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Steven Spielberg justificó claramente su empeño en rodar en Almería: “Aquí están, en pequeñito, todos los decorados que necesito”. Así es, y si hay un lugar especialmente cinematográfico en esta provincia es el desierto de Tabernas. Sus cerca de 280 kilómetros cuadrados han acogido más de 300 películas -con independencia de cortometrajes, vídeos musicales y anuncios publicitarios, entre otros- desde los años 50 hasta ahora.
Esta extraordinaria circunstancia llevó hace dos años a la Academia de Cine Europeo a designar a Tabernas Tesoro de la cultura cinematográfica europea, un galardón que reconoce lugares simbólicos para el cine que deben mantenerse y protegerse. Tabernas lo está consiguiendo. La industria audiovisual y el turismo están sentando muy bien a la única zona desértica del continente europeo y su belleza sigue cautivando al mundo.
Pero adentrarse en el sobrecogedor y vasto desierto de Tabernas no es tarea sencilla. Los lugares más espectaculares no son de fácil acceso y, además, la propiedad es privada, por lo que se pueden poner reparos para entrar a según qué zonas, aunque no sea del todo frecuente. Se hace raro imaginar que alguien posea un desierto, pero es que aquí cientos de familias se asentaron a los lados de las ramblas huyendo de la reconquista católica y la zona no se despobló hasta que la falta de agua llegó a ser un grave problema para la supervivencia. De hecho, el visitante puede contemplar aún alguna estructura de lo que fueron las edificaciones de la época, alternada con alguna mina de oro que ha servido de decorado cinematográfico y que aún permanece en pie, aportando un toque de misterio al recorrido.
Cristina Serena, de Malcaminos, es a buen seguro la guía de referencia del desierto de Tabernas y, bien en un vehículo 4x4 o a caballo, disecciona y desvela las grandezas de este parque natural al visitante. Junto a ella se pueden explorar 20 kilómetros en los que los contrastes, la historia y las anécdotas están aseguradas.
La primera parada obligada es en el Llano del Búho, una llanura de color ocre situada en el borde del desierto, que ha servido como campo de batalla de memorables películas como Patton (1970), El Cóndor (1970), Exodus (2014), Zona hostil (2017) o de series como The Crown, en la que se simulaban decorados de Australia, Túnez, Afganistán o California. Los diferentes paisajes que conforman el resto de la ruta nada tienen que ver con este ni tampoco son idénticas entre sí porque, pese a formar parte del mismo desierto, son absolutamente desiguales.
Desde el cielo, el desierto de Tabernas es un entramado de ramblas, y una de ellas -de especial belleza- es en la que se encuentra la famosa roca bautizada como Tortuga aunque todo dependerá de la imaginación del visitante. Las cárcavas están inusualmente floreadas debido a las lluvias que cayeron torrencialmente sobre este desierto durante prácticamente 20 días consecutivos entre marzo y abril. No se recuerda cosa igual.
La cabeza de la Tortuga se ha convertido en todo un símbolo de este desierto gracias a películas como Indiana Jones y la última cruzada (1989) -allí se rodó la escena de la persecución en los tanques-, Delirios de grandeza (1971) o la serie Juego de Tronos, en la que la rambla era coronada por dos enormes caballos.
La ruta continúa por la rambla y llega a una confluencia en la que el visitante puede disfrutar de una insólita explosión de plantas y flores. La única que se mantiene todo el año es la salicornia, una planta de agua salada, y es que el desierto tiene agua subterránea, que obviamente no es útil para el consumo humano ni animal, y menos para la cosecha.
“Las personas que habitaron aquí no lo hicieron por gusto, sino que venían huyendo de una situación compleja y su presencia ha quedado como la adaptación a un medio hostil, que es lo que, en realidad, es un desierto; donde prevalece la zona natural”, comenta Cristina, y añade que existen dos actividades que se combinan muy bien con el mantenimiento de una zona natural, como son el turismo y el trabajo audiovisual. “Esto, unido a una buena normativa de protección y al respeto que se tiene al desierto” hace que Tabernas siga siendo una meca del cine y atraiga a miles de turistas, expresa la guía que también es localizadora cinematográfica y asistente de producción.
Sabe que Tabernas también atrae a la industria por su fácil acceso y por la cercanía al núcleo urbano. Todo ello hace que los rodajes sean más económicos que realizarlos en lugares mucho más hostiles, y esta zona tiene la suerte de un camaleón que puede camuflarse como si fuera cualquier otro rincón del mundo.
Después de otro rodeo, Cristina para el vehículo en una rambla en la que fascina el megaslump que se ha formado con el paso de los millones de años que lleva a cuestas el desierto de Tabernas. “Es una ola fosilizada”, desvela la guía mientras dos de las turistas -una geóloga y una física- no pueden dejar de tomar fotografías de este tesoro natural.
Poco después la respiración vuelve a contenerse al contemplar las turbiditas o, como se les conoce en la zona, cola de dragón, por el aspecto similar de las rocas con la cola de un dragón que yace inalterable en el camino. El paseo por este tramo del desierto culmina en otra rambla de color diferente a los anteriores cauces, fruto de la cantidad de sal que la conforma. Y allí, entre el abanico de colores se rodó una escena de Millennium (2009) simulando a Australia.
Para llegar al colofón de la visita al desierto y a sus lugares más cinematográficos, hay que pisar parte del asfalto de la carretera que lleva al pueblo de Tabernas y pasar por la puerta de la taberna en la que se rodó La muerte tenía un precio (1965), un bar que en la época estaba activo y en el que, según cuentan, Sergio Leone quedó cautivado por su carne con tomate.
En todo desierto hay un oasis y el de Tabernas está en el Cañón de Genaro. Allí Cristina monta un pequeño telescopio terrestre para poder admirar, entre los majestuosos badlands, el palmeral en el que se rodaron Lawrence de Arabia (1962), La última tentación de Cristo (1988) o Cleopatra (1963). Al fondo, la famosa montaña Alfaro, otro de los símbolos del desierto, que trabaja duro por seguir siendo una tierra de cine.