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Entre la costa del mar Cantábrico y la Meseta Ibérica se despliega un terreno calcáreo que hace de bisagra entre el clima atlántico y el mediterráneo. En este escalón abrupto y rugoso, situado en la cara sur de la Cordillera, se guardan reliquias geológicas en forma de complejos kársticos como Ojo Guareña, de laberintos subterráneos de estalactitas y estalagmitas, de lapiaces, dolinas y cerros aislados entre interminables páramos como el de Las Loras y cañones fluviales tallados por el Ebro.
Pero más allá de la acción del agua que ha ido confeccionando a su antojo la dura caliza desde la Orogenia Alpina -hace 66 millones de años-, desde la Edad Media el ser humano ha ido tallando en paralelo centenares de cuevas que se esconden a simple vista del viajero pero que evidencian uno de los principales vestigios arqueológicos de la zona. Viajamos al territorio comprendido entre las provincias de Burgos, Álava y el Condado de Treviño para trazar una ruta en coche en busca del escondite del ermitaño. Hablamos del roadtrip de las cuevas artificiales de la Cornisa Cantábrica.
Viviendas, refugios, necrópolis, almacenes, santuarios e iglesias. Durante la Alta Edad Media, entre los siglos V y VIII, el eremitismo empezó a desarrollarse en la Península Ibérica. Lo hizo como una forma de vida ascética, austera y ligada al cristianismo que consistía en huir de la civilización para vivir en lugares apartados, normalmente en cuevas naturales o escavadas.
El objetivo de este retiro era poder rezar, hacer penitencia y encontrar así la fe desde la soledad, la oración y el sacrificio en contraste con la ostentación de la iglesia en aquella época. Este movimiento contracultural fue propulsado en la Península por el obispo hispano, Prisciliano de Ávila (s. IV), que se convertiría en el primer hereje juzgado por un tribunal eclesiástico.
Nuestra ruta en coche siguiendo el rastro de los eremitas se despliega de este a oeste, desde los bosques de Ízquiz hasta los valles del noroeste de Burgos, dejando de lado las autopistas para tomar caminos rurales e incluso senderos de tierra para cruzar una naturaleza semi domesticada que hace del vehículo todoterreno el mejor aliado en este roadtrip ermitaño.
Partimos desde el interior del Parque Natural de Ízquiz, un entorno protegido de selva ibérica que conserva las formaciones de roble melojo mejor conservadas de Europa como parte de una cubierta forestal de 7.297 hectáreas que se extiende por el sur de Álava. Salimos desde la localidad de Urturi rumbo a la de Marquínez por el Sendero Marizuerieta que atraviesa el bosque envuelto por la niebla y el silencio de la mañana que convierte lo que pintaba como un recorrido bucólico en uno de novela de Stephen King. No tardamos, sin embargo, en llegar a Marquínez, primera parada eremítica en nuestro itinerario que se presenta al viajero con su arquitectura medieval, sus casonas blasonadas y callejas de adoquín en contraste con las cuevas artificiales que rodean esta población del municipio de Bernedo.
Empezamos acercándonos a la ermita de San Juan, una de las mejores muestras del arte románico de la provincia de Álava. En la inscripción de su fachada puede verse que fue consagrada en 1226 y, justo al lado, en la ladera, pueden verse las cuevas del complejo de la Peña del Castillo. En ella se conservan vestigios de la fortaleza que dominaba el valle durante la Edad Media y que, según los estudios arqueológicos, estuvo en uso desde la segunda mitad del siglo X hasta el siglo XIV.
En las faldas del monte Peña Askana se recoge el pueblo de Marquínez, coronado por la iglesia de Santa Eulalia, construida a finales del siglo XVI. Tras ella buscamos la cueva de Santa Leocadia, protegida al público por una verja metálica. En su interior se pueden ver dos bajorrelieves que muestran una mujer montada a caballo y un hombre de pie al lado de otra persona orando. Junto a esta cavidad hay otra que se utilizó como osario durante siglos.
Retomamos el coche para continuar por los senderos que se adentran en el Barranco de Gurtatia y que nos conducen hasta las cuatro cuevas del complejo de San Salvador. Son muchos los que prefieren hacer este recorrido desde Marquínez caminando pues no encontrarán en él ningún rastro de asfalto a medida que se avanza por el valle del arroyo Guztarriarana. La Ruta de los Ermitaños, Ermitas y Señores, de 8,5 km y bien señalizada desde Marquínez, es apta para cualquier caminante y permite descubrir la herencia eremítica de la zona. En ella destacan las cavidades de San Salvador, que comenzaron a excavarse en el siglo VII y presentan muchas diferencias entre sí. Tanto por el tamaño como por la forma, de una o dos estancias, con arcos de medio punto en la puerta o tripe arquería y orificios a modo de ventanas en la roca.
Rumbo oeste, conducimos hasta la frontera vasco-castellana para entrar en el Condado de Treviño en apenas 15 minutos. Es esta una isla burgalesa atrapada en la provincia de Álava que conserva una buena de colección de yacimientos prehistóricos además de cuevas artificiales junto al pueblo de Laño. Existen teorías que explican que el nombre de Treviño viene de triphinium, o de la triple frontera entre los pueblos celtas autrigones, caristios y várdulos que confluían en este lugar. Tas ellos la zona fue romanizada y después dominada por visigodos y árabes creando una inestabilidad que fomentaría el eremitismo. Su mayor exponente en el Condado de Treviño lo encontramos en el conjunto arqueológico de las Gobas y Santorkaria.
A un lado del arroyo Barrundia divisamos las 13 cavidades de las Gobas y al otro los 18 recintos rupestres de Santorkaria. Aparcaremos junto a la carretera BU-V-7418, antes de llegar a la localidad de Laño, para caminar por la senda que se adentra en el bosque y la ladera rocosa donde van apareciendo las diferentes muestras cavernícolas elegantemente esculpidas en la caliza en torno al siglo VI y declaradas Conjunto Arqueológico en 1978.
En la senda a pie encontraremos diferentes paneles explicativos que nos cuentan las diferentes épocas, construcciones y usos de las mismas por los habitantes de la zona. Durante los siglos VII al VIII las cavidades fueron utilizadas como viviendas de una aldea campesina asentada allí hasta finales del siglo IX, cuando se desplazaron al actual pueblo de Laño. Las grutas se convirtieron entonces en santuarios, iglesias y necrópolis. La senda a pie por el bosque de roble y de haya culmina en la población de Laño, rodeada de tierras de cultivo que decoran su valle homónimo. Volvemos al coche para continuar rumbo oeste para dejar el Condado de Treviño por la carretera CL-127.
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