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Un plan al aire fresco y puro, muy necesario y seguro en los tiempos que corren. Un paseo rodeado de naturaleza a pocos kilómetros de Madrid. Como si de un guión de cine se tratara, se van sembrando detalles que hacen predecir el pequeño clímax en forma de cascada que encontraremos un poco más adelante. Y todo en la cuenca media del Jarama, en una zona de turismo de naturaleza, gracias al paso del río Guadalix, donde nos topamos con bosques de ribera, pequeños y grandes saltos de agua, vías pecuarias y mucha historia.
Pero, como en todo guión, hay que empezar por el principio: ¿dónde poner la línea de salida de la ruta del Hervidero y los acueductos de San Agustín del Guadalix? Si le preguntas a un local te dirá sin dudarlo que en "la laguna de los patos". Para foráneos, se llega tomando la salida del kilómetro 36 de la A-1 y poniendo rumbo al polígono norte del pueblo. Pasaréis por una rotonda con la escultura de una locomotora y, poco después, tras cruzar el puente sobre el río Guadalix, a la izquierda, hay una zona de aparcamiento al lado de un parque infantil.
Justo enfrente hay un pequeño puente de madera sobre una parte del río a la que los patos acuden a la caza de las migajas de pan que les llevan los niños. Los patos, ese gran reclamo para llevar a tus hijos a hacer la ruta. Se trata de un parque recreativo con fauna autóctona, un pequeño enclave acuático en el que aves, anfibios, diminutos reptiles y especies piscícolas se encuentran a sus anchas.
Llama la atención su bosque de ribera, donde podemos encontrarnos con especies como alisos, sauces, fresnos y chopos. Varios paneles informan de la gran variedad de aves que habitan en el entorno: petirrojos, ruiseñores, jilgueros, oropéndolas...
Tras cruzar el puente de madera hay que girar a la izquierda, dejando a la derecha otro parque infantil, con una fábrica abandonada y llena de grafitis de fondo. El camino, que bien podría ser el escenario de una película de Daniel Calparsoro o Fernando León, te lleva por debajo de la carretera, paralelo al río.
A partir de aquí comienza un dulce paseo por la orilla del Guadalix con la tintineante música del agua de fondo. Un consejo: nunca llevar auriculares. Mejor el sonido del correr del agua que el último éxito del reguetón o la banda indie de moda.
Una vegetación apabullante, con fresnos y alisos rodeados de abundante matorral bajo serrano, rosales silvestres, escaramujos y majuelos. Siempre siguiendo el río, se atraviesan puentes, algunas pozas aptas para el baño en verano y pequeñas cascadas cuyo tamaño y belleza irán in crescendo. Una de ellas es la zona llamada Charco del Aliso, bautizado así por el gran número de esa especie de árbol que hay alrededor. Poco después se llega a una carretera abandonada. Allí debéis girar a la derecha, cruzar el puente de San Antonio sobre el río y ascender, dejando una caseta del Canal de Isabel II a la izquierda, hasta llegar a un desvío.
Un camino de tierra paralelo al río por la derecha os conducirá hasta una pequeña presa y la Cascada del Hervidero. Parece escondida, huidiza, pero ahí está. El ruido ensordecedor la delata. Hay que bajar unas empinadas y retorcidas escaleras con precaución, carece de gran dificultad pero tampoco hay barandillas ni reposamanos donde agarrarse.
Estas escaleras conducen a una especie de playa fluvial enfrente de la cual se encuentra, coqueta e imponente, con sus dos grandes saltos de agua, una de las mejores cascadas de la Comunidad de Madrid, que deslinda con el término municipal de Pedrezuela. Se puede ver desde abajo, pero, si la queréis contemplar desde arriba, salen varios caminos a izquierda y derecha que os pueden llevar a una buena foto. Lugar ideal para el descanso este Charco del Hervidero, asi como para reponer fuerzas comiendo el bocata o los manjares elegidos para la ruta.
La vuelta no será por el mismo camino que la ida. Tomando de vuelta la carretera abandonada y siguiéndola todo el tiempo en un sube y baja por el monte lleno de curvas, se llega hasta los acueductos. El primero, antes de llegar a La Sima, un pequeño núcleo de casas desde el que se puede tomar el camino hacia el pueblo. Y, el segundo, pasado la Sima, continuando hasta la carretera de Colmenar.
Estos acueductos distan entre sí unos dos kilómetros y forman parte del trazado primitivo del Canal de Isabel II. Fueron construidos en 1854 y conservan el encanto de las construcciones viejas, con sillares de piedra patinada por la edad. Ambos constan de dos cuerpos. Aunque fueron proyectados para servir de sifón, el proyecto no pudo materializarse y se decidió convertirlos en los acueductos que son hoy. Para ello, fue necesario construir los arcos del segundo cuerpo.
El primero, el de La Sima, tiene ocho arcos de medio punto sobre uno escarzado. El segundo, el de La Retuerta, posee siete, también de medio punto, que se levantan sobre un gran arco inferior. Tómese cualquiera de los dos como un desenlace a la altura de la historia.
Tras varias horas de caminata el estómago pregunta qué hay de lo suyo. Muy cerca de La Sima están 'Las Cochiqueras' (Camino de la Sima, 54). Como su nombre indica, este restaurante está ubicado en una antiguas porquerizas. Tiene una gran terraza agradable y un amplio salón interior. Especializado en carnes en general, sobre todo en la porcina, ofrece gran variedad de platos al senderista. No es la única opción del pueblo, con una amplia variedad hostelera, en la que destacan propuestas como 'El Caserón de Araceli' (Olivar, 8) o 'Casa Juaneca' (N-1, km.30). Cualquiera puede ser un buen epílogo para una jornada bien aprovechada. Con el estómago lleno y la satisfacción de las cosas bien hechas, toca regresar a casa.
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