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Las temperaturas también suben y bajan en El Hierro al son de las montañas, por eso es posible que uno necesite una chaqueta para la cima mientras en la bajada sueña con el bañador para un chapuzón en alguna de sus piscinas naturales. Estos cambios hacen que la isla entera parezca jugar divertida a disfrazarse y cambiarse de atuendo con una rapidez pasmosa. Pasa del paisaje tropical al volcánico para volver a un pinar denso y sombrío por la altura de sus árboles o un baile de sabinas tumbadas. Esta belleza variada y singular viene determinada por su orografía y se puede apreciar desde sus numerosos miradores. Ofrecemos una selección, con la certeza de que cualquiera de ellos te dejará un recuerdo inolvidable.
¿Quién desperdiciaría la oportunidad de echarle un vistazo a la Montaña del Tesoro? Solo los nombres involucrados en las vistas de este mirador son un aliciente para visitarlo. Desde las Pernadas, muy cerca de la villa de Valverde, se puede ver cómo las coladas de lava que derramó la rojiza Montaña del Tesoro hace más de 9.000 años se acumularon formando la isla baja del Tamaduste.
Siguiendo la carretera que conduce hasta el pueblo de Tamaduste, uno puede darse un baño en una de las piscinas naturales más tranquilas de la isla: perfecta para ir con niños.
El Mirador de la Peña es uno de los miradores más impresionantes de la isla. Y no solo porque detrás de su estructura bien diseñada de pasillos y balcones esté el artista César Manrique, sino porque la primera visión desde aquí de la costa del Golfo y los Roques de Salmor dejan al espectador petrificado. El escarpe semicircular que protege El Golfo se alza altivo como una gran pared vertical mientras a sus pies se extiende el valle que rompe en una costa dentada. Una curiosidad interesante: en uno de esos salientes del terreno se vislumbra el hotel más pequeño del mundo.
Si has llegado hasta aquí, y ya te has saciado de espectáculo, aprovecha para comer en el restaurante, también obra de Manrique, que con un ventanal abierto al Golfo da la sensación de estar suspendido en el aire. Además, solo se sirve gastronomía herreña. Una parada con éxito garantizado.
Una estrecha carretera rodeada de pinos que serpentea a través de la montaña lleva al mirador más alto de la isla: a 1501 metros de altura. También podría decirse que uno de los más especiales por su dificultad para llegar -el último tramo es un camino de tierra- y porque debido a su altura es raro encontrarlo despejado. Como consecuencia, es habitual que un mar de nubes deslumbre al visitante como si un colchón de algodón blanco hubiera sido diseñado para encajar justo antes de alcanzar la cima de las montañas.
Si eres de los que no se acercan a un mirador para ver nubes, igual te anima saber que desde aquí se pueden ver también las islas de La Palma, Tenerife y La Gomera. Y agregamos un detalle único de este lugar: es paso obligado del camino tradicional de la Bajada de la Virgen, el evento del año más importante de todos los herreños.
En la zona norte de El Hierro, el paisaje volcánico de la isla canaria más joven se impone con fuerza. La tierra rojiza del acantilado queda salpicada de algún verde, ocres y amarillos. Un contraste brutal con el negro de la lava solidificada que araña en la parte baja a un mar de un azul rabioso. Se suma a esta exhibición de colores una carretera que se dobla una y otra vez para trepar a lo más alto.
El nombre de este mirador viene del volcán sobre el que se asienta y el culpable de semejante belleza inefable. De hecho, una de las curiosidades de este mirador es el roque amarillo que aparece en medio del acantilado, y que los expertos explican como un contacto entre la lava durante una erupción con el agua del mar o del subsuelo. Fuera cual fuese su origen, se trata de un regalo increíble.
A 260 metros del primero, siguiendo el inicio de un sendero circular, se encuentra este balcón al mar en medio de ese paisaje volcánico que se repite. Sin embargo, este mirador tiene el aliciente del camino de tierra que hay que recorrer para llegar hasta él con una flora muy diferente, especialmente, por las tabaibas.
A 850 metros de altura, El Julan ofrece unas buenas vistas de lo que supone una de las caras del sur de la isla. Una ladera que parece interminable se vierte sobre el Mar de las Calmas mostrando cómo la vegetación de este lado de la isla varía según la altitud.
Muy cerca del mirador, se encuentra el Centro de interpretación del Parque Cultural de El Julan. Visita obligada si uno quiere conocer la forma de vida de los aborígenes herreños: los bimbaches.
Uno de los senderos más populares de El Hierro es el de la Llanía, y tiene mérito, porque la isla está surcada por caminos que permiten recorrerla entera a pie. Sin embargo, este agrupa muchos encantos: laurisilva, caldera volcánica y un mirador con vistas al valle del Golfo.
Ya hemos visto que muchos miradores ofrecen la estampa de esta parte de la costa herreña, aunque cada uno desde una perspectiva única. Pero me atrevo a asegurar sin miedo a equivocarme que, aunque fuera desde la misma, uno no se cansaría de mirarla. El valle del Golfo es un prodigio de la naturaleza.