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Toallas sobre la arena junto a un mar turquesa. Terrazas repletas de turistas. Sonido de brindis en las barras de las viejas tascas. Vistas deliciosas desde el Balcón de Europa. En el otro extremo de la Costa del Sol, lejos del lujo de Marbella y la masificación, aquí se fusionan casitas encaladas con playas deliciosas, chiringuitos en la arena y un entorno natural sobrecogedor. El clima es fuera de serie. Da igual cuando lo leas: el sol siempre te acompañará. Sí, esto es Nerja.
Para entender la idiosincrasia de esta pequeña ciudad malagueña basta acercarse cualquier mañana otoñal a la playa de La Torrecilla, en la zona este. Es un arenal estrecho donde el agua adquiere un color turquesa excepcional por estas latitudes. Allí las olas se mecen con lentitud.
Sobre sus toallas, chicas jóvenes se tuestan al sol de otoño. A la sombra de sus sombrillas, los jubilados leen libros. Algún niño chapotea en el agua y los turistas trotan por el paseo marítimo con ropa deportiva. La imagen se repite a diario e incluye la terraza del restaurante ‘Bamboo’, a rebosar. Y se completa con la panorámica que, desde el paseo marítimo, permite observar las montañas de la Sierra de Tejeda, Alhama y Almijara al fondo y, ya en primer término, al Balcón de Europa.
Paciencia. Antes de llegar a este mirador, es recomendable callejear por el centro histórico e, incluso, caminar unos minutos hasta un aparcamiento. No es uno cualquiera. Lleva el nombre de la serie más famosa de la televisión española: Verano azul. Cada árbol del estacionamiento tiene a sus pies una placa con el nombre de uno de los 19 capítulos de la producción creada por Antonio Mercero. Es también el lugar de descanso de La Dorada 1ª, mítica barca de Chanquete, y una de las paradas que recorre Nerja en busca de los escenarios que se convirtieron en eternos en televisión.
Tras un pequeño paseo en dirección a la playa, el aroma a cuero toma la calle Málaga. Diversos negocios de piel -carteras, chaquetas, bolsos, cinturones- se expanden por esta vía peatonal que luego se une a la calle El Barrio, con numerosos establecimientos comerciales como la tienda ‘Pancho’. Merece la pena prestar atención al desvío a la callejuela El Tajillo, repleta de macetas en las fachadas encaladas, frente a las que los turistas son incapaces de guardar sus móviles. Lo quieren fotografiar todo. Probablemente, tú también.
Hay que guardar espacio en las memorias de los dispositivos para la Plaza de Cavana, junto a la que se levanta la iglesia de El Salvador. A sus pies, la calle Salón zigzaguea para caer hasta la playa que lleva su nombre y también a la de La Caletilla, vigilada por una estatua de bronce del carismático Chanquete. La Plaza del Balcón de Europa, de nuevo en las alturas y con las estridencias de las cotorras como banda sonora, regala una vista donde el Mediterráneo se vuelve eterno al sur. Más cerca, las aguas transparentes acompañan a los bañistas, las hamacas y una vieja casita de pescadores en la playa de Calahonda. “Se está mejor ahora que en verano”, dice María José Luque, cordobesa que descansa unos días en Nerja.
Camino del final de la mañana, entre el sol y el paseo, entra el apetito. La calle Almirante Ferrández, de nuevo peatonal, es el destino. Ahí se ubica ‘El Pulguilla’, taberna con un Solete Guía Repsol donde pedir una caña y elegir aperitivo entre el más clásico pescaíto frito malagueño: de los jureles a las sardinas, de los calamaritos a los boquerones. También hay buen marisco.
Para completar una buena ruta gastronómica, nos dejamos llevar ahora por el chef nerjeño Fernando Villasclaras, (‘El Lago’, 1 Sol Guía Repsol; Marbella) que conoce bien los recovecos culinarios de su ciudad natal. Su primera parada está a unos minutos de paseo y se llama ‘La Puntilla’. “Para mí es el bar de tapeo de referencia en Nerja. Sobre todo su barra, donde tomar una cerveza con productos de cercanía como el pulpo seco”, asegura el cocinero.
El establecimiento está dividido en dos locales -uno frente al otro- y una estupenda terraza que se reparte entre las calles Bolivia y San Pablo. A quien prefiera mesa y mantel, Villasclaras le recomienda acercarse a ‘Sollun’, quizá la única muestra actual de alta cocina en esta localidad.
Más allá de la playa urbana Carabeo, junto al ‘Parador de Nerja’, se esconde una estrecha calle que desciende hasta la playa de referencia de la ciudad, la de Burriana. Casi un kilómetro de arena entre chiringuitos, restaurantes y posibilidades de ocio deportivo. En su paseo marítimo Antonio Mercero se encuentran las dos últimas recomendaciones de Villasclaras. A un lado, el merendero ‘La Barca’, fundado a finales de los años 60 y con una carta con casi un centenar de platos. La estrella son los pescados y mariscos -conchas finas, almejas blancas, pez plata, jibia frita-, pero también hay carnes, arroces y pasta. Al otro, el restaurante ‘Paco el Churretero’ ofrece también productos del mar y la montaña.
La tercera recomendación es nuestra. Se trata del chiringuito ‘Ayo’, que se hizo conocido en toda España como escenario de varias de las escenas de Verano Azul y también categorizado como Solete Guía Repsol. Desde su enorme terraza junto a la arena es frecuente ver pasar a uno de los jóvenes protagonistas de la serie, Miguel Joven.
El que representara el papel de Tito ejerce hoy de anfitrión por una de las maravillas locales: los acantilados de Maro. Ruta en kayak de tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta que este nerjeño ha recorrido infinidad de veces, pero aún sigue disfrutándola. “Es fascinante”, afirma uno de los responsables de la empresa Educare Aventura.
El verano es temporada alta en esta costa, pero el buen clima de Nerja da la oportunidad en otoño de darse un chapuzón o realizar este paseo en kayak. “Es un recorrido en el que no paras, vas de un lado a otro y todo sorprende. Hacemos parada en la Cueva del Lobo Marino, excavada en los restos de una playa prehistórica, en la cascada de las Doncellas y en otros muchos rincones. También tenemos tiempo para bucear y disfrutar de la biodiversidad de estos fondos marinos. A veces parece que estás en Costa Rica, pero no, esto es Nerja”, afirma Joven, que suele recomendar a quienes le acompañan a dejar el móvil en las taquillas.
“Hay que desconectar, escuchar a los pájaros, el viento, las olas… pero también vamos dando información sobre las especies, la historia, el valor ecológico de todo esto”, destaca. Nadie, además, se queda sin su foto. Joven -o cualquier otro monitor de la empresa- lleva cámara GoPro, toma decenas de imágenes y luego las regala a sus clientes.
Más allá de la playa de Burriana hay dos últimas paradas para saborear el eterno verano de Nerja. Primero, las pequeñas calas bajo los acantilados, un paraíso natural que, más allá de la temporada estival, rezuma tranquilidad. Y después, la Cueva de Nerja. Una espectacular galería descubierta hace algo más de seis décadas por un grupo de chavales que se adentraron por una grieta siguiendo a unos murciélagos. Dentro se toparon con restos humanos y raras formaciones geológicas. Corrieron asustados, pero poco después se abriría al público este recinto, donde se ha confirmado que el ser humano entró hace más de 43.000 años. Tiene cinco kilómetros de galerías, aunque solo se puede visitar un tercio. De sobra para alucinar con la paciente labor de la geología a lo largo de millones de años. La cavidad fue, de hecho, responsable en parte del primer impulso turístico a Nerja.
La ciudad de aquel verano azul que quedó marcado en la historia española desde los años 80 y la que hoy ofrece playas deliciosas, buen pescaíto frito malagueño y un entorno natural que va mucho más allá de los acantilados de Maro. Más allá se levanta el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara, con decenas de rutas senderistas que recorren fantásticos paisajes. Incluso paseos fluviales, como el que permite adentrarse por el río Chíllar entre magníficas pozas naturales.
Pero también hay más, porque a un paso de Nerja hay un puñado de pequeños pueblos blancos, como Frigiliana, considerado uno de los pueblos más bonitos de España. Allí se puede encontrar el cierre a una jornada en Nerja. Basta acercarse al restaurante ‘El Acebuchal’ (Recomendado por Guía Repsol) y dejarse llevar por la buena mano en la cocina de los hermanos Antonio y Sebastián García. No, de Nerja no nos moverán.