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Elegir bien las localizaciones lo es todo en una película. No hay decorado ficticio que transmita tanto las sensaciones por una gran pantalla como la realidad. Por eso el turismo cinematográfico está cada vez más de moda y permite al viajero disfrutar doblemente de aquellos lugares donde se han rodado las películas más taquilleras del momento. Y en algunas ocasiones, conocer localidades que muy pocos han visitado.
España sigue siendo uno de los destinos preferidos de muchos directores de cine internacional. Por eso, los directores españoles necesitan ampliar la búsqueda de enclaves inéditos que sorprendan al público y se ajusten a su guion. Uno de ellos ha sido, recientemente, las Cuevas de Paterna, a cinco kilómetros al noroeste de Valencia. Allí, el director Pedro Almodóvar rodó escenas de su vigésima primera película, Dolor y gloria, que suma más de 941.000 espectadores solo en nuestro país y que el pasado cinco de septiembre fue seleccionada por la Academia de Cine para representar al cine español en los premios Oscar.
Nadie lo hubiera imaginado hace unos años pero, dado el interés que por ello han suscitado y previendo que vaya en aumento, el Ayuntamiento de Paterna ha decidido ampliar las visitas guiadas gratuitas a estas cuevas situadas en el casco urbano, y ha construido una rampa de acceso para facilitar el acceso a personas con movilidad reducida.
Según el mismo Ayuntamiento, el director de cine, que trasladó su infancia manchega a este enclave de duros inicios sociales, dijo que el entorno de las cuevas "es arte en vivo, que se puede ver en plena calle". Nosotros también estamos convencidos de que cualquiera que lo visite quedará prendado por su historia y su belleza.
Las cuevas mezclan un cierto sabor entre el blanco extremeño y el ocre marroquí. Con sus curiosas chimeneas y sus respiraderos de diversos tamaños que emergen por las calles enlosadas, conforman un paisaje muy especial, de gran interés turístico y patrimonial. Algunas de ellas, como las cercanas a la Torre de Paterna, también declarada bien de interés cultural, siguen estando habitadas y, otras, se usan hoy como espacio cultural.
Se supone que su origen es morisco, por la similitud que tienen con otras existentes en el sur de la península, pero no llegan a ser muy numerosas hasta el siglo pasado. En 1824 se censaron 38 cuevas, que se multiplicaron en 1850 hasta las 200, y allí vivía el 35 % de la población. En 1945 alcanzaron su máximo histórico, 509 cuevas, aunque sus habitantes eran muchos menos. Bien entrados los años 50, se fueron abandonando poco a poco por los nuevos pisos creados en el desarrollismo. En 1994 solo se contaban 106 en la ciudad.
Como la familia emigrante en la película de Almodóvar, los motivos de su utilización y construcción fueron los momentos de dificultad económica: el aumento de la población, el incremento de las rentas en la época señorial, que dificultaban poder construir las viviendas con materiales más sólidos, y el deterioro de las condiciones de los asalariados y jornaleros, que no tenían más remedio que excavar sus casas en la blanda roca calcárea y arcillosa.
No solo el turismo se ha interesado por estas construcciones. El 12 de mayo de 1923, el bisabuelo del rey Felipe, Alfonso XIII, acudió a Paterna para visitar el campamento militar de la ciudad. Su histórica visita se recuerda con una placa en la casa de la calle Trinquet, donde tuvo la curiosidad de conocer cómo vivían los habitantes de las cuevas. Eso hizo que sea una de las pocas que se conservan en esta parte de la ciudad tras el desarrollo urbanístico.
El ingenio popular y el terreno configuraron las dos maneras de realizarlas. Una de ellas, las coves de façana (con fachada), aprovechan un talud o desnivel del terreno para abrir una puerta y una ventana como las de las casas tradicionales, siendo enlucidas con mortero o sencillamente encaladas. Su interior se iba excavando en forma de cueva según las necesidades de la familia, a veces con habitaciones de dimensiones considerables, y añadiendo al fondo un patio de ventilación y chimeneas para hacer lumbre.
Ese patio de ventilación, a menudo enrejado, es por donde ven el trozo de cielo Salvador niño, el protagonista, y su madre en la película, Penélope Cruz. La cueva elegida para ello fue la 108. Por supuesto, fue adaptada por los decoradores de la producción retirando las comodidades actuales para que tuviera el realismo necesario de la época.
La otra manera de hacerlas es la de las coves enclotades (en agujero), que se hacían excavando un patio comunal, para que entrase la luz del día, accesible por una rampa. Su interior podía albergar entradas a dos o hasta a cuatro casas sin fachada a la calle. En algunas se construyeron incluso un lugar donde guardar el carro y el animal que tiraba de él.
Ambas construcciones tienen unas condiciones especiales de habitabilidad. Ante todo, una temperatura interior agradable, templada en invierno y fresca en verano, que envidian hasta los edificios más modernos, y ausencia de ruidos. Pero su conservación requiere una buena ventilación que evite que las humedades erosionen los muros o el techo, y blanquear con cal para proteger el exterior y el interior de las inclemencias del tiempo, desinfectar y desinsectar.
En la calle Pérez Galdós, uniendo ocho de ellas, se ha creado el Espacio Cultural Coves del Batà. Es un conjunto de ocho cuevas-vivienda que fueron adquiridas por el Ayuntamiento y están excavadas directamente en un terreno que ocupa una superficie de 450 metros cuadrados.
En su interior se conocen las tradiciones de las cuevas. Algunas habitaciones cuentan con su mobiliario original: enseres diversos, baldas colocadas en armarios excavados en la pared, cunas de bebé, juguetes, hogares para lumbre y lavabos… todo reproduciendo una vivienda de la época. En otras está la colección etnográfica de aperos y máquinas textiles o el taller de Ernest Simò, herrero que hizo la escalera de la Torre de Paterna. También se usan para hacer exposiciones temporales de pintura, fotografía o escultura.
Por último, existe una pequeña sala dedicada a la cordà donde se puede ver, mientras se prepara su propio museo, el traje protector que se usa para esta fiesta centenaria, declarada en 2017 de interés turístico, donde los participantes lanzan cohetes borrachos y de carretilla en la plaza Mayor o el cohetódromo, con una intensidad de 2.000 cohetes por minuto.
Las cuevas habitadas no son visitables, a no ser que sus dueños quieran permitírselo, claro, pero puede verse cómo están decoradas por fuera con un gusto sencillo, repintadas con cal o siendo reparadas, como cuando fuimos nosotros después de las grandes lluvias que cayeron en la Comunidad Valenciana. Así nos encontramos con Lola, "la de las cuevas", que nos cuenta, muy ufana, todo sobre Penélope y Almodóvar. Ser covero o covera, aunque tenga un origen humilde, es todo un orgullo y hasta concede un cierto pedigrí.
Si se quiere seguir con la ruta cinematográfica, cerca de las grutas se encuentra el Gran Teatro Antonio Ferrandis, hijo predilecto de la ciudad. Allí se celebra el festival de cine que lleva su nombre. Tiene lugar del 16 de octubre, aniversario de la muerte del actor, al domingo 20 del mismo mes. Después de dar el sábado premio especial a la actriz Carmen Machi, el domingo 29 se hará un recorrido especial por las cuevas con la presencia de la actriz Nora Navas, Mercedes en la película del manchego.
En la antigua estación de tren del Campamento de Paterna, ahora convertida en la estación de Metro Campament, es donde se desarrolla el momento en el que Penélope Cruz llega a Paterna con su hijo. Este edificio, con estilo modernista que aún salpica muchos lugares de la localidad, está hecho de nuevo ladrillo en dos tonalidades y azulejería, con una hermosa torre y un arco de entrada. Fue proyectado por el arquitecto saguntino Francisco Mora, en 1925. Su belleza sobresale entre las modernas necesidades del transporte ferroviario.
La ciudad, que destacó siempre por su producción cerámica y sus característicos baldosines de barro esmaltados socarrats (requemados) aún contiene más sorpresas. Una de ellas es su torre defensiva del siglo XI, que figura en el escudo de la localidad, y que fue una pieza clave del cinturón de defensa que rodeaba a la ciudad de Valencia desde los tiempos de la Taifa. El recorrido guiado por el Ayuntamiento la incluye en su visita a las cuevas. Con su altura de casi 20 metros y situada sobre una colina, la vista de la huerta es espectacular, y sin duda servía para hacer señales con las otras cinco torres que rodeaban la capital.
Está rodeada por los fumerales y respiraderos de las cuevas que tiene a sus pies. Se compone de tres pisos, un aljibe que recogía el agua de lluvia de la terraza, una planta donde se pueden ver típicos azulejos que adornaban los artesonados, y la parte superior defensiva con ocho matacanes y un voladizo con troneras sostenido por tres ménsulas. Su acceso se hace por una escalera adosada que llega hasta los cinco metros donde está la puerta de la segunda planta.
En agosto, antes de las magníficas fiestas de moros y cristianos, se realizan visitas nocturnas a la Torre y al Calvario, cercano al antiguo alcázar. La convocatoria se llama 'A la lluna de Paterna' y ayuda al visitante a descubrir lugares históricos como el antiguo almacén o parte de la muralla árabe.
La Torre aún guarda sus secretos y no está siempre abierta. Se pide el acceso a través del Museo de la Cerámica o en la Oficina de Turismo. Muchos vecinos de la localidad no habían visitado la torre nunca por dentro, pero tienen ocasión de conocer, el día de puertas abiertas, el emblema de identidad de la población paternera que, en la gala de los premios Oscar, todo el mundo guardará por unos instantes en su retina.