácil trabajar, que se estuvo utilizando desde la época romana hasta hace pocos siglos para la construcción de viviendas.
Si lo tuyo son los deportes acuáticos, el Club Náutico Alicante Costa Blanca es parada obligatoria en esta ruta. Es uno de los clubes más activos de la Comunidad Valenciana. Según el tiempo del que dispongas, puedes tomar clases de paddle surf de un par de horas de formación o aprender remo, vela o windsurf en cursos de 15 horas en varios días.
Como cuenta Lluis Herranz, el director de la escuela, "no se requieren grandes destrezas físicas y se puede practicar en familia con niños a partir de siete años". La diversión está asegurada, los cursos son 99% prácticos y la escuela se encarga de todo el equipo y de los instructore. Si ya tienes experiencia incluso puedes optar por una práctica libre de kayak o paddel surf.
Es una pequeña cala de arena dorada, una playa serena y libre de oleaje. Perfecta para quien huye de las aglomeraciones. Cuenta con una zona infantil para que jueguen los más pequeños y algunas palmeras y sombras naturales. También hay una posta sanitaria y algún chiringuito para refrescarse. Es el lugar ideal para cargarse bien de agua y comenzar la parte más salvaje de la ruta.
Atravesando esta playa encontramos una planicie con algo de vegetación y una pequeña calita con Posidonia. Ante tí, comienza un importante tramo de costa pedregosa con vistas al skyline alicantino. Seguimos hacia el norte y comenzamos a subir por el sendero.
Aunque esta cala es de plataformas de roca, al entrar en el agua enseguida encontrarás arena. Está situada bajo un paseo marítimo y es la playa más cercana al entorno urbano. Siempre podemos sentarnos en un banco del paseo a disfrutar de las vistas y el bonito atardecer.
Las rocas son bastante planas y la profundidad de las aguas es grande, por lo que a la hora del baño hay que llevar cuidado. Es un lugar muy apreciado por los cormoranes, que baten las alas y las abren para que se le sequen al sol. También hay gaviotas y chorlitejos, así que tendremos sumo cuidado en la época de nidificación.
Esta cala es de las pocas en la ciudad de Alicante en la que está permitido la práctica del naturismo. Es uno de los lugares más hermosos de nuestro recorrido, con un paisaje salvaje y rocoso. Los diferentes tipos de rocas de la costa han creado este paisaje de espigones naturales que, como grandes moles, se introducen en el mar. Es perfecta para practicar snorkel y pasarse horas descubriendo sus riquísimos fondos marinos.
Toda esta zona señalizada tiene como fin la conservación de especies vegetales de interés, como el Limonium furfuraceu, o popularmente conocida como siempreviva alicantina. Este enclave es un buen ejemplo de cómo sería todo el litoral rocoso si no hubiera sido urbanizado. La importancia de la zona verde de la Cala Cantalares no sólo se limita a la parte terrestre, sino que la parte sumergida también es una zona protegida con especies de animales y plantas de alto valor ecológico. Como la Posidonia oceánica, una planta con forma de cinta que constituye praderas subacuáticas y es capaz de crear un ecosistema propio en su entorno. La Posidonia limpia el mar y le da esa calidad y transparencia tan apreciada en la costa.
Tomando como referencia los mojones que delimitan la costa, vamos subiendo por un paisaje cada vez más agreste. La erosión de las rocas calcáreas junto con la cristalización de las sales marinas crea formas curiosas. Aprender a leer el paisaje, buscar formas e interpretar qué ocurrió en el pasado es un ejercicio entretenido que desarrolla nuestra capacidad de observación y deducción.
Continuamos por el camino siguiendo el vallado metálico que bordea el faro de Cabo de Huertas, inaugurado en 1856 sobre una antigua torre vigía.
La zona es lugar ideal para observar la curiosa geomorfología de la zona y apreciar las hendiduras y barras que presentan un aspecto dentado en la costa, con entrantes donde los estratos de las calcarenitas son menos resistentes.
Una vez bordeado el cabo, encontramos la extensa playa de San Juan. Atravesamos una zona con vegetación y ponemos rumbo al mirador de la Mussola. Su panóramica: la Playa de San Juan, las montañas alicantinas, la isla de Benidorm, la Serra Gelada, la Serra de Bèrnia, el Puig Campana, las cumbres de Aitana o el Cabeço d’Or.
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