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Con forma de hacha vikinga, echándole imaginación, esta isla parece flotar como una plancha delgadísima de tierra –es prácticamente llana– sobre la ría de Arousa. La visita obligada suele ser al sur, donde se encuentra el Parque Natural del Carreirón, y que es una auténtica belleza en naturaleza y playas. Sin embargo, nosotros nos dirigiremos hacia el lado contrario, con la intención de recorrer la que sería sobre el mapa la hoja del hacha.
La experiencia se puede planificar para una mañana o una tarde tranquilamente, especialmente si se va en bicicleta. En la Isla de Ons recurrimos a los servicios de la empresa Bicicleando, que llevan el vehículo a donde el cliente lo solicita y facilitan, además del casco, un kit de herramientas para cualquier problema. Arousa está un poco alejado de su ruta, sin embargo, sumando un plus de desplazamiento se puede contar con su equipo. Insisto, una bicicleta en buen estado marca la diferencia entre una excelente travesía o una nefasta. El mantenimiento de las bicis de la isla no está cuidado y puede ser un engorro a la hora de avanzar. Entonces, antes de arrancar, bicicleta para cruzar el puente o bien ya en el pueblo. Toda la isla tiene carriles habilitados para recorrerla a dos ruedas y las cuestas son superables incluso para los más peques de la casa.
Arrancamos en el pueblo a la 1 de la tarde, justo desde el Porto de Xufre, donde una gigante Virgen del Carmen en piedra ofrece a su hijo a los pescadores. Justo en ese punto comienza el carril bici para la ruta propuesta. Siguiendo el sendero aparece un cartel de camino cortado; ignóralo, es solo para coches. A partir de aquí, se trata de seguir la vereda que bordea la costa para que en ningún tramo desaparezca el espectáculo de las bateas meciéndose sobre el agua. Parada, foto o sentarse y mirar. Simplemente mirar.
Avanzando un poco más, una tarima de madera facilita el trayecto que recorre un bosque frondoso con una sorpresa: piedras gigantes con enredaderas como única vestimenta colgando aquí y allá. Una magia que también se alimenta de ese circuito de madera que sobrevuela el suelo boscoso.
Justo antes de abandonar esta parte del trayecto, surgen las primeras playas. Ni cansados ni acalorados estamos aún, pero si es verano, ¿por qué no darse un baño? Recordar que el agua de Galicia no es apta para corazones medrosos, las bajas temperaturas pueden dar un buen susto.
En este punto del recorrido ya se observa perfectamente el Faro Punta Cabalo encaramado sobre un conjunto rocoso que le dota de un gigantismo del que la torre con luz en sí carece. Coqueto y majestuoso, sin pretender serlo, el faro esconde lo mejor de este viaje: un restaurante para comer encima de la ría.
Lleva trece años abierto y funciona tan bien que para comer o cenar allí hay que reservar (móvil: 661 12 29 87). El mayor encanto: el faro sigue iluminando el mar durante las noches. Mariscos y pescados de proximidad predominan en su carta. En el restaurante proporcionan una de las muchas ventajas de comer aquí: "Hoy tenemos zamburiñas negras, que son de esta ría y están muy buenas". Seguimos los buenos consejos. De concha oscura, resultan extrañas de aspecto; pero delicadas de sabor.
Croquetas de camarones, navajas o mejillones, arroz con marisco, con choquiños o con algas marinas, son algunas de las opciones de ese día. Recomiendan el maridaje con los albariños de la zona y nosotros también. Todo servido en una terraza que descansa sobre la ría para contemplar el mar tranquilo mientras se degusta ese sabor a mar. Único inconveniente, los baños son químicos portátiles, pero obviamente se pueden usar.
Cerca del restaurante, la Playa da Area da Secada, con bandera azul (hay dos con este estandarte en toda la isla), invita al baño si el sol acompaña o simplemente al descanso con el estómago mucho más que satisfecho. ¡Qué vivan las siestas playeras! Es uno de los arenales más frecuentados en la ínsula porque cuenta con todos los servicios y resulta fácil y agradable para toda la familia.
Última parada obligatoria aunque precise de un pequeño esfuerzo. Tras el baño y como despedida a una tarde de mar y bateas, una subida conduce hasta el Mirador O Con do Forno, ubicado en la parte más alta del terreno (63 metros) y desde donde se puede observar la isla y la ría de Arousa a los pies de una gran imagen del Corazón de Jesús. En algunas zonas, las casas –tan pegadas unas otras– parecen estar construidas directamente sobre el agua. Sin embargo, a lo lejos, el puente recuerda que debajo se encuentra esta balsa prácticamente llana anclada al continente, como un barco amarrado a un muelle.
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