Compartir

{{title}}
{{buttonText}}

Ruta en bici por el Camino Natural del Valle de Lozoya

Cuando la bicicleta se convierte en máquina del tiempo

Actualizado: 10/12/2019

Fotografía: Alfredo Cáliz

El tintineo de una esquila, cuya propietaria muge llamando a su becerro, acompaña el repicar de las campanadas que dan las diez en el campanario la que fue la primera cartuja de Castilla. La bruma emana del río elevándose cual telón, dejando ver un decorado compuesto de historia, naturaleza y bucólicos paisajes rurales a la sombra de fresnedas y rebollares. En el Camino Natural del Valle de Lozoya (Madrid) el otoño, vestido con paños glauco y oro, es el incuestionable protagonista.
¡Llegan los cromos de Guía Repsol!
Descargar App

Nos encontramos en el Valle del Río Lozoya, por el que discurre el Camino Natural que sigue aguas abajo la cuenca que aporta casi la mitad el agua que bebemos los madrileños. El Camino alberga una rica biodiversidad de fauna y flora ligada al curso fluvial, por lo que es Reserva de la Biosfera y Parque Nacional. Recorre las calles de encantadores pueblos con arquitectura tradicional que aún conservan el más puro ambiente serrano y, además, cuenta con la presencia de un patrimonio histórico de gran valor: yacimientos arqueológicos, puentes, ermitas, parroquias, un convento e incluso un monasterio engalanan el recorrido.

El otoño es una de las mejoras épocas para seguir el curso del Lozoya.
El otoño es una de las mejoras épocas para seguir el curso del Lozoya.

Un maridaje perfecto entre naturaleza, deporte y cultura del que es buena idea disfrutar en bicicleta y que ha hecho a este rincón de la geografía española merecedor de formar parte de los más de 10.000 km de caminos del Programa de Caminos Naturales del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación. Antiguas vías pecuarias, caminos de sirga y vías de tren entre otros, ahora son dedicados a uso senderista, ciclista y ecuestre, lo que permite acercarse al medio natural para conocer los secretos de su paisaje, promoviendo el desarrollo rural.

Logística para todos los planes

Otoño, con sus suaves temperaturas y paisajes de color, es una estación perfecta para salir en bicicleta. El Camino Natural del Valle de Lozoya se compone de una ruta principal lineal de 31,7 km desde Rascafría a El Cuadrón y seis itinerarios complementarios, que parten de diferentes puntos de la principal, accediendo a lugares pintorescos donde se ubican pequeñas ermitas. En total se pueden ciclar algo más de 53 kilómetros. Plan para un solo día, previendo un medio de transporte para volver al inicio o, mejor aún, en varios días, alojándonos en alguno de los pueblos del recorrido –Rascafría, Oteruelo, Alameda, Pinilla del Valle, Lozoya, Garganta de los Montes y El Cuadrón– donde encontraremos una variada oferta de alojamientos, desde hoteles, casitas rurales e incluso un lodge especializado para ciclistas. En cualquier caso, todos ellos con mucho encanto y que ofrecen una cuidada gastronomía local a base de carnes del Guadarrama y, en época, setas del terreno.

En la zona hay incluso alojamientos especiales para ciclistas.
En la zona hay incluso alojamientos especiales para ciclistas.

El desnivel acumulado en el recorrido es de 655 metros de subida y 455 de bajada, pero que no asuste, al discurrir paralelo al cauce del río Lozoya, el desnivel apenas se aprecia; solo en los últimos kilómetros existe alguna cuesta que nos hará más merecido el refrigerio final. Como el recorrido es lineal, siempre podemos darnos la vuelta para volver por el mismo itinerario que, al estar bien señalizado, no tiene pérdida. Todo ello hace de esta ruta un plan más que apetecible apto para todos los niveles.

1. Rascafría

Comenzamos en el Centro de Visitantes del Parque Nacional Valle de El Paular, junto al Puente del Perdón, del siglo XVIII, sustituto del medieval anterior situado aguas arriba y que permite cruzar el río Lozoya, dando acceso al Real Monasterio de Santa María de El Paular. La que fue primera cartuja de Castilla, se fundó en 1390 por Juan I de Trastámara en cumplimiento de una promesa hecha por su padre Enrique II. Una joya arquitectónica de más de seis siglos que guarda entre sus muros los más variados estilos artísticos, desde el gótico hasta el arte sincrónico, testimonio de cada época de su longeva existencia. Muy ligado al monasterio estaba el Molino de Papel de los Batanes, cuyos restos arqueológicos podemos visitar en nuestro periplo ciclista. En 1396 los monjes de El Paular adquirieron este molino a un vecino de Alameda del Valle para preparar la madera necesaria para la construcción de la primitiva cartuja. Posteriormente, se transformó en molino de papel convirtiéndose en uno de los más importantes de Castilla. Tanto, que aquí se fabricó el papel de la primera edición impresa de El Quijote.

El Puente del Perdón el Monasterio de Santa María de Paular conforman una de las postales más célebres del valle.
El Puente del Perdón el Monasterio de Santa María de Paular conforman una de las postales más célebres del valle.

2. Oteruelo del Valle

En apenas 2 kilómetros cruzaremos las aguas del arroyo del Artiñuelo, el río Chico, llamado así para diferenciarlo del Río Grande, el Lozoya, por los vecinos de Rascafría. En el pueblo, un desayuno a base de churros y chocolate nos dará energía suficiente para afrontar la trepidante jornada sobre ruedas que nos espera. Dejamos atrás el núcleo urbano de Rascafría para adentrarnos en el Camino del Ejido. La otoñada viste de gala dorada a los majestuosos abedules y avellanos que surcan la vereda que nos conduce al pequeño pueblo de Oteruelo del Valle (km. 5). Casas y pajares característicos de la arquitectura tradicional serrana rezuman un ambiente de sosiego rural que solo se interrumpe con el tañido de las campanas de la espadaña del siglo XII de la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz.

Espadaña de la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz, del siglo XII.
Espadaña de la Iglesia de Nuestra Señora de la Paz, del siglo XII.

3. Alameda del Valle

A tan solo 1 kilómetro se encuentra el pueblo de Alameda del Valle, un cuidado entramado urbano de casas viejas y de nueva construcción, presidido por la imponente Iglesia Parroquial de Santa Marina Virgen y Mártir del siglo XV. Desde Alameda del Valle podemos tomar el primero de los itinerarios complementarios y acceder al Monte de Santa Ana, uno de los parajes más bellos y enigmáticos del valle, situado en el curso del arroyo del mismo nombre y del que se dice fue el primer lugar poblado de origen paleocristiano. En sus inmediaciones se han encontrado castros y monedas de oro. La ermita parece dar fe de un esplendor pasado, pues su construcción es más propia de iglesia que de capilla. Cuenta la leyenda que aquí se apareció la Virgen en forma de talla de madera a un pastor, quien solo podía caminar con ella a cuestas si se dirigía al pueblo, donde hoy se conserva una réplica del siglo XI. En el cruce de caminos que nos devuelve a nuestra ruta, se erigió una cruz en honor a los pastores y la ermita, que tiene una oquedad en su muro lateral para que se resguarde, mientras pasta, el ganado.

Un vecino vuelve de recoger setas por el puente que lleva a Alameda del Valle.
Un vecino vuelve de recoger setas por el puente que lleva a Alameda del Valle.

3. Pinilla del Valle

Tres kilómetros más y llegamos a Pinilla del Valle (km 8,5) donde miles de años antes de que las aguas inundaran los farallones calcáreos del fondo del valle, cuando los fríos cuaternarios asolaban estas tierras, los primeros descendientes de los humanos ya disfrutaban de las bondades del Valle del Lozoya. Podemos visitar los yacimientos del pleistoceno del Calvero de la Higuera, el primero de los cuales, conocido como la Cueva del Camino, fue descubierto en 1979, donde se han hallado valiosos restos faunísticos fósiles, así como dos molares de la especie Homo neanderthalensis.

Silencio y paz rural.
Silencio y paz rural.

Otro ramal nos conducirá a la Ermita de la Concepción, apenas a un kilómetro del pueblo. Cruzamos las calles del pueblo pasando junto al ayuntamiento y la parroquia de San Miguel Arcángel y ante nosotros la vista del embalse inunda de luz el paisaje. Al volver la vista atrás la panorámica es impresionante. La majestuosa Peñalara y sus guardianes del Macizo de Cabezas de Hierro cierran la cabecera del valle, cuyas imponentes siluetas, reflejadas en el agua del embalse, juegan con la luz para deleitarnos con un sublime paisaje de montaña en esta sosegada parte de la sierra.

Salimos de Pinilla con destino a Lozoya, adentrándonos en un valioso lugar donde la comunión entre hombre-naturaleza mantiene una de las dehesas mejor conservadas de la Sierra de Guadarrama. Dan fe de ello robustos trasmochos, un sistema de aprovechamiento tradicional del fresno muy peculiar que se realiza a finales del verano. Consiste en podar todas las ramas del árbol dejando solo el tronco principal, con lo que se obtiene tanto ramaje con hojas –ramón–, que sirven de alimento para el ganado cuando el pasto está agostado como leña para el hogar.

El embalse de La Pinilla con Peñalara al fondo.
El embalse de La Pinilla con Peñalara al fondo.

El árbol vuelve a brotar a partir de la cabeza resultante que recuerda a un felino bigotudo, de ahí que se conozca popularmente como "cabeza de gato". Cuando las varas vuelven a tener suficiente grosor, tras unos años, se vuelven a cortar y esto hace que el árbol mantenga una gran vitalidad, por lo que se dice "dar vida al árbol". Una clara manifestación del conocimiento acumulado por generaciones y de las inmensas posibilidades de aprovechamiento de la naturaleza sin agotarla.

El roble es una de las especies más abundantes de la zona.
El roble es una de las especies más abundantes de la zona.

4. Lozoya

Los fresnos indican que nos adentramos en el dominio del bosque de ribera junto al embalse, ecosistema único y de gran valor, que debemos cuidar y conservar. En estas orillas crece una estrecha franja de vegetación cuyas especies necesitan una gran humedad en el suelo para poder desarrollarse. Los sauces, protagonistas de este escenario, dan cobijo a gran cantidad de animales, y particularmente a las aves. No en vano nos encontramos en Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) donde, además del buitre negro y el águila imperial ibérica que nidifican en la zona, podemos observar multitud de bandadas de otras especies que transitan esta región en su periplo migratorio.

El Puente del Canto también es llamado Puente Congosto.
El Puente del Canto también es llamado Puente Congosto.

Sin apenas darnos cuenta ya hemos hecho casi la mitad del recorrido. Estamos en Lozoya (km 14) desde donde otro ramal nos conduce a la Ermita de la Fuensanta, ubicada en un idílico rincón protegido de los vientos del norte por el Pico Nevero. El pueblo nos ofrece su hospitalidad para tomarnos un descanso y de paso, visitar sus calles, donde la Iglesia parroquial de El Salvador y el convento, construido en el siglo XVI por los Suárez de la Concha, recuerdan su esplendor como parte del Sexmo de Lozoya. La plaza del Ayuntamiento empedrada con gorrón de río en dibujo circular es muy singular, y en Pascuas, la preside un árbol de Navidad de lo más original, confeccionado en ganchillo por las señoras y niños del pueblo dentro del proyecto Tejiendo Lozoya. La fuente de los Cuatro Caños es el punto perfecto para aprovisionarnos de agua nacida de las entrañas rocosas de la sierra y, saciada la sed, continuar el Camino hacia nuestro próximo destino.

Este ecosistema de ribera es único y valioso.
Este ecosistema de ribera es único y valioso.

5. Garganta de los Montes

También llamado Puente Canto (km 18,5) se levanta sobre una estrecha y profunda garganta labrada en las rocas por las intrépidas aguas del Lozoya ansiosas por salir del valle en su viaje a la mar. En su pretil, realizado con cantos rodados pulidos por el río, han dejado su huella pastores, eclesiásticos y gentes de realengo. Este puente, junto al de Matafrailes, por el que pasaremos aguas abajo (km 21), la Cadena en Canencia y la Angostura en Rascafría, es uno de los máximos exponentes de la arquitectura civil medieval del valle, cuya tosquedad es una gran manifestación de la belleza de lo sencillo.

Poco a poco salimos del Valle de Lozoya, Garganta de los Montes (km 26) nos brinda la posibilidad de prolongar las delicias del paseo hasta la Ermita de los Prados, erigida en honor a los milagros de la Virgen. Según la leyenda, esta Virgen hizo desaparecer, meses antes que en el resto de la comarca, la peste bubónica, que se cebó con los vecinos del valle en torno al año 1600.

Ya toca descanso tras 30 kilómetros intensos.
Ya toca descanso tras 30 kilómetros intensos.

6. El Cuadrón

Y mientras el río Lozoya se toma un obligado descanso remansando sus aguas en el embalse de Riosequillo, llegamos al pueblecito de El Cuadrón (km 31,7). En esta localidad se pone fin a una intensa jornada en bicicleta, nuestra particular máquina del tiempo.

Te puede interesar