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Ruta Laguna Negra Sierra Cebollera apertura

Ruta por la Laguna Negra, los Circos Glaciares de Urbión y la Sierra Cebollera

Por los bosques nevados de Urbión y Cebollera

20/10/2024 –

Actualizado: 13/02/2023

Fotografía: Miguel Cuesta

Dos parques naturales colindantes, el soriano el Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión y el riojano Parque Natural de Sierra Cebollera, cuidan de una de las mayores masas forestales de la península. Sus paisajes transitan entre lo mediterráneo y lo atlántico, y esconden lagunas glaciares, cascadas de cuento y espacios donde descubrir la ancestral convivencia del hombre y el bosque. Se pueden enlazar con un pequeño trayecto en paralelo a la histórica Cañada Real Galiana, rindiendo así tributo a la trashumancia que determinó estas montañas remotas.
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Al norte, el Parque Natural de Sierra Cebollera. Al sur, el Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión. Dos caras de una misma moneda que podemos conectar conduciendo unos 35 kilómetros por la carretera SO-830, entre la localidad soriana de Vinuesa y la riojana de Villoslada de Cameros, a través del puerto de Santa Inés. Un corto viaje en el que pasaremos de la cuenca del Duero a la del Ebro y que nos abre la puerta a cientos de rutas por pinares, robledales o hayedos, normalmente muy concurridos durante el verano por el fresco que ofrecen, pero que también dan un premio impagable a los valientes que se atreven a atravesarlos en invierno.

Laguna Negra
Las nieves del invierno no amedrentan a los amantes del senderismo.

La Corte de los Pinares

A orillas de un incipiente, pero ya caudaloso, río Duero, la localidad soriana de Vinuesa es el punto de partida por excelencia para asaltar el Parque Natural de la Laguna Negra y los Circos Glaciares de Urbión. Suma más metros sobre el nivel del mar que habitantes, poco más de 800, y, aun así, ostenta el título de villa. Quizá sea más merecido su sobrenombre de La Corte de los Pinares, un apodo que no podría resumir mejor las esencias de este pueblo, caracterizado por los densos pinares que lo rodean, donde se cría un ganado de primera, pero también por sus casas nobles blasonadas.

Vinuesa
Merece la pena hacer un alto en el camino y disfrutar de la villa de Vinuesa.

Por eso sería una pena lanzarse directamente a los bosques sin haber deambulado por las coquetas callejuelas de la villa, para disfrutar de la belleza de la arquitectura austera y hermética que dicta la climatología. Un paseo puede empezar en el humilladero, junto a la pequeña ermita de la Soledad, para luego subir por la encantadora calle Reina Sofía hasta la plaza Plazuela, con un rollo jurisdiccional que data de cuando el rey Carlos III otorgó el mentado título de villa a Vinuesa. Desde aquí vale la pena acercarse a dos joyas arquitectónicas del siglo XVIII: el Palacio de Vilueña y la Casa de los Ramos, en la encantadora calle Luenga, de la que se construyó una copia en el Poble Espanyol de Barcelona.

Vinuesa
En muchos rincones el tiempo parece haberse detenido en el siglo XVIII:

La calle Luenga desemboca en la plaza del Ayuntamiento, donde domina la iglesia de Nuestra Señora del Pino, construida inteligentemente al filo de un terraplén para ganar un aspecto especialmente imponente. En el interior de su sacristía se conserva una pequeña talla románica de apenas 35 centímetros de la Virgen que le da nombre. Cuenta la leyenda que la talla se apareció en la copa de un pino cuyo tronco estaba en el término de Vinuesa, pero cuyas ramas se extendían sobre el de Covaleda. La disputa por su propiedad la ganaron las mujeres de Vinuesa, armadas con ramas de pino, y en recuerdo al evento se celebra, cada 16 de agosto, la célebre Pinochada.

Vinuesa
Aquí se puede observar cómo se ha desarrollado la arquitectura castellana a lo largo del tiempo.

Bosque arriba, hasta las repisas de agua

Eric, el único hostelero de Vinuesa que mantiene abierto su alojamiento durante los meses más crudos del invierno -hotel rural ‘La Muedra’-, nos habla de un “reino de Taifas” cuando le pedimos opinión sobre qué rutas trazar desde Vinuesa. Un reino de taifas en el que, por mil y una razones, el entorno de la Laguna Negra de Urbión eclipsa casi todo a su alrededor. Pero donde también valdría la pena conducir hacia el este, hasta Molinos de Razón, para ascender a la laguna Cebollera, o hacia el oeste hasta Duruelo de la Sierra, para subir hasta la “ciudad encantada” de Castroviejo, e incluso hasta el mismo nacimiento del río Duero, a los pies del pico Urbión.

Pinares Vinuesa
Los famosos y densos pinares sirven de refugio para el ganado local.

El extenso menú alpino nos tienta a cambiar el plan, aunque hay que tener en cuenta que estas montañas remotas y abruptas no dejan muchas alternativas a quienes quieren atravesarlas y cruzar hasta su vertiente norte para conocer todos los lados del poliedro. Así que decidimos mantenernos fieles a la Cañada Real Galiana, en paralelo por la S0-830, que es la opción más productiva porque, además de aproximarnos a las lagunas glaciares de Urbión, nos permite adentrarnos por los famosos pinares de Vinuesa y descubrir su particular Museo del Bosque.

Museo Bosque Vinuesa
El Museo del Bosque muestra las diferentes rutas y evolución de este entorno.

El museo es, en realidad, la casa del parque natural. O sea, un centro de visitantes donde extraer información para trazar rutas, así como un atractivo centro de interpretación multimedia e interactivo con un bosque sensorial, contenido etnográfico, geológico y zoológico, y hasta con referencias literarias a propósito del río Duero. En él hacemos un recorrido que arranca en los usos y costumbres “pinariegas”, que sigue por los métodos de explotación del bosque y de la ganadería lanar, y que va tomando altura para transitar del pinar al rebollar y luego al hayedo, hasta alcanzar las lagunas glaciares y su peculiar fauna.

Laguna Negra
Así empieza el camino hacia la Laguna Negra en pleno invierno.

Desde el museo se pueden trazar diversas rutas para descubrir los famosos pinares circundantes, paraíso de la micología, pero la exposición nos ha puesto los dientes largos y nos lanzamos a probar suerte con la Laguna Negra, aprovechando que el parking no exige reserva en esta época del año y que la nieve, por los pelos, nos permite alcanzarlo. Desde aquí apenas hay que caminar un par de kilómetros para llegar a esta repisa de agua que, a 1.753 metros de altitud, parece estar a punto de derramarse, especialmente hoy, que el viento levanta oleaje.

Laguna Negra
A pesar de ser una senda habilitada, conviene mantener la precaución a cada paso.

Paseando por sus pasarelas de madera se entiende mejor por qué es el espacio natural más visitado de la provincia de Soria. Un destino sin duda cebado por La tierra de Alvargonzález, un romance de Antonio Machado inspirado en una leyenda que le reveló un campesino durante un viaje por estos lares.

Laguna Negra
Un manto blanco cubre todo el lugar.

Asomados a la comarca de Los Cameros

La Laguna Negra de Urbión se encuentra exactamente a la misma altitud que el puerto de Santa Inés, o sea, el paso de montaña que da acceso a la cara norte de este macizo. En esta vertiente, la riojana, vamos a toparnos con bosques de un corte más atlántico, donde dominan las hayas y los robles, que se encuentran bajo la protección del Parque Natural de Sierra Cebollera. Sin embargo, aunque desde la Laguna Negra prácticamente podemos atisbar el puerto, el terreno escabroso nos va a obligar a regresar prácticamente hasta pie de puerto, a 1.200 metros, para retomar la SO-830 y poner rumbo norte.

Laguna Negra
No es de extrañar que este espacio cautivase al poeta Antonio Machado.

Una vez arriba, desde Santa Inés nos asomamos a la comarca riojana de Los Cameros, un rincón de paz con pueblos recónditos de color rojizo que trepan por su terreno ondulado, y donde la localidad más populosa, Torrecilla en Cameros, no alcanza los 500 habitantes. Las vistas a Los Cameros, sin embargo, son mucho mejores desde cumbres como la del Castillo de Vinuesa, que queda a tiro de piedra del puerto, muy cerca de la encantadora Laguna Verde. En el puerto también se encuentra el Punto de Nieve Santa Inés, un espacio donde disfrutar de los deportes blancos gracias a un remonte, un circuito de esquí de fondo, una escuela y una empresa de alquiler de material.

Laguna Negra
Las cristalinas aguas se ven alteradas por las condiciones del viento.

Pero hoy el tiempo invita a descender y buscar refugio en los mágicos bosques de la Sierra Cebollera, así que damos el salto a la cuenca del Ebro para adentrarnos en la tierra de Los Cameros. El plural de este topónimo proviene de las dos subcomarcas que la componen: la del Camero Viejo, en torno al cañón del río Leza y particularmente despoblada, y la del Camero Nuevo, vertebrada por el río Iregua, en cuya parte más incipiente encontramos una colección de coquetas cascadas que van a ser nuestra excusa para adentrarnos en el parque natural riojano y poner punto final a esta excursión por el norte del Sistema Ibérico.

Sierra Cebollera
En la otra vertienete asoma el Parque Natural de Sierra Cebollera.

Las cascadas que riegan el Iregua

Montenegro de Cameros es la primera localidad que vemos una vez bajamos el puerto, todavía en Soria, justo antes de que la carretera SO-830 se convierta en la LR-333 y cambiemos definitivamente de provincia. Es especialmente a partir de este remoto pueblo con signos de despoblación, donde se hace más evidente el cambio de paisaje hacia un bosque de corte más atlántico, algo que, si no hemos caído en la cuenta, nos anuncian los carteles del centro de interpretación del Parque Natural de Sierra Cebollera, que saluda a la entrada de Villoslada de Cameros, y cuya exposición pone el foco en los ecosistemas y la biodiversidad de los distintos tipos de bosque.

Villoslada Cameros
Villoslada de Cameros es uno de los pueblos más bonitos de la comarca.

Quizá ya nos hemos acostumbrado a la belleza de los bosques, porque al llegar a Villoslada lo que apetece es cruzar su sugerente puente medieval de cinco ojos y descubrir una arquitectura de piedra y madera encaramada a un terraplén, caracolear por sus callejones y hacer cumbre en la iglesia de Santa María del Sagrario.

Sierra Cebollera
Del área recreativa de El Achichuelo parte uno de los caminos para reconocer este parque natural.

Y, como la mañana ha sido larga, antes de lanzarnos a remontar la ribera del Iregua, también apetece un calórico menú del día riojano, hecho para soportar estos fríos, que nos ofrecen en el restaurante ‘Corona’ (Solete Guía Repsol), a base de un guiso de caparrones pintos, típicamente locales, y una caldereta de cordero.

Restaurante Corona Cameros
Los caparrones pintos del restaurante 'Corona'

Con las pilas repuestas podemos volver a adentrarnos en el bosque. Desde el centro de interpretación parte una estrecha carretera de montaña que se adentra hacia el corazón del parque. A unos cuatro kilómetros, el área recreativa de El Achichuelo es un punto perfecto para echar a andar, en paralelo al río Iregua y con la compañía del bosque de ribera, hasta alcanzar las cascadas de cuento de Puente Ra tras unos sencillos cinco kilómetros.

Ermita Lomos Orio
Extendiendo el camino unos kilómetros se llega a la ermita de Lomos Orio.

Otra opción es seguir conduciendo hasta la famosa ermita de Lomos Orio, a nueve kilómetros del centro de interpretación y a 1.400 metros de altitud, desde donde se pueden asaltar las cumbres más altas que hacen de frontera de estos dos parques naturales. Pero hoy las nubes no invitan a la aventura. Es tarde, comienza a nevar y Logroño nos tienta a solo de 50 kilómetros de aquí.

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