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Remar en aguas color esmeralda y degustar una sopa perota. Visitar una necrópolis de hace cinco milenios o conocer la fortaleza de un rebelde muladí. Acampar al pie de un pinar y contar las estrellas al anochecer. Puede ser el paisaje, su historia, las curvas de la carretera o las extrañas formaciones de rocas jurásicas que el viento y la lluvia han moldeado caprichosamente. Quizá sea todo a la vez. El entorno del embalse de El Chorro tiene un poder de atracción único. Lo comprendió Frank Sinatra cuando, en los años 60, rodó ahí Cuando hierve la sangre junto a Steve McQueen y Brigitte Bardot y cuando se bañaba en estas aguas mientras filmaba Los joyeros del claro de luna. Ahora también lo puedes hacer tú.
El embalse del Conde del Guadalhorce, popularmente conocido como El Chorro, fue inaugurado en 1921. Camino de su centenario, hoy sigue a pleno rendimiento y sus aguas tienen también un refrescante uso recreativo que lo convierten en una de las playas de interior más visitadas de Andalucía. Su corazón líquido se puede recorrer a bordo de un kayak, una tabla de paddle surf o incluso un hidropedal. Aunque basta con echar la toalla en su orilla y cobijarse bajo alguna sombra para disfrutar de un espacio de gran singularidad.
De él parte también el acceso norte al Caminito del Rey. Y en sus cercanías hay preciosas rutas senderistas, sorprendentes yacimientos arqueológicos y rica gastronomía. También es un paraíso para ciclistas y escaladores. Es, sin duda, uno de los destinos más apetecibles de la provincia de Málaga que, además, ha comenzado una campaña para proclamar su candidatura a Patrimonio Mundial.
"La belleza paisajística es impresionante. Y hay mil recovecos: el embalse juega mucho con su entorno y es muy pintoresco", explica Germán López, vasco de nacimiento y malagueño de adopción. Es el responsable de 'Indian Sports', empresa que ofrece numerosos servicios para saborear este rincón, como las embarcaciones recreativas a bordo de las que palear. Subirse a alguna de ellas permite descubrir la zona desde otro de punto de vista y sobre una lámina verde intenso que contagia su tranquilidad. Merece la pena pararse a observar y relajarse sin el bamboleo típico que sí ofrece el mar. El sentimiento de libertad es absoluto.
El horizonte está lleno de premios. En primer término, pinares que luchan por sobrevivir entre rocas areniscas. Al fondo, grandes extensiones de cereales. Como marco, montañas de roca caliza. Y entre medias, muchas sorpresas. Desde ejemplares de cabra montés camufladas entre rocas a la escurridiza Rupicapnos africana, una pequeña planta en peligro de extinción que se agarra a las grietas. También la antigua casa del Conde del Guadalhorce, bajo la que navegar supone viajar un siglo atrás. La inauguración del embalse por el rey Alfonso XIII, la geología de la zona, la fauna y su flora son parte de una ruta guiada que López prepara para grupos que, además de remar, quieran conocer a fondo las aguas que surcan.
Obviamente, también hay opción para, sencillamente, divertirse. "Hay despedidas de soltero, gente que viene a aprender cómo hacer paddle surf, porque aquí es más fácil que en la playa, grupos de colegios, incentivos de empresas", enumeran desde 'Indian Sports', donde también ofrecen actividades multiaventura: un rocódromo, tiro con arco, tirolinas y carreras de orientación. El pequeño pantalán junto al que se sitúa esta empresa es también un lugar donde echar la toalla para tomar el sol. A su alrededor se extiende el camping municipal de Ardales, un recinto donde plantar la tienda de campaña y encontrar la mezcla justa entre aventura y comodidad.
Alrededor de El Chorro y los otros dos embalses que confluyen aquí –Guadalteba y Guadalhorce– existen otros muchos planes para completar la jornada. Uno de ellos es pasear entre pinares para descubrir paisajes espectaculares, subir montañas desde las que ponerse a la altura del vuelo de los buitres o perderse entre caminos con aroma a romero y tomillo. Son muchas las opciones senderistas para quienes busquen un simple paseo o una ruta compleja.
Uno de los senderos más atractivos y accesibles, con algo menos de nueve kilómetros, es la ruta circular que comienza y acaba desde el camping subiendo, entre medias, al pico del Convento. Es una estupenda opción para conocer el entorno natural de los pantanos y el Caminito del Rey, que se divisa a lo lejos. La teoría dice que se realiza en cuatro horas, pero pueden ser más en base a las ganas que tengamos de hacer fotos: las panorámicas son tantas y los paisajes tan diversos que la tarjeta de la cámara puede quedar pequeña fácilmente.
El primer hito es el llamado Sillón de Rey, una roca caliza tallada en 1921 para la visita del monarca Alfonso XIII a firmar el acta de finalización de las obras hidroeléctricas de El Chorro. La senda baja entonces hasta la junta de los ríos, donde se cruzan tres cauces en los que residen varias familias de nutrias, el ambiente se vuelve más fresco y la vegetación de ribera se desborda.
El camino asciende desde ahí para ir encontrando pinos y sabinas sobre piedras calizas del Jurásico –con más de 120 millones de años de antigüedad– y la posibilidad de asomarse a los Tajos del Almorchón, una alta pared desde la que sentir vértigo y llevarse imágenes inolvidables. Continúa luego hacia el pico del Convento, donde hay vistas en 360 grados a buena parte de la provincia de Málaga. Comienza entonces un descenso leve entre pinares y originales toboganes de roca hasta descender de nuevo a la orilla del pantano.
Los más aventureros y con ganas de andar tienen otra opción de mayor longitud que nace junto a la Estación de El Chorro y el propio restaurante 'La Garganta'. Tiene 21 kilómetros y su punto final es el pueblo de Ardales. La travesía cruza la presa de la Central de la Encantada, pasa junto a las ruinas de Bobastro, atraviesa el área conocida como Las Viñas y divisa el casco urbano de Carratraca antes de llegar a su destino final. Está señalada como etapa número 21 de La Gran Senda de Málaga y es una caminata donde conviven "la naturaleza, la historia y la ingeniería con una más que cierta armonía, ocupando su parcela en el territorio sin estridencias", como relata el experto Pedro Cantalejo, que conoce esta comarca casi al milímetro.
Entre los siglos IX y X, un rebelde puso patas arriba el emirato de Córdoba. Se llamaba Omar Ibn Hafsun, era muladí –musulmán con familiares cristianos– y su desafío incluyó la construcción de un edificio religioso cristiano cuando su edificación estaba totalmente prohibida. Hoy, mil años después, la iglesia rupestre de Bobastro sigue ahí, excavada en la piedra y recordando lo que un día fue una importante fortificación que tuvo una breve vida, apenas cinco décadas, pero que dejó una huella imborrable en la Edad Media de la península ibérica.
La iglesia es heredera de las basílicas hispano-romanas, con ábside central y dos arcos de herradura laterales. "Más que una construcción se puede considerar una gigantesca escultura, puesto que mucho de lo que se conserva está cincelado en la roca madre", subraya el arqueólogo Pedro Cantalejo. El templo forma parte de un conjunto arqueológico mucho mayor que incluye casas trogloditas, fortalezas y murallas.
Pasear por este lugar es toda una experiencia. Y es posible gracias a unas visitas guiadas que, cada hora en punto, parten desde su entrada entre las 9.00 y las 17.00. En ellas se descubren mejor los secretos de cada roca y la fascinante historia del gran conflicto interno del emirato cordobés. Aunque el paseo entre pinos, jaras y esparto también da para conocer cómo los obreros de las presas que sujetan a los embalses fueron hasta allí en busca de tesoros que jamás llegaron a encontrar.
Quienes sí encontraron un tesoro en forma de yacimiento fueron los arqueólogos a los que, en los años 90, un pastor invitó a visitar lo que él consideraba simplemente unas viejas trincheras de la Guerra Civil. Los restos de latas de sardinas y balas mexicanas confirmaban que, efectivamente lo eran, pero bastó arañar un poco más la tierra para entender que su uso original había sido mucho más antiguo. Se trataba de un conjunto funerario levantado hace unos 5.000 años, cuyo estudio ha permitido conocer cómo eran las relaciones sociales en esta tierra que siempre fue de fronteras. "Es un lugar muy interesante, con tumbas colectivas y también individuales, donde hay influencia de la alta y la baja Andalucía", dice el arqueólogo José Antonio Ramos, uno de los primeros en estudiar el yacimiento que pasa totalmente desapercibido en el terreno.
Para llegar hoy a la necrópolis de Las Aguilillas hay que atravesar una pista de tierra de unos cuatro kilómetros. Está en buenas condiciones y, aunque hay varios árboles caídos, se sortean fácilmente. Junto a un llano arranca un paseo de algo más de una hora para ir descubriendo las tumbas, que pasan desapercibidas y se esculpieron laboriosamente en la piedra. Es un estupendo rincón para pararse a pensar en la historia: varios paneles explican quiénes y por qué realizaron aquellas tumbas, que se asemejan a la del santo sepulcro. Muchos de los restos encontrados allí, entre los que hay huesos, vasijas, alhajas o conchas marinas, se pueden ver en el Museo de Ardales, pero otros están siendo sometidos actualmente a estudios por equipos de diversas universidades para averiguar más sobre el recinto con unas estupendas vistas al embalse del Guadalteba y al Castillo de la Estrella, en Teba.
Los neandertales habitaron este entorno desde hace unos 80.000 años. En él encontraban todo lo que necesitaban para sobrevivir. Por un lado, agua gracias a los cauces del río Turón, y Guadalhorce. Por otro, un entorno medioambiental con bosques y montañas donde vivía la fauna que ellos podían cazar para comer. Y, finalmente, lugares donde refugiarse por las noches o en periodos complicados. Uno de ellos es la Cueva de Ardales, donde dejaron algunas de las primeras muestras de arte del planeta. Están fechadas hace más de 65.000 años y se puede conocer paseando por las profundidades de esta impactante gruta. "Es un lugar único en el mundo", subraya su conservador, Pedro Cantalejo.
Fue descubierta tras un terremoto en 1821 y su interior, al que se accede por una larga escalinata, cuenta con algunas galerías de gran tamaño y otras a las que hay que entrar casi gateando. En todas hay muestras artísticas que representan los animales de la zona –hasta un cetáceo, porque la costa malagueña está a menos de 50 kilómetros–, figuras humanas y otras representaciones. La cavidad tiene la singularidad de que fue la primera en ser explotada turísticamente. Lo hizo a mediados del siglo XIX Trinidad Grund, que celebraba cotillones de Nochevieja para la alta burguesía y también bailes en una de sus primeras galerías, bastante amplia, ahora convertida un lugar para la ciencia y, también, visitas de pequeños grupos de turistas.
En los años 70 del siglo pasado, Fernando García Arreza poseía un pequeño kiosco de madera junto a la fábrica de harina Santa Marta. El edificio de la factoría había dejado de funcionar décadas antes y había sido reutilizado como vivienda para los ingenieros que construyeron la Central Hidroeléctrica Tajo de la Encantada. En 1978, ya sin uso, García Arreza adquirió el inmueble para crear un alojamiento que ha ido evolucionando hasta convertirse hoy en el 'Complejo Turístico La Garganta', que dirigen sus hijos Fernando y Laura.
Desde casi cualquier rincón del establecimiento hay vistas al embalse Tajo de la Encantada y al propio Caminito del Rey. Son únicas. "La panorámica es increíble", subraya Laura García, que se encarga del restaurante. Desde cualquiera de sus dos terrazas o el comedor interior también se disfruta de la misma perspectiva. Su cocina está al mando de Antonio Vergara. Y su filosofía es mantener la esencia tradicional de la comarca.
Su carta está repleta de guiños al entorno: chivo lechal malagueño, carne de cordero o porra antequerana son algunos de ellos. También destaca la sopa perota, tradicional de Álora. Se trata de un plato que se puede resumir en "pan mojado en muchas cosas". Su base es una sopa a base de ajo, cebolla, pimiento y espárrago, a la que se añaden patatas fritas y el pan picado, para presentarlo finalmente con pepino, naranja y aceitunas aloreñas. Una docena de entrantes, seis ensaladas y hasta 11 propuestas carnívoras forman también parte del menú. Entre sus vinos, destacan las variedades de Andresito –de la cercana bodega 'Niño de la Salina'– o Vega del Geva, exquisito crianza de la localidad de Álora. También están disponibles las cuatro cervezas artesanales de los emprendedores locales 'Gaitanejo'. La cocina está abierta desde las 8.00 para los desayunos hasta la medianoche para las cenas.
El complejo dispone de 28 habitaciones que van desde las más sencillas para quienes buscan solo una cama para durante el día salir a hacer senderismo o escalada hasta las de lujo, como la junior suite con jacuzzi para cuatro personas. "Hay para todo tipo de clientes", dice Laura García. Una de las estampas más atractivas del establecimiento se encuentra, eso sí, en la piscina. Es rincón ideal para desconectar con un libro sobre una tumbona para disfrutar de los largos días de verano. El embalse de El Chorro y sus alrededores ofrecen la oportunidad de saborear, con calma, muchos de ellos entre chapuzones, historia y aventura.
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