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Cualquier recorrido flamenco por la capital andaluza tendría que partir de Triana. Considerada referente y escenario, ha sido cuna de numerosas grandes figuras e incluso, tiene su estilo propio de cante y de baile, la soleá de Triana. La Plaza del Altozano es un lugar emblemático en el que confluyen importantes arterias del barrio (al romántico Paseo de la O al atardecer no le faltaría más que una guitarra española). En la plaza, el Monumento al Arte Flamenco, nos recuerda la vinculación de Triana con este Arte, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
A pesar de la presencia en la lírica de este antiguo arrabal que fue Triana, muchos lugares de referencia han desaparecido con los años. “Triana puede decepcionar en una primera visita porque no es un barrio monumental. Aquí la experiencia flamenca se vive en el día a día, en el ambiente de barrio. Es algo inmaterial vinculado a su gente, a los comercios, a la vida en la calle”, nos comenta Eva Izquierdo, guía turística nativa, y profesora de Flamenco para extranjeros, especializada en Triana.
Sus clases están destinadas a gente que por primera vez tiene contacto con este mundillo y las organiza en uno de los locales más recomendables del barrio, Flamenquería (calle Castilla, 94) donde de miércoles a sábado también hay espectáculos flamencos “en los que se cuida el espacio, la comodidad y la intimidad de los clientes, con grupos de 20 personas como máximo (los tablaos suelen duplicar el aforo en el mismo espacio), tres salas y un equipo de gente joven con mucho talento que pertenecen al Ballet Nacional de España, al Ballet Flamenco de Andalucía o a compañías de artistas del primera como Eva la Yerbabuena”, explica Izquierdo.
Una de estas salas está ubicada en una terraza cubierta que mira al río, un escenario perfecto para entrar en contacto con el Flamenco con mayúsculas. Otro espacio del circuito flamenco de Triana es la popular Casa Anselma (calle Pagés del Corro, 49). “La Anselma” es una fuerza de la naturaleza con una personalidad arrolladora que se ha labrado una reputación con los años, pero que cuenta con tantos admiradores como detractores, y aunque el local está siempre lleno (“los artistas con los que cuenta cantan y tocan bien”), la atención al cliente “oscila entre días muy buenos y días muy malos”. Sin embargo, “lo que se vive adentro los días buenos gusta mucho”, afirma Izquierdo.
Otro local peculiar en el barrio es la Casa LaTeatro (plaza del Altozano, mercado de Triana, puestos 11-12). Escondido en el interior del mercado de Triana, “este teatro es como una pequeña caja de bombones de 27 plazas, con butacas de terciopelo rojo y un equipo excelente de gente joven y profesional”, explica Eva. Sus espectáculos de una hora tienen un precio asequible y programación de mañana y tarde.
A lo largo y ancho de Triana numerosas placas conmemorativas recuerdan que aquí vivió alguna figura clave del barrio. Concretamente, la calle Fabié fue una "calle con mucho Arte". En el número 24 nació Naranjito de Triana. También vivió en ella Paquita Rico, y en el número 7, estuvo la Casa Curro Fernández que, aunque su placa ha desaparecido inexplicablemente, fue un mítico corral de vecinos que durante el siglo XIX acogió la expresión más íntima, familiar y casera del flamenco: entre payos y gitanos. Según la tradición, en esta casa, la de los Fernández, se celebró la última gran boda gitana del barrio: la de Salud Ríos y Juan José Fernández con invitados como Pastora Imperio, la Niña de los Peines, Antonio Mairena o Tomás Pavón, y fue aquí donde nació su hijo, el cantaor Curro Fernández, padre también de artistas como la cantaora Esperanza Fernández.
Otra referencia hoy desaparecida en esta misma calle fue la Peña El Bollo, donde en los años 80 se juntaban los artistas del barrio y donde se coció uno de los discos legendarios de lo que se llamó el Nuevo Flamenco, Nuevo Día, el primer disco de Lole y Manuel. Con el desalojo de más de 3.000 familias, muchas de ellas gitanas, en los años cincuenta, el barrio perdió su esencia gitana más pura. Familias como los Montoya, los Amador y los Cagancho explican cómo vivieron esta "diáspora gitana" en el documental Triana pura y pura (2014)dirigido por el productor musical Ricardo Pachón.
Que no se pierda esta tradición oral plagada de lugares míticos para el Flamenco ha sido uno de los objetivos del proyecto Mi Flamenco Place, una aplicación para descargar una interesante ruta y una web en la que poder “escuchar por boca de bailaores, cantaores, guitarristas, antropólogos flamencos, productores… las historias que vivieron en estos míticos lugares, algunos ya desaparecidos”. Un proyecto que nació para la Bienal de Flamenco y que sigue en marcha. Según una de las creadoras, Virginia Moriche de Surnames, “refleja ese punto de encuentro interdisciplinar que tiene este Arte”.
En los vídeos de Mi Flamenco Place encontrarás “desde artistas que provienen del marco docente, como Rocío Márquez, cantaora y doctora en Arte Flamenco, hasta voces de anteriores generaciones defensoras de la pureza y la espontaneidad que no se estudia en las escuelas, sin olvidar otras visiones más internacionales y contemporáneas como la de la bailaora canadiense de formación clásica Chloé Brûl que junto a Marco Vargas presentan con su compañía propuestas muy diferentes”.
Además del Flamenco tradicional, “en Sevilla hay muchas más formas de disfrutar el flamenco”, nos comenta Eva Izquierdo. Triana está plagada de estos locales, una oferta variada y divertida donde rodearte de gente de aquí, bailar, e interactuar y no solo estar sentado ante un espectáculo... Entre estos destaca Rocío Romero (calle Victoria, 4), de tradición rociera y abierto desde las 17 horas y que durante los fines de semana cuenta con un guitarrista y un cantante para animar el sarao.
Un local de toda la vida es Los Martínez (calle Paraíso, 1). “Aquí siempre hay ambiente y es perfecto para tomarse la última”. Si buscas uno de esos lugares a los que se suelen dirigirse los artistas cuando terminan sus shows, ese local es Lola Cacerola (calle Castilla, 36). “Se pone bien a partir de las tres de la mañana y en ocasiones, la juerga flamenca del espectáculo continúa”. En esta misma calle, la Sala Flamenco (calle Castilla, 137) tiene un ambiente con un público más joven.
Otro de las rutas típicas del flamenqueo es la calle Betis, donde Izquierdo nos destaca El Rejoneo, un bar de copas con una clientela más adulta “donde se pueden vivir momentos mágicos” y Lo Nuestro, con un público basado fundamentalmente en extranjeros que disfrutan de las rumbas, las sevillanas y el resto de folclore andaluz. Si buscas una versión más auténtica, y más frecuentada por los locales, la taberna Lola de los Reyes” (calle Blas Infante, 6), en el barrio de Los Remedios, “representa el flamenqueo más nostálgico sevillano, regentado por una familia de cantaores de sevillanas muy querida, por lo que su público es más adulto, fiel y sobre todo, local”, explica Izquierdo.
En la Alameda de Hércules encontramos otro de los escenarios flamencos más interesantes de la ciudad. Impulsado por los cafés cantantes que se asentaban en sus inmediaciones, este paseo se configuró desde finales del siglo XIX como centro fundamental del flamenco sevillano y sigue conservando ese “noséqué” que invita a quedarse a vivir y a respirar flamenco. Aquí, en una de las calles aledañas encontramos la casa de “la voz femenina del cante flamenco de todos los tiempos”, la Casa de la Niña de los Peines (calle Calatrava, 20), que aunque nació en la calle Butrón, fue aquí donde pasó sus últimos años junto a su marido, el también artista Pepe Pinto.
En la misma Alameda, muy cerca de la que fue su casa, un busto de la artista homenajea su figura. También en este barrio nacería otra de las figuras sevillanas del flamenco de todos los tiempos, Manolo Caracol. La Alameda fue su escuela de cante y aquí una estatua del maestro preside el paseo.
Para tomar una tapa por la zona sin perder de vista el duende, la Taberna Pasos Largos (calle Feria, 17) es un local en el que el Flamenco es protagonista y las tapas, de buena calidad. “No muy lejos, la Taberna Gonzalo Molina (calle Relator, 59) es un lugar de encuentro de artistas, cantautores, poetas… con un punto literario muy potente. Es el típico lugar en donde se suele liar algún día”, nos comenta María Araguz de Chalaura.com, una interesante web de noticias flamencas. Araguz nos advierte que, a pesar del encanto, el local está apuntalado para sostener la estructura, y que el cierre parece inminente. Si te aventuras a ir prueba su tapa de codornices.
Otro de los espacios clave es el Instituto Andaluz de Flamenco (calle Santa Teresa, 8) ubicado en una típica casa sevillana del siglo XVII, en el barrio de Santa Cruz, donde vivió sus en los últimos años el pintor Murillo. En la actualidad, acoge exposiciones y es Punto de Información del Flamenco (PIF). Aquí se pueden ver más de 60.000 documentos digitalizados del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco. Y sin salir del centro, pero ya en pleno centro comercial, otra figura en bronce nos recuerda a otra de las grandes, la bailaora sevillana Pastora Imperio (calle Velázquez con calle O’Donell) para la que Falla compuso su Amor Brujo.
Existen otros epicentros indiscutibles de este arte, sí, pero “para conocer todos los procesos creativos que están sucediendo en torno al flamenco hay que venir a Sevilla”, afirma el director de la Bienal de Flamenco, Cristóbal Ortega. “Durante 25 días, en más de 100 espectáculos tienen cabida nuevos valores, artistas consagrados y otros que se encuentran en una etapa de madurez y que son la historia viva del flamenco”, además de numerosas actividades paralelas, nos explica Ortega. Pero si tu estadía no coincide con la Bienal (la próxima cita ya no será hasta 2018) puedes conformarte al menos con visitar su sede, en el encantador Espacio de Santa Clara (calle Becas, s/n) donde durante el año se suelen programar actividades como charlas, exposiciones, etc.
Pero no te preocupes, en la ciudad sigue palpitando el flamenco en lugares como el Museo del Baile Flamenco (calle Manuel Rojas Marcos, 3) una institución que se crea gracias a la iniciativa de la bailaora sevillana Cristina Hoyos, ubicada en un edificio del siglo XVIII entre el barrio de Santa Cruz y la Alfalfa. Actuaciones a diario (con más hincapié en el baile que en otras expresiones), exposiciones permanentes, temporales y un tour por los diferentes espacios te invitarán a sumergirte de lleno en este universo.
Ambiente desenfadado, divertido y agradable es el que también se cuece en La Carbonería (calle Céspedes, 21) un local “flamenco”, que se define como taberna cultural, en un antiguo almacén de carbón (que anteriormente fue la Casa Palacio de Samuel Leví y que da nombre a la calle). Actualmente se entra por el patio, y no por la calle Levíes, como antiguamente. Pero sigue conservando esa atmósfera encantadora y rincones para todos los gustos. Cuenta con actuaciones flamencas más o menos frecuentes (abre todos los días desde las 19 h) aunque hay quien se arranca a cantar o a tocar espontáneamente. Con una programación más “puramente flamenca” (y previa adquisición de entrada, 16€) la Casa de la Memoria (calle Cuna, 6) es otro de esos lugares que hay que visitar. Ubicada en lo que fueron las Caballerizas del Palacio de Lebrija, los espectáculos de este espacio suelen reunir a artistas de reconocido prestigio nacional e internacional del cante, el baile y la guitarra. Además, se organizan interesantes exposiciones en torno al Flamenco en la sala de exposiciones.
Por su parte, y prácticamente a diario, los tablaos sevillanos ofrecen un aperitivo de lo que suele ser este Arte aunque el resultado dependa mucho de los artistas que actúan ese día y del espacio en general y el ambiente en general. El más antiguo de los tablaos sevillanos es El Arenal (calle Rodo, 7) mientras que el de Los Gallos, además de tener una ubicación muy flamenca, en Plaza de Doña Elvira del barrio de Santa Cruz, cuenta con una programación de artistas que han actuado en el Festival de las Minas del Cante (un certificado de calidad, sin duda).
Y si tu interés va más allá del mero disfrute y buscas “la escuela sevillana por la que han pasado los mejores talentos del Flamenco actual (Arcángel, Argentina, etc.) tendrás que visitar y matricularte en la Fundación Cristina Heeren” (avenida de Jerez, 2), según la corresponsal de Chalaura. “Sus alumnos suelen compartir lo aprendido en peñas flamencas, teatros, etcétera”.
Un lugar para el encuentro, para la fusión, underground, pero también para la espontaneidad flamenca más pura es el de Los Corralones (calle Castellar, 46), un espacio industrial de la ciudad ocupado históricamente por artesanos que “se ha ido convirtiendo en un hervidero del flamenco más canalla”, según explica el Niño de Elche en Mi Flamenco Place.
Otra coordenada interesante que nos ofrece esta web es la plaza de San Leandro, “la de la Pila del Pato”, perfecta para tomarse una tapa de caracoles en primavera, oliendo a azahar y escuchando las guitarras flamencas de algún grupo de aficionados o el show en la calle que Manué (dueño del bareto de la plaza) haya organizado para algún jueves. Otra cita que no te puedes perder es la Jam Session de flamenco en la Alameda de Hércules, en el clásico Café La Habanilla, todos los lunes a partir de las 20.30 (horario de invierno), abierta a todo el que quiera participar.
Si quieres visitar un taller artesanal de trajes de flamenca, conocer a sus diseñadoras y de paso, comprar alguno de sus mantones, mantoncillos o abalorios flamencos (piezas exclusivas de primera calidad), hay que visitar el Taller de Ángela y Adela (calle Luchana, 6). Ángela Gragea, una apasionada de su trabajo muy reconocida en el sector, te contará los secretos del proceso de elaboración: “Yo también bailo así que el vestido me gusta que sea una pieza de mi propio cuerpo y que me envuelva y se vea el revoleo ”, comenta Ángela.
Muy considerada también en lo que a trajes de gitana se refiere, la tienda de Rocío Peralta (calle Muñoz Olivé, 7) es otra visita ineludible. Para estar al día de las tendencias que se llevarán en la moda flamenca, dos citas compiten en la ciudad.
La más veterana es Simof, a la que acuden algunas de las principales firmas y referentes del sector como Aurora Gaviño, Lina, Molina o Pilar Vera, o Elena Bernal para complementos. Pero también las más rompedoras como Javier García y Cristina García. La otra gran pasarela es We love Flamenco, que se celebra desde hace algunos años en el hotel Alfonso XIII en diciembre, y que también se ha ganado el reconocimiento del gremio y del público.
Para disfrutar del trabajo de uno de los maestros guitarreros con más solera de la capital, el taller de la centenaria firma de Mariano Conde (calle de la Amnistía, 1) es un lugar mítico donde se han diseñado guitarras para artistas de la talla de Paco de Lucía, Raimundo Amador o Pedro Sierra. Otro taller guitarrero a tener en cuenta es el de Alberto Pantoja, quien también ha trabajado para los mejores (calle Fray Diego de Cádiz, 21). Hoy en día es su hijo Paco el que sigue al frente del negocio con la misma dedicación.